La ambición es una energía poderosa. Es querer, crecer,
tener, expandir, explorar, avanzar, descubrir, conseguir.
Intentar
aplacar la ambición es querer luchar contra algo para lo que estamos
programados como humanos que somos. No hay nada de malo en la ambición. ¿O
crees que la Vida nos ha diseñado mal y piensas que debemos corregirlo?
Como te decía, la ambición está vinculada con el
conseguir y la misma palabra ya lo indica: con-seguir. Alcanzar cosas y
continuar alcanzando cosas, hitos, etapas, fases.
Nunca dejarás de querer más y mejor. Nunca.
Es muy gratificante cuando alcanzas un objetivo. Es la
realización misma. Una sensación con la que te sientes pleno, orgulloso de ti
mismo, poderoso, capaz y valioso.
Te invito a ser ambicioso sin censuras ni prejuicios.
Sí, tú. Partiendo desde el punto donde estés. Da igual si estás en el más
profundo de los agujeros y no sabes cómo saldrás de esta o si las cosas te
vienen de cara y no osas pedirle más a la vida por temor a parecer
desagradecido.
La ambición es necesaria porque sin ella retrocedemos,
aflojamos y nos conformamos con una vida gris.
Es como las cuerdas de un violín. Debes tensarlas a
diario para que el instrumento esté afinado y produzca la melodía correcta. Tu
ambición es esa tensión, la misma que te permite avanzar y no tirar para atrás.
Pero no nos damos permiso y escondemos nuestra
ambición, algo tan absurdo como esconder el hambre, el sueño o la sed. La vemos
como algo sucio debido a filosofías religiosas y espirituales que nos hacen
creer que querer es la fuente de nuestra infelicidad y que debemos aplacar esas
ansias y aceptar las cosas como son.
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