“El hombre sólo puede ser él mismo cuando es capaz de expresar
sus potencialidades innatas, pero esto difícilmente llegue a
ocurrir cuando su objetivo es poseer la mayor cantidad de cosas, si sólo se
empeña en obtener posesiones concluirá convirtiéndose en un objeto más. En
cambio para lograr “ser” debe dedicarse a una actividad auténtica que no es
otra que aquella que le permite un pleno desarrollo de sus capacidades.”
Prestemos atención a la definición sobre la que denominó la orientación
de ser: “El modo
de ser tiene como requisitos previos la independencia, la libertad y la
presencia de la razón crítica. Su característica fundamental es estar activo, y
no en el sentido de una actividad exterior, de estar ocupado, sino de una
actividad interior, el uso productivo de nuestras facultades, el talento, y la
riqueza de los dones que tienen (aunque en varios grados) todos los seres
humanos. Esto significa renovarse, crecer, fluir, amar, trascender la prisión
del ego aislado, estar activamente interesado, dar”.
Nos decía Fromm que sólo abandonando el modo de tener,
donde nos aferramos a las pertenencias y a nuestro ego, puede
surgir el modo de ser. Para
ser es necesario evitar el egoísmo y el egocentrismo, pero para muchos esto es
dificultoso, renunciar a la orientación de tener les provoca angustia, sin
llegar a percibir que al dejar de apoyarse en las propiedades pueden empezar a
utilizar plenamente sus fuerzas y caminar por sí mismos.
En la vorágine de la sociedad moderna los individuos tienden
a sentirse más aislados y solitarios, esto
los obliga a buscar paliativos que les permitan superar ese sentimiento de
inseguridad, una de las formas generalmente utilizadas es la de acumular
un número creciente de posesiones, de tal manera que esos
objetos se convierten en una extensión de su propio ser. Cuando esas
adquisiciones se pierden es como que la persona extraviaba parte de su yo y se
sentía como un individuo incompleto.
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