lunes, 11 de marzo de 2019

Detrás De La Apariencia


Varias personas de la Columna Universitaria han escrito acerca de la importancia o irrelevancia de forjar y mantener una imagen personal dependiendo el puesto que se tiene o el puesto al que se aspira llegar.
Definitivamente yo considero que no hay nada mejor para conseguir lo que uno se propone que esfuerzo, dedicación y una buena imagen que lo acompañe. Desgraciadamente o afortunadamente el físico es, en la mayoría de las veces, lo que primero que se percibe de nosotros y lo que nos abrirá la puerta o dispondrá a la gente para escucharnos o invalidar todo lo que digamos.
Seamos sinceros, ¿cuántas veces no menospreciamos a un profesor el primer día por verlo gordito, calvo y todo sudado? ¿cuántas veces no tratamos de cerrar una venta primero con el hombre de traje y bien peinado que con el muchacho en jeans?
Si esta ha sido nuestra actitud en al menos una situación, ¿que nos hace pensar que el trato hacia nosotros y nuestra imagen será diferente?
No en vano cientos de personas cada día se profesionalizan en ramas como la imagen pública, el protocolo, colorimetría, guardarropa, fisionomía y otros aspectos que acompañan y completan una coherente y bien trabajada imagen personal.
Definitivamente en este post quiero dejar en claro mi postura hacia el buen uso de nuestra imagen personal y la necesidad de trabajar en ella, perfeccionarla y orientarla hacia los objetivos que pretendamos conseguir o proyectar.
Recalco que he hecho referencia a trabajar, pulir y perfeccionar la imagen personal, no cambiarla o crear una nueva, antes de que varios defensores de la autenticidad de la persona, su pura esencia y del valor por quien eres y no por quien pretendes o aparentas ser, se ponga a la defensiva y ataque.
Al contrario, lo ideal para la generación de una imagen personal optimizada y eficiente es no cambiar mucho desde el punto original de partida, ya que al fin y al cabo eso es lo que conforma a la persona en su más pura presentación.
Tomando la imagen personal mezclándola y potenciándola en conjunto con la naturaleza del individuo, obtendremos la marca personal, aquello que proyectas física e interiormente, aquello que es coherente con el decir y el hacer.
Desgraciadamente vivimos en un mundo de apariencias pero no por eso tiene que ser un mundo de falsedades. Se puede proyectar exactamente lo que buscamos y queremos sin sacrificar lo que somos, simplemente mostrar la mejor parte de uno mismo y que sea ésta la que nos represente de entrada y ante esas horrorosas y temibles primeras impresiones.
Cada uno debe concentrar parte de sus esfuerzos en cuidar de sí mismos y de lo que proyectan, no solamente por el qué dirá o lo que los demás puedan ver o decir, sino por la proyección externa que tarde o temprano se verá reflejada también hacia el interior. Una buena imagen personal, trabajada y bien aprovechada ayuda al final del día a que, dicho de manera coloquial, NOS LAS CREAMOS.



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