“Aparentemente, no se puede
andar amargado por la vida.
Si no es con una carita feliz y rosada, con labios regordetes de anémona, mejor ni mostrarse.
Hay que resignarse y hacer como el conde, esconderse a chupar limones amargos en secreto”.
Si no es con una carita feliz y rosada, con labios regordetes de anémona, mejor ni mostrarse.
Hay que resignarse y hacer como el conde, esconderse a chupar limones amargos en secreto”.
Muchas personas, demasiadas
diría yo, comienzan su día como si lo primero que han hecho al levantarse fuese
mirarse la cara en el espejo que tienen a su frente y claro al observar su
propia imagen pareciera que les irrita a tal punto que mejor les sería no
hacerlo y evitarse, de esta manera , el disgusto de observarse, así, en vivo y
en directo, como si todo lo que tienen por delante, en este nuevo día que
recién se inicia, les sumiese en “la hiel de la amargura” como si se hubiesen
levantado “chupando limones”
He tenido mucha experiencia
en el trato con personas así y seguramente muchas de ellas recordarán lo que
les he dicho al verlas por la mañana: “vamos a borrar todo y empezar de nuevo” “si
mirarse a la cara frente al espejo les pone de ese modo mejor quítenlos todos, rompan
todos los espejos y evítense comenzar tan mal este día.”
En realidad nos llama la
atención el observar tanta gente que se desplaza entre la multitud, que se
detiene en las paradas de ómnibus, que se sientan prácticamente juntas a tomar
su desayuno o se encuentran como lo hacen todos los días en sus puestos de
trabajo, sin siquiera mirarse, totalmente ajenas a lo que pudiera acontecer a
su alrededor, algunas sumidas en la digitación de sus celulares, como
escondidas del resto y siempre luciendo esa cara de rostros adustos, labios
crispados que se parecen a muecas, ausencia de sonrisas y ese malhumor que
contagia y muchas veces irrita a los demás.
Repito, la vida en sí
misma, vale la pena de vivirla, podemos transformar con nuestra actitud todo su
entorno, cambiar las tonalidades grises de la amargura con el brillo de
nuestros ojos llenos de esperanza con el marco iluminado de una sonrisa
confiante, siempre confiante,
Hugo W Arostegui
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