sábado, 2 de marzo de 2019

La Búsqueda Del Sentido Absoluto

Filosofía
La Búsqueda Del Sentido Absoluto

La primera fuerza o necesidad que el hombre experimenta ya desde su adolescencia, es la de encontrar un sentido a su propia vida. La voluntad de placer, de gozar de la vida, no es la fuerza fundamental del hombre, no es la que puede explicar toda la historia de la humanidad y de cada hombre en particular. Tampoco la voluntad de afirmarse y de ser alguien en la sociedad es la  última  y más importante tendencia del hombre.

Lo que en realidad el hombre más necesita es encontrar un sentido a su existencia, ubicarse en el mundo del porque y saber si todo tiene un sentido, o en cambio es solo una promesa que nunca se realizara.

El hombre es capaz de vivir e incluso morir por sus ideales y principios, pero no puede inventar el mismo estos ideales. No podemos como nos propones Sartre, inventar nosotros el sentido de nuestra vida. Podemos descubrirlo, no inventarlo.

La vida del hombre no es, pues, un estado de satisfacción, sino una tensión, un conflicto, una lucha para descubrir una solución al problema fundamental.

El hombre es esencialmente esta tensión entre el tedio y el deseo. Experimentar el vacío la pérdida del sentido de la vida  es lo que constituye la angustia existencial del hombre..

A veces, el hombre quiere huir de esta realidad y compensarla con el dinero, con el sexo, la droga, el poder, la actividad frenética.

Pero la pregunta existencial: "Vale la pena todo esto .. ? ", vuelve a inquietar siempre al hombre. 

Vale la pena  encarar este tema y buscar las pistas de solución


Mantener El Autocontrol


Esto es lo primero que debes saber: mantener la calma es algo que se aprende. Aunque venimos al mundo con una dotación genética que nos hace más o menos impulsivos, lo natural es que comencemos la vida dejándonos llevar por las emociones y las pasiones. Nuestro lóbulo frontal aún no está totalmente desarrollado.

Si tenemos la fortuna de contar con condiciones favorables para nuestra evolución y desarrollo, vamos aprendiendo que para actuar razonablemente debemos controlar los impulsos. También nos vamos dando cuenta de que si no hay ese autocontrol, terminamos actuando de manera errática y acabamos haciendo o diciendo frases que a la larga nos perjudican.

“La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”
–Jacinto Benavente–

La mala noticia es que no todos hemos una educación que favorezca el autocontrol; la noticia positiva es que pasada la infancia podemos realizar esta educación nosotros mismos. Una vez que somos conscientes del problema -en nuestro pasado existen numerosos ejemplos de haber metido la pata por precipitación- podemos actuar para corregir esta dinámica.

En este caso, es verdad que estamos introduciendo un factor de represión sobre nuestros impulsos. Entrar en el mundo de la cultura siempre exige una cuota de renuncia a esos apetitos y deseos que van en contra de la convivencia con otros.

Pero en realidad, a quien más le sirve el autocontrol es a nosotros mismos. Nos impide desperdiciar energía emocional inútilmente y nos permite ser más asertivos..

La pérdida de control ocurre cuando se presenta un estímulo estresante. Bajo el rótulo de “estresante” podemos ubicar lo que nos asusta y/o nos amenaza. También aquello que nos cuestiona, nos pone en entredicho o se opone a nuestros deseos.

Si no has cultivado el autocontrol, lo que ocurre con ese tipo de estímulos es que te ponen en una actitud defensiva, que se expresa como agresividad: gritas, gesticulas de manera violenta, empleas lenguaje ofensivo o diseñas un discurso hiriente y también amenazante.


Puedes controlar esos impulsos si logras mantenerte quieto y en silencio unos 20 segundos. Si sientes que te resulta imposible no reaccionar, simplemente ponte de pie y corta con la situación por un instante breve, inspirando y expirando profundamente. Es muy cierto aquello de que “hay que contar hasta diez”. 

A veces, la diferencia entre un gran acierto y un gran error son precisamente esos pocos segundos de ruptura.

Cuando Se Acaba El Tiempo

El tiempo se acaba. El tiempo siempre corre en nuestra contra y solamente lo hace así porque nosotros decidimos que tiene que terminarse. Porque pese a que en realidad nunca vaya a pararse, seguirá transcurriendo a una velocidad que ni podremos ni querremos seguir. La señalaremos como imposible de aguantar antes de que nos expulse de sus cadencias.

 El tiempo se termina cuando nosotros decidimos que se termine porque es nuestro tiempo, pero nuestra hora comenzará sólo cuando nosotros queramos convertirnos en dueños de nuestro propio futuro. En tanto eso no suceda el tiempo se termina. No debemos esperar más.

Debemos apoderarnos de la capacidad de equivocarnos sin pausa, de estamparnos contra las imposibilidades de lo material protegidos por la sustancia etérea de los sueños que nos traen la felicidad. Cubrirnos, poco a poco, con una fina pero consistente capa del idealismo que recogemos mientras soñamos para poder ubicarla posteriormente en el mundo de las horas y los días, de la luz y los despertares.

No podemos permitirnos que la realidad cambie sólo a la hora de dormir y que las recetas con las que nuestras mentes nos ilustran mientras descansamos en la cama se olviden al abrir los ojos cada mañana. Soñar es gratuito y debemos acostumbrarnos a que los sueños se hacen realidad cuando decidimos que no podemos seguir escapando de nuestras ansias por poder mirar a los ojos y no ver engaños en los espejos.

Para poder actuar sin hipotecas ni deudas, sin deberes ni restricciones, por obligación hacia nosotros mismos y desprecio ante quienes llenan nuestras vidas de cerrojos que nos convierten en seres inermes y fácilmente manipulables.

Hay millones motivos, millones de latidos que fuerzan y empujan desde dentro, que contribuyen a generar sensaciones, que ayudan a romper el silencio. Y son millones de motivos y de latidos compatibles en su esencia y condenados en la actualidad a un aislamiento que los convierte en frustración individual cuando deberían funcionar en realidad como nexos de unión parar actuar colectivamente.

Nos encontramos ante una desconexión del hombre con el hombre tan profunda que la simple petición de ayuda, el más elemental llamamiento a la solidaridad, aparece como un precipicio de caída infinita, de insondable fondo, de oscuro vértigo. Y no podemos permitirnos mantener este aislamiento, no podemos continuar con la negación de lo más humano que surge desde nuestro interior. La llamada desesperada hacia el exterior debe ser recuperada como instrumento de identificación de posturas comunes ante la realidad.

