miércoles, 27 de marzo de 2019

Reconocer Equivocaciones

Cometer errores es de lo más habitual y normal, todos los cometemos, pero dependiendo cómo actuemos ante ese error, creceremos y aprenderemos o nos quedaremos estancados. Hay dos maneras de actuar ante un fallo cometido: esconderlo o reconocer los errores para crecer.

“Si no vas a reconocer los errores, no es justo que señales los errores ajenos”
-Anónimo-

Nos cuesta reconocer los errores porque desde nuestra más tierna infancia hemos seguidos unos patrones de conducta nocivos que nos han instado a hacer lo siguiente.

Intentar esconderlo, culpar a otros o evadirlo. Actuar así trae malas consecuencias, porque no se aprende del fallo cometido y podría repetirse más veces, además, interiormente pueden quedar secuelas de autoculpa y frustración.

Podemos engañar a la gente, haciéndoles ver que somos “perfectos”, pero jamás nos podremos engañar a nosotros mismos. No reconocer un fallo nos impide madurar y crecer como personas

Cuando se esconden cosas se limita la libertad. En cambio, cuando son reconocidas y salen a la luz, hacemos consciente una realidad que puede ser modificada.

Reconocer el error con humildad y ganas de aprender para la próxima vez. Actuar así nos puede abrir las puertas del cambio. Además nos aportará tranquilidad. Si ignoramos un error y lo escondemos, ¿cómo vamos a aprender? En el momento en el que una persona se abre y es capaz de reconocer lo que hizo mal, todo se transforma.

Aceptar los errores es de valientes, porque demuestra el coraje de enfrentarte a las consecuencias y posibles críticas exteriores. Reconociendo un error, este se hace más pequeño y todo se ve desde otra perspectiva, así analizando la situación se aprenderá para la próxima vez

No hay ser humano perfecto que nazca con todo el aprendizaje. Además, aunque nos aconsejen, se suele aprender más de las experiencias propias vividas. Las personas que afirman no haber cometido errores, probablemente es que no han arriesgado mucho y se han mantenido en su zona cómoda o conocida.

Cuantos menos riesgos haya en nuestra vida, menos errores cometeremos. Si un barco siempre navega por lo conocido y seguro no surgirán problemas, pero tampoco habrá oportunidades de vivir nuevas experiencias y ver nuevos paisajes.

“Me gustan mis errores, no quiero renunciar a la libertad deliciosa de equivocarme”
-Charles Chaplin-

Cuando queremos dar la imagen de perfección y no apostamos por reconocer los errores, nos situamos en una posición que nos perjudica, porque actuamos como un jefe de empresa que siempre tiene razón, que nunca falla y cuando algo sale mal desplaza la culpa hacia el exterior.

Si vamos por la vida con esa actitud, los demás no verán nuestro lado humano, y podría suceder que no quisieran acercarse a nosotros de una manera honesta y amistosa. Nadie busca amigos perfectos que se sitúen por encima de los demás.


Las personas que quieren dar la imagen de jefes o padres perfectos que nunca se equivocan, lo que consiguen es no tener amigos de verdad ni personas realmente interesadas en tener un vínculo honesto y verdadero.

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