La vida es un don precioso, pero nadie dijo que fuera
sencilla. Para los seres humanos, vivir se trata de tejer relaciones
interpersonales constantemente, y estas relaciones son las que nos otorgan la
plenitud de la vida, la alegría y la motivación, pero cuando la otra parte nos
juega sucio, la sensación puede ser totalmente contraria.
Una de las peores cosas con las que debemos lidiar, es con
la gente malagradecida, es decir, con la ingratitud. Aunque me gustaría creer
que usted, que está leyendo esto, no ha incurrido en este pecado, y que más
bien siente que ha sido víctima de este infortunio.
Si a usted le ha pasado esto una y otra vez, quizá es porque
aun no ha aprendido a identificar las señales de un ingrato, o cuando las ve,
prefiere fingir demencia antes que enfrentar la situación. Pero esto solo empeora
las cosas.
Es típico de un ingrato este tipo de actitudes, acompañadas
de la incapacidad para aceptar una negativa. Sus necesidades son para ellos
siempre urgentes, y harán todo lo posible por imponerlas y obtener la ayuda que
requieren de su parte. Y claro, ¡ay de usted si se niega!
Nada de pensar en los demás. El ingrato siempre está
sumergido en su propio mundo y en sus necesidades, lo cual se conecta con el
punto anterior. Toda conversación será sobre ellos. Y todo plan será el que a
ellos les guste.
En otras palabras, son egocéntricos y competitivos. Harán
todo lo posible por imponerse y ser el centro de atención en cualquier
ambiente. Para ellos, sus historias siempre son mejores.Por ejemplo, comenzarán
una frase diciendo: “No, amigo… eso no es nada… a mí me pasó tal y tal…”
Siempre que vienen a usted, vienen a pedirle algo. La otra
versión de esto que es cuando usted se viene abajo y necesita apoyo, ellos
desaparecen, pero cuando comienza a irle bien, no se apartan buscando sacarle
algún provecho, así sea simple diversión.
Llevan la cuenta de cada miserable favor que le hacen a uno,
y todo para echárnoslo en cara cuando necesiten manipularnos a su favor. Culpa
y más culpa nos inducen a fin de controlarnos y hacerse las víctimas.
Puede ser que siempre les haya sido leal, pero si un día
comente una minúscula falla, el ingrato le guardará rencor por siempre. Llevan
una libretita de saldos pendientes a su favor y, claro, nunca anotan sus
deudas. ¿Por qué? Porque ellos se creen las víctimas.
Si usted ve estos signos, tenga cuidado. Proceda con cautela
y, más que alejarse, cosa que como persona de fe no le puedo aconsejar, sí le
aconsejo que haga todo lo que esté a su alcance para obligarles a hacerse
responsable de sus necesidades y sus actitudes.
Después de todo, ¿si ellos
tienen sed, usted puede tomar agua por ellos?