sábado, 19 de enero de 2019

Mejor Hacerlo Ahora


Dejas para más adelante aquellas cosas que no te apetece hacer ahora, que crees que no conseguirás, o que no te motivan demasiado. Eres (somos) especialista en procrastinar y ser improductivo, en dejar para más adelante… Quieras o no los días pasan y la diferencia entre los que consiguen algo y los que no consiguen nada, es que se ponen manos a la obra con sus objetivos, sin excusas.

No pongas excusas, por favor
Regálate una semana sin excusas, una semana sin quejas, sin dejar para luego, con fluidez, con dinamismo, con productividad… ¿imaginas?
No pongas excusas cuando piensas en llamar a un cliente, no pienses “ahora no es buena hora, estará almorzando”, “Seguro que está reunido…”, “le llamaré cuando llegue a la oficina”…
No pongas excusas para crear hábitos saludables en tu vida, no digas “mañana empiezo”, “el próximo mes me apunto”…

No pongas excusas para aprender otro idioma, no digas aquello de “ya soy demasiado mayor”, “cuando tienes hijos…” (se me están quitando las ganas de tener hijos con tanta gente tirando balones fuera y poniendo a sus hijos como excusa entre ellos y sus objetivos. Ahora es cuando dices aquello de “ya me lo dirás, ya”)

No pongas excusas para pasar tiempo con las personas que quieres. Apaga tu ordenador, deja tu móvil fuera de la vista, mira, escucha, toca, ama a las personas que más quieres, pero por favor, no pongas excusas. El exceso de trabajo NO puede romper una relación de pareja, o hacer que no dediquemos tiempo a educar a nuestros hijos, somos las personas las que priorizamos mal, las que no sabemos poner límites, se asertivo contigo mismo/a.

No pongas excusas para cuidar tu salud, para hacer más deporte, para recibir un masaje, mañana nunca es un buen día. Llama hoy, reserva hoy, queda hoy…

El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, el segundo mejor momento es ahora

Ahora puedes terminar de leer este post y seguir matando el tiempo con cualquier tarea menor o puedes hacer esa llamada, apuntarte a esa actividad, llamar a esa persona, en definitiva, hacer lo que tienes que hacer (y lo sabes!). ¿A qué esperas?

viernes, 18 de enero de 2019

Voluntad De Realizar

Cuántas veces nos proponemos objetivos que implican hacer cosas y no las llevamos a cabo por falta de voluntad. Encontramos excusas y justificaciones para no hacer lo que pretendíamos o nos gustaría. 

Se interponen imprevistos que nos desvían de lo que nos habíamos propuesto o bien preferimos distraernos con múltiples asuntos, ya sea responder correos que no son urgentes, indagar en páginas de Internet que despiertan nuestra curiosidad o sencillamente mirar por la ventana, con tal de no abordar lo que nos habíamos propuesto.

La pereza y la falta de atención debilitan nuestra voluntad. Quizá pensamos que no somos apáticos porque estamos ocupados. Pero la indolencia no es solo no hacer, es falta de estímulo y carencia de deseo. Se puede manifestar en una incapacidad de centrarse y en una dejadez que nos lleva a posponer para otro día lo que podríamos solucionar y hacer ahora.

En su libro El esfuerzo, el filósofo Francesc Torralba expone que la pereza y el aburrimiento están emparentados. La holgazanería nos lleva a no hacer nada, y el no hacer nada, al aburrimiento. “Este es indirectamente el motor de la historia”, afirma Torralba, “si no experimentáramos el aburrimiento de no hacer, tampoco nos pondríamos en acción”. 

El problema surge cuando el aburrimiento se mata con distracciones que no llevan a ningún logro personal, ni relacional, ni social; sencillamente se deja pasar el tiempo de una forma que debilita y también apaga nuestra red relacional. Se pasa bien, pero la mera distracción no ofrece plenitud ni nos deja satisfechos, y finalmente permanece un vacío interior, de sentido. En vez de llamar a un amigo, tener una buena conversación, preparar una sabrosa comida, realizar algo creativo, hacer ejercicio o meditar para fortalecer la mente y el cuerpo, uno se deja llevar y se distrae en cosas que no le aportan ningún beneficio, ni siquiera el de relajarse y calmar la mente.

Para lograr lo que se propone, debe cambiar la inercia de lo rutinario que invade o consume su empuje creativo y su voluntad. Cuando quiera hacer algo, ir a nadar o a caminar, llevar a cabo un proyecto, iniciar una aventura, mantener una conversación o escribir un libro, primero debe visualizarlo. Piense en cuál es el ideal, cómo será cuando lo consiga, qué le mueve, cuál es su intención y para qué lo quiere hacer. Responder a estas preguntas le ayudará a fortalecer la voluntad para esforzarse y encaminarse hacia ello.

Tener perspectivas de un horizonte mejor impulsa a ponerse en marcha. La voluntad se trabaja, se educa y se fortalece con atención plena y con esfuerzo. “Solo nos ponemos en marcha si imaginamos que podemos llegar a buen puerto”, afirma Torralba. Pero cuando nuestra ilusión está atrofiada permanecemos estancados en una inercia en la que vamos haciendo pero sin impulso creativo, sin imagen ni visión que tire de nosotros.


Para poner la voluntad en acción también hay que reconocer la necesidad de desatar el potencial creativo. De hecho, sin conciencia de esta necesidad, sea cual sea, permanecemos secuestrados por nuestra rutina y por una conducta automática. En esas condiciones, la voluntad está adormecida. 

Solo cuando uno se da cuenta, por ejemplo, de que precisa realizar ejercicio, se esfuerza en dedicar tiempo y recursos para conseguirlo. Y aun así, si además no se nutre con entusiasmo y no ejercita su voluntad, la pereza y la rutina acaban ganando la partida.

Desigualdades

La desigualdad social es una circunstancia socioeconómica en la que un colectivo o comunidad son tratados de manera diferente por los demás sujetos o grupos de su entorno.

Seguramente habrás oído hablar más de una vez de la desigualdad social, término que en los últimos años ha cobrado especial protagonismo cuando se trata de analizar las relaciones geopolíticas internacionales o la inclusión de sectores sociales que, por diversas razones, han estado históricamente marginados.

Desigualdad social: de qué hablamos exactamente
La desigualdad social es una de las lacras actuales. Veamos qué es, cómo se produce y las consecuencias que acarrea. Familias con hijos e hijas como la tuya están sufriendo sus efectos en su vida cotidiana. ¡Implícate!

Definición de desigualdad social
La desigualdad social es una situación socioeconómica que se presenta cuando una comunidad, grupo social o colectivo recibe un trato desfavorable con respecto al resto de miembros del entorno al que pertenecen.

¿Cómo se manifiesta?
No solo se manifiesta en aspectos como el poder adquisitivo, que es sin duda la causa principal de la exclusión y la falta de oportunidades en muchos lugares del mundo.

