lunes, 6 de agosto de 2018

La Ingratitud


La vida es un don precioso, pero nadie dijo que fuera sencilla. Para los seres humanos, vivir se trata de tejer relaciones interpersonales constantemente, y estas relaciones son las que nos otorgan la plenitud de la vida, la alegría y la motivación, pero cuando la otra parte nos juega sucio, la sensación puede ser totalmente contraria.

Una de las peores cosas con las que debemos lidiar, es con la gente malagradecida, es decir, con la ingratitud. Aunque me gustaría creer que usted, que está leyendo esto, no ha incurrido en este pecado, y que más bien siente que ha sido víctima de este infortunio.

Si a usted le ha pasado esto una y otra vez, quizá es porque aun no ha aprendido a identificar las señales de un ingrato, o cuando las ve, prefiere fingir demencia antes que enfrentar la situación. Pero esto solo empeora las cosas.

Es típico de un ingrato este tipo de actitudes, acompañadas de la incapacidad para aceptar una negativa. Sus necesidades son para ellos siempre urgentes, y harán todo lo posible por imponerlas y obtener la ayuda que requieren de su parte. Y claro, ¡ay de usted si se niega!

Nada de pensar en los demás. El ingrato siempre está sumergido en su propio mundo y en sus necesidades, lo cual se conecta con el punto anterior. Toda conversación será sobre ellos. Y todo plan será el que a ellos les guste.

En otras palabras, son egocéntricos y competitivos. Harán todo lo posible por imponerse y ser el centro de atención en cualquier ambiente. Para ellos, sus historias siempre son mejores.Por ejemplo, comenzarán una frase diciendo: “No, amigo… eso no es nada… a mí me pasó tal y tal…”

Siempre que vienen a usted, vienen a pedirle algo. La otra versión de esto que es cuando usted se viene abajo y necesita apoyo, ellos desaparecen, pero cuando comienza a irle bien, no se apartan buscando sacarle algún provecho, así sea simple diversión.

Llevan la cuenta de cada miserable favor que le hacen a uno, y todo para echárnoslo en cara cuando necesiten manipularnos a su favor. Culpa y más culpa nos inducen a fin de controlarnos y hacerse las víctimas.

Puede ser que siempre les haya sido leal, pero si un día comente una minúscula falla, el ingrato le guardará rencor por siempre. Llevan una libretita de saldos pendientes a su favor y, claro, nunca anotan sus deudas. ¿Por qué? Porque ellos se creen las víctimas.

Si usted ve estos signos, tenga cuidado. Proceda con cautela y, más que alejarse, cosa que como persona de fe no le puedo aconsejar, sí le aconsejo que haga todo lo que esté a su alcance para obligarles a hacerse responsable de sus necesidades y sus actitudes. 

Después de todo, ¿si ellos tienen sed, usted puede tomar agua por ellos?


La Capacidad De Sentir

El otro día estuve pensando en nuestras capacidades. En nuestro cinco sentidos. Oído, vista, tacto, gusto y olfato. Sentidos que nos hacen capaces de realizar cosas. Aquellos que hacen posibles nuestras capacidades. 

Pero el otro día en el que estuve reflexionando más de la cuenta, porque así soy yo, pensé en que si a medida que pasa el tiempo y nos hacemos mayores vamos perdiendo esas capacidades, pues solemos ir viendo menos y perdiendo ciertas facultades; me pregunté si éramos capaces de perder la capacidad de amar, valga la redundancia.

Y es que el temor a perder esa capacidad, que para mí es tan fundamental como ver u oír, siempre me ha invadido, y más tras haber querido sentir algo que no llegué a sentir. Porque si podemos perder la vista y el oído, ¿quién nos dice que no podemos perder los sentimientos? ¿Quién nos dice que eso permanecerá intacto por muchas arrugas que en la piel tengamos?

Nadie nos puede asegurar que el paso del tiempo no pueda despojarnos de una cosa tan fundamental como los sentimientos. Y más hoy en día que después de amores y desamores, de temporales con todos sus huracanes y sus tormentas, pero también con todos sus arcoíris, a uno le da que pensar si es que al final uno se desgasta de tanto alboroto y sus sentimientos entran en desgaste también. Si nuestras facultades físicas entran en decadencia, ¿por qué no también nuestros sentimientos?

Y entonces entras en un bucle de pensamientos donde te preguntas por qué no sientes  cuando quieres y por qué una vez no quisiste y lo sentiste. Porque van y vienen sin tu consentimiento y te desordenan la vida y el alma. Y empiezas a preguntarte si al igual que necesitas gafas para ver mejor, vas a necesitar un filtro para filtrar sentimientos y para ponerte en preaviso de aquellos que no van a ser beneficiosos, preguntándote si algún día dejarás de sentir del todo para caer en las garras del conformismo. En él me agarro a esto que ya no estoy para trotes. 

En el mejor esto que nada. En el mejor así.

Y yo pienso después de tantas preguntas y me respondo a mí mismo, que es imposible que los sentimientos puedan desgastarse porque no es como la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato que nacemos con ello directamente sino que los sentimientos son provocados. A veces por nosotros mismos, pero la mayoría de veces, esos sentimientos son provocados por alguien. 

Personas importantes que nos despiertan sensaciones y nos provocan emociones. Nos sacan sonrisas y a veces nos hacen saltar lágrimas.

Nos arrancan “te quieros y nos roban besos. Capturan miradas y hasta nos miran el alma. Pues mucha gente es capaz de mirarnos a los ojos, pero muy pocos son capaces de ver nuestra alma.


los sentimientos no pararán de venir para desordenar todo aquello que con mucho mimo ordenamos. Ya sea para bien o para mal. Para sorprendernos. 

Y siempre vendrá alguien que no solo buscará un brillo en nuestros ojos sino que irá en busca, a través del mar de nuestros ojos, de nuestra alma. 

Pues lo que realmente nos identifica es el alma plena de sentimientos que forman el pilar de nuestra personalidad.

Pensamiento Estadístico

Día a día, realizamos muchas acciones y tomamos decisiones a partir de un pensamiento estadístico y casi nunca somos conscientes de ello. Cuando no abordamos el Metro en las horas pico es porque sabemos que ese no es el mejor momento para hacerlo. Esta decisión la tomamos a partir de la experiencia y de la información que hemos recopilado previamente sobre una situación similar.