La expresión individual de miedos y sueños, de frustraciones y aspiraciones, debe convertirse, una vez generalizada, en ese motivo que ponga a andar de nuevo las ansias de transformación que siempre han caracterizado a los marcados, a los insatisfechos, a los soñadores, a los justos y a los locos. En definitiva a los buenos. Porque las cosas nunca son mucho más complicadas que como las plantean los niños.

Están los buenos y están los malos. Están las cosas bonitas y las cosas feas. La inocencia de la infancia y la incredulidad de la experiencia. Por el camino, muchos seres humanos que tropiezan en busca de la identidad que injustamente se les niegan.

Que al menos no se abandonen y no se rindan, que retornen a la seguridad y la compañía de las señas de identidad compartidas.

La Ilustración

Filosofía
La Ilustración
No podría entenderse el mundo occidental actual sin el movimiento de la Ilustración. Su existencia sentó las bases del desarrollo de la ciencia tal y como la conocemos, además de impulsar valores como la racionalidad y la libertad con su filosofía optimista sobre las posibilidades de transformar la sociedad que el ser humano tenía. Veamos en qué consistió.

¿Qué fue la Ilustración?
A mediados del siglo XVII y principios del siglo XVIII, un puñado de burgueses intelectuales del corazón de Europa decidió que ya estaba harto del sistema establecido por el Antiguo Régimen, denominado también Régimen Absolutista, donde todo el poder político y la vida social estaba regida por un ley que se erigía por “elección divina”.

Aunque los historiadores atribuyen el nacimiento de la Ilustración a Inglaterra, fue en Francia donde este pensamiento empezó a sentar sus bases con intelectuales como Voltaire, Rousseau o Montesquieu entre otros, fundando lo que sería el enciclopedismo, que sería gran impulsor de la Ilustración.

El Racionalismo, base ideológica de esta etapa histórica
La Ilustración es un movimiento de carácter filosófico, literario, científico y, por último, político. 

El principal mantra era acabar con el statu quo impuesto por las arcaicas y caducas estructuras de los reinados europeos, dirigidos básicamente por la religión e instituciones eclesiásticas. Este período se daría a conocer también como El Siglo de las Luces, resultado del progreso y desarrollo de las nuevas ideas, basadas principalmente en el raciocinio y la libertad individual.

Como síntesis del párrafo anterior, podemos decir que la Ilustración tenía como características principales el racionalismo, creencia en la bondad del ser humano, el laicismo y el optimismo; este último desde un punto de vista más humanístico. Regía la idea de la razón por encima de la Revelación y mandatos teológicos, oponiéndose firmemente contra el tradicionalismo.


El Racionalismo será entonces el término más escuchado durante la época de la Ilustración, una metáfora para expresar la iluminación que desprende la inteligencia y lógica para guiar al mundo lleno de ignorancia. La razón debía ser el elemento por el cual el hombre tenía la capacidad de comprenderlo todo mediante su inteligencia, evitando supersticiones y teorías extraterrenales. 

“Aquello que no sea racional, debía ser tachado de falso”, defendían los ilustrados.

Ambición

La ambición es una energía poderosa. Es querer, crecer, tener, expandir, explorar, avanzar, descubrir, conseguir.

 Intentar aplacar la ambición es querer luchar contra algo para lo que estamos programados como humanos que somos. No hay nada de malo en la ambición. ¿O crees que la Vida nos ha diseñado mal y piensas que debemos corregirlo?

Como te decía, la ambición está vinculada con el conseguir y la misma palabra ya lo indica: con-seguir. Alcanzar cosas y continuar alcanzando cosas, hitos, etapas, fases.

 Nunca dejarás de querer más y mejor. Nunca.
 Es muy gratificante cuando alcanzas un objetivo. Es la realización misma. Una sensación con la que te sientes pleno, orgulloso de ti mismo, poderoso, capaz y valioso.

Te invito a ser ambicioso sin censuras ni prejuicios. Sí, tú. Partiendo desde el punto donde estés. Da igual si estás en el más profundo de los agujeros y no sabes cómo saldrás de esta o si las cosas te vienen de cara y no osas pedirle más a la vida por temor a parecer desagradecido.

La ambición es necesaria porque sin ella retrocedemos, aflojamos y nos conformamos con una vida gris.

Es como las cuerdas de un violín. Debes tensarlas a diario para que el instrumento esté afinado y produzca la melodía correcta. Tu ambición es esa tensión, la misma que te permite avanzar y no tirar para atrás.

Pero no nos damos permiso y escondemos nuestra ambición, algo tan absurdo como esconder el hambre, el sueño o la sed. La vemos como algo sucio debido a filosofías religiosas y espirituales que nos hacen creer que querer es la fuente de nuestra infelicidad y que debemos aplacar esas ansias y aceptar las cosas como son.


El Ser Iracundo

La ira puede provocar trastornos cardíacos. Más de treinta años de investigación han demostrado que la ira suele ir acompañada de trastornos cardiovasculares. Aunque nuestra ira no nos haya producido daños graves aún, sus efectos nocivos podrían estar incubándose en este mismo momento. 

Se ha preguntado alguna vez ¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando nos enfadamos? Hay cambios fisiológicos como el incremento en la tensión muscular, el ritmo cardíaco y respiratorio y el metabolismo, por ejemplo, nos ayudan a prepararnos para la acción cuando estamos enojados.

La adrenalina afluye a nuestro flujo sanguíneo y la sangre llega hasta nuestros músculos y no es extraño que algunas personas cuando están enojadas, hablen de la necesidad de golpear lo que consideran blanco de su ira. Sus cuerpos están preparados para hacer exactamente eso.

Así pues, la ira nos puede ayudar a enfrentarnos a cualquier cosa que amenace nuestra vida o a cualquier otro tipo de emergencias. Pero no tiene mucho sentido cuando estamos reaccionando, de manera iracunda, ante alguna de las frustraciones habituales de la vida cotidiana, es decir: si nos sentimos frustrados constantemente, si no logramos lo que queremos, estaremos predispuestos a sentir ira y a desquitarnos con cualquier persona u objeto en el que depositemos nuestra emoción.

¿Te enojas rápidamente? Si eres de los que “se prende” en un segundo, de los de “mecha corta”, ten presente que los aumentos repentinos de la presión sanguínea que acompañan tu ira, incrementan la fuerza con la que fluye la sangre por tus arterias. Estos aumentos de flujo sanguíneo suelen debilitar y dañar el fino revestimiento de las arterias y producir cicatrices o agujeros, si las aterías se lastiman, puedes ser candidato a padecer enfermedades coronarias.