Otros elementos que pueden motivar la desigualdad social son la cultura, la etnia, la raza, la religión, el origen y la nacionalidad, las costumbres y la ideología.

¿Qué implica?
Es por esto que en casi todos los casos la desigualdad social conlleva, además de una situación de marginación y aislamiento, el señalamiento de esos grupos sociales que se han visto afectados directamente por esta circunstancia. Quédate con esta idea y reflexiona cómo puede llegar a afectar este hecho a las familias con menores, porque hay mucho más que contar… ¡Sigamos!

Desigualdad y privilegios desde la antigüedad
La lucha por alcanzar una igualdad social plena ha ido variando a lo largo del tiempo en función de los cambios que han experimentado las sociedades.
Nunca ha existido un sistema socioeconómico completamente igualitario. De hecho, los privilegios y las jerarquías sociales han existido incluso desde las primeras formas de organización social que surgieron en la antigüedad.

El reconocimiento de los derechos del ser humano
La lucha contra la desigualdad social ha transcurrido paralelamente a la aparición de los derechos fundamentales. La Declaración de los Derechos del Hombre, en 1789, y la aprobación de la Carta de los Derechos Humanos, en 1948, son dos acontecimientos esenciales en este sentido.
Ambos textos elaboraron el marco necesario para el reconocimiento de los derechos inherentes a la condición humana, entre ellos, el de la igualdad y sus diferentes manifestaciones: social, política, económica o cultural.

Hoy día, pese a que los Derechos Humanos constituyen un concepto general al cual se han adherido casi todas las naciones del mundo, la situación de desigualdad social no está del todo erradicada.
Por el contrario, existen indicios claros de que en los últimos años ha ido en aumento, lo cual le convierte en uno de los principales retos para la gobernanza mundial en el siglo XXI.

Acabar con la desigualdad: objetivo de la ONU
La Organización de las Naciones Unidas incluyó la lucha contra la desigualdad social como uno de los objetivos prioritarios de gobernanza mundial en los próximos 30 años, especialmente en países en vías de desarrollo o en contextos marcados por la pobreza, la exclusión y la marginalidad.

Los datos sobre la desigualdad mundial
Oxfam Intermón alertaba, en una nota de prensa en 2016, de la gravedad en materia de desigualdad social debido a la disparidad de ingresos entre unos grupos privilegiados de la población y la gran mayoría de esta.

Un 1% de la población mundial posee más riqueza que el resto de las personas.
Se incrementa la brecha salarial entre las personas trabajadoras con mayor y menor retribución.
La mayor parte de las personas trabajadoras peor asalariadas en el mundo son mujeres. Estas madres trabajadoras se enfrentan a una cuestión que atañe a la calidad de la vida diaria de su familia.

La población más adinerada ha incrementado su riqueza, mientras la población más pobre ha sufrido justo lo contrario.

La presencia de paraísos fiscales permite a las grandes multinacionales y personas más ricas eludir el pago de los impuestos correspondientes.

Reflexionando sobre estos datos, es fácil comprobar que la desigualdad de ingresos se ha convertido en uno de los principales obstáculos para alcanzar el desarrollo social.

Pero no es simplemente una cuestión económica o de rentas mínimas. Tiene que ver, y mucho, con la posibilidad de cubrir o no las necesidades básicas, y hacer efectivos los derechos de toda la ciudadanía y con cómo las familias con niños y niñas están viéndose afectadas por ello. Por suerte, no todo está perdido.


La desigualdad social es un problema estructural. Es decir, está enquistada en los sistemas políticos y económicos que determinan el rumbo de nuestras sociedades, y quizá de ahí provenga la dificultad para combatirlos definitivamente.

El Lenguaje Figurado




En el lenguaje hablado o coloquial usamos a menudo palabras relacionadas con el sentido del gusto, sin darnos cuenta: “tiene una sonrisa muy dulce” o “recibió una amarga noticia”, por ejemplo.

Una investigación realizada por científicos de la Universidad de Princeton y la Universidad Libre de Berlín sobre las áreas del cerebro que se activan cuando oímos o leemos este tipo de expresiones ha arrojado resultados interesantes.

El estudio reveló que las palabras relacionadas con el gusto “despiertan” los centros emocionales del cerebro más que las palabras literales con el mismo significado. Es decir, que la expresión “tiene una sonrisa muy dulce” nos resulta más significativa que la expresión “tiene una sonrisa muy amable”.

A esta conclusión llegaron los científicos tras analizar los cerebros de un grupo de voluntarios que leyeron 37 frases que incluían palabras relacionadas con el sabor, aplicadas a contextos que nada tenían que ver con la comida.

Los expertos compararon la reacción de los cerebros de los participantes a dichas expresiones, con la respuesta cerebral a expresiones más literales. Descubrieron así que las palabras vinculadas a sabores activaban áreas cerebrales asociadas con el procesamiento emocional –como la amígdala- y también las regiones relacionadas con el acto físico de la degustación.

Según explica una de las autoras del estudio, la profesora de la Universidad de Princeton, Adele Goldberg, en un comunicado de dicha Universidad, el hecho de que las expresiones metafóricas provoquen un aumento de la actividad neuronal en esas regiones del cerebro incrementa la eficacia comunicativa.

El lenguaje humano utilizaría con frecuencia sensaciones u objetos físicos para referirse a conceptos abstractos -como el tiempo o las emociones (por ejemplo, comparamos el amor con el disparo de una flecha en el corazón e incluso con estar “enfermo”)- porque de este modo unimos la expresión a una experiencia física y, en consecuencia, incrementamos su significación.

Por tanto, esta nueva investigación sugiere que el uso del lenguaje figurado no es solo meramente descriptivo, sino que conlleva involucrar al cerebro a un nivel emocional y, potencialmente, amplificar el impacto de nuestras frases.

Según Goldberg. "podría ser que nos comprometamos más con los conceptos abstractos cuando usamos el lenguaje metafórico, que nos une a las experiencias físicas”. Así, este lenguaje supondría una "ventaja retórica" en la comunicación con los demás”.




Lenguaje y emociones




Hasta ahora, el papel del lenguaje figurado no había sido estudiado desde esta perspectiva. "Hay una gran cantidad de investigaciones sobre los efectos conceptuales de las metáforas, tales como la forma en que permiten a la gente pensar sobre conceptos nuevos o abstractos, en términos de cosas concretas con las que se está familiarizado. Pero hay muy poco trabajo sobre el impacto emocional de la metáfora", afirman los investigadores.






Sin embargo, el dicho impacto “parece ser una de las principales razones por las que la gente usa metáforas”. "Estos resultados sugieren que el uso de ciertas expresiones metafóricas induce más a una reacción emocional que decir lo mismo, literalmente. Esas expresiones pueden tener así efectos sobre el razonamiento, el juicio o la toma de decisiones que se sabe tienen las propias emociones", concluyen los autores del estudio.

