miércoles, 27 de marzo de 2019

Filosofía Y Capacidad De Crítica


No me parece desatinado sostener que a principios del siglo XXI la incidencia de la filosofía en el rumbo de las cosas está en su punto más bajo desde el despuntar de la modernidad europea. Esto responde sin duda a múltiples factores, algunos de los cuales han sido explicitados, pero en su conjunto muy difíciles de pensar.

 Filosofía existe pero pesa poco. ¿Contribuirá en alguna medida a labrar la insignificancia actual de la filosofía la fuerte propensión al discurso crítico de llamativa parte de la filosofía contemporánea?
 Sería necio negar la inherencia del componente crítico al discurso filosófico tradicional. La filosofía ha ejercido la crítica, en variadas proporciones, desde sus más tempranos orígenes. Crítica a las tradiciones, a las creencias, a los usos y costumbres, al saber establecido, a los sistemas políticos y sociales, a la religión y al arte imperantes. 

Aunque aplicada en diferentes dosis, la crítica tuvo regularmente en el campo filosófico la función de despejar el terreno para proponer  una positividad superior. A partir de tendencias verificables en su circunstancia, la filosofía ha ofrecido, una y otra vez, alternativas, inexploradas y atrayentes posibilidades de pensamiento y de vida. En ocasiones, para pocos; en otras, para todos; no es eso lo que aquí importa. Importa sí que nunca se ha visto, creo yo, semejante condena global del presente por parte de la filosofía, tan furioso encono con el orden vigente como leemos hoy en considerable porción del discurso filosófico contemporáneo.

Conservadora o progresista, crítica acerba e impiadosa e incapacidad casi plena para generar propuestas, salvo la exaltación nostálgica de algún pasado presuntamente idílico, producto adulterado de la falaz memoria, o un candoroso utopismo futurista desamarrado de las tendencias del presente. ¿Exacerbación paródica de  las tentaciones trasmundanas de la filosofía tradicional, ante el bochornoso fracaso de los intentos de realización intramundana de lo Absoluto? En suma, una suerte de romanticismo posmoderno vicia de raíz gran parte de la discreta producción filosófica de nuestros días.

Preguntábamos: ¿qué pasa con la crítica?, ¿cuál es su papel en la sociedad contemporánea? Más determinadamente, ¿cuál es hoy la efectividad de la crítica, su capacidad transformadora?

Filosófico o no, el pensamiento crítico tiene una historia que reconoce un punto decisivo de inflexión con el advenimiento del pensamiento ilustrado. Mientras los valores, las ideas y las instituciones del “antiguo régimen”, en sentido lato, mantuvieron su vigencia, el pensamiento crítico fue un arma temible en manos de la intelectualidad ilustrada. Nada del viejo orden atinó a mantenerse en pie ante los arrasadores embates del formidable poder de la negatividad. Pero esto es ya historia antigua.

Desde hace mucho el “sistema”, si así queremos llamar a la realidad vigente, utilizando un término afecto a la declinante racionalidad marxista; desde hace mucho el “sistema”, digo, en cuanto manifiesto reino de la disolución universal, imperio de la fluidez de todas las determinaciones, integró la “crítica”, a tal punto que ella constituye hoy el corazón del statu quo.


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