“Todo aquello
que sofoca la individualidad, sea cual sea el nombre que se le dé, es
despotismo”
John Stuart Mill
El primer debate
interno que surge cuando uno intenta reflexionar sobre el individual actual, es
si éste existe como tal. Es evidente que no se pueden extraer conclusiones y
características dignas de análisis social de algo que ni si quiera se encuentra
en la realidad; y es precisamente de este proceso de destrucción del individuo
de que estamos siendo espectadores inconscientes.
Caminamos, gracias
al sistema, hacia un individuo definido por la falta de individualidad, es
decir, nos acercamos al ideal de rebaño, tantas veces utilizado en la
literatura social, donde los colores se convierten en pequeños matices de
grises entre uno y otro.
Y es que, entre las
diversas manipulaciones del capitalismo, se encuentra la de la destrucción de
la idiosincrasia que aseguraba el cuestionamiento de lo establecido en otro
tiempo. El superego aparece así, como producto de las necesidades capitalistas,
que minimizan costes gracias a la homogenización propia de la producción en
serie. La peculiaridad personal no genera beneficios económicos (excepto entre
aquellos que aprovechan el momento para vender exclusividad), sino que es la
producción en masa lo que permite el descenso del coste unitario y, de esta
forma, el consumidor homogéneo se convierte en la base del diseño capitalista,
y la fuente de toda ganancia monetaria.
El consumidor homogéneo, se corresponde con un ciudadano pasivo, que absorbe las ideas que la caja tonta le muestra sin cuestionarlas ni modificarlas en su fuero interno. Este proceso convierte los mensajes en un todo uniforme que se difunde con facilidad y al que no es necesario transformar para llegar a toda la sociedad; facilitando el camino a las comunicaciones vacías pero efectivas de las que el sistema tanto necesita. Es por ello, por lo que la individualidad ha dejado de cumplir su función de ser la parte que reacciona frente a la externalidad social.
Tomando los términos de la escuela de Frankfurt, nos encontramos en pleno proceso de narcotización ciudadana, provocando la parálisis de ideas y que acaba desencadenando en una homogenización pasiva.
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