Consumidores Consumidos

La Ciudad se ha en un gran hipermercado. Cada día unos mil mensajes nos incitan a comprar artículos que no necesitamos. 

Estamos inmersos en el consumismo que se alimenta de la influencia de la publicidad y ésta se basa en ideas tan falsas como que la felicidad depende de la adquisición de productos. Consumir quiere decir tanto utilizar como destruir. En la sociedad de consumo no sólo sentimos cada vez mayor dependencia de nuevos bienes materiales y derrochamos los recursos, sino que el consumo se ha convertido en un elemento de significación social. Se compra para mejorar la autoestima, para ser admirado, envidiado y/o deseado.

El peligro es que las necesidades básicas pueden cubrirse pero las ambiciones o el deseo de ser admirados son insaciables, según alertan los expertos. En la sociedad de consumo encontramos tres fenómenos que le son propios y que juntos producen lo que se ha denominado adicción al consumo.

Por un lado, la adicción a ir de compras. Hay quien se habitúa a pasar su tiempo en grandes almacenes o mirando escaparates como fórmula para huir del tedio. Esta tendencia puede estar o no asociada a la compra compulsiva. En segundo lugar, un deseo intenso de adquirir algo que no se precisa y que, una vez adquirido, pierde todo su interés. Esta inclinación se relaciona con situaciones de insatisfacción vital.

Por último, y asociada a la compra compulsiva, está la adicción al crédito, que impide controlar el gasto de una forma racional. Las tarjetas de pago y otros instrumentos de crédito que nos invitan a comprar cuanto se nos antoje y producen un sobre endeudamiento facilitan esta adicción. La cuesta de enero es un claro ejemplo de este endeudamiento y una consecuencia, a su vez, de que se ha mercantilizado (como casi todo) la Navidad. Este fenómeno del sobre endeudamiento preocupa en la Unión Europea como problema socioeconómico, lo que ha dado lugar a la existencia de un proyecto auspiciado por el Instituto Europeo Interregional de Consumo.

El estudio ha sido impulsado desde España por la Dirección General de Consumo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, coordinadora de un estudio realizado en ésta y otras áreas de la Unión Europea (Escocia, Lombardía y Toscana). En todas ellas se han obtenido resultados similares, lo que refuerza su validez, según Javier Garcés, psicólogo experto en consumo que se ha ocupado del aspecto técnico. Según los datos del estudio un 33% de la población adulta (32% de los hombres y 34% de las mujeres) tiene problemas de adicción a la compra, de compra impulsiva y de falta de control del gasto; un 18% de ellos de forma moderada; un 15% presenta un nivel importante de adicción y un 3% llega a niveles que pueden considerarse patológicos. 

Es decir, se trataría de una adicción en sentido médico estricto. En cuanto a la población joven, el porcentaje de adictos sube hasta el 46% (53% de las mujeres y 39% de los varones) y el 8% presentan niveles que puede rozar lo patológico. El estudio rompe con la idea de que la adicción al consumo sea un problema de mujeres con tendencia depresiva y desvela datos tan curiosos como que los jóvenes tienden más a la adicción en la medida en la que se creen más guapos mientras que, entre los adultos, son más consumistas aquellos que están menos satisfechos con su apariencia física. Además, desmiente la creencia popular de que las mujeres gastan más en ir de compras que los hombres.


El Supermercado De La Cultura


Una vez más, me da la impresión de que la actual locura por las series es un acto de consumo para alcanzar un cierto prestigio. Para estar ahí, para decir “yo la ví”, “sé que es”, “estoy en el ajo”, “yo ya voy por la siguiente temporada”.

Esto pasa con la cultura de masas, pero también cuando entramos en mundos supuestamente más independientes. De repente surge una banda, un pintor, un autor, y si no quieres ser un moderno de palo tienes que saber quién es esa nueva banda, ese pintor, ese autor. Ser el primero en comprar el disco/cuadro/libro. Es tu prestigio lo que está en juego. Y, desde luego, debes ser el primero en abandonar el culto cuando el grupo se vuelve mainstream y hay seres desvalidos que no logran esa entrada para su concierto.

Al final también las manifestaciones culturales se convierten en productos de consumo con los que pretendemos defender nuestro puesto en el escenario social. Son tan productos de consumo que nuestro objetivo ya no es gozar de sí mismos, sino obtener el acceso a ellos. 

El éxtasis no es escuchar la canción, sino adquirir el salvoconducto para escucharla. No queremos disfrutar la cultura, queremos poseerla y llevarla colgada de la solapa para que todo el mundo sepa que la poseemos. Como decía el recientemente fallecido Zygmunt Bauman, “En el mundo actual todas las ideas de felicidad acaban en una tienda”. Ya ni siquiera el placer que nos regala la cultura se salva de esa máxima de consumo y posesión.


Y quedan dos, a mi parecer, graves secuelas a causa de este enfoque. Por un lado, centenares de propuestas culturales se quedan sin espacio donde crecer, ya que no forman parte de ninguno de los dos bandos, ni son monstruos de la cultura de consumo obligatorio, ni son tan alternativos y oscuros que sean capaces de ofrecer un prestigio alternativo a sus consumidores. 

Y como todo este catálogo de otras propuestas no tiene margen para darse a conocer, al final, el diseño de nuestros gustos culturales queda totalmente en manos de este enfoque  tan  marketiniano y construimos nuestras personalidades culturales sin margen para tener elementos en los que definirnos realmente como únicos e individuales, bajo el riesgo de ser expulsados de los bien pensantes, ser vistos con recelo o ser considerados simplemente incultos por no consumir y solo gozar.

Saber Lo Que Dice

En toda comunicación existen 2 niveles:
Intelectual: hace referencia al lenguaje verbal, a la información concreta, datos, ideas, etc. En él transmitimos pensamientos.

Emocional: comprende al lenguaje no verbal. Es decir, las miradas, tonos de la voz, gestos, actitudes, etc. En este nivel transmitimos emociones y sentimientos.

¿Cómo se perciben nuestros mensajes? Se dice que un 30% es lo que decimos y un 70% cómo lo decimos. Esto demuestra el impacto que tiene la comunicación no verbal. Por tanto, debemos tener muy presente cómo nos manejamos en el uso del lenguaje de las emociones y sentimientos.

Comunicar es poner en común, compartir. Es un proceso que se realiza en 5 pasos:
Elaboración de la idea.
Codificación de la idea.
Transmisión del mensaje.
Decodificación.
Recepción por el destinatario.

El proceso de degradación del mensaje
Solemos dar por hecho que lo que decimos está claro y nos cuesta creer que no sea así. Pero la realidad es que el proceso suele ser el siguiente:

El emisor piensa el 100% de lo que quiere transmitir. Pero solamente transmite el 80%
El receptor percibe un 60% de lo que le transmiten. Y de eso interpreta un 50%.
Por lo tanto, hay 3 tipos de mensajes:

El mensaje pensado o proyectado: aquel que el emisor intenta transmitir.
El mensaje transmitido: el realmente transmitido y que está en el canal de comunicación.
El mensaje recibido: el decodificado y comprendido por el receptor.
Es evidente que se producen diferentes circunstancias que obstaculizan la comunicación eficaz.  