Además de un daño físico, existe otro daño igual de importante, una persona iracunda pierde amistades, genera un ambiente tenso en su trabajo, daña sus relaciones personales. En ocasiones, hay una tendencia a “desquitar” la frustración (estrés en muchos casos) con la pareja, ya que una persona iracunda rara vez razona su actuar, genera un comportamiento agresivo con quien no es la causa de su enojo. Está por demás mencionar que esto en muchos hogares es causa de violencia intrafamiliar.


¿Qué gana uno con enojarse? La respuesta es sencilla: nada. Si vemos, el estar enojado provoca más daño y tiene más consecuencias negativas para nosotros y quienes nos rodean. Esto no significa que nunca debemos mostrar enojo, sino que con el afán de mantenernos sanos física y psicológicamente es mejor regular nuestras emociones, hablar y no evitar la situación que genera nuestro malestar ya que evidentemente huir no es la mejor solución, al menos no es la más adaptada socialmente hablando.

La Inteligencia Sensorial

Hoy en día la rutina del día a día ha creado unos mecanismos automáticos internos que nos permiten realizar operaciones casi de forma involuntaria, como robots, dejándonos llevar, clasificando rápidamente nuestros estímulos en nuestros reducidos casilleros mentales.

Estos mecanismos útiles para establecer pautas con un criterio lógico orientado a ganar tiempo en determinadas tareas para llegar a nuestros estresantes objetivos, muy comunes en la sociedad actual, y heredado posiblemente de la filosofía empresarial actual, provocan que nuestros sentidos permanezcan pasivos ante los estímulos entrantes. Por tanto, nuestros sentidos han estado invernando, en cuarentena durante demasiado tiempo, perdiendo sensibilidad y capacidad para la percepción de detalles atrofiando nuestra inteligencia sensorial.

Volver a activar nuestros sentidos lleva su tiempo y requiere paciencia, pero es el momento de empezar a despertarlos. Por ejemplo vaya al campo, o un bosque o jardín donde haya árboles frutales.
Observe de cerca en detalle los árboles, las hojas, los insectos. Olvídese de lo que le han enseñado, la mente al identificar un objeto deja de atender a los pequeños detalles que lo hacen único en el Universo, no etiquetar es muy importante.

Examine el color, compárelo con otros colores, la textura, forma, tamaño. Compare unas flores con otras. Aprenda a distinguir cada árbol, cada planta, cada flor, dejemos de etiquetar todo como “árbol”, “flor”, “planta”, apoyémonos en los sentidos para hacer único cada elemento.

Cierre los ojos, palpe la rugosidad de las hojas, del tronco, note su textura, si la corteza está fría o caliente.
Tome distintas hojas de árbol e intente distinguirlas con los ojos cerrados, ¿el borde de la hoja es afilado, peludo, blando? ¿nota muchos nervios la hoja? ¿qué forma tiene? ¿a qué otras hojas te recuerdan?

Cierre los ojos y huela, puede notar los matices más sutiles que flotan en el ambiente, haga su valoración y busque la correspondencia entre el matiz y su origen. Intente seguir algún matiz y compruebe si aumenta la intensidad. Memorice el matiz sin llegar a etiquetarlo o clasificarlo todavía.

Si asocia un olor a su catálogo o casillero primario de olores, no conseguirá otra cosa que simplificar todos los infinitos matices y sutilezas.

Siéntese y cierre los ojos para evitar ruidos propios y concéntrese en los sonidos. ¿Oye distintos pájaros? ¿Qué ramas está moviendo el viento? ¿De dónde procede el sonido?

Tome una fruta y pruébela como si fuera la primera vez, saboree, distinga los componentes y sabores que lo componen ¿es muy líquida? ¿tiene azúcar? ¿en qué grado es amarga, ácida o dulce?


En resumen para desarrollar su inteligencia sensorial o sensitiva siempre permanezca pasivo, observe, no valore demasiado pronto, tómese su tiempo. El ser humano ha ido perdiendo sensibilidad debido a que su inteligencia sensorial ya no es imprescindible para su supervivencia. 

Hace miles de años, el ser humano necesitaba y desarrollaba mucho sus sentidos para cazar, cultivar, protegerse de sus enemigos. Este proceso de despertar a los sentidos requiere una inversión a largo plazo pero poniéndolos a prueba constantemente, alimente sus sentidos continuamente con retos diariamente.

viernes, 1 de marzo de 2019

Particularidades Humanas

El grado de dolor o satisfacción en el género humano es una cuestión totalmente subjetiva, que bien podría estar definida por su naturaleza, o subjetivamente dependiendo de la situación en específico. Si no existiera una gran angustia que ocupara la mente del individuo, ésta se vería reemplazada por cientos de pequeñas dolencias que en conjunto tendrían la misma magnitud de la primera. Es por esto también que cuando se ha librado un inmenso dolor que se padecía, surge casi inmediatamente alguna otra preocupación que ocupa su lugar.

Según lo explicado, todo gran dolor o gran júbilo son sensaciones erróneas, meras ilusiones causadas por una falta de conocimiento, el primero por no comprender que el dolor es algo intrínseco en el hombre, y el segundo por creer haber descubierto algo que no se pensaba encontrar en el mundo.

Aspirar a una vida estoica, es por tanto el ideal de quienes buscan liberarse del dolor del mundo: “La ética estoica trataba principalmente de liberar el ánimo de todas las ilusiones de esa clase y sus consecuencias, ofreciéndole a cambio una inquebrantable impasibilidad” (Schopenhauer, 2004, p. 376).

Si como se ha dicho, dinámica del querer funciona de tal manera que una vez satisfecho un deseo surge otro y así continuamente, pero también se da el caso de encontrar un deseo que no es posible satisfacer pero tampoco dejar de lado y entonces el individuo se aferra a éste, creyéndolo además culpable de todos sus sufrimientos y nuestro destino. 

Para que los seres humanos logren una reconciliación con ellos mismos, es necesario conocer que el sufrimiento es parte fundamental de la vida y que una satisfacción de todos los deseos es imposible.


Tecnología Y Hábitos De Lectura


Uno de los cambios en los hábitos de lectura más evidentes que se han dado con el uso de la tecnología es que obtener la concentración es cada vez más difícil en determinados dispositivos.

Con el libro en papel, siempre se pueden silenciar otros dispositivos y concentrarse únicamente en la hoja que se tiene delante. Sin embargo, al leer en los teléfonos celulares es cada vez más difícil evitar las distracciones.