La estadística impacta prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, porque a partir de todas nuestras actividades es posible recopilar datos que, después de ser analizados, nos permiten tomar decisiones. Esta es la ciencia que estudia los fenómenos inciertos o las situaciones que no se pueden predecir con certeza, pero sobre los cuales podemos recabar información.

En áreas como la medicina, la economía, la agricultura, la ciencia o la política, se recopila información que, tras ser analizada, permite la toma de decisiones, en muchos casos trascendental, para el avance o mejoramiento de alguna situación o aspecto relacionado. Por ello, se considera que la estadística es un factor fundamental en la creación de políticas públicas, en el avance científico, en el mejoramiento del control de calidad de la producción o en lograr que un tratamiento farmacéutico sea más efectivo.

Enrique Gutiérrez Peña, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas de la UNAM, comentó que día a día se acumula más información y, por ello, es necesario formar gente capaz de poder analizarla e interpretarla, para que esta “llegue a los tomadores de decisiones”.

Señaló que la estadística aún no es completamente reconocida, a pesar de que impacta muchos ámbitos de nuestra vida, y que en México la gente que hace estadística y “se ensucia las manos” con los datos, no siempre tiene una educación formal, pues solo cuenta con un conocimiento a nivel técnico que se va transmitiendo en esas áreas y no hay necesariamente comunicación con los especialistas.

Por último, el investigador señaló que el reto que tiene esta ciencia es adaptar los métodos estadísticos tradicionales, los cuales fueron diseñados para analizar bases de datos pequeñas, para hacerlos capaces de analizar y procesar grandes volúmenes de información.


Voluntariado


No sólo se habla de voluntariado en ayuda económica o material, sino de los miles que han dado su tiempo, dedicación y experiencia para ayudar a los demás. Una reacción que tendría sus razones en un grato mecanismo del cerebro humano.

En el laboratorio de la Universidad de Newcastle, el científico Gilbert Roberts demostró que las personas que cooperan en un grupo son percibidas por el resto de los miembros como más atractivos. Esto apoya la idea de que las conductas cooperativas producen beneficios y que, indirectamente, dan bienestar a quienes las realizan.

Por otra parte, “una serie de experimentos ha demostrado que los actos de cooperación humana activan áreas del cerebro asociadas a la recompensa y el placer. Cuando la gente dona dinero, se activan áreas en el sistema de recompensa cerebral muy similares a cuando se recibe dinero, lo que evidencia que ayudar en una causa resulta placentero y nos hace sentir bien”, explica el Dr. Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva.

Hay numerosos registros de los efectos psicológicos que produce ayudar. “Si podemos cooperar es porque tenemos un cerebro que nos lo permite hacer. Pero ¿qué hace, efectivamente, que cooperemos? Diversas investigaciones sugieren que la sociabilidad moderna no sería sólo el producto de una psicología innata, sino que también reflejaría las normas e instituciones que han surgido a lo largo de la historia humana. Uno de los focos en la investigación neurocientífica sobre cooperación entre humanos ha estado puesto en el concepto de la reputación. Se cree que, al cooperar con otros, estamos invirtiendo en crear una reputación que puede traernos beneficios en el largo plazo. Más de una docena de experimentos han demostrado que, cuando ocurre en público o bajo la mirada de un tercero, cooperamos más activamente que en nuestra propia intimidad”, explica Manes. 

En las últimas décadas, varias ONG en nuestro país comenzaron a desarrollar proyectos solidarios más elaborados y de mayor impacto social.



Libertad Para Pensar

Solemos defender la libertad de expresión, aunque no tenemos costumbre de pararnos a pensar si tenemos libertad de pensamiento. Entendiendo a esta como la oportunidad de tomar una decisión libre y meditada con la que elijamos nuestros valores sin condicionamiento cultural, político, social ni económico.

Desde que nacemos, lo habitual es que las personas que nos cuidan traten de hacernos partícipes de su manera de pensar. Pueden hacer esto de una manera abierta, manifestándolo directamente, o indirecta, solo permitiéndonos contacto social con las personas que siguen su misma línea de pensamiento y no hablando demasiado bien de las que se oponen.

“Si no tienes la libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?“
-Arturo Graf –

Es difícil saber si somos libres para pensar. Lo cierto es que estamos condicionados por lo que hemos vivido y habitualmente lo tomamos como punto de partida para construir el resto del mapa que configuran nuestros pensamientos. Así, este condicionante ha penetrado tan hondo en nosotros que puede costarnos una gran cantidad de esfuerzo y tiempo determinar cuánta y cómo ha sido su influencia.

Esto significa que es difícil opinar o pensar de una manera distinta a la que estamos acostumbrados. Hacerlo probablemente supondría poner en cuestión otros aspectos que van más allá de la parcela que nos ha elicitado ese pensamiento. Sería como arriesgarnos a que ocurriera un pequeño o gran terremoto.

Sin embargo, pensar libremente sería “salirse” de cualquier opinión o forma de vida conocida, cuando en realidad, estamos acostumbrados a coincidir y agruparnos en semejanza de opiniones. Bien mostrando acuerdo hacia lo que piensan “los nuestros” o bien mostrando desacuerdo hacia lo que piensan “los otros”.

“Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo.”
-Voltaire-

Sin duda, nuestros progenitores fueron un referente -bueno o malo- en algún momento. Así aunque más tarde, nos desmarquemos de lo que nos enseñaron, siempre quedará en nosotros esa forma particular de ver la vida nuestros padres nos enseñaron. Podemos diferenciarnos mucho de ellos respecto a tendencias o matices, pero si buscamos en nosotros mismos, encontraremos valores, opiniones, sentimientos y actitudes, que reconoceremos en ellos también.

Esto también nos condiciona para no ser “libres” pensando. No partimos de “cero”, sino desde una educación y de unas vivencias de la infancia que nos predisponen para enfrentar el resto de acontecimientos que se nos presenten.


Humanismo Solidario


Las condiciones contextuales en las que nos movemos concitan la crisis del ser humano contemporáneo, que no es solo crisis económica sino social, una crisis de modelos vivenciales que trae en algunos casos el auge de los fascismos y las convulsiones políticas y sociales. 

En esta coyuntura de crisis de valores, de expansión del individualismo más atroz y la cultura sin salida, la creación literaria, y el arte en general, están obligados a responder, si bien esta respuesta debe de plantearse no desde postulados metafísicos ni instrumentos de conocimiento, sino con actitudes concretas ante la realidad social e inmediata, planteando respuestas e interpretaciones en términos éticos, sociales e ideológicos.