El proceso de degradación del mensaje sigue la siguiente secuencia:
Lo que se quiere decir
Lo que se sabe decir.
Lo que se dice.
Lo que se oye.
Lo que se escucha.
Lo que se comprende.
Lo que se acepta.
Lo que se retiene.
Lo que se pone en práctica.

Todo esto podría resultar desalentador para aquellos que piensan que comunicar es sencillo. Por otro lado, nos invita a reflexionar sobre la importancia de mejorar nuestras habilidades comunicativas y el impacto que tiene lo que decimos y cómo lo decimos. 

Y a no dar por supuestas muchas cosas.

Amor Propio

El amor propio es la aceptación, el respeto, las percepciones, el valor, los pensamientos positivos y consideraciones que tenemos hacia nosotros mismos y que puede ser apreciado por quienes nos rodean.

El amor propio depende de nuestra voluntad para querernos, no de quienes están a nuestro alrededor ni de las situaciones o contextos en los cuales no desenvolvemos.

El amor propio es el reflejo de cómo es la relación y los sentimientos que tenemos por nosotros mismos, hacia nuestro físico, personalidad, carácter, actitudes y comportamientos.

Cuando los individuos reconocemos el amor apropio, es porque se ha alcanzado un equilibrio entre el estado anímico y nuestra autoestima. Ese equilibrio se proyecta al exterior como un sentimiento de bienestar que se expresa de diversas maneras y se goza.

En general, se dice que antes de amar a otra persona primero debemos amarnos a nosotros mismos para así saber valorarnos, reconocer que merecemos cosas buenas y bonitas a lo largo de la vida y que somos dignos de amar y ser amados.

La felicidad es la meta principal del amor propio, ser felices por aceptarnos como somos sin dejar que personas que sean externas y ajenas a nuestra familia y círculo de seres queridos intervengan.
La familia y la educación son bases fundamentales para construir y fortalecer el amor propio.

En el hogar, son los padres y seres queridos son quienes tienen la responsabilidad de afianzar, desde temprana edad, la confianza en nosotros mismos y de hacernos entender lo importante que es aceptarnos tal cual somos, saber reconocer nuestras virtudes y defectos, fortalezas y debilidades.

Las personas que sienten amor propio se caracterizan por ser amigables, respetuosas, amorosas, independientes, se preocupan por su crecimiento personal, su estado de salud, su formación y dar lo mejor de sí en todas las actividades que desarrollen, entre otros.


El Impulso Vital


Elan vital o impulso vital es un término que Henri Bergson utiliza profusamente en su obra La evolución creadora, traduciéndose normalmente como “fuerza vital” o “impulso vital”. Es una conceptualización de la fuerza o impulso que ha causado la evolución de los seres vivos y que existe en cada organismo originando su desarrollo.

Para Bergson el impulso vital tiene que ver directamente con nuestra percepción y en concreto con nuestra percepción del tiempo. Bergson huye de la idea de que el espacio es externo y objetivable y el tiempo interno y subjetivo. Solo existe el presente unificado en la percepción, el pasado es memoria y el futuro anticipación. Esta unidad de la percepción en el ser humano procede precisamente de su fuerza vital. Idea esta utilizada en psiquiatría y en las distorsiones de la percepción, especialmente en la esquizofrenia, que es un trastorno que rompe la unidad perceptiva.

La unidad de percepción no puede proceder de la inteligencia porque «la inteligencia, se caracteriza por una incomprensión natural de la vida… la inteligencia deja escapar lo que es nuevo en cada momento de una historia. No admite lo imprevisible. Rechaza toda creación. Concentrada entonces en lo que se repite, preocupada en unir lo mismo con lo mismo, la inteligencia se desvía de la visión del tiempo. Repele lo fluyente y solidifica todo lo que toca. No pensamos el tiempo real, pero lo vivimos…» (La evolución creadora).

En nuestro lenguaje no es la razón la que es creativa, la que capta lo nuevo, las posibilidades, sino que el impulso vital es lo que nos permite crear. Es el sistema emocional el que apareciendo de un modo intuitivo en la percepción hace aparecer la novedad. La razón es un instrumento al servicio del impulso vital y de su conexión con la vida. La vida es impulso vital.


jueves, 17 de enero de 2019

Lo Que Recibimos Y Transmitimos

Si solo entendiéramos el hecho de que yo no escogí dónde nacer y quiénes deberían ser mis padres para poder identificar mi etnia, raza y nacionalidad; por ello soy responsable de lo que tengo, porque en la siguiente etapa debo transmitir todo lo que herede y todo lo que soy a la próxima generación y así sucesivamente.

Y en el caso que no tome seriamente el papel que me toca no solo defraudé a los que me heredaron el paquete de identidad,  sino que también perjudiqué  a los que me siguen provocando un vacío que puede fácilmente proyectar confusión.

Lo anterior hace más que claro que cada uno de nosotros pertenecemos a un grupo étnico,  a una raza que tiene  costumbres, lengua y también modo de ser que engalana la sociedad humana en su diversidad no confrontándonos,  sino más bien armonizando sin presumir y mucho menos retrayéndonos.

Alguna vez nos deberíamos poner a reflexionar qué sería de la humanidad si cada grupo étnico no asumiera el papel de la secuencia que refleja el pasado en su desarrollo histórico y todo lo que eso conlleva para que la sociedad sea hoy lo que debe ser. Lo que narramos no tendría panorámica ni tendría sentido, pero a pesar de los altibajos recordamos nuestra historia en cada grupo y nos enorgullecemos del pasado. Por lo mismo debemos vivir de tal manera que en el futuro a los que les toque hablar de nosotros también puedan enorgullecerse con justificada razón.

Si analizamos los confortamientos que se viven hoy día entre diferentes grupos étnicos notaríamos que no son más que perfiles enfermizos por el simple hecho que tienen criterios comparativos,  los cuales no son concebibles porque cada grupo ve las cosas a su manera, pero si tuviéramos más madurez podríamos aprender uno de otro para mejorar,  no para cambiar su perfil.

Si uno puede apreciar el arcoíris en sus colores y la majestuosa belleza, igual sería si conviviéramos aceptándonos y valorándonos. Dejaríamos ver lo armónico que podíamos proyectarnos a los demás seres humanos, sea que nos visiten, o bien, lean de nosotros.

Nuestro mundo está suficientemente convulsionado y no necesita de nosotros para poder lograrse en su perfil negativo.

Nosotros, con la multiculturalidad y diversidad de pueblos que estamos en un territorio tan reducido, podemos ser como una joya que otros podrán admirar por la belleza étnica que contenemos.