Las constantes notificaciones que llegan, el cambio en la iluminación de la pantalla y la simple tentación de acceder a alguna de las tantas aplicaciones disponibles pueden causar que el foco de atención cambie, y por lo tanto se originen problemas de concentración.


¿Qué es mejor? ¿Qué conviene elegir? Dependerá de las necesidades de cada individuo, pero lo cierto es que la tecnología está cambiando la forma en que leemos.

El Sentimiento De Alegría

La alegría surge desde lo más profundo de nuestro corazón. Nos aporta tranquilidad, bienestar y amor. Hoy en día parece que una de nuestras obligaciones es ser feliz. La falsa alegría, que muchas veces utilizamos en forma de maquillaje, nos empuja hacia el malestar y la contención emocional excesiva, además de bloquear la verdadera felicidad. Entonces… ¿cómo conectar de manera genuina con esta emoción?

“La juventud es el paraíso de la vida, la alegría es la juventud eterna del espíritu”.

La alegría es una emoción básica y, al igual que el resto de emociones, posee una función adaptativa. Nos invita a sonreír, a curiosear y a explorar nuestro entorno. Estar contentos nos produce una sensación de expansión en el pecho. Así, es posible que la propia activación fisiológica asociada refuerce la sensación de estar sonriendo y compartiendo la alegría con los demás.

En esta emoción a nivel corporal intervienen músculos concretos que de forma automática se activan cuando estamos contentos. La alegría favorece el equilibrio entre mente y cuerpo y nos permite recuperarnos del estrés de nuestra vida diaria. Es una emoción expansiva que nos empuja a elevar el tono de voz, además de hacernos sentir físicamente más ligeros. Casi tanto como las nubes.

Esta emoción se manifiesta por todo el cuerpo, pero especialmente en la zona de la cara, con la apertura de los ojos y de la boca, dibujando una sonrisa que puede llegar a ser carcajada. También se expanden los músculos del pecho, la garganta y las cuerdas vocales, cambios que potencian nuestro bienestar.

“Gran ciencia es ser feliz, engendrar la alegría, porque sin ella, toda existencia es baldía.”
-Ramón Pérez de Ayala-

Los investigadores Ekman y Friesen distinguen 3 tipos de alegría diferentes. La alegría auténtica o sentida, que surge de forma natural y espontánea; la falsa alegría, donde no se corresponde la expresión con el sentimiento; y, finalmente, la alegría cínica, donde se manipula la expresión de alegría para tapar otra emoción como puede ser la tristeza, el miedo o el enfado.

Existe un consenso social. A la hora de responder a determinadas preguntas (“¿Cómo estás?”, “¿Cómo te va?”), solemos utilizar una única palabra “bien”, cuando en realidad muchas veces no es así. Parece que hay una obligación de estar felices constantemente, o al menos de mantenernos a salvo de dar explicaciones. Nos cuesta mucho construir un relato cuando las emociones que nos invaden son el enfado, la tristeza o el miedo.

Enfriar las emociones que podemos interpretar como negativas con el distanciamiento y la disociación genera una manera de relacionarnos con las emociones que también afecta a las emociones positivas. Piensa que expresando las emociones que nos resultan desagradables nos mostramos vulnerables y que esa vulnerabilidad, en el caso de ser reconfortada, es en sí misma una fuente de alegría.

Tampoco se trata de forzar la emoción como si fuera un traje que en ese momento nos queda pequeño. De hecho, forzar la emoción puede hacernos sentir todavía más tristes, al incrementar la sensación de sentirnos incomprendidos. Nos ponemos una máscara, pero al mismo tiempo podemos llegar a sentir rabia porque “el mundo” no es capaz de ver a través de esa máscara.

La alegría surge de dentro, no tiene nada que ver con el exterior. Rara vez la causan los demás, sino que está plenamente relacionada con nuestros pensamientos y emociones internas. La felicidad está relacionada con “el darse cuenta” y la consciencia que le dedicamos a las pequeñas cosas, no con nuestro carácter exclusivamente.

Por tanto, para conectar con esta emoción es importante que practiquemos el “estar presente en cada cosa que hagamos”, así como, que podamos experimentar los pequeños placeres del día a día. Fomentar la ternura y la curiosidad por nosotros mismos hace que sea más fácil acceder a nuestro interior y que la alegría surja de forma espontánea y expansiva.


Percepción Social

La percepción social es el estudio de las influencias sociales sobre la percepción. Hay que tener en cuenta que las mismas cualidades pueden producir impresiones diferentes, ya que interactúan entre sí de forma dinámica.

Para conseguir comprender mejor este concepto, sería bueno captar previamente el de percepción, propiamente dicho. Éste, hace referencia a la elaboración e interpretación de los estímulos captados para cada uno de los órganos de los sentidos un ser vivo. Se trata de un proceso cognitivo que cada individuo realiza de forma diferente para el cual se utilizan una serie de preconceptos que sirven para discriminar más rápidamente aquello a lo que nuestro organismo se ve expuesto, de tal forma, por ejemplo que al tocar con nuestra mano algo que está muy caliente, rápidamente retiramos la mano porque comprendemos que eso nos hace daño.

Las impresiones cuentan con una cierta estructura, donde hay cualidades centrales y cualidades periféricas. Cada parte forma un todo; la omisión o el agregado de una cualidad alteran la percepción global.

En el caso de la percepción de personas, aparecen diversos factores que influyen en la percepción: las expectativas acerca del sujeto con el que se va a interactuar, las motivaciones (que hacen que el hombre que percibe vea en el otro individuo lo que se desea ver), las metas (influyen en el procesamiento de la información), la familiaridad y la experiencia.

Existen distintos efectos que alteran la percepción social. De acuerdo al valor del estímulo, puede producirse la acentuación perceptiva (cuando el valor de un estímulo es grande, éste se percibe mayor de lo que es) o el efecto halo (si una persona es vista de forma positiva en alguno de sus rasgos, tenderá a verse de forma positiva en otros rasgos).

De acuerdo al significado emotivo del estímulo, puede provocarse la defensa perceptiva (ante estímulos amenazadores) o la perspicacia perceptiva (ante estímulos que pueden satisfacer una necesidad o brindar algún beneficio).


El estereotipo (la asignación de atributos en función de la identidad grupal), el prejuicio (la forma individual de establecer juicios sobre personas o cosas alejados de la percepción social común) y la proyección (el efecto de las propias emociones al evaluar personas o situaciones) también son efectos alteradores de la percepción.