Frente a esta situación se impone la necesidad de un replanteamiento esperanzado y firme del hecho literario y artístico creando los resortes de una nueva educación de la subjetividad, de una nueva educación sentimental que conlleve las condiciones más propicias para encontrar una voz teórica y legítima entre los signos exteriores de la modernidad y las señales inconfundibles de raigambre clásica.

Así, ante el inmovilismo que se ha venido vislumbrando durante los últimos años, en el ámbito de la creación y de la crítica, un grupo de creadores y críticos han decidido alzar su voz, hundiendo sus raíces en el neorromanticismo cívico, hasta alcanzar lo que llamaríamos la literatura de la condición humana, ajena a los resortes antiintelectualistas y centrada en la noción de la crisis del ser humano contemporáneo, que rechaza el artificio y la idea cultural anterior, y promueve una individualidad socializadora, una individualidad de lo humano que declina todo principio de actuación política o manipuladora, como necesidad de respuesta de la realidad que se viene materializando en el ámbito geográfico más cercano y global, desde la última década. De ahí nace la necesidad de crear y desarrollar una corriente crítica y creadora que, bajo la denominación de Humanismo solidario, eclosiona como testimonio de resistencia alternativo ante la convicción de que las corrientes oficiales se abocan al agotamiento, tomando conciencia de la crisis social y proponiendo como centro al ser humano y que este se erija en afán de su pensamiento y creación. Lo que en términos poéticos significaría que la poesía no se inscriba en un mundo regido por reglas de orden metafísico, sino en un mundo regido por un sistema de valores materiales y humanos.

Humanismo solidario es una corriente crítica e intelectual de personas libres que, desde la heterodoxia estética, asumen el uso de la palabra como obligación social bajo los irrenunciables principios del compromiso y el comportamiento ético, sin estar sometidos a ideología, filosofía, política o religión alguna. 

Desde el libre discurrir del pensamiento de sus componentes nace la necesidad de rebelarse contra los sistemas y organizaciones que oprimen y asfixian a la mayoría de la humanidad. Ajenos a toda ideología dominante, Humanismo solidario propugna el destierro del pensamiento único en cualquiera de sus manifestaciones, fundamentando sus principios rectores, y su obra individual y colectiva, sobre los términos morales que emanan de la idea irrenunciable de la fraternidad universal.

domingo, 5 de agosto de 2018

Recorrer La Senda


La Senda a recorrer en ese caminar lúcido consiste en atreverse a atravesar los tramos necesarios para iluminar nuestras sombras, reconocerlas y abrazarlas, transmutando aquello que nos desconecta de nuestra esencia y nos ancla en el sufrimiento estéril. 

 El hecho de tomar conciencia de nuestros conflictos internos nos dispone ya en sí mismo a resolverlos. 

 Encaminarnos hacia la luz dejando a cada paso más atrás la oscuridad y lograr comprender, es el reto más elevado que podemos plantearnos y el regalo más hermoso que ofrecer a la humanidad.

 Un Ser despierto aporta a su paso todo un abanico de posibilidades, invitando a seguir su estela con su propio ejemplo y elevando la vibración de todos los que le rodean.

 El primer paso de la ruta es decidir amarse a sí mismo. Estar dispuesto a mirar hacia dentro.

 Observarse con una mirada blanda y tolerante, desde el amor y la comprensión profunda. Trascender más allá de los enredos mentales, del ruido externo y de los mensajes arraigados en el inconsciente.

 A partir de esa decisión interna, permitirse desalojar todo aquello que nos lastra y comenzar a soltar viejos patrones, creencias limitantes que nos paralizan, liberar emociones reprimidas que nos condicionan y aprender a gestionarlas de manera inteligente desde un estado de coherencia.
 Aceptar con naturalidad nuestra multidimensionalidad, reconocer nuestro potencial infinito, nuestro plan de vida.  

 Asumir la importancia de la educación para la vida fértil, la buena muerte y el tránsito lúcido.

Identificar y desmontar miedos. Vivir atentos a las señales del Universo.

CONFIAR sinceramente en ESO más grande que nos sostiene. En el plan perfecto que subyace bajo toda circunstancia.

 Abrirse a una nueva visión de "la realidad" que trasciende más allá y da sentido. Ponerse las gafas de ver bonito.


La evolución es infinita, las rutas alternativas variadas, los ritmos diferentes, sin embargo todos y cada uno de nosotros estamos a bordo en un viaje maravilloso. Es hora de empezar a disfrutarlo, a valorarlo en toda su dimensión, a tomar las riendas de nuestra propia existencia, a tomar conciencia del sentido de la vida.

sábado, 4 de agosto de 2018

La Ignorancia Por No Saber


La mayoría de las personas temen sentirse ignorantes, especialmente frente a los demás, pero también consigo mismos. Si en un momento dado se equivocan o actúan torpemente, suelen criticarse, se castigan con pensamientos como "que tonto soy", "eres un torpe"..., y sufren la ira asociada a estos pensamientos. Este tipo de autocrítica también obstaculiza el aprendizaje, no ayuda a entender.

El temor a sentirse torpe le apartará de situaciones en las que podría disfrutar aprendiendo, incluso en muchas ocasiones, le puede imposibilitar para entender cosas que son imprescindibles para resolver sus problemas.

Otra de las asistentes al curso nos abordó en la escalera.

- Hubiera querido intervenir para preguntar, pero es que me da terror. No me salen las palabras. Tengo miedo escénico. ¿Pero por qué razón me pasa esto?
- No se conforme con la etiqueta de "miedo escénico". Saber el nombre del problema no lo resuelve. Ese temor, como hemos explicado, es el efecto de otros, como el miedo a parecer torpe, al ridículo, a la crítica y al menosprecio. Ahonde en esos temores.

No saber algo no es ser despreciable
Es muy gratificante para una persona poder mostrar con sencillez que no sabe algo. Para poder actuar de este modo, hay que resolver el temor a que otras personas reaccionen negativamente ante esa muestra honesta de ignorancia. 

Puede ocurrir que otros traten de ridiculizar o sentirse superiores al que muestra que no sabe. En ese caso hay que ser consciente de que el problema es del otro, del que ridiculiza, y enfrentar la emoción que nos produce su actitud, para no caer en el mismo error que esa persona.

