En Bangladesh, donde dos de cada tres niñas son
obligadas a casarse antes de los 18 años, cada vez son más las adolescentes que
deciden luchar para cambiar un destino que las condena a ser adultas antes de
tiempo.
A pesar de que
la ley prohíbe el matrimonio infantil, el gobierno bangladesí no controla su
cumplimiento ni aborda los factores que lo posibilitan. En muchas comunidades,
las niñas son consideradas una carga económica y las familias creen que
entregando a sus hijas a un marido –a menudo mucho mayor que ellas–, les
asegurarán su supervivencia y manutención, además de protegerlas ante
agresiones sexuales. La práctica de la dote, muy extendida, tampoco ayuda:
cuanto más joven sea la novia, menor será la cantidad a entregar.
La realidad,
sin embargo, es amarga. Las niñas casadas dejan la escuela, tienen más
posibilidades de sufrir malos tratos, engendrarán más hijos y tendrán menos
posibilidades de contar con ingresos propios, lo que perpetuará su dependencia
del marido. Además, las muertes relacionadas con embarazos precoces son la
primera causa de mortalidad en adolescentes.
En este contexto, la educación y
la sensibilización son claves para luchar contra esta lacra.
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