La única forma de
conseguir respeto es respetándonos. Si no esperas ni coartas, recibes lo que
sueñas.
Esperamos mucho de
todo y de todos. Buscamos mar en el cielo y cielo en la tierra. Queremos ver
con los oídos y besar con las manos…
Repetimos errores
porque no somos capaces todavía de decirnos a la cara que las verdades más
duras y necesarias, las que curan las heridas de golpe sólo con ser dichas e
imaginadas, las que cortan lazos insanos y tienden manos a otras manos
necesitadas…
Estamos cansados
porque vivimos contra viento y trepamos los muros que nosotros construimos para
alejarnos de lo que deseamos como castigo por una culpa inventada que decidimos
cargar para ser perdonados por no parecer lo que esperamos…
Tapamos los
agujeros que tenemos en el alma con parches que se caen y despegan
continuamente porque en realidad el
único pegamento somos nosotros.
Buscamos un
consuelo que solo nosotros podemos darnos y hacemos preguntas cuyas respuestas
sólo nosotros sabemos.
Encontramos
enemigos fuera porque salimos a la calle a buscar una venganza que calme
nuestra sed de amor y topamos con otras almas rotas que buscan dolor para
expiar un tormento que ellas mismas se han impuesto…
¿Por qué no
intentamos mirar a los demás con la compasión que merecen y vemos que en
realidad están tan perdidos como nosotros?
El mundo no es como
deseamos que sea. No podemos esperar siempre a que todo suceda pero no podemos
forzar la máquina de la vida para que todo pase cuando queremos porque siempre
conseguimos el efecto contrario… Más aún cuando lo que provocamos forma parte
de un plan cuyo fin es tapar con un parche lo que solo se cura
comprendiendo y aceptando. La única forma de incidir en él es amarlo, cambiar
la forma en que lo miramos y ser capaces de ver lo hermoso. Sin esperar a que
nos salve o nos dé la razón, sin desear que se adapte a nuestros deseos…
Aceptando cómo es y entendiendo que lo más trágico que hay en él también es lo
más trágico que hay en nosotros…
Y cuando entendemos
eso, todo el amor con que vemos al mundo hace que cambie, todo lo que podemos
aportar a él surte efecto, aunque sea pequeño, aunque no se note… A veces lo
diminuto genera una espiral de cambios que que perturba lo que parecía
imperturbable… El cambio en la forma de actuar de una abeja afecta a una
colmena…
Si conseguimos
cambiar nuestra actitud y actuar en consecuencia podemos conseguir lo que
parecía imposible… Si somos coherencia, contagiaremos al mundo de coherencia…
Y así dejamos de
esperar y nos ponemos a ser, a sentir, a vivir con las consecuencias de nuestra
nueva forma de ver la vida, a latir con el mundo y ser el mundo, en lugar de
quedarnos sentados juzgando lo terrible que es… En vez de lamentarnos por lo
atroz que encontramos, seremos capaces de cambiarlo si antes nos transformamos
a nosotros… El mundo que te
rodea es un reflejo de tu mundo interior… Lo que ves en él
es lo que no eres capaz de ver en ti, lo que ocultas, lo que intentas no sacar
a la luz porque te avergüenza…
Con las personas que se cruzan en nuestras vidas
sucede lo mismo. Están ahí para que reconozcamos en ellos lo que no somos
capaces de ver en nosotros y afrontemos de una vez por todas que nuestra
oscuridad salga a la luz y podamos abrazarla para reconocernos por entero
y amarnos de verdad.
El mundo no va a
cambiar porque no nos guste. Es así de duro porque tiene muchas lecciones para
darnos… La primera de ellas, que somos nosotros quienes tenemos que dar el
primer paso y poner nuestro ejemplo a su disposición.
El mundo no va a cambiar, sólo cambiarás tú, si quieres… Y ese movimiento pondrá en marcha
un mecanismo maravilloso e impredecible que puede darle la vuelta a todo. A veces, la vida no es como esperamos, es
incluso mejor si permitimos que fluya a través de nosotros y tomamos las
riendas…
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