Usted y yo somos los primeros que debemos emprender este cambio y que nos sigan los demás.

Krishnamurti: La Mente Condicionada

Pregunta: ¿Cómo puede comprender lo que es verdad una mente condicionada?

Krishnamurti: No puede. Vamos a decirlo en forma muy sencilla. Supongamos que soy nacionalista, apegado a mi país, a mi soberano, preso en mi pequeña y mezquina identificación con una raza particular.

¿Cómo puede una mente así comprender un estado que está por completo más allá de todo esto? No puede. Por eso la mente tiene que comprender su propio nacionalismo, quebrantarlo, destruirlo, dejarlo por completo a un lado; y para la mayoría de nosotros, ésta es una cosa extraordinariamente difícil de hacer. El nacionalismo no es más que una expansión de nuestros propios pequeños egos. Os identificáis con vuestro país porque sois pequeños y el país es grande. 

La entidad de la tribu quiere identificarse con algo más grande, y eso es lo que estamos haciendo todos. Puede ser que no os identifiquéis con vuestro país, pero queréis entregaros a algún supremo propósito o acción; queréis estar identificados con una idea, o con Dios. Tanto si os entregáis a vuestro país como a vuestra familia, u os hacéis monjes y os consagráis a Dios, es exactamente lo mismo, todo ello es condicionamiento. Y para destruir este condicionamiento se requiere, como hemos visto, una alerta percepción sin elección, vigilando cada movimiento del pensamiento, jugando nada más con él, estando atento. (12/08/1962)
...

Pregunta: ¿Cómo podemos impedir el condicionamiento de los niños?

Krishnamurti: Ante todo, si sois el padre o el educador, evidentemente tenéis que daros cuenta de vuestro propio condicionamiento. Pero aun entonces, ¿podéis impedir el condicionamiento del niño? 

La sociedad insiste en condicionarlo. Los gobiernos con su propaganda, las religiones organizadas con sus dogmas, creencias y códigos de moralidad, la estructura psicológica de lo que llamamos sociedad: todo esto está constantemente incidiendo, no sólo sobre la mente del niño, sino sobre las mentes de todos nosotros. 

Siendo lo que es la sociedad moderna, no podéis dejar de mandar a la escuela a vuestro hijo; y la escuela no está interesada en desacondicionar la mente del niño; al contrario, quiere que su mente sea condicionada de acuerdo a cierto modelo. Se desarrolla, pues, una batalla entre el deseo el padre inteligente, de no condicionar la mente del hijo, y la determinación de la sociedad de condicionarla.

La iglesia quiere enseñar al niño para que crea ciertas cosas; los protestantes, los católicos, los hindúes y todas las demás religiones organizadas, propagandísticas, están para condicionar su mente. Y el niño quiere adaptarse, no quiere ser diferente, porque es mucho más entretenido ingresar en los Boy Scouts, o en lo que sea, y ser exactamente como el resto de la masa. Todo esto lo sabéis bastante bien. ¿Y qué vais a hacer?

En el hogar, podéis empezar a señalar al niño la estupidez de adaptarse meramente; podemos discutir, argumentar, explicarle constantemente cuán importante es no aceptar todo lo que exige la sociedad, sino más bien poner en duda, convertirse en un mero delincuente*. 

Rebelarse dentro del molde es ser delincuente, y eso es muy fácil de hacer. La verdadera rebelión está en comprender y no dejarse llevar por las innumerables influencias que están constantemente incidiendo sobre la mente. Podéis explicar estas influencias al niño, de modo que cuando lea un libro de historietas, o escuche la radio, o vea televisión, se dé cuenta de ellas y no permita que destruyan su mente. Esto exige de vuestra parte que os deis cuenta; significa que vosotros mismos tenéis que trabajar para destruir vuestro propio condicionamiento, pues sólo entonces podréis ayudar al niño. 


Libertad Al Pensamiento

Es un derecho clásico del liberalismo, que fue reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

Así expresados, la Declaración Universal reúne derechos que tienen su propia especificidad, religión, culto, creencias, pero todos vinculados a la idea de libertad de pensamiento, o de conciencia, como derecho inherente a la persona. Se trata de formar una opinión libre y desarrollar las propias ideas, sin ser perturbado por ello.

La Constitución Española no recoge la libertad de pensamiento. El art. 16, incluido entre los derechos fundamentales y las libertades públicas, declara el derecho a la libertad ideológica, religiosa y de culto, en los siguientes términos: Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la Ley,

De modo que la libertad de pensamiento se sitúa en un ámbito personal, puesto el pensamiento libre no necesita realmente garantías, éstas son exigidas cuando se trata de actuar conforme a las propias ideas.

En el ámbito del pensamiento, incluso en el ámbito del pensamiento ideológico, existe una dimensión interna, que se refiere a la libre formación de la conciencia y al desarrollo del pensamiento libre que no necesita realmente garantías, Éstas son necesarias cuando el pensamiento se expresa o se adopta una determinada posición que manifiesta ideas, creencias o ideologías. La libertad de pensamiento es por tanto una libertad de manifestación, que protege al ciudadano frente al poder y frente a los demás.
Unos derechos vinculados al principio de dignidad de la persona y al concepto de derechos de la personalidad, que proclama el art. 10.1 CE.


Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional: La libertad ideológica no se agota en una dimensión interna del derecho a adoptar una determinada posición intelectual ante la vida y cuanto le concierne, y a representar o enjuiciar la realidad según personales convicciones.

La Persona Y El Intelecto

Uno de los pilares del ser humano es el intelecto, y del intelecto derivan el entendimiento, la sagacidad, la memorización y el conocimiento.

Es mediante el intelecto como las personas se perfeccionan, como también es su guía y la llave de sus asuntos, además de ser un medio para diferenciar la verdad del error.

La inteligencia es la base del conocimiento y es lo que motiva toda nuestra comprensión. La inteligencia es el remedio para los corazones, el instrumento de los sabios y la corona más valiosa que adorna la cabeza de los creyentes.

En el frontispicio de un colegio en Siria está escrita la siguiente frase: “La peor pobreza es la falta de inteligencia y la peor enfermedad es la ignorancia”.

Hay un término en idioma árabe, acl, que es traducido al español como inteligencia, intelecto o razón, siendo esta una de las cualidades que más se aprecian en las personas, porque nos diferencia a los seres humanos de los animales.

Hay teólogos musulmanes que sostienen que existe una división entre el intelecto práctico y el intelecto especulativo. El primero es el que estudia y razona sobre los problemas universales y prácticos, mientras que el segundo estudia las acciones futuras, pero siempre animando a los seres humanos a realizar todo lo bueno y hacer el mayor bien posible.

El sabio Averroes afirma que el intelecto se divide en activo y pasivo. El intelecto activo es la razón eterna, es el órgano de las verdades universales y es el mismo en todas las personas, mientras que el intelecto pasivo es la capacidad de cada individuo, que surge y desaparece con esa misma persona.
Con respecto a la inteligencia, lo que se discute es determinar si es una capacidad o un don que puede desarrollarse en distintas direcciones, según el interés que pongan las personas para lograrlo.

