Hoy en día la rutina del día a día ha creado unos mecanismos
automáticos internos que nos permiten realizar operaciones casi de forma
involuntaria, como robots, dejándonos llevar, clasificando rápidamente nuestros
estímulos en nuestros reducidos casilleros mentales.
Estos mecanismos útiles para establecer pautas con un
criterio lógico orientado a ganar tiempo en determinadas tareas para llegar a
nuestros estresantes objetivos, muy comunes en la sociedad actual, y heredado
posiblemente de la filosofía empresarial actual, provocan que nuestros sentidos
permanezcan pasivos ante los estímulos entrantes. Por tanto, nuestros sentidos
han estado invernando, en cuarentena durante demasiado tiempo, perdiendo
sensibilidad y capacidad para la percepción de detalles atrofiando nuestra inteligencia
sensorial.
Volver a activar nuestros sentidos lleva su tiempo y requiere
paciencia, pero es el momento de empezar a despertarlos. Por ejemplo vaya al
campo, o un bosque o jardín donde haya árboles frutales.
Observe de cerca en detalle los árboles, las hojas, los
insectos. Olvídese de lo que le han enseñado, la mente al identificar un objeto
deja de atender a los pequeños detalles que lo hacen único en el Universo, no
etiquetar es muy importante.
Examine el color, compárelo con otros colores, la textura,
forma, tamaño. Compare unas flores con otras. Aprenda a distinguir cada árbol,
cada planta, cada flor, dejemos de etiquetar todo como “árbol”, “flor”,
“planta”, apoyémonos en los sentidos para hacer único cada elemento.
Cierre los ojos, palpe la rugosidad de las hojas, del
tronco, note su textura, si la corteza está fría o caliente.
Tome distintas hojas de árbol e intente distinguirlas con los
ojos cerrados, ¿el borde de la hoja es afilado, peludo, blando? ¿nota muchos
nervios la hoja? ¿qué forma tiene? ¿a qué otras hojas te recuerdan?
Cierre los ojos y huela,
puede notar los matices más sutiles que flotan en el ambiente, haga su
valoración y busque la correspondencia entre el matiz y su origen. Intente
seguir algún matiz y compruebe si aumenta la intensidad. Memorice el matiz sin
llegar a etiquetarlo o clasificarlo todavía.
Si asocia un olor a su catálogo o
casillero primario de olores, no conseguirá otra cosa que simplificar todos los
infinitos matices y sutilezas.
Siéntese y cierre los ojos
para evitar ruidos propios y concéntrese en los sonidos. ¿Oye distintos
pájaros? ¿Qué ramas está moviendo el viento? ¿De dónde procede el sonido?
Tome una fruta y pruébela como si fuera la primera vez,
saboree, distinga los componentes y sabores que lo componen ¿es muy líquida?
¿tiene azúcar? ¿en qué grado es amarga, ácida o dulce?
En resumen para desarrollar su inteligencia sensorial o
sensitiva siempre permanezca pasivo, observe, no valore demasiado pronto,
tómese su tiempo. El ser humano ha ido perdiendo sensibilidad debido a que su
inteligencia sensorial ya no es imprescindible para su supervivencia.
Hace
miles de años, el ser humano necesitaba y desarrollaba mucho sus sentidos para
cazar, cultivar, protegerse de sus enemigos. Este proceso de despertar a los
sentidos requiere una inversión a largo plazo pero poniéndolos a prueba
constantemente, alimente sus sentidos continuamente con retos diariamente.
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