Hay pocas cosas más
encantadoras, en todo el sentido de la palabra, que las luciérnagas en la
noche. El recuerdo de luciérnagas cuando éramos niños puede ser uno de los más
fantásticos: pequeñísimos insectos emitiendo luces aquí y allá, alucinadamente.
Pero además de su carismático show de luces, las luciérnagas son insectos maravillosos.
No es que trasmuten metales
en oro, pero sí crean luz como por arte de magia. Cuando un químico llamado
luciferina (nótese la misma raíz latina que Lucifer) dentro de su abdomen/cola
se combina con el oxígeno, el calcio y el trifosfato de adenosina, ocurre una
reacción química que genera una luz espectacular.
La luz producida por las
luciérnagas es la luz más eficiente que jamás se ha hecho. Casi el 100 por
ciento de la energía en la reacción química es emitida como luz; en
comparación, un foco sólo emite el 10 por ciento de su energía como luz, el
otro 90 por ciento se pierde como calor.
Cada especie tiene un patrón específico de flashes
de luz, y los machos usan este patrón para avisar a las hembras de la misma
especie que serían un buen partido para ellas. Cuando una hembra encuentra un
partido prometedor, responde con su propio patrón de intermitencias.
La
ciencia no está segura de por qué sucede esto, pero algunas especies se
sincronizan en un hermoso juego de luminiscencias.
Ahora que se ha puesto de
moda comer insectos, al menos las luciérnagas estarán a salvo porque, al
parecer, saben horrible. Su sangre contiene una sustancia llamada lucibufagina
que es un esteroide de defensa que tiene un sabor insoportable. Los predadores
asocian el mal sabor con la luz de la luciérnaga y aprenden a no comer bichos
que brillan.
Si cada verano ves menos luciérnagas, no estas
solo. Las poblaciones están en declive debido a la combinación de contaminación
de luz, uso de pesticidas y destrucción de hábitats. De acuerdo al Smithsonian, si pavimentas un campo donde viven las
luciérnagas, estas no emigrarán a otro campo, simplemente desaparecerán para
siempre. La extinción de su luz es la extinción de su especie.
Un mundo sin luciérnagas sería, sin duda, un
mundo más triste.
Para ayudar a preservarlas puedes ahorrarte los
químicos; dejar que los caracoles y gusanos vivan en tu jardín (algunas se
alimentan de estos); proporcionar refugio en setos o plantas frondosas; plantar
flores (algunas se alimentan de estas); reducir la luz de tu casa (se confunden
con la luz artificial y mueren quemadas); no capturarlas.
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