Nuestros contactos
con familiares y amigos nos permiten en algún modo “acortar distancias” y de
esta manera “recargar nuestras pilas afectivas” para reiniciar, luego de esta
pausa, nuestra reinserción en un mundo que no se detiene y que continúa, minuto
a minuto, en su constante tránsito en el que sepultamos el pasado, consumimos
el presente y de no ser un tanto precavidos con nuestras acciones diarias,
hipotecaremos también el futuro.
Así estamos, este es
el mundo que entre todos construimos, somos, como se diría en ámbitos judiciales, partícipes necesarios, nada de lo
que habitualmente sucede, sucedería sin nuestra complicidad ya sea por lo que
hacemos o, lo que sin duda resulta peor, lo que deberíamos hacer y no hacemos,
todo aquello a lo que “le sacamos el cuerpo” y que con un simple “movimiento de
hombros” pareciera que dijéramos “aquí no pasa nada”.
Todo lo que tenemos,
lo que podamos haber encontrado cuando llegamos, representa lo que ha sido
posible realizar entre todos, tanto lo que han podido legarnos quienes ya no
están con nosotros, como todo aquello que con nosotros aportando, o a pesar de
nosotros, cuando “nos escapamos por la tangente” hemos podido realizar como
integrantes de esta comunidad de humanos que en definitiva somos.
Estamos asumiendo la
responsabilidad de ser capaces de “dejar este mundo en el cual vivimos” mucho
mejor “de lo que pudiese haber estado cuando lo encontramos” no nos servirá de nada
intentar eludir responsabilidades culpando a otros por lo que pudiésemos encontrar
que no nos guste, el resentimiento no hace historia, debemos asumir “nuestra cuota
parte” y constituirnos “en hacedores” de una sociedad que sea capaz de cobijar
a nuestros hijos.
Este es el mundo que
entre todos elaboramos.
Hugo W Arostegui
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