lunes, 6 de mayo de 2019

Poner Límites


A veces no puedo con todo, a veces no alcanzo, no llego, no tengo bastantes manos, ojos y tiempo para todos y todo…. pero no pasa nada. En realidad no importa, porque saber dónde está mis límites y dónde terminan mis ganas es bueno y es saludable. Entender que yo también me necesito y que tengo derecho a decir «no puedo más» responde a la necesidad de no perder el aliento.

Puede parecer irónico, pero si hay un estado al que muchos hemos llegado es a «sentirnos cansados de estar cansados». Es una experiencia vital abrumadora, no hay duda, porque no solo quedamos cautivos de un cuerpo que se siente agotado, sino que además en nuestra mente se baten dos voces nerviosas que se gritan al unísono. La primera no hace más que repetir aquello de «no te pares ahora, tienes muchas cosas que hacer», mientras la otra, insiste en forma de letanía «pero si ya no doy más de mí».

«¿De qué está uno harto cuando no puede más? De la vida misma. Del aburrimiento. Del cansancio que se siente cuando uno se mira al espejo por la mañana».
-Henning Mankell-

En estas situaciones de no puedo con todo no sirve de nada cantar el «Let It Go» de Frozen, ni pintar mandalas, ni tomarnos una tarde libre, ni desconectar de todo durante unas horas imaginando que somos los únicos habitantes de la Tierra, que estamos solos y que nada ni nadie requiere nuestra atención inmediata. Son tiritas temporales ante una herida más profunda, anestésicos que en cortan al hemorragia… pero difícilmente cicatrizantes que curan o reparan.

Porque lo creamos o no, hay cansancios que reflejan problemas subyacentes, procesos de estrés y ansiedad muy debilitantes. Lugares en los que nos topamos con la árida imposibilidad de pensar con claridad, de aunar adecuadas estrategias para afrontar un estado de ánimo que puede apagar nuestra vitalidad y hacer que caigamos enfermos.

Para entender la complejidad de estas situaciones te pondremos un sencillo ejemplo en el que reflexionar. Carolina trabaja todos los días de 9 a 5 de la tarde. Cuando termina su jornada laboral se ocupa de su madre con Alzheimer. Todos los meses guarda una parte de su salario para poder pagarle un máster a su hermana pequeña, algo que su marido, actualmente desempleado, no sabe. Carolina quiere lo mejor para todos, desea atender bien a su madre, ofrecerle un buen futuro a su hermana y dar una imagen de normalidad ante su pareja.

El nivel de agotamiento físico y mental al que ha llegado de forma gradual nuestra protagonista es extremo. Hay días en que baraja otras opciones, quizá pagar a una persona para que le ayude con su madre, pero sabe que eso supondría no poder ahorrar para los estudios de su hermana.

Su cerebro busca alternativas y son los lóbulos frontales los que llevan a cabo esta afinada tarea de planificación, reflexión y análisis. Sin embargo, cuando no se hallan adecuadas salidas a los momentos más necesitados, entra en acción nuestro cerebro primitivo.

Es entonces cuando quedamos inmovilizados, cuando nuestra química cerebral cambia y la mente se convierte en un laberinto sin salida donde quedamos atrapados en el «haga lo que haga todo va a salir mal». El corazón se acelera, las hormonas pierden su equilibrio y el demonio del miedo nos domina.

Ese ciclón interno que todo lo arrasa sume a nuestra mente y a nuestro cuerpo en un estado tan intenso de sobre-activación, que el cansancio se instala en cada átomo, en cada fibra, en cada tendón y en cada parpadeo… Carolina en ese momento piensa en el no puedo con todo y eso la paraliza.

«Tengo tantas cosas que hacer que no sé por dónde empezar, pero si no empiezo ya, luego será peor». «Mi jefe me va echar si no termino esto». «Mis padres se van a decepcionar si no voy esta tarde»… Si pensamos en esta y otras frases que orlan nuestro lenguaje, nos daremos cuenta de que vivimos enraizados en la inflexión del eterno condicional: si no hago esto es posible que…
«La mente no tiene límites, pero el cansancio sí».
-Syd Barrett-

Vivir en base a suposiciones asociadas casi siempre a lo catastrófico agota la mente y aniquila el ánimo, así de simple. Asumir con firmeza que en esta vida no se puede con todo es un principio de salud, de higiene emocional, porque quien lo carga todo sobre su espalda tarde o temprano acaba sin fuerzas. Por ello, te proponemos que reflexiones por un momento en las siguientes dimensiones, estamos seguros de que te servirán de ayuda.

