En la vida nos enseñan una gran cantidad de cosas desde que
nacemos. Primero aprendemos cosas básicas como andar o hablar, luego en la
escuela nos enseñan matemáticas, lengua e incluso religión. Sabemos escribir
sin faltas de ortografía, sumar sin utilizar los dedos y quien es el actual rey
de España. Sin embargo, hay algo muy importante que a pocos nos enseñan. Se
trata de aprender a sentir para vivir cada
instante como si fuera el último. Porque esto nos dará las claves para alcanzar nuestra
felicidad y
ser más auténticos.
Y es que la vida nos da una gran cantidad de golpes. Hay
quien los sufre más fuertes, otros más largos y otros más hirientes, pero la
verdad es que todos hemos sentido esa sacudida que merecida o no, no trae la
vida de vez en cuando. En estas situaciones, vivir se vuelve cada vez más complicado.
Nos despedimos de personas, de relaciones, de trabajos y de situaciones, y a
veces, deseamos despedirnos de la vida. Entonces nuestros sentimientos nos juegan malas
pasadas porque nos hemos olvidado de nosotros mismos. Pero no hay nada que no
se pueda remediar, al contrario, hay algunas cosas que podemos hacer para aprender a
sentir y exprimir cada instante que la vida nos regala.
Pero cuando peor lo pasamos es cuando más tenemos que comprender la importancia de sentir.
La vida nos trae cosas buenas y cosas malas, y aceptarlas y seguir hacia
adelante, es lo único que puede llevarnos a superar las adversidades y a conseguir una vida
más feliz. Y es que, para ser feliz hay que conocer lo que es la tristeza, y
para llorar de alegría es necesario haber llorado antes de tristeza.
A nadie le gusta sufrir. La tristeza, la ira o la
desesperación son emociones que nadie quiere sentir. Aceptar un duelo es un
ejercicio valiente, y mientras muchos piensan que llorar es de débiles, no se
dan cuenta que hay que ser todo un valiente para aceptar que la vida nos trae cosas malas y
que es posible seguir adelante y superarlas.
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