La Expresión Coherente


El texto es una expresión del lenguaje humano, un acto comunicativo con sentido pleno, un vehículo a través del cual expresamos un mensaje a nuestro interlocutor. Para comunicar ese mensaje de manera efectiva es necesario que el texto cumpla con requisitos como la progresión temática, la recurrencia y la conexión. 

Es decir, este acto de comunicación no se logra a través de la simple acumulación de oraciones; debe haber una relación entre ellas de manera que se “teja” una estructura que dé origen al escrito. 

La textualidad es el  conjunto de propiedades que nos permite identificar un texto como tal y diferenciarlo de otro que no lo es. Entre los factores que nos ayudan a determinar esto destacan la cohesión y la coherencia.

La habilidad para expresar las ideas por escrito, de manera que lo que escribamos sea reconocido como texto, es difícil de lograr, pero no imposible. Piensa en el momento en que aprendiste a conducir: al principio fue necesario que te familiarizaras con las partes del vehículo involucradas, como el volante, la palanca de velocidades y el freno, entre otros.

También tuviste que aprender el reglamento de tránsito y, por supuesto, practicar.
Al comienzo tenías que estar muy atento a cada paso requerido para poner en marcha el vehículo desde introducir la llave hasta pensar hacia qué dirección girar el volante.

Con el tiempo y la práctica, automatizaste el proceso y ahora lo puedes llevar a cabo casi sin darte cuenta.


El proceso de redacción es algo muy parecido: necesitas conocer algunos recursos que dan unidad y continuidad al texto, la función que desempeñan estos elementos, algunas reglas de uso y, por supuesto, practicar.

Cultura De Pensamiento


Todos pensamos. A lo largo de nuestras vidas pensamos de muy diversas formas. A veces, forma parte de nuestra rutina una manera de pensar casi automática y aparentemente inconsciente que llevamos a cabo mientras realizamos nuestras tareas cotidianas. 

En otras ocasiones, lo hacemos de un modo más impulsivo, casi reactivo, una forma de pensar instintiva que a veces nos lleva a sacar conclusiones precipitadas. Luego está esa forma de pensar intuitiva, cuando se nos ocurren las cosas sin esfuerzo.

Podríamos hablar incluso de una forma de pensar distraída, cuando, tal vez porque tenemos prisa, no prestamos atención o no sabemos cómo hacerlo, se nos escapan gestos mentales importantes, como no comprobar la exactitud de una afirmación antes de actuar en consecuencia. Y, finalmente, a veces pensamos de forma eficiente. Muchos de nosotros no lo hacemos habitualmente. Pero podríamos, y deberíamos hacerlo.


Una cultura de pensamiento se crea en aquellos lugares en los que el pensamiento individual y de grupo es valorado y se hace visible, y se promueve de forma activa como parte de las experiencias cotidianas y habituales de los miembros del grupo (Ritchhart, 2002).Se relaciona directamente con el aprendizaje y en el marco del enfoque por competencias, con la competencia de aprender a aprender. 

Realizar tareas que requieran utilizar el pensamiento no necesariamente obtiene como resultado que los alumnos piensen. Es necesario enseñarles a utilizar habilidades y destrezas. Los buenos pensadores no sólo tienen habilidades de pensamiento, sino que tienen algo más (motivaciones, actitudes, valores y hábitos mentales) que juegan un papel importante en el buen pensamiento y son los que determinan el buen uso de las habilidades cuando es necesario. 

El Escondite De La Mentira


Cuando valoramos los casos de corrupción tendemos a pensar que hay personas que, por su naturaleza y circunstancias, incurren en comportamientos deshonestos. Y pensamos que otras, por el contrario, son honradas, no se corrompen y no lo harían, incluso, aunque las circunstancias les resultasen propicias. Pero las cosas no son tan sencillas.

El engaño, la mentira, la trampa, el fraude, como tantas otras particularidades del comportamiento humano ha sido estudiado científicamente. Entre otros, el psicólogo experimental Dan Ariely ha hecho interesantes investigaciones en ese campo, y ha publicado parte de esas investigaciones en el libro Por qué mentimos… en especial a nosotros mismos (Ariel, 2012). Una de las conclusiones de los trabajos de Ariely que me resultaron más sorprendentes es que la decisión de engañar o cometer un fraude no es la simple consecuencia de una valoración estrictamente racional del riesgo en que se incurre y del beneficio potencial que puede obtenerse. 

No lo es porque la magnitud del engaño suele tener un límite. Y es que nos importa la imagen que tenemos de nosotros mismos. Aunque prácticamente todos podemos incurrir en comportamientos deshonestos, el grado al que podemos llegar depende de la imagen que queremos tener.

Los conflictos de intereses tienen también una gran influencia a la hora de hacer trampas. Cuando un comportamiento nos beneficia tendemos a pensar que no es deshonesto, aunque lo sea. Y de un modo similar, cuando estamos agradecidos a alguien es más probable que actuemos a su favor, aunque esa actuación suponga hacer trampa. Y ni siquiera una declaración expresa del conflicto de intereses permite neutralizar esos comportamientos. Por otro lado, es más difícil que se corrompan las personas que tienen presente un código de conducta, como los de carácter religioso, por ejemplo. Basta incluso con realizar una declaración comprometiéndose a actuar de forma honrada para que sea más improbable que se hagan trampas.

Las prácticas fraudulentas se contagian. Quien engaña en un ámbito es más fácil que engañe en otros también. Y quienes se encuentran en un entorno en el que las trampas son habituales tienen, a su vez, mayor propensión a hacerlas. Por esa razón, cuando no se combaten los comportamientos fraudulentos es muy fácil que se contagien y acaben afectando a todo el cuerpo social. Por eso es importante no transigir con trampas o fraudes “menores”.

Además, las personas más creativas son muy buenas elaborando coartadas o “razones” para engañar; o, dicho de otra forma, construyendo “historias” con las que justificar el comportamiento deshonesto que, de ese modo, ya no lo sería o no lo sería tanto. Por eso, es bueno ser más vigilante con las personas creativas; tienen más facilidad para hacer trampas y para convencerse a sí mismas de que no lo son. Por supuesto, también nos engañamos a nosotros mismos; de esa forma aliviamos nuestra conciencia y nos resulta más fácil engañar a los demás.


Al redactar estas líneas me ha venido a la cabeza una canción de Radio  de mediados de los ochenta: En alas de la mentira. La canción empieza con dos versos que reflejan con especial sutileza el engaño a uno mismo: La mentira es algo que se esconde, para no tener que existir. Y es que la mentira que no se quiere reconocer como tal se esconde también de uno mismo, en la confianza de que así deja de existir, de que el comportamiento corrupto es, en realidad, un comportamiento aceptable, normal. 