En la actualidad se utilizan distintas pruebas para resolver problemas o solucionar tareas con el objeto de medir el grado de inteligencia de cada individuo.

En psicología se estudia el intelectualismo, doctrina según la cual todos los fenómenos psíquicos son intelectuales, y que postula que los sentimientos y las creencias religiosas son el resultado de la razón y de las ideas que afirman que la voluntad es determinada por el entendimiento. Uassalamu Alaicum (la paz sea con todos).

*Imán, miembro de Comipaz

miércoles, 16 de enero de 2019

La Mirada Como Punto De Fuga


Para manipular el tiempo tenemos que escaparnos del presente, que devora con su realidad actual toda especulación de lo que fue, será o podría ser con el agujero negro de lo que es ahora mismo.

Mirar viendo lo que vemos nos impide completamente especular sobre otras posibilidades, y por consiguiente hay que saber mirar sin ver para ver algo distinto de lo que vemos, para ver escenas de futuro, o ensueños de cualquier otro tipo y función (a veces ensoñamos para satisfacer deseos que no pueden satisfacerse de otra manera, otras para tomar decisiones sopesando alternativas, otras para motivarnos con una especie de botín que nos prometemos o infierno que nos tememos).

Para lograr ver sin ver ver utilizamos la manipulación de la atención que es como una puerta de entrada de los datos en el procesador central, de modo que cerrando la puerta hacemos que los estímulos externos que recibimos no pasen más allá de cierto nivel de elaboración y queden reducidas a la mínima expresión (porque después de todo siempre hay que estar en alguna parte para ir otra y se cree una sensación de camino de ida y vuelta, en vez de flotar en los aires como místicos en pleno éxtasis).

La impunidad de ver a nuestro antojo lo que no se halla delante de los ojos requiere una exquisita puesta en escena, una pose aúrea en la que parecemos estar interesadísimos en un punto que en verdad despreciamos, una falsa atención a los demás puede parecer incluso demasiado intensa. (``porqué te has quedado mirándome de ese modo?'' ``qué miras con tanto interés?'', se preguntan. ``Nada'', responde el abstraído, ``me que quedado pensando'').

Este es un mirar sin que la viste penetre Esto es, sin que extraiga del filón del mundo algo para alimentarse. Es un ``pasear la mirada'' en la superficie, mirar la pintura del cuadro en vez de concentrarse en lo que allí se representa por medio de colorines, pero que ``lo representado'' es una experiencia activa que nos toca adivinar más allá del empaste y el trazo. Es el sentido de las cosas lo que desatendemos cuando las vemos sin querer verlas.

¿Por qué nos apartamos así del presente?. En primer lugar debemos considerar que nos lo podemos permitir: no hay nada urgente que nos perdamos (a veces esto no está bien calibrado, y entonces lo llamaríamos ``peligroso despiste'', como no atender a que el coche se desvía o derrapa , no ver que ponemos la ropa en el horno,...).

Si aceptamos la posibilidad de no correr riesgos importantes, ahora sí, podemos pretender que este huir del presente nos hace ganar tiempo, un tiempo que existe en paralelo (como cuando pensamos en algo que está ahora en otro lado), en futuro, en el pasado, o incluso quimérico o desiderativo (aunque no existe o si existiera).

Estos ``otros tiempos'' son puramente imaginarios, y realmente en ellos no hay que manejar el cuerpo para posarlo aquí o allá, hacer un esfuerzo, ejecutar habilidades. Además es un tiempo a nuestro antojo y no al capricho de los hararios de trenes y las pesadas esperas a que nos obligan las distancias, por ejemplo. Podemos hacer fácilmente bricolaje y pasar del verano al invierno en un instante, del querer decir algo a haber conseguido el efecto oratorio deseado sin llegar a pronunciar una frase siquiera.

Es de suponer que este ``viaje por el tiempo'' tiene alguna finalidad útil: distraerse, regodearse, aclararse, decidir opciones, explorar situaciones, repasar acontecimientos, prepararse y motivarse como al fantasear cosas agradables para que hagan de anzuelo o cebo y se eleven a la categoría de ``digno de empresa'' y de sentido futuro (lo que nos gustaría ser mañana).

Nada impide que, por el contrario, podamos hacer ``malos viajes'', esto es, agobiarnos, entristecernos, enfadarnos por algo que no veríamos si realmente nos dedicásemos a mirar lo que tenemos delante de los ojos.

Podemos abusar tanto de nuestra capacidad de mirar a medias que realmente medio miramos, sin estar nunca donde estamos del todo: la fiesta se convierte en un ruido de fondo, las conversaciones un ronroneo que nos indica que no estamos totalmente solos, aunque tampoco totalmente integrados.

Hasta nuestra pareja, en estas circunstancias medieras se convierte en algo ``para cumplir'', que no para gozar de manera que por fin pudiéramos olvidarnos de nosotros mismos.

Entornar la vista, nublarla con lágrimas: he aquí otras alternativas, estas con menos ``disimulo'' que las anteriores, ya que realmente sólo hay un resquicio de vista, lo imprescindible como para constatar que el mundo sigue allí afuera y no ha desaparecido en nuestra ``ausencia''.

Dejar que las lágrimas empañen los ojos, filtrando la luz para hacer contrastar el dolor, la pena o la alegría, para así poder sufrir o poder gozar sin panorama que nos atempere.

Algunos placeres máximos parecen pedir entornar o cerrar los ojos, para de este modo sentir un placer gustativo, un olor o un clímax erótico.

Para evocar un recuerdo, para ver una escena de un episodio vivido que queremos rememorar, cerramos los ojos para resaltar el potencial de esa mirada que se dirige hacia lo que no está (cosa que siempre sucede sin que nos apercibamos de ello, pero que ahora se haría más perentorio si queremos vivir lo que realmente está muerto).

En resumen, la mirada puede ser un punto de fuga: de la plenitud hacia una vida aguada o desleída, de la paz al miedo, de la serenidad a la tristeza y, a la inversa, también sirve para morirnos de placer y de gusto.


A veces lo hacemos todo al revés: cuando deberíamos ``pegarnos'' a la realidad externa, encontrar sentido al mundo, entonces nos evadimos y nos retiramos a nuestra lúgubre caverna, y cuando nos podíamos permitir cerrar los ojos y sentir placer, entonces los abrimos para estar pendientes de ``la realidad'', que en ese momento nos la podríamos ahorrar.

Soy Lo Que Soy

Soy Lo Que Soy
Yo soy lo que soy 
mi propia creación 
y mi destino 
quiero que me des 
tu aprobación o tú olvido. 

Este es mi mundo 
por qué no sentir orgullo de eso 
Es mi mundo 
y no hay razón para ocultarlo 
de qué sirve vivir 
si no puedes decir 
yo soy lo que soy. 

