lunes, 18 de marzo de 2019

Aprender A Sufrir

El sufrimiento forma parte de nuestras vidas. Éste puede ser físico y/o emocional; el primero ocurre cuando se produce un daño orgánico y éste genera dolor, y el segundo cuando vivimos situaciones adversas que nos generan dolor emocional.

El sufrimiento emocional, puede aparecer en forma de miedo, tristeza y/o rabia.

La manifestación física del miedo es la ansiedad, y esta aparece cuando percibimos un peligro, una amenaza. Cuando nos vemos en riesgo, como organismo o como persona. El miedo tiene una función orgánica clara, la de enfrentar o huir del peligro. Este peligro puede ser real o imaginado, por lo que la respuesta al miedo puede ser adaptativa o desadaptativa, funcional o disfuncional. El miedo nos pone en estado de alerta, nos prepara  para huir del peligro o para enfrentarlo.

La ansiedad adaptativa es un estado emocional que constituye una respuesta a diferentes situaciones estresantes. Cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el manejo de las demandas externas. Así, ante un examen, por ejemplo, es completamente normal tener un poco de ansiedad, debido a que éste nivel de alerta permite mantener una atención más focalizada y una capacidad de ejecución más óptima, por ejemplo. De esta forma, la ansiedad normal es adaptativa porque permite a la persona responder al estímulo de forma adecuada.

La ansiedad desadaptativa es cuando la reacción deja de ser proporcional, en intensidad, frecuencia y/o duración, por lo que interfiere con el funcionamiento cotidiano de la persona. Esta reacción se acompaña de una sensación desagradable, síntomas físicos y psicológicos, y persiste más allá de los estímulos que la han desencadenado.

El miedo por lo tanto, sea funcional o no, implica sufrimiento. Sin embargo,  por lo explicado más arriba, cuando el peligro desparece y el miedo y la respuesta de ansiedad persisten, éstos constituyen  alimentos para el sufrimiento, el cual lleva a la persona a sentir pérdida de control sobre sí mismo.
Estas emociones (y sus respectivos sentimientos derivados) producen sufrimiento, pero tenemos que aprehender que el sufrimiento existe y que es necesario pasarlo. Sufrir es muy desagradable, genera un importante malestar, a veces, superlativo, pero este sufrimiento nos permite enfrentar el dolor que padecemos. Huir del sufrimiento a través de conductas poco saludables (adicciones, consumismo, autolesiones…) no sirve más que para esconder y perjudicar nuestra realidad.

El sufrimiento  es un motor para el cambio, si escapamos de él, si dejamos los conflictos sin resolver, estos se enquistan y crecen, llegando a producir un malestar más grave o patológico.
Es conveniente escuchar el sufrimiento (que no es lo mismo que darle vueltas), asumirlo y pasarlo. 

Recordemos que es un motor para el cambio, es un tránsito que hay que pasar para cambiar aquello que nos lo produce.

Poder expresarlo, comunicarlo a nuestros seres queridos, nos ayuda a asumirlo. Ellos no nos quitan el sufrimiento, pero pueden aliviarlo a través de la escucha empática y el apoyo. Es una ayuda que sin juicios, favorece la elaboración del proceso de cambio. Démosle sentido al sufrimiento, porque si tenemos un para qué, esto nos motivará hacia su superación.


Con este “para qué” asumimos una actitud constructiva. Aparece una luz, un objetivo. Podemos pensar con mayor claridad y buscar alternativas funcionales a nuestras conductas o pensamientos. Superar el sufrimiento es un proceso, un proceso para bien. Aliémonos con la confianza, elijamos lo que nos conviene y vayamos a buscar las soluciones que nos aportan bienestar real.

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