En el fondo, todo esto revela que estamos muy bien dotados para engañar o, expresado de otra forma, que el engaño es consustancial a nuestra naturaleza.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Patriarcado: Una Cuestión De Género


Los tentáculos del patriarcado no sólo succionan e inmovilizan a la mujer en una posición determinada del organigrama vertical de género, sino que encasillan, como consecuencia, también al hombre. Quizá puede pensarse, y se tendrán grandes dosis de razón superficial, que su situación es de privilegio, si consideramos el ejercicio de dominio como una circunstancia positiva. No obstante, la dominación, aunque a corto plazo pueda resultar beneficiosa para el poderoso y dañina para el desposeído, es un fenómeno maligno bidireccional.

Los imaginarios creados por el patriarcado vinculan tanto a la mujer como al hombre, aunque en graduaciones diferentes. A la simplificación y asignación de roles (que afectan por igual), las mujeres han de sufrir la estigmatización, circunstancia de la que los hombres tienen la lógica oportunidad de librarse por situarse en el pedestal jerárquico. No obstante, como digo, los roles impuestos afectan a ambos sexos, y no precisamente de forma emancipadora. Si bien la mujer ha de ser sumisa y débil, el hombre ha de ser dominante y fuerte. A priori, los hombres pueden pensarse beneficiados por este reparto cultural de papeles. Sin embargo, la dominación y la fortaleza son armas de doble filo que empobrecen su capacidad de relación social.

Los hombres, desde su infancia, crecen en la creencia de que mostrar algún signo de empatía o sentimentalismo supone ausencia de virilidad. Llorar en público, abrazar o besar a un amigo, no poseer destrezas deportivas, jugar con muñecas, vestir alguna prenda color rosa, no tener una complexión atlética o mostrar simpatía hacia los animales o hacia canciones románticas, por citar algunos comportamientos o aficiones, es sancionado en base a una supuesta pérdida de la masculinidad (cuyo germen es la penalización de la homosexualidad y la atribución de fragilidad femenina), eliminando o alterando la identidad del niño. 

Estos imaginarios sociales se perpetúan durante gran parte de la vida del hombre -si no toda-, afectando a su capacidad de amar y a su creatividad. Generan tabúes, limitaciones a la libertad. Las representaciones que difunde el patriarcado -y que soportan tanto mujeres como hombres- empobrecen las interacciones entre ambos sexos y entre iguales. Si el sistema concibe una dicotomía entre el Bien (el hombre) y el Mal (la mujer), todo aquel comportamiento asociado a la mujer alejará al hombre de sí mismo, es decir, del Bien.

Además, el Estado posee los mecanismos necesarios para beneficiarse de los roles de género masculinos en su autodefensa. La propaganda militar o policial se nutre de valores ya existentes en la sociedad -la virilidad como sinónimo de gallardía y como antónimo de feminidad- para cumplir el primero de sus propósitos: persuadir al hombre común de que debe ir a/apoyar la guerra. 

Los diez mandamientos de la propaganda de guerra de Lord Ponsonby, que pueden resumirse en todo lo que haga yo está bien y todo lo que haga el enemigo está mal, finalizaba con un recurrente “los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores”. Es decir, quien contravenga las leyes de la masculinidad será una mujer y, por tanto, será una traidora. El honor, la valentía, el patriotismo, el orgullo, etcétera, son valores que pueden practicar tanto hombres como mujeres, pero serán los primeros quienes lo adopten como característica innata, y aquellas mujeres honorables o valientes habrán adoptado roles viriles -y tendrán que comportarse como tal, reprimiendo sus sentimientos y su identidad-.


Así, se repite necesario hacer pedagogía feminista para evitar caer en la maniquea percepción de la guerra entre sexos (concepción habitualmente compartida entre los hombres y comprender que el enemigo a batir es un fenómeno cultural, no biológico, y que la lucha en defensa de la igualdad de género no es un acto solidario del hombre hacia la mujer, sino un frente común de afectación general.

Libertad Sin Restricciones

Existen dos tipos de libertades:

• Las libertades individuales: Las libertades individuales fundamentales son la libertad de opinión, de expresión, de circulación, de pensamiento, de consciencia, de religión y el derecho a la vida privada.

• Las libertades colectivas: Las libertades colectivas son aquellas que corresponden a un grupo de personas. Se trata particularmente de la libertad de asociación, de reunión pacífica, la libertad sindical y el derecho a la manifestación.

Del mismo modo que los adultos, los niños tienen derechos y libertades. Sin embargo, los niños son seres en crecimiento y, por ende, son más frágiles y vulnerables que los adultos. Además, con el fin de asegurar su protección y su bienestar, los niños tienen libertades más restringidas que los adultos.

Sin embargo, se benefician de libertades importantes de respetar. Estas son las llamadas libertades “de ciudadanía”: la libertad de opinión, de expresión y de asociación; y de las llamadas libertades “espirituales” o “religiosas”: la libertad de pensamiento, de consciencia y de religión.

Los niños tienen, como los adultos, el derecho de tener una opinión, expresarla y reunirse para compartir su punto de vista.

La libertad de opinión significa que cada uno es libre de tener una opinión o un juicio, de acuerdo a sus emociones, capacidades reflexivas y conocimientos.

Los niños tienen el derecho a tener una opinión diferente a la de sus padres. Tomando en cuenta su edad, así como su grado de madurez y discernimiento, los niños tienen derecho a que su opinión sea tomada en cuenta. Los Estados, las comunidades y los padres tienen el deber de escuchar a los niños y acordar una consideración particular a sus opiniones cuando las decisiones que van a tomar les incumben.

La libertad de opinión significa que cada uno es libre de tener una opinión o un juicio, de acuerdo a sus emociones, capacidades reflexivas y conocimientos.

Los niños tienen el derecho a tener una opinión diferente a la de sus padres. Tomando en cuenta su edad, así como su grado de madurez y discernimiento, los niños tienen derecho a que su opinión sea tomada en cuenta. Los Estados, las comunidades y los padres tienen el deber de escuchar a los niños y acordar una consideración particular a sus opiniones cuando las decisiones que van a tomar les incumben.

La libertad de expresión permite a todo persona expresar libremente sus ideas por todos los medios que juzgue apropiados.