Para resolver el temor a que nos menosprecien por equivocarnos, también es necesario dejar uno mismo de juzgar o ridiculizar a los demás cuando se equivocan o no saben algo.

Estar al acecho de los posibles errores de los demás, es otro síntoma del temor a no saber, a sentirse torpe frente a los demás. Una mente censuradora nos aparta de los demás y cronifica el problema. Por el contrario, cuanto menos juzgue a los demás, incluido mentalmente, menor será el temor a ser juzgado.

¿Es realmente tan importante que alguien pronuncie mal una palabra, se tropiece o confunda a un escritor con un cantante, como para recriminarle o reírse de él? Son ejemplos simples, pero valdría lo mismo para cualquier error. ¿No es más importante tratarnos bien, y si hay que hacer ver un error, hacerlo con afecto?
Desde el punto de vista psicológico, el ser humano no está terminado, está en evolución, por lo tanto, está aprendiendo. 

Reconocer que uno no sabe algo produce un estado de apertura mental, genera la curiosidad necesaria para aprender. Por supuesto, esto no implica dejar de ver la realidad, al contrario, una mente sin temor es más capaz de percibir mejor la realidad tal cual es, podrá identificar lo que está mal y actuar con firmeza si es necesario para darle solución. Con firmeza pero sin odio, con inteligencia.

Resolver el temor a no saber, al menosprecio, le tornará más inteligente, amable y comprensivo, con usted mismo y con los demás.


Vínculos De Paz

Si queremos un mundo mejor, también hemos de reivindicar el papel protagonista y el cambio en la manera habitual en que nos enfrentamos a los conflictos que suceden en nuestro entorno. No podemos permanecer impávidos porque nosotros tenemos mucho que decir sobre si las diferencias y la diversidad se tienen que gestionar con la pelea, la violencia y la guerra, o bien se tiene que reemplazar por procesos más constructivos, como la negociación cooperativa, la mediación, la democracia participativa y la acción no violenta.

Si queremos un mundo mejor, hemos de apostar decididamente por promocionar la convivencia humana, por recuperar el reconocimiento del otro como legítimo otro. En las actuales coordenadas de nuestro cosmos civilizado, no hay garantías suficientes para construir un lugar donde las personas puedan convivir con dignidad, respeto y legitimidad. Nos hallamos vagando en un mundo que no hemos sabido convertir en nuestro hogar, donde la tendencia deshumanizadora de la mundialización avanza hacia el debilitamiento de los vínculos sociales, hacia la degradación de la calidad de vida de los seres humanos. Apostar por la convivencia supone apostar por maneras pacíficas de abordar nuestros conflictos, pues estos procesos contribuyen a crear y restituir los vínculos sociales, a la recuperación del sentido de comunidad, de relaciones humanas más auténticas y plenas.

Si queremos un mundo mejor, hemos de abandonar nuestra visión dualista del mundo. A menudo los seres humanos tendemos a explicar cualquier fenómeno como si sólo existieran dos extremos, bueno-malo, verdadero-falso, blanco-negro..., sin admitir la posibilidad de grados ni términos medios. Adoptar el dualismo supone favorecer la adopción de juicios simples y superficiales.

Uno de los binomios superficiales más corrosivos por los cuales nos regimos los seres humanos es aquel que establece yo tengo razón, tú estás equivocado. No hay posibilidad de matiz. La convicción de tener razón absoluta es el fuelle ideal para avivar el fuego de salidas destructivas en cualquier proceso conflictivo. Si yo tengo la razón, cualquier decisión será legítima, incluso el uso de la violencia y la coacción. Del mismo modo, nuestra concepción del conflicto también es dualista. Partimos casi siempre del supuesto de que toda situación conflictiva presenta únicamente dos lados enfrentados. Casi siempre se piensa que ante un conflicto únicamente hay dos posiciones posibles: a favor o en contra.

Para contrarrestar el maniqueísmo, para erradicar los esquemas dualistas, es esencial concebir que todo puede ser de otra manera. Es un ejercicio de mala fe defender que en los asuntos humanos no hay más que una alternativa o una única solución. Hemos de poner en cuestión que sólo haya una lógica posible de hacer las cosas. Tener voluntad de ser protagonista en nuestro siglo supone tener la voluntad de trascender el dualismo, de trascender los binomios y navegar con comodidad por el posibilismo de las alternativas. Trascender este dualismo en el ámbito de los conflictos significa no olvidar que cualquier razón es una verdad parcial, ambigua, tentativa y mezclada de vivir la realidad. También supone considerar que en todo proceso conflictivo hay presentes más de dos lados: ninguna disputa acontece en el vacío, siempre hay una comunidad -la familia, la organización, las amistades, las personas mediadoras, la sociedad en general...- que no se inclina por ninguno de los antagonistas e insta a las partes a apostar por las vías del diálogo y de la paz para superar sus conflictos cotidianos. 

Si queremos un mundo mejor, hemos de recuperar el arte perdido de conversar, de dialogar, de escuchar; hemos de restaurar nuevas ágoras donde la palabra sea posible como herramienta pacífica de afrontar los conflictos.

Las personas verdaderamente revolucionarias del nuevo siglo que despunta serán las hacedoras de paz, aquellas personas que apuestan decididamente por erradicar la violencia, aquellas personas que están dispuestas a cambiar pacíficamente las estructuras injustas del mundo. Hemos de abandonar el sueño prometeico de la dominación del universo porque la aspiración a convivir pacíficamente en nuestro planeta es esencial y urgente para la supervivencia de la humanidad. 

Si queremos profundizar en la empresa ética de mejorar la condición humana, hemos de cultivar una cultura en la cual las disputas más graves se gestionen no con la fuerza y la coacción, sino con el empeño armónico de toda la humanidad.

No estoy hablando de esfuerzos vanos, quiméricos o utópicos en pos de un mundo mejor. 

Los hacedores de paz saben que en sus manos no están las soluciones a todos los problemas del mundo, pero también ellos saben que ante los problemas del mundo ellos aportan sus manos.

Variedades De Grises

“Todo aquello que sofoca la individualidad, sea cual sea el nombre que se le dé, es despotismo”
John Stuart Mill

El primer debate interno que surge cuando uno intenta reflexionar sobre el individual actual, es si éste existe como tal. Es evidente que no se pueden extraer conclusiones y características dignas de análisis social de algo que ni si quiera se encuentra en la realidad; y es precisamente de este proceso de destrucción del individuo de que estamos siendo espectadores inconscientes.

Caminamos, gracias al sistema, hacia un individuo definido por la falta de individualidad, es decir, nos acercamos al ideal de rebaño, tantas veces utilizado en la literatura social, donde los colores se convierten en pequeños matices de grises entre uno y otro.

Y es que, entre las diversas manipulaciones del capitalismo, se encuentra la de la destrucción de la idiosincrasia que aseguraba el cuestionamiento de lo establecido en otro tiempo. El superego aparece así, como producto de las necesidades capitalistas, que minimizan costes gracias a la homogenización propia de la producción en serie. La peculiaridad personal no genera beneficios económicos (excepto entre aquellos que aprovechan el momento para vender exclusividad), sino que es la producción en masa lo que permite el descenso del coste unitario y, de esta forma, el consumidor homogéneo se convierte en la base del diseño capitalista, y la fuente de toda ganancia monetaria.

Pero no sólo la institución económica se ve beneficiada de la falta de una sociedad colorida y diversa, también en el plano político y filosófico esta situación da lugar a formas que aseguran la perpetuación del sistema.

El consumidor homogéneo, se corresponde con un ciudadano pasivo, que absorbe las ideas que la caja tonta le muestra sin cuestionarlas ni modificarlas en su fuero interno. Este proceso convierte los mensajes en un todo uniforme que se difunde con facilidad y al que no es necesario transformar para llegar a toda la sociedad; facilitando el camino a las comunicaciones vacías pero efectivas de las que el sistema tanto necesita. Es por ello, por lo que la individualidad ha dejado de cumplir su función de ser la parte que reacciona frente a la externalidad social.

Tomando los términos de la escuela de Frankfurt, nos encontramos en pleno proceso de narcotización ciudadana, provocando la parálisis de ideas y que acaba desencadenando en una homogenización pasiva.

Y Tú ¿Quién Eres?


Nos pasamos la vida conociendo a gente, rodeados de normas sociales que nos dicen cómo comportarnos en función de las circunstancias y de la persona que tengamos en frente.

Nos pasamos la vida rodeados de “escenarios” en los que actuar como se supone que debe hacerse y al final lo que obtenemos es una “automatización” de respuestas en función de esos escenarios.

Si te paras a pensar en esto, tal y como vivimos hoy día, la realidad es que no necesitas profundizar en ti, de hecho para muchos es mejor si no lo haces, solo tienes que saber ajustarte a las normas sociales, a las tendencias, no pensar demasiado, ver mucha televisión y ya.

Con eso puedes pasar completamente desapercibido en el mundo actual, no necesitas sobresalir porque eso sería desentonar del resto y ser el “bicho raro” no es de agrado para nadie.

Espero que hayas captado mi ironía, pero lamentablemente este sentido que te he descrito es lo que le ocurre a muchas personas, incluso algunas viven “bien” así, pero esto no favorece a tu equilibrio emocional, al contrario, te anula como persona, te reprime.

Esa represión de tu verdadera esencia ocurre por el desconocimiento de la misma y está enmascarada tras síntomas que te hacen ver tu vida como espectador y no como actor. Síntomas tales como ansiedad, confusión, miedo a enfrentarte a los problemas o a nuevas situaciones, inseguridad, tristeza, apatía, desesperanza o incluso odio a ti mismo o a los demás.

En definitiva te hablo de esa sensación de que los días pasan sin sentido para ti, como si todo te fuese ajeno, de esa sensación de vacío que no sabes ni cómo ni con qué rellenar.



Un Viaje A Tu Interior

Vivimos en una cultura de evasión (“de uno mismo y de los problemas sociales”) y alienación (“nos ocupamos tanto de algo que nos apartamos, nos hacemos ajenos, a nosotros mismos”); por ello necesitamos especialmente “viajar al interior de nosotros mismos”. Para este viaje – arriesgado e integrador, lleno de miedos y distracciones – necesitamos conocer el mapa con el que situarnos en nuestro territorio psicológico, espiritual, etc. Además, nos dice el autor, harás falta guías, equipaje ligero, conocimiento de las encrucijadas habituales, aprender a descansar y dialogar por el camino…

Vivimos en una cultura de evasión y alienación. La mujer, el hombre, están siendo adormecidos por una cultura del consumo en la cual se propicia la evasión de uno mismo y de los problemas sociales o la alienación a través de la cual nos ocupamos tanto de algo que nos apartamos, nos hacemos ajenos, a nosotros mismos. En esta cultura se propicia que la mujer y el hombre estén dormidos, es decir, inconscientes a su realidad, a la realidad. 

Estar dormido es no darse cuenta de nada porque nos hemos evadido de aquello que requería nuestra atención más comprometida o porque nos hemos alienado en aspectos o dimensiones de la vida que nos apartan de nuestra verdad, que nos hacen vivir con nosotros mismos como unos extraños.

El hombre, la mujer, cuando caminan, cuando viajan, frecuentemente sólo cambian de escenario, de paisaje, pero no se cambian a sí mismos. El cambio de escenario, de paisaje, induce en nosotros la ilusión de vivir, de cambiar, de fluir, pero en realidad se da un inmovilismo psicológico con marcos distintos que nos engañan y a través de los cuales engañamos a los demás.

Para vivir de verdad necesitamos viajar al interior de nosotros mismos. Asistir con asombro a nuestra continuidad discontinua, a nuestra identidad que se recrea a través de un crecimiento personal y social. Necesitamos conocernos para desde ahí dialogar, con verdad, con el entorno, vivir con autenticidad nuestros pasos por los distintos caminos de la historia.

¿Por qué necesitamos viajar al interior de nosotros mismos? Porque “todo fluye”. Al río de tu vida no le puedes frenar con un dique (ideológico, afectivo, existencial, religioso…). Tu vida nace de su fuente, sigue su cauce y si quieres ser consciente tienes que fluir con ella sin que te asusten los rápidos o cascadas, sabiendo descansar en sus remansos, alimentar sus acequias, recibir sus afluentes y dirigirte con una consciencia serena hacia el mar. No debes anclarte en ninguna idea, persona, situación, experiencia, que le impida el fluir, navegar, abrirte a la vida que tú haces y a la vida que te hace.

No se trata el cambio por el cambio, por la moda, por la presión grupal o cultural.

El cambio compulsivo te lleva también lejos de ti mismo, de ti misma. Viajar al interior de tu persona es buscar la identidad que te permitirá decir tu palabra auténtica a la vida.


Las Cosas Sin Terminar


Dejar las cosas sin terminar va más allá de un simple descuido o de una ligereza sin importancia. Desde el punto de vista psicológico, esto constituye un síntoma que no se debe pasar por alto. Particularmente en los casos en los que no se trata de algo ocasional, sino sistemático.

Al dejar las cosas sin terminar vamos acumulando angustia. Cada tarea o compromiso que se deja a medias es un ciclo que queda abierto. Y en tanto queda abierto, sigue gravitando sobre tu vida, aunque no te des cuenta de ello. Sientes el peso emocional del desorden, aunque no lo percibas concretamente. 

Experimentas también la angustia sorda que se presenta súbitamente, con frecuencia. Te llenas de malestar, en una palabra.

“Nada cansa más que el recordatorio constante de la tarea sin terminar”.
-William James-

En nuestras vidas hay grandes y pequeños objetivos, así como grandes y pequeñas tareas. Lo que ocurre en quienes optan por dejar las cosas sin terminar es una ruptura entre objetivos y tareas. Se tiene el propósito de hacer algo, pero este no llega a convertirse en una acción concreta para lograrlo.

Como vemos, dejar las cosas sin terminar da origen a múltiples consecuencias negativas. Básicamente, introduce una sensación de angustia que puede tornarse creciente e invasiva. También, por supuesto, termina incidiendo en la autoestima y la autovaloración.

Dejar las cosas sin terminar es un problema que se debe resolver en dos niveles. El primero de ellos tiene que ver con la ruptura del hábito. Esto comienza siendo un acto más o menos inconsciente y termina convirtiéndose en costumbre.

Lo que se debe hacer es llevar a cabo tres acciones básicas. Lo primero es hacer una planificación realista, fijándonos objetivos que sean verdaderamente alcanzables. Lo segundo es dividir las tareas en pasos y llevar a cabo uno. Lo tercero es aprender a introducir pausas activas. Esto es, momentos de descanso limitados para recuperar fuerzas y seguir adelante.


El Mimetismo De La Mediocridad

Mientras que unas personas ven oportunidades, otras, ante la misma realidad, solo ven obstáculos. Mientras unas personas ven potencial de crecimiento y riqueza, otros solo ven pérdida potencial. Mientras unas personas se centran en el beneficio y el logro, otros solo ven los riesgos.

Todos somos conscientes de que algunas personas son optimistas y otras son pesimistas, pero de lo que no somos conscientes la mayoría de las veces, es de las consecuencias que tiene nuestra mentalidad y nuestra percepción sobre el mundo. Tener mentalidad de éxito o mentalidad mediocre determina lo que obtenemos en la vida.

Es un tipo de persona que tiende a no responsabilizarse de los resultados de su vida. Tiende a pensar que todo depende de los demás, del entorno, de la situación económica, etc.

Son personas que esperan el fracaso, no tienen confianza en si mismos ni en su capacidad. Constantemente piensan en los obstáculos y se obsesionan con la probabilidad de error, por lo que no están dispuestos a arriesgar. Y si no hay riesgo no hay recompensa. Esperan poco y por lo tanto obtienen poco. 

Armándose de excusas, afirman estar esperando su oportunidad, siempre investigando, esperando, preparándose… Pero en realidad su miedo al riesgo les hace procrastinar y procrastinar hasta que la oportunidad desaparece porque otra persona con menos miedo, mientras la mayoría está esperando una oportunidad, se arriesga, y gana.

Las pocas personas que se arriesgan y triunfan, lo hacen porque se responsabilizan de su propia vida y de sus logros. Son personas que saben que lo que hagan va a funcionar porque ellos harán que funcione. Saben que los resultados no dependen de los demás, del entorno no de la crisis, si no que dependen de si mismo. Confían en su capacidad y no temen a encontrarse obstáculos y circunstancias desfavorables, ya que se saben capaces de sortearlos. Son personas dispuestas a arriesgar porque si las cosas no salen bien, siempre podrán recuperarse.

Las personas que consiguen el éxito, que triunfan en la vida, se centran en lo que quieren, en cambio el resto, se centran en lo que no quieren. Por tanto los primeros, al centrarse en lo que quieren: el éxito, las oportunidades, la abundancia, la riqueza, etc. eso es precisamente lo que obtienen. 

Los demás, la inmensa mayoría, se centran en los miles de obstáculos que aparecen o pueden aparecer en su camino, de tal forma que esta obsesión les absorbe, dirige su pensamiento hacia problemas, no hacia soluciones, y les es imposible gestionar tal volumen de obstáculos. Es sencillo: aquello en lo que te enfocas, determina lo que te encuentras en tu vida. Si nos enfocamos en los problemas, serán los problemas los que protagonizarán nuestra vida.

Obtendremos mejores resultados si ponemos en práctica el optimismo, redefiniendo cualquier situación que los demás consideren un obstáculo como una oportunidad. Las personas negativas te aconsejarán que hagas lo contrario, precisamente por eso la mayoría de las personas no alcanzan el éxito. Céntrate en lo que tienes, no en lo que no tienes. Mientras los demás siguen preparándose y analizando la situación, tú alcanzarás el éxito. Reflexiona detenidamente ¿Tienes mentalidad de éxito o mentalidad mediocre?


Si no te conformas con dedicar tu vida a trabajar para pagar facturas, sal de la comodidad, haz cosas diferentes y lucha por conseguir metas valiosas y predeterminadas.

viernes, 3 de agosto de 2018

Pensamientos:


“El gran problema de la indiscreción es que no tiene vuelta atrás. Las palabras no se las lleva el viento, y lo dicho, aunque pidas disculpas, dicho queda. Cuesta ganarse la confianza de la gente, cuesta ser alguien en el que poder confiar, pero bastan unas solas palabras para echar por la borda toda la reputación. Una frase o una conducta imprudente acaban con todo y cambian la opinión que los demás tienen de ti”

“Ser prudente supone guardar confidencialidad con la información de otras personas, con la tuya propia o tener cuidado de no lastimar a otros con comentarios que puedan ser hirientes. Ser prudente es estar en tu sitio con discreción. La prudencia está estrecha y directamente relacionada con la capacidad de valorar las consecuencias de nuestros actos y comentarios. La persona que consigue comportarse con prudencia realiza un análisis del impacto que puede tener lo que diga o lo que haga. Por el contrario, la persona imprudente no mide, no evalúa, no tiene en cuenta las consecuencias de lo que comparte. Y esto hoy en día, con la exposición a la que estamos sometidos, es un peligro. Puede arruinar una idea profesional, dejarte en ridículo, perder un trabajo, perder amigos”

“La emoción de la ansiedad es una respuesta que todos llevamos en nuestro código genético. Todos, absolutamente todos, desencadenamos esta respuesta de lucha, huida o paralización ante lo que consideramos una amenaza. Existe una parte de la población que tiene una mayor vulnerabilidad a sufrir ansiedad, pero todos podemos aprender a gestionarla. Una de las claves para tener la ansiedad a raya está en aquello a lo que otorgamos poder de amenaza.
Nuestro cuerpo diseñó la respuesta de ansiedad para ponernos a salvo de peligros reales, peligros que amenazaban nuestra integridad y nuestra vida. Por ello, ante la interpretación de un peligro, real o infundado, nuestro cuerpo se agita de una forma tremendamente incómoda, altera el pulso, acelera el corazón, libera adrenalina, nos da vigorosidad, ganas de correr, palidecemos, nos entran ganas de hacer pipí, sentimos que nos falta el aire o se nos cierra el estómago. La reacción está justificada en el caso de tener que poner a salvo nuestra vida. Pero la reacción no está justificada cuando la amenaza es perder a la pareja, fantasear con la idea de que nuestros hijos tendrán un accidente en el autobús escolar, la idea de poder enfermar en un futuro y tener un cáncer galopante, de perder el trabajo o no encontrarlo. Hemos terminando mal utilizando un recurso que nos ponía a salvo. Ahora lo desencadenamos ante situaciones incómodas, que generan incertidumbre, pero que requieren otro tipo de soluciones, no la de alterarse”

“Dícese de la persona virtuosa aquella “que practica la virtud y obra según ella”. Las personas con virtudes son personas de valores. La palabra virtud está vinculada a la bondad y con la disposición a hacer el bien. Si desligamos el concepto del aspecto religioso, virtud está relacionada con el término de fuerza y de valor, con la capacidad para hacer algo. La virtud puede ser un aspecto intelectual, más relacionado con la inteligencia y las habilidades, o moral, más relacionado con el bien y el mal.

Virtudes hay cientos de ellas. Pero, ¿cuáles son aquellas que nos facilitan una vida plena? Entendiendo por vida plena esa vida que uno elige, disfruta y con la que tiene la sensación de que está teniendo una vida que merece la pena vivirse”

¿Cómo Está Viviendo La Vida?

El hacerse esta pregunta es muy importante porque es esta respuesta que va determinar si usted está viviendo su vida cómo usted fue destinado a vivir y si sus decisiones van con la esencia de quien usted realmente es.

Entonces, ¿cuál es su definición de vivir la vida? Una cosa que uno tiene que tener en mente es que la definición de vivir la vida para todo el mundo es diferente. Para algunas personas el vivir la vida puede significar el salir todos los fines de semana a bailar y beber, mientras para otros no. Lo que puede ser divertido para usted no lo es necesariamente para otra persona y no hay nada de malo con esto. Por ejemplo, yo siento que estoy viviendo mi vida cuando escribo porque esta es mi manera de conectarme con todos ustedes. 

Siento que estoy viviendo cuando doy un discurso en frente de muchas personas (esto me hace sentir tan bien) y cuando visito nuevos lugares y hasta cuando estoy comiendo una sopa de pollo. (Sí, dije esta última oración porque me gusta y disfruto la buena comida).

Entonces no hay una respuesta buena o mala a esta pregunta porque todos nosotros somos tan únicos y diferentes. La única respuesta mala o buena es sólo según su verdadera esencia, en otras palabras, si usted no está viviendo de la manera que va con quien usted realmente es.

Para poder responder a esta pregunta, pregúntese qué es lo que a usted realmente le gusta. ¿Qué lo emociona? ¿Qué es lo que lo hace sentir vivo? ¿Cuáles son los momentos más felices que usted vivió en su vida? ¿Qué es lo que su alma quiere? El responder a estas preguntas le revelaran mucho sobre quien usted es y su definición de lo que es el vivir la vida, en que invertir su dinero, su tiempo y su energía y usted va a estar en el camino rápido hacia la felicidad.

El saber su definición de lo que es el vivir la vida va a contribuir a acciones que usted va a tomar que lo llevará a la felicidad lo cual eventualmente lo llevará a su bienestar general. Si usted no sabe lo que lo hace feliz (o sea, su definición de vivir la vida, no la definición de otra persona), no hay manera de alcanzar ese bienestar que tanto anhela. 

Por lo tanto, considere el hacerse esta pregunta cuando usted quiera aprender más sobre usted mismo.


Dimensiones Humanas

El hábito de la renovación personal.
 Desafilada por el uso, la cuchilla de una sierra no puede cortar más madera. La cuchilla no está en la condición adecuada para serruchar efectivamente. Para funcionar en forma efectiva, la gente necesita Afilar la Sierra. En otras palabras, necesita preservarse y mejorarse. La clave para afilar la sierra es trabajar regular y consistentemente en las cuatro dimensiones del ser humano: física, social/emocional, mental y espiritual. 

Los cuerpos y las mentes ejercitados periódicamente están preparados para llevar a cabo esfuerzos. La conciencia, cuando se le escucha y se le sigue consistentemente, se vuelve sumamente sensible. Las relaciones, cuando se las atiende con lealtad, crecen. Cuando las personas equilibran y afilan las cuatro dimensiones, mejoran su efectividad en todos los hábitos. Al hacerlo, crecen, cambian y mejoran.

Dimensión Física: supone cuidar efectivamente nuestro cuerpo físico, comer el tipo correcto de alimentos, descansar lo suficiente y hacer ejercicio con regularidad. No se necesita ningún equipo especial. Si uno quiere acudir a un gimnasio o a un club para usar ciertos equipos o disfrutar de ciertos deportes, esas son posibilidades adicionales, pero no necesarias para afilar la sierra.

Dimensión Espiritual: es nuestro núcleo, nuestro centro, el compromiso con nuestro sistema de valores, un área muy privada de la vida, de importancia suprema. Algunos obtienen una renovación en la gran literatura o la gran música. Otros la encuentran en una lectura cotidiana de las Escrituras, y otros con solo estar con la naturaleza.

Dimensión mental: en gran parte, nuestro desarrollo mental y nuestra disciplina para el estudio provienen de la educación formal. Pero en cuanto nos libramos de la disciplina exterior de la escuela, muchos dejamos que nuestra mente se atrofie. Abandonamos la lectura seria, no exploramos con profundidad temas nuevos que no se refieren a nuestro campo de acción, dejamos de pensar analíticamente y de escribir. En lugar de ello, pasamos el tiempo viendo la televisión.


Dimensión social/emocional: las dimensiones social y emocional están ligadas entre sí, porque nuestra vida emocional se desarrolla (primordialmente pero no exclusivamente) a partir de nuestras relaciones con los otros y en ellas se manifiesta.

Nuestra Dimensión

Mirar al cielo repleto de estrellas le mueve el piso a cualquier persona. Resulta prácticamente inevitable sentirse diminuto, a veces incluso insignificante, cuando pensamos en la magnitud del cosmos. Después de todo, comparados con la Tierra, no somos más que un simple punto; frente al Sol, la Tierra se convierte en un punto; y a nivel de la Vía Láctea, el Sol no es más que una entre miles de millones de estrellas.

Y esto no se detiene: nuestra galaxia simplemente es un minúsculo punto ante la magnificencia del universo conocido, e incluso el propio cosmos, que puede parecernos infinito, tranquilamente podría ser uno más entre incontables universos. Otra vez, nada más allá de un punto.

¿A veces te encuentras a ti mismo pensando en estos temas y en cómo la realidad logra, simultáneamente, ser tan maravillosa y atemorizante? Entonces déjame decirte que eres un mejor ser humano que aquellos que no sienten esta mezcla de temor y asombro, un sentimiento que podríamos denominar deslumbramiento. Las personas que experimentan este sentimiento generalmente son más educadas, generosas y dispuestas a colaborar con los demás.

Así lo afirma una investigación publicada recientemente en un periódico de la American Psychological Association. “Nuestra investigación indica que el sentimiento, aunque muchas veces efímero y difícil de describir, tiene una función social de vital importancia”, dice el líder del estudio, el profesor de psicología Paul Piff.

El investigador de la Universidad de California en Berkeley explica que, al reducir el énfasis del individuo en su propio ego, el sentimiento de deslumbramiento impulsa a las personas a apartarse del interés personal en nombre del bienestar de los demás. Piff y su equipo llegaron a esta conclusión tras someter a un grupo de voluntarios a diversas imágenes de la naturaleza y del planeta Tierra y, a continuación, aplicar cuestionarios para medir el comportamiento ético y la generosidad de los participantes.

Los investigadores notaron que aquellos que dijeron sentirse deslumbrados y temerosos eran éticamente más correctos que los que sentían orgullo. Y según Piff, parece que ese sentimiento positivo tiene una tendencia a esparcirse de forma natural entre la sociedad. “Cuando las personas experimentaban el deslumbramiento, realmente querían compartir la experiencia con otros individuos, lo que sugiere que el comportamiento tiene un componente particularmente viral”.

Personalmente es un sentimiento que, desde muy pequeño, me genera cierto confort y curiosidad. A veces, irónicamente a lo que concluye el estudio, me valgo de él como una válvula de escape para todos esos problemas que parecen irresolubles y que aquejan a nuestra sociedad.


Haz Que Las Cosas Sucedan


La gran mayoría de las personas se pasa el tiempo esperando una oportunidad, criticando lo mal que van las cosas o lo mal que lo hacen los demás, otros ni siquiera hacen nada. Pocos se dan cuenta de que cambiar la mayoría de las cosas está en sus manos y son menos aun los que se ponen en camino y hacen que las cosas sucedan.


Claro está que no es fácil, ni se ven resultados rápidos, se falla muchas veces, mucha gente te pone trabas, y casi siempre es sin recompensa. 

Al menos al final de tus días podrás decirte, “hice todo lo que estuvo en mi mano“. Basta de lamentarte, ponte a actuar.

jueves, 2 de agosto de 2018

Entre El Querer Y El Deber

Yo creo que libramos una lucha interior entre el deber ser y el querer ser. Es claro que el “deber ser” lo impone la cultura, la moral o la ética y que está dado desde el exterior. Como algo que hay que seguir muchas veces sin que medie la razón o la conciencia racional. Y del otro lado está el querer ser, como algo que opto desde mi interior, que parte del deseo y que algunas veces va en contra vía de lo esperado por el grupo social y que por supuesto el colectivo condena por salirse de lo ordenado por la norma.

Sin embargo hay ciertas cosas que naciendo desde el querer ser, pertenece a la propia capacidad de discernimiento y que hacen parte del libre albedrío. Y es ahí cuando se plantea la posibilidad y la capacidad de optar que tiene el ser humano, por ejemplo, por aquello que le hace más persona aunque no sea una decisión popular.

Lo ideal es encontrar un equilibrio entre el deber ser y el querer ser. Para que esta armonía nos permita vivir entre semejantes, respetando las normas y las reglas de juego, sin faltar a nuestro deseo e interés personal; sin sentir que nuestra dignidad está siendo vulnerada o peor aún confirmar que nuestros derechos o los de otros, están siendo pisoteados.

La propuesta consiste en desarrollar “nuestro buen gusto moral”, para de esta forma fortalecer nuestra capacidad de discernimiento y resolver los dilemas que plantea la vida, frente a decisiones morales, desde el deber ser versus el querer ser.

En nuestra vida cotidiana, con frecuencia nos vemos atrapados en medio de las siguientes afirmaciones: “yo debo llegar temprano a casa”, “yo debo pagar la tarjeta de crédito”, “yo debo estudiar inglés”, “yo debo llamar a…” “yo debo respetar la reputación de…” y este tipo de expresiones terminan por bloquear la acción, consiguiendo que no hagamos nada de lo dicho. Si lo explicáramos de manera psicológica, encontraríamos que el bloqueo se encuentra precisamente en la utilización de la palabra “debo”, como una orden que viene desde afuera.

Qué pasaría si empleáramos la expresión: “yo opto por estudiar”, “yo elijo llamar a”, “yo decido pagar la tarjeta de crédito”, “es mi decisión, llegar temprano a casa”; “yo respeto la reputación de…”esto automáticamente ubica el poder dentro de nosotros mismos.

Somos responsables de nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestros actos y cada acción humana puede ser filtrada por el tamiz maravilloso de la sensatez, que nos permite ser justos en la manera como nos relacionamos; entonces utilicemos sabiamente, este poder.