El otro día estuve pensando en nuestras capacidades.
En nuestro cinco sentidos. Oído, vista, tacto, gusto y olfato.
Sentidos que nos hacen capaces de realizar cosas. Aquellos que hacen posibles
nuestras capacidades.
Pero el otro día en el que estuve reflexionando más de la
cuenta, porque así soy yo, pensé en que si a medida que pasa el tiempo y nos
hacemos mayores vamos perdiendo esas capacidades, pues solemos ir viendo menos
y perdiendo ciertas facultades; me pregunté si éramos capaces de perder la
capacidad de amar, valga la redundancia.
Y es que el temor a perder esa capacidad, que para mí es tan
fundamental como ver u oír, siempre me ha invadido, y más tras haber querido
sentir algo que no llegué a sentir. Porque si podemos perder la vista y el
oído, ¿quién nos dice que no podemos perder los
sentimientos? ¿Quién nos dice que eso permanecerá intacto por muchas arrugas
que en la piel tengamos?
Nadie nos puede asegurar que el paso del tiempo no pueda
despojarnos de una cosa tan fundamental como los sentimientos.
Y más hoy en día que después de amores y desamores, de temporales con todos sus
huracanes y sus tormentas, pero también con todos sus arcoíris, a uno le da que
pensar si es que al final uno se desgasta de tanto alboroto y sus sentimientos
entran en desgaste también. Si nuestras facultades físicas entran en
decadencia, ¿por qué no también nuestros sentimientos?
Y entonces entras en un bucle
de pensamientos donde te preguntas por qué no sientes cuando quieres y
por qué una vez no quisiste y lo sentiste. Porque van y vienen sin tu
consentimiento y te desordenan la vida y el alma. Y empiezas a preguntarte si
al igual que necesitas gafas para ver mejor, vas a necesitar un filtro para
filtrar sentimientos y para ponerte en preaviso de aquellos que no van a
ser beneficiosos, preguntándote si algún día dejarás de sentir del todo
para caer en las garras del conformismo. En él me agarro a esto que ya no estoy
para trotes.
En el mejor esto que nada. En el mejor así.
Y yo pienso después de tantas preguntas y me respondo a mí
mismo, que es imposible que los sentimientos puedan desgastarse porque no es como la vista, el oído,
el gusto, el tacto y el olfato que nacemos con ello directamente sino que los sentimientos son
provocados. A veces por nosotros mismos, pero la mayoría de
veces, esos sentimientos son provocados por alguien.
Personas importantes que nos
despiertan sensaciones y nos provocan emociones. Nos sacan sonrisas y a veces nos hacen
saltar lágrimas.
Nos arrancan “te quieros” y nos roban besos. Capturan miradas y
hasta nos miran el alma. Pues mucha gente es capaz de mirarnos a los
ojos, pero muy pocos son capaces de ver nuestra alma.
los sentimientos no pararán de venir para desordenar todo
aquello que con mucho mimo ordenamos. Ya sea para bien o para mal. Para
sorprendernos.
Y siempre vendrá alguien que no solo buscará un brillo en
nuestros ojos sino que irá en busca, a través del mar de
nuestros ojos, de nuestra alma.
Pues lo que realmente nos identifica es el
alma plena de sentimientos que forman el pilar de nuestra personalidad.
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