El equilibrio suele ser la solución a casi todos los problemas
que nos encontramos en nuestro día a día, y que nos hace debatirnos
entre un punto u otro. Por ejemplo, en el tema que estamos tratando hoy: de
poco serviría cuidar únicamente a los demás y olvidarnos de nuestras
necesidades, puesto que al final acabaríamos estando nosotros mal. Y de nada
sirve, a su vez, cuidar únicamente nuestro bienestar si no cuidamos a los demás
también, puesto que acabaríamos culpabilizándonos. Para ello, debemos buscar un
equilibrio entre ambas situaciones.
Darse a los demás es sencillo. Perderse
en los problemas de otros, también. Porque es mucho más fácil para nosotros
analizar a los demás y procurar ayudarlos que comprender que nosotros también
necesitamos esos mismos cuidados.
Lo primero para alcanzar ese equilibrio es, pues, darte la
importancia que realmente tienes. Quererte, conocerte,
apreciarte y saber ver en ti todo eso positivo que ves en los demás. Porque si
no te valoras, no sentirás que eres importante y que también necesitas tener
tiempo para ti.
Aunque pueda parecer un absurdo, lo cierto es que la mejor
forma de cuidarte y de mantener un equilibrio entre tu estabilidad emocional y
la de tus más allegados es tratarte a ti mismo
como si fueras tu mejor amigo. ¿Si tu mejor amigo estuviera mal le dirías que
ese día se dedicara a sí mismo, se cuidara y se quisiera? ¿Que hiciera lo que
más feliz le hiciera sentir, sin más? ¡Por supuesto! Pues haz exactamente lo
mismo contigo: cuídate, quiérete y valórate.
Tenemos la mala costumbre de menospreciar
nuestros sentimientos.
Creemos que nuestras ganas de desconectar de todo, de aislarnos por un rato de
los problemas de los demás, es egoísmo, y no lo es.
Es nuestra mente
pidiéndonos a gritos el descanso que merece. Quizás va siendo hora de que
aprendas a escucharte como escuchas a los demás.
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