“Si la impaciencia
implica impotencia, la paciencia implica poder, un poder nacido del
entendimiento. En vez de convertirnos en rehenes de la fortuna, la paciencia
nos libera de la frustración y sus males, nos lleva al momento presente y nos
habilita la calma y la perspectiva para pensar, decir y hacer lo correcto de la
mejor manera y en el mejor momento”, dice Neil Burton, autor del libro “Heaven
and Hell: The Psychology of the Emotions” (El cielo y el infierno: la
psicología de las emociones).
¿Qué haría un adulto enfrentado al marshmallow?
Probablemente se lo comería de un solo bocado, porque esa incapacidad de
retrasar la satisfacción no es territorio exclusivo de los niños. La
incertidumbre, esa sensación de tensa expectativa que no siempre es negativa,
ha ido tendiendo a desaparecer. Hay aplicaciones destinadas específicamente a
dar certezas: la del pronóstico del tiempo, la que dice cuánto tiempo tardará
el siguiente ómnibus en llegar a la parada, la que dice cuándo comenzará el
próximo ciclo femenino, la que dice qué están pensando los demás, la que nos
muestra fotos de lo que están haciendo antes de que nos lo preguntemos, la que
dice cuánto pagaremos de luz antes de que llegue la factura.
Es difícil escapar a la búsqueda de confort y de certezas,
pero entonces, cuando estamos esperando que suceda algo que no sabemos cuándo
pasará y que ninguna aplicación puede anticipar, viene la crisis.
“Un amigo que sirvió en Vietnam me contó cómo los soldados
en las trincheras no podían aplastar los mosquitos cuando los picaban en los
brazos. El sonido del golpe podría delatar su ubicación. En ese ejemplo hay al
menos dos fuerzas opuestas en juego, y los soldados eligieron la vida antes que
el confort”, dice la terapeuta Jane Bolton, que también ha investigado y
escrito sobre la paciencia.
Según ella, “es nuestra mente la que genera la
incomodidad, no las circunstancias externas. (…) Así que la solución es un
trabajo interior”.
Paciente con los otros. “Ejercitar la paciencia
puede compararse con hacer dieta o plantar un jardín. Sí, involucra una espera,
pero también necesita tener un plan y trabajar en ese plan. Cuando se habla de
relaciones con otros, la paciencia no se limita a la tolerancia, sino a un
compromiso cómplice con su lucha y bienestar”, sostiene Burton, el autor del
libro “Heaven and Hell”.
Llevada al plano de las relaciones, la paciencia también
puede hacer la diferencia, pues habilita a invertir más tiempo en un vínculo,
en encontrar la manera de que funcione.
Aquellos que pueden jactarse de tener paciencia, logran
sostenerla porque confían en que, ev
entualmente, llegará su momento. “Una vez
que has hecho todo para lograr un fin, implica confiar en el fluir natural de
las cosas”, dice Orloff. La intuición es, según ella, una gran aliada para saber
cuándo es momento de esperar y cuándo de actuar. La paciencia “te deja intuir
la situación para tener una visión mayor y más amorosa para determinar la
acción correcta a tomar. La paciencia, un regalo cuando se da o se recibe,
llega aún más allá cuando puedes leer los motivos más profundos de alguien”.
Mientras el pan leuda, el surfista espera la ola perfecta,
la cerámica se seca, el vino fermenta y el fotógrafo espera para capturar un
instante, la paciencia encuentra su propósito y los que esperan reafirman una
virtud cada vez más rara.
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