Con los crímenes contra la
población civil indefensa y las hecatombes producidas por fenómenos naturales
que arrasan los pueblos no sólo por su magnitud, sino por la falta de
infraestructuras; con las miradas desesperadas con las que nos encontramos, un día
sí y otro también, como indigesto desayuno, en una maldita sucesión,
mixtificadora y traicionera.
Empachados de imágenes y noticias,
pero mal informados, ya que no se indaga sobre las causas profundas y sus
responsables, y porque se olvidan rápido las tragedias, sustituyendo unos
desastres por otros en una estrategia multimedia que nos convierte en
espectadores estremecidos sin opinión propia ante tanto espanto, lo que nos
hace pensar si no contribuye más a la insensibilización que al aumento de la
conciencia solidaria.
En el fondo de las guerras y de muchos
conflictos larvados a punto de estallar se encuentra el substrato de las
enormes desigualdades e injusticias existentes y de los grandes intereses
económicos y políticos que cotizan en la Bolsa. Y los millones de damnificados
por la furia del viento huracanado o por las convulsiones del cielo y de la
tierra son las mismas víctimas de un subdesarrollo, del que todos somos
responsables, y de la corrupción de sus gobiernos.
Sabemos que la mayor parte de la población
mundial sigue debatiéndose entre el hambre y la ignorancia. El último Informe
sobre Desarrollo Humano elaborado por Naciones Unidas (PNUD)
confirma que 1.300 millones de personas (una quinta parte de la humanidad) vive
con menos de un dólar al día y no cubre unas exigencias mínimas de
alimentación, vivienda, salud y educación.
Incluso en la Unión Europea hay 50
millones de personas que viven en la pobreza. Aunque resulte difícil de creer,
el reparto de la riqueza es cada vez más desigual y la brecha entre pobres y
ricos se ensancha día a día. Los sectores más débiles, mujeres, niños y
ancianos, son los que más padecen: 125 millones de niños no van a la escuela,
están en la calle, a merced de las drogas y de las mafias, reclutados como mano
de obra barata, pequeños soldados forzosos o para el comercio de la
prostitución.
Los derechos humanos elementales están lejos de ser ley en todo
el mundo y son pisoteados en secreto y a la luz pública... Los datos son
escalofriantes, el sufrimiento infinito.