Cada niño tiene derecho a expresar libremente sus opiniones sobre los asuntos que tengan que ver con su vida. Además, un niño no debe ser víctima de ninguna presión que trate de obligarlo o influenciarlo en su opinión y que le impida expresarse libremente.

La libertad de expresión de los niños implica igualmente su derecho a la información. Los niños tienen derecho a saber lo que sucede y a acceder a la información que les interese. Los niños pueden así conocer los problemas más actuales, informarse y crear su propia opinión sobre temas de actualidad.

La libertad de asociación y de reunión permite a todas las personas reunirse para compartir idea y defender una opinión, una causa.

Así como los adultos, los niños tienen derecho a reunirse para ponerse de acuerdo y participar en temas que tienen que ver directamente con sus derechos y su bienestar, pero también sobre asuntos de actualidad que les interesen.

Debido a su edad, los niños no pueden votar ni ser elegidos. Sin embargo, dado que son ciudadanos en crecimiento y que serán los actores de las sociedades del mañana, es fundamental informarlos sobre sus derechos y sobre las problemáticas y los retos actuales. Esto permite formar a los futuros ciudadanos e instaurar un diálogo entre las diferentes generaciones para contribuir así a la preservación de los principios democráticos de las sociedades.


Así pues, los Estados tienen el deber de escuchar a los niños y a integrarlos en sus procesos de decisión: por una parte, alentarlos a desempeñar un papel activo desde niños; y por otra parte, formarlos para que puedan tomar las riendas de la sociedad cuando sean adultos.

Anhelos Y Coraje

A menudo escuchamos que los valientes, los que se arriesgan, los que se la juegan y apuestan por una vida distinta, por crear nuevas circunstancias cuya construcción se prevé difícil, incluso imposible, son unos locos. Pero quizás el coraje no tenga nada que ver con la locura. Probablemente el coraje más que la ausencia de miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena que nos arriesguemos.

El coraje es fuerza al servicio del amor y de la consciencia. El coraje nos mueve porque creemos que aquello que queremos crear, cambiar, construir, tiene sentido. Tiene tanto sentido que nos puede llevar a arrostrar nuestros miedos, a enfrentar dragones internos y externos y partir en un viaje del cuál regresaremos completamente transformados, bien porque hayamos logrado encarnar el anhelo que nos llevó a partir, bien porque tras la aparente derrota habremos aprendido algo nuevo que nos llevará a ver con ojos distintos a la vida, a los demás y a nosotros mismos. Sea como sea, habremos crecido en el viaje interior, si somos capaces de hacer alquimia del dolor y de no dejarnos enloquecer por el éxito o la realización si hemos sido bendecidos por éstos.

Nuestros anhelos y nuestro coraje van a ir siempre de la mano. El anhelo nos invita a crecer y el coraje nos hace crecer. El primero es semilla, es potencia, es idea; el segundo es acción, transformación, realidad. Y en ese baile, el desarrollo en lo espiritual y en lo real que nos proporciona el coraje, alimenta nuevos anhelos en una espiral cada vez menos densa y más sutil. 

La danza de nuestros anhelos y nuestro coraje es la que transforma nuestra vida y la de los que nos rodean. Es esa extraordinaria danza la que hace que las utopías del pasado sean realidades hoy, y que nuestras utopías de hoy, quizás, sean las realidades de mañana. Porque la vida se construye en un diálogo entre el azar y nuestra responsabilidad. Decir que todo depende del azar es resignarse, rendirse, dejar a cero nuestra capacidad para redirigir o redefinir la vida. Decir que somos nosotros los que podemos hacer todo cuanto queramos, que tenemos todo el poder para crear la realidad a nuestra medida, no tan sólo es una fantasía muy peligrosa para nuestro entorno sino más bien un oscuro delirio narcisista.

El veneno está en la dosis. Si nos resignamos porque creemos que no podemos hacer nada y que el destino está escrito, entonces la partida de la vida será dolorosa y seguro que muy aburrida. En el otro extremo, si caemos en un delirio de omnipotencia, las bofetadas que recibiremos serán de tal calibre y tan necesarias que o enloqueceremos o caeremos en una depresión que nos devuelva el sentido de realidad.

Entre lo uno y lo otro existe la capacidad de ir desarrollando la lucidez necesaria para saber a dónde podemos llegar, paso a paso, trabajando y esforzándonos en aprender y hacer crecer nuestras capacidades de comprender, amar y actuar. Quizás lo importante es no dejar de hacerse preguntas y de sembrar, cada día, semillas de posibilidades, crear nuevas circunstancias, prepararnos para cuando florezca la oportunidad que nos abra las puertas hacia una nueva realidad deseada y esperada durante mucho tiempo por la que nos hemos estado preparando. La buena suerte quizás es, simplemente, la combinación de la preparación y la oportunidad. La primera depende de nosotros, la segunda, no tanto, aunque con la práctica, quién sabe.


Y en esa necesaria preparación para el juego de la vida, el propósito entendido como voluntad y entrega para que un anhelo se haga realidad, tiene un papel esencial. Woody Allen dijo “Sólo me ha llevado cuarenta años tener un éxito de la noche a la mañana”. Pues eso. A remar.

martes, 26 de febrero de 2019

Aceptar Lo Que Somos


Ser nosotros mismos es mucho más difícil de lo que pueda parecer. Continuamente, nos vemos condicionados por factores externos y personas a nuestro alrededor que evitan que podamos ser uno mismo y mostrar nuestro lado auténtico.

Desde pequeños nos enseñan ciertas normas para convivir en sociedad que, en ocasiones, restringen cómo de verdad somos. Esto no es necesariamente negativo. Es normal que necesitamos unas normas, pero a veces las transportamos demasiado lejos, hasta nuestro propio yo. Es aquí cuando dejamos de ser auténticos.

“Tenemos que atrevernos a ser nosotros mismos, por más aterrador y extraño que este ‘yo’ pueda llegar a ser”
-May Sarton-

Pero, ¿por qué nos resulta tan difícil ser nosotros mismos? La respuesta en sencilla: miedo. Resulta irónico, pero tenemos miedo de descubrirnos, de ver cómo realmente somos

En realidad nos conocemos más bien poco. Nuestro ‘yo’ fingido es el que creemos que realmente somos, mientras mantenemos bajo capas a nuestro verdadero ‘yo’. ¡Claro que da miedo descubrir cómo eres realmente! Has vivido siendo como los demás han querido que seas. Aunque no lo percibas, ellos te han hecho así y cambiar es algo que da miedo, ¡es normal!