Aunque sea duro admitirlo, a veces, somos nosotros los que caemos en nuestra propia trampa. Decirnos aquello de que «podemos con todo» es un sesgo muy peligroso, un error que corregir de forma adecuada integrando esquemas de pensamientos más integrativos, más auto-respetuosos. Estos serían algunos de ellos:

Cada día cuando te levantes, recuerda esta sencilla frase: «estoy haciendo lo mejor que puedo en este momento dados los recursos de los que dispongo y el estado en el que me encuentro».

Evita esas trampas en las que a menudo caemos con nuestro lenguaje o pensamiento. En lugar de «no lo bastante bien, debo trabajar más duro para llegar a todos», sustitúyelo por «voy a dar lo mejor de mi cada día y en cada instante, pero sin descuidar mi propia persona».

Cuando te sientas agotado/a, cuando percibas que tu cuerpo no da más de sí… a pesar de haber descansado lo suficiente, analiza tus pensamientos. En ocasiones, lo que más desgasta es el propio desánimo, son los pensamientos rumiantes, el «no voy a llegar», el «haga lo que haga no sirve de nada».

Por último, y no menos importante, es esencial que cuides y atiendas tus ritmos circadianos y tus rutinas. Tener tiempos de descanso, disponer de unas horas del día para ti, no significa ni mucho menos que rindas menos o que le falles a alguien: es salud, es equilibrio y es bienestar.

Asimismo, tener la valentía de decir en voz alta que tienes límites, que no puedes más o que te niegas a asumir más responsabilidades, tampoco supondrá ninguna catástrofe, no se acabará el mundo, no caerán las estrellas del cielo, ni se marchitarán las flores…


Si lo pruebas, si te atreves a ponerlo en práctica descubrirás que no pasará NADA… Todos en algún momento hemos pensado en ese «no puedo con todo». Pero el no puedo con todo puede afrontarse poniendo límites saludables.

domingo, 5 de mayo de 2019

Metafísica Del Ser


La metafísica del Ser, en cualquiera de las formas en que se ha planteado en la historia, tiene el mismo error al  introducir una falsa realidad como si el acontecimiento llevara en sí algún tipo de obediencia. ¿Cuál es el ser de la justicia, de la forma, de la ley, de la idea, del fin? Los metafísicos separan artificialmente el acontecimiento entre lo que hace y hacia lo que se dirige la acción, 
obedeciendo a una dogmática metafísico-lógica sin necesidad del hecho en sí. 

De esta forma se han tratado de resolver los problemas de la humanidad, sin resultados, porque no es posible la existencia de una lógica que obedezca a una causa y a un efecto incuestionable, sino todo dependerá de entender la diversidad y lo múltiple que nos presenta el devenir y que sólo admite la mesura del pensamiento para buscar definiciones no dogmáticas.

Por medio de la metafísica se ha tratado de quitar valor a la realidad como devenir, al mundo sensible, sustituyéndolo por un mundo ideal o del Ser en forma mentirosa o inocente por falta de conocimiento, que no es posible en la física y en la filosofía del presente y del futuro, por no concordar con el paradigma del devenir como insurrección de los saberes, que se nos presenta en nuestras vivencias y en el conocimiento que ha logrado la humanidad. Dirá Nietzsche: “La historia del ser no es ni la historia del hombre y de una humanidad ni la historia de la referencia humana al ente y al ser. La historia del ser es el ser mismo y sólo eso”

Por lo tanto al ser, como ente en su totalidad o cosmos, sólo podremos concebirlo como afirmación de toda la creatividad que conlleva, en su inmensidad, la verdad en sí. Como devenir, una nueva organización de las ciencias, de la filosofía y una determinación de los valores del futuro.


La muerte de Dios en filosofía y en la ciencia llegará cuando no se tenga en cuenta al pluralismo o empirismo de la creación de todas las cosas, acabando con la existencia de un Dios único o Centro Ontológico cerrado. En el devenir no puede existir un acontecimiento, fenómeno, palabra y por lo tanto pensamiento cuyo sentido no sea plural o múltiple, que unifique las distintas ciencias para que caminen unidas por el sendero del devenir . 

