La realidad es lo que tomamos como verdad. Lo que tomamos
como verdad es lo que creemos. Lo que creemos está basado en nuestras
percepciones. Lo que percibimos depende de lo que estamos buscando. Lo que
estamos buscando depende de lo que pensamos. Lo que pensamos depende de lo que
percibimos. Lo que percibimos determina lo que creemos. Lo que creemos
determina lo que tomamos como verdad. Lo que tomamos como verdad es nuestra
realidad.
Bohm
aquí nos introduce a lo que podemos llamar un loop cognitivo, un
circuito de reforzamiento en el que la percepción y nuestras creencias están
unidas indisociablemente. La realidad que experimentamos no existe separada de
nuestras creencias, las cuales lo mismo informan lo que percibimos que son
informadas por nuestra percepción. Ricard desmenuza esto:
No
importa lo complejos que sean nuestros instrumentos, no importa cuán
sofisticadas y sutiles sean nuestras teorías y cálculos, sigue siendo nuestra
conciencia la que al final interpreta nuestras observaciones. Y lo hace
conforme al conocimiento y a los conceptos que tiene del evento bajo
consideración. Es imposible separar la forma en la que la conciencia funciona
de las conclusiones que hace de una observación. Los varios aspectos que
distinguimos en un fenómeno son determinados no sólo por cómo observamos sino
también por los conceptos que proyectamos al fenómeno en cuestión
.
Aquí
Ricard hace un punto interesante, y es que no importa cuán rigurosos queramos
ser en nuestra ciencia buscando objetividad de todas maneras todas nuestras
interacciones con la información que obtenemos de un experimento son mediadas y
de hecho ocurren en nuestra conciencia, que es por definición subjetiva.
Así el
mundo material supuestamente objetivo, al cual la ciencia investiga, es
fundamentalmente nuestra conciencia, sólo que vista como algo externo. Y
aquello que vemos, supuestamente separado y objetivo, está determinado por
nuestros conceptos y creencias.
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