He podido apreciar la redacción de una carta de un niño muy
pequeño dirigida a los tres Reyes Magos, a saber: Melchor, Gaspar y Baltasar,
por el motivo de que se me solicito “dar una vichada” a su contenido además de
tener que responder algunas preguntas muy precisas, como ser: si todavía tenían
tiempo para enviarla, cosa que respondí afirmativamente, y por último, la más
difícil de responder, que le dijese el número de casilla de correo de los
destinatarios.
Sobre el contenido de la tal solicitud no tuve ninguna
observación a realizar pues se trataba de un pedido formulado desde la
inocencia de un niño a unos bondadosos Reyes Magos que depositarían en sus zapatos
los tan preciados regalos en esa mágica madrugada del viernes seis de enero,
sin duda, los destinatarios del tal pedido al realizar en forma conjunta la lectura
de tal misiva, no escatimarían esfuerzo alguno en pasar furtivamente mientras
el pequeño dormía sumido en su dulce sueño y dejarle junto a sus zapatitos el regalo
solicitado.
Demás estar decir, que hablamos de los preparativos para la
noche del cinco de enero, incluyendo dónde y cuánto pastito juntar como también escoger un recipiente adecuado
para llenar con agua suficiente como para calmar la sed de los camellos.
Esto que comento esta mañana tuvo la particularidad de “desplazar
de un plumazo” en un abrir y cerrar de ojos, toda la distancia que pudiese
haber habido entre los consabidos tiempos de nuestra respectiva niñez, dejando
disponible el único espacio admisible, el de dos niños ilusionados en esa “dulce
expectativa” que solo culminaría con la apertura de los anhelados presentes.
Confieso de que estuve tentado de agregar mis zapatos esa
noche.
Hugo W Arostegui
No hay comentarios:
Publicar un comentario