Soy lo que soy 
no quiero piedad 
no busco aplausos 
toco mi propio tambor 
dicen que esta mal, 
yo creo que es hermoso. 

Por qué tengo que amar 
según los otros dicen, 
trata de entender 
las cosas de mi mundo. 
La vergüenza real 
es no poder gritar 
yo soy lo que soy. 

Soy lo que soy 
no tengo que dar 
excusas por eso 
a nadie hago mal 
el sol sale igual 
para vos, para mi, para todos. 


Tenemos una sola vida sin retorno 
por qué no vivir 
como en verdad somos 
no quiero fingir 
no voy a mentir yo 
soy lo que soy. 
Paren de censurar 
hoy quiero gritar 
yo soy lo que soy 


Sandra Mihanovich

Ni Tanto Ni Tan Poco


No se trata de menospreciar. Cuando expresamos en voz alta eso de “ni tú eres para tanto ni yo soy para tan poco”, no estamos infravalorando a la otra persona. Estamos hablando de un juego de fuerzas donde alguien está perdiendo.

Amar supone construir una relación significativa y enriquecedora donde cada esfuerzo se ve recompensado. Damos y recibimos lo que merecemos, y eso, es algo que se hace con libertad y autenticidad.

En el momento en que uno de los dos ejerce ese poder donde todo debe girar según sus necesidades, aparecen las carencias. Jamás debes conformarte con poco, porque el amor no se mide en cantidades sino en felicidad y en correspondencia.

Hay quien a menudo le expresa a su pareja la idea de que él o ella “lo merece todo”. Y sin duda será así, porque amar es desear todo lo mejor para ese ser que habita en nuestro corazón. Lo daríamos todo por nuestra pareja.

Ahora bien, no es adecuado ni saludable aferrarnos emocionalmente a la otra persona hasta el punto de desvanecer nuestra propia integridad. Nadie es para tanto como para que tú, te quedes con tan pocoTe invitamos a pensar en ello.

A menudo, en nuestras relaciones afectivas solemos caer en esas ideas del todo o nada. Son uniones basadas en una dedicación absoluta, donde no caben las intereses personales, un amor que no quiere términos medios y que se complace solo con los extremos.

Ninguno de los dos lo merecemos todo de la otra persona, porque tenemos derecho también a disponer de nuestros rincones propios. A cultivar nuestra individualidad, y ese crecimiento personal que se consigue con las elecciones propias, sin el control que en ocasiones algunas parejas ejercen sobre sus cónyuges.

A veces, el llamado “amor romántico” es el que populariza esta idea de las relaciones del todo o nada. Son parejas que entienden el amor como control, como posesión personal. Ahí donde los celos son parte de la relación.

No debemos aspirar a tenerlo todo de la otra persona. Nadie es poseedor de una vida ajena por mucho que la ame, se trata simplemente de una reciprocidad, de una unión basada en una elección de dos personas maduras que buscan construir “vida en común”.

No te conformes con poco. No hay medios amores ni amores de hoy te quiero pero mañana he de pensarlo. Vivir en la incerteza afectiva genera sufrimiento. Y vivir en una relación donde uno está por encima del otro, cincela carencias en nuestro corazón.

La vida no es un todo un nada, y  tampoco lo son las relaciones afectivas. Hay espacios propios que respetar y diferencias que aceptar. La complicidad son pactos cotidianos sin ultimatums, es un amor que respeta y acepta alejado de los juegos de poder.

Ahí estaría la auténtica esencia, la verdad más plena y saludable. Yo quiero ser para ti lo que tú eres para mí. Y en efecto, sabemos que conseguir esto es en ocasiones muy difícil, que es algo a lo que todos aspiramos.

Quiero un amor basado en la reciprocidad, donde nada me sepa a poco. Donde mi dedicación y afecto sea correspondido, donde mi presencia reconocida, mi voz escuchada, y mi persona tan amada como la tuya lo es a mi corazón.

Es posible que todos estos conceptos te sean complicados de conseguir y que lo veas más como una aspiración que como una realidad. Ahora bien, no hay esperanza que la mente no sueñe y que nuestras emociones anhelen, por ello te invitamos a reflexionar en estas ideas:

Antes de obsesionarte en buscar una persona que te complemente, o que sea capaz de llenar tus carencias, procura convertirte en aquello que deseas encontrar.

Sana tus heridas, encuentra tu equilibrio y sé artífice de tu propia vida para poder ser esa persona que sabe ser feliz con sigo misma, y a su vez, hacer feliz a los demás.

Evita esos apegos poco saludables donde aferrarte de forma ciega a alguien. No dejes que tu felicidad dependa de los caprichos o cambios de humor de la otra persona.

Nadie merece que lo amen mal, a ratos, con los ojos cerrados o a extremos del hoy te lo doy todo y mañana solo un poco.


Mereces un amor maduro y consciente anudado en esfuerzo cotidiano e hilado en un cariño que sabe de detalles, que sabe de reciprocidad.

Los Misterios Que Ya No Son

Algunos misterios ya no son lo que eran. Hace unos años el gobierno británico hizo públicos aquellos archivos secretos sobre los que tanto se había especulado, y resultó que lo único que se guardaba en ellos eran torpes dibujos de platillos volantes hechos por lunáticos o por bromistas.

El instinto de saber es tan poderoso en nosotros como la tendencia a preferir los embustes tranquilizadores o halagadores antes que las incertidumbres de la indagación racional, que siempre es imperfecta y está sujeta además a la corrección o incluso al descrédito. Lo que no aceptamos es que haya preguntas para las que no existen respuestas, o más profundamente historias que no tengan final, relatos que nos despierten expectativas que no van a ser satisfechas. Por eso los crímenes de las intrigas policiacas, a diferencia de los crímenes de la realidad, se resuelven siempre satisfactoriamente, y no gracias a la casualidad o al chivatazo, sino a la inteligencia de un investigador más o menos asistido por la tecnología.

¿Es morbosa nuestra atracción por el crimen? ¿El miedo y el dolor de otros seres humanos, imaginarios o reales, nos alivian la angustia? En el número de septiembre de esta revista, Lola Delgado escribe un reportaje absorbente sobre los misterios sin resolver de la investigación policial, y la primera sorpresa, entre tranquilizadora y decepcionante, es que apenas existen, porque la mayor parte de los crímenes están resueltos a los pocos días de haberse cometido. Una vez más se comprueba que hemos visto demasiadas películas, que hemos leído demasiadas novelas. Seguimos las noticias sobre un asesinato o una desaparición buscando añadir a lo novelesco de la historia el estremecimiento de lo realmente sucedido. El hallazgo de nuevas pistas, el perfil de los sospechosos posibles prolongan la tensión, concediéndonos el doble estímulo narrativo de sentir que nos acercamos a la revelación final y de que esta se demora lo bastante como para recrearnos en el placer del misterio; todo lo cual, bien mirado, no deja de ser una canallada, porque el instinto morboso de saber es más fuerte que la compasión hacia quienes sufren, de modo que nos cuesta poco olvidar que la víctima y sus seres queridos son tan humanos como nosotros y no personajes de ficción.

Pero la realidad casi nunca satisface expectativas que pertenecen al reino de la literatura. Acostumbrados tontamente a los asesinos de sofisticada inteligencia que abundan tanto en las novelas y en el cine, nos decepciona comprobar que los autores de los crímenes suelen ser personas sin ningún interés, de una tosca brutalidad y de una fría falta de conciencia, que prevalecen sobre sus víctimas gracias a la fuerza física. Si tardan en ser descubiertos no es porque sean más astutos que los policías encargados de atraparlos, sino porque a veces las investigaciones se hacen muy chapucera y atolondradamente, o porque los investigadores están sobrecargados de trabajo, o tan sólo porque las víctimas eran demasiado pobres o no tenían a nadie que se preocupara por ellas y que avisara de su ausencia.

Nos cuesta tolerar que si existe la pregunta del crimen no se encuentre la respuesta del culpable. A finales del verano del año pasado nos inquietaba la posibilidad creciente de que el misterio de la desaparición de la pobre Madeleine McCann no llegara a resolverse nunca, y me temo que no por sentido de la justicia, sino más bien por impaciencia narrativa. Necesitamos historias para explicarnos el mundo, pero necesitamos más todavía que las historias sean completas, y si a pesar de todo no se encuentra un final seguimos necesitando una explicación satisfactoria para ese espacio en blanco, y reservamos una extraña admiración hacia los autores anónimos de esas obras maestras que son los crímenes nunca resueltos. 

Cualquier cosa menos aceptar la mediocre realidad, el espanto crudo de la capacidad humana de hacer daño, de la fragilidad de las vidas de los inocentes.


martes, 15 de enero de 2019

Apetito Por La Lectura


Nuestra sociedad actual adolece de cierta desnutrición de literatura pese a la gran cantidad de títulos y obras que se encuentran a nuestra disposición. Esta deficiencia vitamínica se refleja en nuestro lenguaje, tendencias e incluso en nuestras decisiones.

Que los libros ejercen o pueden ejercer una poderosa influencia en nuestras vidas, es hoy un hecho incuestionable, no en vano, en el pasado, algunos gobiernos totalitarios y opresores los hicieron arder amontonados en las principales ciudades de Europa. La influencia positiva que incide la lectura de libros sobre nuestras vidas y facultades del pensamiento, el crecimiento personal y salud mental está ampliamente documentada por los estudiosos y eruditos modernos. 

Pero hemos de reconocerlo, no a todo el mundo le atrae la lectura. Para algunos es una tarea tediosa y forzada. Un ejemplo de ello lo encontramos en las listas de lecturas obligatorias para alumnos de diferentes cursos y especialidades. Los alumnos se sienten obligados a realizar esas lecturas porque forman parte del programa docente con el que se evalúan sus notas y no porque voluntariamente hayan escogido los títulos.

Según un reciente estudio realizado por el CIS en torno a la lectura, una buena parte de los entrevistados reconocía que no le gustaba la leer. La encuesta se realizó a 2.477 adultos mayores de 18 años en 237 municipios de 49 provincias españolas. El barómetro arrojó los siguientes resultados: La 44,9% dicen que no leen porque no les gusta, ni las interesa. Los que aducen falta de tiempo son el 24,8% y los que prefieren otras formas de ocio y por eso no leen son el 16,4%, los 13,90% restantes prefieren leer periódicos, revistas u otros formatos digitales. En resumidas cuentas, una numerosa parte de la población adulta no disfruta de la lectura de un libro.

Los motivos pueden ser diversos, la mayoría de las personas que viven en las grandes ciudades y que están rodeadas por una abundante y variada información audiovisual, subestiman profundamente la lectura. La mayoría prefieren ver la película antes que leerse el libro en el que se inspiraba el argumento y en nuestra mente insistimos en justificar esta elección, bien sea por que es más rápido, cómodo o por que leer nos da mucha pereza.

En una conocida web sobre opiniones y hábitos se ha elegido un sugerente título para hablar de esta realidad social: “El hábito de leer, una actividad para enamorarse”

Antes de nada debemos decir que muchas veces existe un desconocimiento de lo que se experimenta cuando un relato te atrapa, te envuelve y prácticamente te deja sin aliento hasta que finalmente completas su lectura. Cuando se crea este vínculo entre el lector y el libro, ya no hay lugar para el aburrimiento ni la fatiga de la lectura, ya no nos importa el sacrificio de abrir sus páginas, porque sencillamente nos encontramos tan fascinados con la narración que solo deseamos terminar nuestras rutinas para acudir de nuevo al abrigo de sus páginas.


Debemos esforzarnos en preparar lecturas que les dejen buen paladar, que les causen placer y satisfacción, sabiendo que el placer es indispensable para asumir el esfuerzo de subir nuevos peldaños, de hacer nuevas conquistas”.

Los Humanos Y La Libertad


La Libertad es parte de la naturaleza humana: somos individuos únicos, con gustos y deseos propios, no somos una copia de algo o alguien, no somos una parte de un ejército de robots que pueden ser programados por quien ostenta el poder.

Para ser plenamente humanos, todos debemos tener la libertad de tomar nuestras propias decisiones y gobernar nuestras vidas según nuestras creencias y metas, siempre y cuando permitimos lo mismo para los demás. La libertad de los otros es parte de mi libertad. El sabio refrán dice, tu derecho termina donde empieza el mío.

La Libertad funciona. A lo largo de la historia se demuestra una y otra vez que donde hay libertad siempre florece la cooperación interpersonal, hay innovación y creación de riqueza que permite a los seres humanos vivir una vida más digna. Sin libertad no hay vida plena ni florece lo mejor de cada ser humano.

La libertad es la única forma de organización social, política y económica que requiere que vivamos con altos estándares de conducta ética, y nos recompensa cuando lo hacemos. Nuestro principal activo en una sociedad libre es nuestro prestigio. Esta es la diferencia fundamental entre una sociedad que respeta la libertad, y una sociedad que abraza los lazos paternalistas como alternativa a la toma de decisiones por cada individuo. 

En las sociedades paternalistas, no surgen altos estándares éticos de conducta. No hay premio por ser un ciudadano de bien, se le da lo mismo al que es excelente en su actuar, que, a quien es mediocre en su caminar.

La vida sin libertad es impensable. ¿Quién quiere vivir atado a la correa de otro?, ¿quién quiere vivir temiendo que a cada paso, aquellos armados con la fuerza y poder, podrían atentar contra su vida y pertenencias, aunque lo hagan con buenas intenciones?

Vale la pena luchar por la libertad. Nos da una sociedad más humana, con más riquezas pero sobre todo con estándares éticos más altos..