“Se
puede saber más de una persona por lo que dice de los demás, que por lo que los
demás dicen de ella.” LEO AIKMAN.
Existen muchos tipos de maestros: los de la escuela
tradicional, los que generan una fuerte influencia en sus alumnos a lo largo de
su vida o los grandes maestros de la historia, cuya influencia no sólo queda en
la gente de su época o su cultura, sino que su conocimiento y sabiduría
trasciende a lo largo de los siglos, como los grandes filósofos: Platón,
Sócrates, Aristóteles o Epícteto.
Pero, además de estos grandes maestros universales – que
también fueron juzgados y condenados por aquellos que proyectaban en ellos sus
partes negadas – , existen otros, los de todos los días, y son aquellos que nos
“molestan”, nos enojan y exasperan con sus conductas y sus comportamientos.
Aquellos que están cerca de una u otra manera, en la vida de todos los días y
que no toleramos porque nos reflejan aquello que, simplemente, no somos capaces
de aceptar en nosotros por miedo, vergüenza o prejuicio.
Lo
que percibimos en los demás, como en un espejo, nos refleja mucho de
nosotros mismos. El exterior actúa como un espejo para nuestra mente y en él
vemos reflejados diferentes aspectos de nuestra personalidad.
Cuando
observamos algo que no nos gusta de alguien y sentimos desagrado y rechazo, sin
duda esto indica que de alguna manera ese aspecto que nos desagrada existe latente
en nosotros.
Si no fuera por esa persona que es tu “pantalla” de
aquello que no puedes ver, nunca tendríamos la oportunidad de aprender eso en
nosotros mismos.
Cuando juzgamos o criticamos a alguien por ser demasiado arrogante, presumido,
insoportable, también
tenemos la oportunidad de convertirla en nuestra maestra de dichas
características reconociéndolas, de alguna manera, en nosotros mismos.
Hay comportamientos que, desde la infancia, se nos
enseñan como negativos y, cuando crecemos, la sociedad nos fortalece la idea de
que debemos rechazarlos. Ese aprendizaje es tan poderoso, que cuando
identificamos la más mínima señal de dichos comportamientos en nosotros,
los negamos de manera rotunda o lo reprimimos.
¿Y dónde colocamos todo eso que rechazamos y que nos
molesta? obviamente, en esa persona “insoportable” que tanto nos desespera y
rechazamos por ser tan arrogante, envidiosa, egoísta o criticona.
También a nosotros nos puede quedar bien “el gran bonete”
Para aquellos que no conocen el juego del gran bonete, he
aquí una sencilla explicación
El juego se inicia con las palabras del Gran Bonete:
- Al Gran Bonete se le ha perdido un pajarillo y dice que el Negro lo tiene (señalando a cualquiera de los participantes, tenga éste último el color nombrado o no, para tratar de confundirlos)
Si el negro está atento dirá:
- ¿Yo, señor?
- Si, señor.
- No, señor.
- Pues, entonces ¿quién lo tiene?
- ¡El Verde!
La falta se produce cuando contesta alguien que no tiene el color al que se alude. En ese caso se anota prenda y a las 3 prendas, se paga penitencia.
Hugo W Arostegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario