Vivimos en una cultura de evasión y alienación. La mujer, el
hombre, están siendo adormecidos por una cultura del consumo en la cual se
propicia la evasión de uno mismo y de los problemas sociales o la alienación a
través de la cual nos ocupamos tanto de algo que nos apartamos, nos
hacemos ajenos, a nosotros mismos. En esta cultura se propicia que la mujer y
el hombre estén dormidos, es decir, inconscientes a su realidad, a la realidad.
Estar dormido es no darse cuenta de nada porque nos hemos evadido de
aquello que requería nuestra atención más comprometida o porque nos hemos
alienado en aspectos o dimensiones de la vida que nos apartan de nuestra
verdad, que nos hacen vivir con nosotros mismos como unos extraños.
El hombre, la mujer, cuando caminan, cuando viajan,
frecuentemente sólo cambian de escenario, de paisaje, pero no se cambian a sí
mismos. El cambio de escenario, de paisaje, induce en nosotros la ilusión de
vivir, de cambiar, de fluir, pero en realidad se da un inmovilismo
psicológico con marcos distintos que nos engañan y a través de los cuales
engañamos a los demás.
Para vivir de verdad necesitamos viajar al interior de
nosotros mismos. Asistir con asombro a nuestra continuidad discontinua, a
nuestra identidad que se recrea a través de un crecimiento personal y social.
Necesitamos conocernos para desde ahí dialogar, con verdad, con el entorno,
vivir con autenticidad nuestros pasos por los distintos caminos de la historia.
¿Por qué necesitamos viajar al interior de nosotros mismos?
Porque “todo fluye”. Al río de tu vida no le puedes frenar con un dique
(ideológico, afectivo, existencial, religioso…). Tu vida nace de su fuente,
sigue su cauce y si quieres ser consciente tienes que fluir con ella sin que te
asusten los rápidos o cascadas, sabiendo descansar en sus remansos, alimentar
sus acequias, recibir sus afluentes y dirigirte con una consciencia serena
hacia el mar. No debes anclarte en ninguna idea, persona, situación,
experiencia, que le impida el fluir, navegar, abrirte a la vida que tú haces y
a la vida que te hace.
No se trata el cambio por el cambio, por la moda, por la
presión grupal o cultural.
El cambio compulsivo te lleva también lejos de ti
mismo, de ti misma. Viajar al interior de tu persona es buscar la
identidad que te permitirá decir tu palabra auténtica a la vida.
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