“En el presente vivimos los años mozos de la época
denominada por el gran filósofo polaco, Zygmunt Bauman (1925), como “modernidad
líquida” o posmodernidad, durante la cual van disminuyendo gradualmente los
habitantes de la Tierra que recurren a los tesoros del saber, por considerarlos
“inútiles” ante el delirio materialista imperante.
El planeta gime ante la
displicencia generalizada en la consecución de los nutrientes intangibles que
alimentan el intelecto. Estos, reemplazado a su vez, por remedios materiales
que sacian los ímpetus a veces incomprensibles, de su desviada realidad.
En consecuencia, el “homo
económico”, llevan la delantera en la carrera para sustituir y aun aproximarse
al “homo sapiens”. ¿Pero, se preguntan algunos, de que sirven los deleites del
espíritu, si tantos son los focos de atención que nos dirigen hacia los indispensables
requerimientos de la población consumista?
A esta interrogante de la
actualidad responde en el siglo pasado el genial filósofo y escritor español,
Miguel de Unamuno, que : “Sólo el que sabe es libre, y más libre es el que más
sabe. Sólo la cultura da libertad. No proclaméis
la libertad de volar si no das alas; no la de pensar, si no das pensamiento”.
Para terminar diciendo: “La verdadera libertad que hay que dar al pueblo es la cultura”.
Somos, sin duda alguna, mitad materia que compone la
armadura del animal viviente que vino al mundo; y como tal, comemos, hablamos,
nos movemos, defecamos y hacemos el amor, entre otras actividades; pero sobre
todo, sobresalimos en la creación porque somos los únicos seres provistos de la
venerada capacidad de pensar, lo cual nos distingue orgullosamente de los demás
animales y otros entes.
Y tanto necesita nuestro
cuerpo de los alimentos para poder sobrevivir como también requiere nuestra
mente del combustible intangible del saber, para con estas herramientas,
hacernos siempre más libres y más felices.
Deplorable debe ser la
realidad de los analfabetos, y aun de algunos que simplemente desestiman las
bondades que ofrece la cultura,
puesto que en una mente y una mirada vacías de tantos conocimientos
distanciados de los rudimentos del diario vivir, se ven obligados a conformarse
sólo con lo esencial, siendo ellos incapaces de analizar y conceptuar sobre los
infinitos recursos de que disponemos en esta posmodernidad, para colmar cada
uno dentro de su propia capacidad, esta efímera existencia terrenal,
disfrutando así del conocimiento que nos brinda todo este grandioso universo.”
En el día de ayer participamos de un encuentro, para ser
precisos se trataba de desarrollar un tema con un muy valioso contenido "
El Placer En Nuestras Vidas” en un ciclo de encuentros que se realizan en “Sala
Brocos” en el edificio “La Casa De La Cultura, en la ciudad de Tacuarembó, me
resultó muy claro e interesante el desarrollo de una temática que forzosamente (despierta la curiosidad
que les caracteriza) la necesidad de “buscar en sus registros” las mencionadas “cajas
negras” que todos guardamos en algún recóndito lugar de la memoria.
Escuchando la muy buena disertación de los expositores,
algunas expresiones lograron “activar” el añejo contenido de mi memoria y claro
lo que surgió fue que comparando lo registrado en las “cajas negras” de mi
niñez, no pude evitar la humorada que me causó tal comparación, a modo de
ejemplo, les diré, que llegaron a mis oídos palabras tales como: "sexo oral”
ocasionando que del contenido de lo registrado en mi memoria surgieran
situaciones relacionadas con la “oralidad”
es que en mis registros sobre el tema obviamente no teníamos mayores
referencias, para nosotros, setenta años atrás, cuando recibíamos la infausta
noticia de que tendríamos una “prueba oral” significaba que todos y cada uno
deberíamos exponer en palabras todo aquello que entendíamos que debíamos decir
sobre alguna temática en cuestión.
Claramente se puede observar la gran diferencia generacional
que separan a nuestros registros.
Es por eso que no he podido evitar “sofrenar al vasco medio
loco” que todavía me caracteriza y me dije: por qué no decir algunas cosas que
puedan ser captadas por los registros albergados en la memoria colectiva de los
participantes, entonces es que no pude evitar, confieso que no he realizado
ningún esfuerzo por evitarlo, y entonces “dije lo que dije” demás está decir de
que acompaño el pedido de disculpas correspondiente.
Resumiendo: una hermosa oportunidad de “cultivar el
pensamiento” en la fértil tierra de los “Viviendo”, muchas gracias.
Hugo W Arostegui