Algunas religiones incluso fomentan esa creencia, algunas otras lo hacían y ahora rectifican. Un ejemplo de esto último es la católica. A través de su Laudato si, la iglesia rectifica su antigua postura sobre el dominio absoluto del hombre en la tierra y dice que «hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas». Independientemente de que se crea o no en la Iglesia católica, se le debe de tener un total respeto a rectificación de esa magnitud, que va contra miles de años y una estructura monumental, anteponiendo el bien común y por supuesto, el sentido común.
Pero por otra parte, esa capacidad de raciocinio y
consciencia nos permite «viajar en el tiempo». Nuestro pensamiento abstracto
nos permite recrear el pasado, modificar cosas del mismo para tener una recreación
diferente cada vez que queremos e incluso creer que son verdad esas
recreaciones falsas. Nuestra memoria es
dinámica, no estática. Pero no sólo podemos viajar al pasado,
también podemos viajar hacia el futuro y ver cómo serán nuestros hijos, cómo
será mañana, cómo seremos en algunos
años, etc. E igualmente, cada vez que hacemos un viaje temporal, éste será
distinto. ¿Cómo? No lo sabemos. No entendemos cómo funciona nuestra cognición.
Sabemos, sin embargo, algunas cosas. Por ejemplo que
nuestros sentimientos actuales afectan estos viajes en el tiempo. Es decir, si
estamos muy angustiados ahora, probablemente nos imaginemos un futuro terrible
y un pasado igualmente malo. Si estamos muy felices, un fenómeno similar se
llevará a cabo. Pero también los cambios recientes afectarán estas
percepciones. Si estábamos felices pero ahora estamos tristes, el pasado será
maravilloso, el presente es terrible y el futuro será totalmente desalentador.
Esta dinámica, los miles de factores que la afectan y
nuestra falta de entendimiento sobre nuestra cognición, generalmente terminan
en dos cosas: ansiedad y estrés. A veces sólo una, a veces las dos al mismo
tiempo. La ansiedad y el estrés están estrechamente relacionados a todo tipo de
enfermedades crónico degenerativas, las que a su vez son de las principales
causas de muerte en todo el mundo.
Y es aquí en donde se pone interesante la cosa, porque la
reacción humana ha sido en su mayoría, no intentar entender el funcionamiento y
sacar provecho del sistema, sino apagar eso que nos hace únicos. Aprendemos a
meditar, a respirar, a hacer yoga, ejercicio, hablamos de acuerdos toltecas,
hindúes, de culturas milenarias y su sabiduría y tratamos de imitarlos.
Hay una
industria gigante tratando de cubrir esta necesidad. Wellness aquí, wellness allá,
gurús que se hacen millonarios y poderosos, científicos buscando la mejor
manera de combatir el estrés, métodos contra la ansiedad, fármacos… ¡de todo y
para todos! Y la única finalidad de todo esto es una: aprender a estar en el aquí y en el ahora. Si esto no
es la más grande paradoja de nuestro tiempo, entonces no sé qué es lo que es.
¿Será que nuestro raciocinio resulta una herramienta tan poderosa que va mucho
más allá que nuestro entendimiento, haciéndola incontrolable? No tengo idea,
por lo pronto… Namasté.
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