El sentido común y la mayoría de la gente, siempre
nos ha dicho que ser optimistas nos ayuda a ser más exitosos en nuestra vida.
Sin embargo, es posible que no tengamos muchas respuestas lógicas al por qué
debe ser así, o no tengamos claro exactamente cómo podemos ser optimistas para
experimentar sus ventajas.
En los últimos años, la investigación en
psicología, se ha esforzado por conocer mejor cuáles fortalezas y competencias
pueden favorecer a una mayor satisfacción personal que nos ayude a tener una
vida plena
Aparentemente, esta cualidad ayuda a protegernos de
la visión desesperanzada que caracteriza a este problema y “amortigua” el
impacto de las dificultades. A su vez, ayuda a vernos con más capacidad para
enfrentar los conflictos y sobrellevar mejor el sufrimiento.
Además, se ha demostrado que el optimismo, también
parece ayudar a presentar menos enfermedades físicas. Aparentemente, éste
es un ingrediente fabuloso a la hora de enfrentar situaciones estresantes, lo que nos ayuda a compensar sus efectos nocivos
sobre la salud.
Asimismo, el optimismo puede favorecer un mejor rendimiento académico, deportivo y una mejor adaptación
profesional. Su presencia, nos ayuda a superar las dificultades,
a la vez que nos permite construir metas y sueños ambiciosos, que nos mantienen
motivados y orientados hacia su logro.
¿Cómo actúa el Optimismo?
El secreto parece estar en que las personas pesimistas y optimistas utilizan estrategias diferentes a la
hora de afrontar situaciones estresantes
En el caso del optimismo, favorece que se empleen mecanismos mucho más
eficientes y constructivos al enfrentarnos a los conflictos.
Esta potente herramienta promueve
que se activen respuestas orientadas directamente a resolver el
problema, lo que impide, por ejemplo, caer en el típico error de
tratar de “olvidar” o de “huir” de ese elemento doloroso o angustiante, lo cual
definitivamente no nos ayuda a buscarle una solución al conflicto.
Los optimistas, parecen moverse más fácilmente a resolver lo que les
preocupa, se sienten más capaces, con más control y probabilidad de éxito. Por
lo cual, hacen más para mejorar y piensan menos en su malestar, buscan más y mejores
soluciones, y lo intentan muchas más veces. Por
el contrario, los pesimistas tienden a enfocarse en las emociones negativas que
les suscita el problema, quedan “encerrados” en un bucle del
que es difícil salir y no les conduce a la solución.
Pero… ¿Cómo ser
realmente optimista?
Parece tener mucho que ver con las
expectativas. Los optimistas, tienen una predisposición a esperar resultados
positivos en sus vidas, con una creencia
general de que “las cosas van a salir bien”
aunque pasen por momentos difíciles. Esta virtud parece
desarrollarse en función de la explicación que hemos dado a los eventos en el
pasado, es decir, cómo interpretamos nuestras experiencias.
Según se ha encontrado, las personas con un estilo optimista, suelen atribuir los acontecimientos
positivos, a causas permanentes, globales y que tienden a deberse a sí mismos.
Por ejemplo, cuando son ascendidos en el trabajo, lo atribuyen a que la
vida es justa y que ellos son realmente competentes. Esto ayuda a tener
creencias positivas que invitan a aproximarnos al mundo, a la gente, a
experimentar sin miedo, y a confiar en nuestras
capacidades, sobre las que tenemos control y son estables en el tiempo.
A su vez, los eventos
negativos suelen atribuirlos a factores externos, temporales y específicos.
Por ejemplo, una actitud hostil de su pareja o un amigo, la atribuyen a
que posiblemente ha tenido un mal día y lo ha hecho sin pensar.
Este tipo de explicación nos invita a darle una segunda oportunidad,
protege la relación con el otro y a nosotros mismos.
Esto es mucho menos doloroso y más fácil de manejar, que pensar que
todas las personas son crueles y que hay algo malo en nosotros que no nos
permite tener buenas relaciones. Por lo tanto, el optimista, pone la causa de
este evento negativo en algo pasajero y puntual, ¡mañana será otro día!
Aunque el éxito de las cosas que hacemos depende de muchos factores,
parece que puede resultarnos mucho más útil aprender a cambiar las
explicaciones que damos a nuestras experiencias.
Mantener la esperanza de que las cosas vayan a
mejorar definitivamente nos puede hacer la vida un poco más fácil y ¡más
exitosa!