Son muchas las personas que siguen viviendo en una mentira de su propio ‘yo’, mientras que las que son auténticas son verdaderamente felices. Conocer, descubrir y sacar a tu ‘yo’ auténtico te hará sentir en armonía contigo mismo. Por primera vez, notarás el equilibrio de tu propio ser, todo estará bien. ¿Sabes por qué aún no has descubierto a tu auténtico ‘yo’?

Tienes miedo de reconocer que no eres perfecto.
Intentas camuflar tus defectos y tus debilidades.
Ser vulnerable no es algo agradable para ti.
Los errores son algo que te cuesta asumir su responsabilidad.
Quieres agradar siempre a los demás.
Ser tú mismo implicará que muchos te miren mal.

Estos son solo algunos de los motivos por los que te niegas y te esfuerzas a no sacar a la luz a tu verdadero ‘yo’. El miedo a que no empieces a agradar a todo el mundo, el miedo a sentirte débil ante los demás, el miedo a cometer errores.

Es normal que sientas estos miedos, pero ¿sabes lo que te estás perdiendo? Nunca serás plenamente feliz ni estarás a gusto contigo mismo si sigues manteniendo tu autenticidad camuflada.
“Ser uno mismo en un mundo que constantemente intenta transformarte en algo diferente es el mayor logro”
-Ralph Waldo Emerson-

Será un camino difícil, pero cuando logres hacer caer la máscara de tu ‘yo’ fingido verás que es muy difícil que vuelvas atrás. Debes aprender que nunca le caerás bien a todo el mundo y fingir ser alguien que no eres te provocará un desgaste de energía que te agotará constantemente.

Surgirán problemas, frustraciones… todo ello porque intentas caerle a todo el mundo bien, pero créeme eso es imposible. Es algo normal, algo que debes aceptar. No le vas a caer bien a todo el mundo, igual que no todos te caen bien. ¿Te da miedo cometer errores? ¿Y qué? Los errores son algo que nos permite avanzar, que nos permite mejorar y lograr aprender cada día algo nuevo.

Elimina la idea de que los errores y las equivocaciones son algo de lo que debiéramos avergonzarnos, pues no hay nada más lejos de la realidad. ¿Y qué decir de tus fortalezas y tus debilidades? No te tienes que avergonzar por aquellas cosas que no son lo tuyo, en las que por ser como eres, eres débil.
Lo que debes hacer es potenciar todo aquello que sea tu fortaleza, mientras asumes tus debilidades como circunstancias que son y serán así siempre. ¡Qué le voy a hacer! No hay nadie perfecto.
“Nadie debería creerse perfecto, ni preocuparse demasiado por el hecho de no serlo”
-Bertrand Russell-


La perfección no se encuentra en la propia perfección, sino en la imperfección. Somos diferentes y únicos, y así debemos aceptarnos. No te permitas ser alguien que no eres, pues cuando seas tú mismo el mundo será muy diferente.

lunes, 25 de febrero de 2019

El Pensamiento De Heráclito

Filosofía
El Pensamiento De Heráclito
Heráclito estableció que el mundo estaba en cambio constante y perenne, y que en medio de este proceso de transformación cada elemento se convierte en su ente contrario.

Además, el hecho del constante cambio y, por ende, la renovación periódica, implica que no se pueden experimentar los mismos escenarios varias veces. Es decir, jamás será posible que un lugar siga siendo el mismo, porque de forma constante las cosas propias de ese lugar están transformándose.

En cuanto al ser humano, Heráclito estipuló que el hombre está en constante lucha dados estos cambios y transformaciones que todo el tiempo están generándose.

Como consecuencia de esta alternancia perenne entre caracteres opuestos, el concepto de cualidad asociado a una característica humana se vuelve algo relativo.

Al mismo tiempo, en medio de esta lucha el ser humano tiene el escenario perfecto para descubrir su propia identidad, dado que va transformándose una y otra vez en cosas opuestas.

Según Heráclito, este proceso tiene importancia en cuanto a que constituye el motor a través del cual el mundo y las cosas evolucionan y se transforman. Esta visión era considerada contraria a lo que se daba por hecho en aquella época.

Como se mencionó anteriormente, uno de los puntos más relevantes de la filosofía de Heráclito es que llegó a considerar al fuego como el elemento principal y esencial de todas las cosas.

El arjé, también conocido como arché o arqué, es el concepto que se tenía en épocas de la antigua Grecia para referirse al inicio del universo conocido; se trataba de la explicación dada sobre el origen de todas las cosas
.
Heráclito consideraba que todos los cambios que se generan en la naturaleza tenían como elemento desencadenante al fuego.

Según Heráclito, todas las cosas que existen nacen a través del fuego, siguiendo el orden fuego, aire, agua y tierra. Asímismo, indicaba que las cosas perecían de igual forma, pero en un sentido inverso; es decir: tierra, agua, aire y fuego.

En definitiva, para Heráclito el fuego era el comienzo y el fin de todas las cosas que formaban parte de la naturaleza, incluso era considerado también el origen del alma. Según este filósofo, dicho fuego nace como consecuencia de una necesidad determinada.

Según los registros obtenidos, Heráclito escribió una sola obra llamada De la naturaleza. Vale acotar que ese mismo título solían tener las obras que versaban sobre temas filosóficos en la Antigua Grecia.

Como se mencionó anteriormente, no hay seguridad en cuanto a si el libro de Heráclito realmente fue concebido por él como tal o si se trató de una recopilación que posteriormente hicieron sus discípulos, compilación que incluyó las nociones y descripciones de Heráclito sobre diversos temas.

En cualquier caso, Diógenes Laercio fue el escritor griego que atribuyó el libro De la naturaleza a Heráclito. Este libro se divide en tres capítulos: el primero de estos habla sobre la cosmología, el segundo se enfoca en el ámbito político, y el tercer capítulo se refiere al tema teológico.

La estructura de su única obra está conformada por más de cien sentencias, sin conexión directa entre sí. Heráclito se caracterizó por utilizar los aforismos como forma de expresar su pensamiento.

Los aforismos son aquellas sentencias que tienen como característica ser tajantes y cortas, y que se utilizan para describir conceptos que se consideran verdades en un ámbito específico.

Se dice que el hecho de que utilizara aforismos para dar a conocer sus ideas va en consonancia con las características que se han podido conocer de este personaje, pues Heráclito se caracterizaba por ser un tanto enigmático, así como introspectivo y muy severo.


Todas estas peculiaridades le hicieron ganar el sobrenombre de “el oscuro”, y tienen coherencia con el sentido de los fragmentos suyos que se han encontrado.