Esta unión del conocimiento, filosófica, científica, amará al destino como devenir o amor fati, como la realidad verdaderamente activa, imbuida de conceptos activos capaces de ser mesurados por el poder del pensamiento.

Crear Tus Caminos


Con mucha frecuencia escucho a personas decir lo siguiente: «Tengo que conseguir encontrar mi camino»… Tal vez tú mismo hayas formulado o pensado en este mismo comentario. Y da la sensación de que se trata de un enfoque en el que tenemos que salir a buscar algo que está perdido con el fin de encontrarlo.

El problema que tiene este planteamiento es precisamente ese: presupone que algo está perdido, y cuando algo se pierde, siempre existen posibilidades de no volver a encontrarlo nunca.

La solución a este dilema es bien sencilla. Un enfoque mucho más efectivo es pensar que nuestro camino no tenemos que encontrarlo, sino simplemente ir creándolo día a día. Desde este planteamiento se abren ante nosotros infinitas posibilidades ya que cada instante de nuestra vida es una nueva oportunidad de comenzar a crear la vida de nuestros sueños. Sin importar todo lo que haya sucedido en tu pasado, si sigues respirando, tienes la oportunidad de un nuevo comienzo.

Por descontado, ninguno de nosotros podemos volver hacia atrás y crear un nuevo comienzo, pero lo que desde luego si podemos hacer es empezar a construir a partir de hoy una nueva vida, para terminar creando un nuevo final.

El futuro no es un lugar al que nos dirigimos, es un lugar que estamos construyendo constantemente.
Entusiásmate ante esa maravillosa posibilidad de CREAR tu propio camino a partir de este instante. 

Un camino que puedes ir construyendo como tu decidas que sea. Día a día. Sumando pequeños esfuerzos y dirigiendo tu enfoque en la dirección que hayas determinado… Y entonces te darás cuenta de que no necesitas «encontrar tu camino». Es mucho mejor CREARLO en sintonía con tus verdaderas aspiraciones y anhelos.

Te garantizo que este simple cambio de enfoque supondrá un punto de inflexión tremendamente positivo en tu vida.

Comienza ahora mismo a crear un camino extraordinario.


Crear Nuevas Rutas

Ahora es el regalo. La posibilidad para hacer y deshacer, para lanzarte a lo misterioso, hacia lo nuevo, de ampliar tu refugio. Ahora es cuando puedes experimentar, ahora es cuando puedes darte cuenta de que todo aquello que no controlas te puede sorprender, porque cuando nada es seguro, todo es posible, ¿nos lanzamos?

¿Será cuestión de la edad? Nos hacen pensar que experimentar es cosa de jóvenes, el probar, que cuando te haces mayor entras en rutinas y obligaciones y es cada vez más difícil. Pero, ¿sabes qué? Nunca vas a ser más joven de lo que eres hoy, nuca volverás al día ni al segundo ni a la situación en la que estás ahora, así que date un capricho, sal de tu zona segura y disfruta de como tus capacidades se desperezan.

¿Qué puede pasar si sale mal? Puede que salga mal, la posibilidad existe, pero al menos la duda no te perseguirá. No cargues con el lastre del “y si…”, no limites tu mundo a aquellas zonas en las que no existe la probabilidad. Si lo haces, te estarás negando a ti mismo la oportunidad de crecer.

No dejes que sea demasiado tarde y tengas que arrepentirte, ahora es el momento, ahora es el día para salir de lo seguro y explorar lo posible, de abrir la mente a nuevas experiencias, de probar eso que tanto deseaste y sigues queriendo hacer. Hoy es ese día, ¿a qué estás esperando?

La magia de lo inesperado, la fe en que todo es posible

No hay nada más mágico que un beso que no esperas, que unas palabras que te sorprenden, que un gesto que te pilla desprevenido. Un primer día de estreno, un primer día en tu trabajo o en la escuela, la primera vez que viste a alguien especial. Una de las razones por las que miramos a la infancia con nostalgia es porque fue la época de las primeras veces, porque entonces nos despertábamos con la idea de que todo es posible.

¿Por qué no seguir escribiendo nuevos principios? ¿Por qué hemos anestesiado nuestra curiosidad? ¿Realmente podemos perder tanto si vamos un poco más allá? ¿Por qué no probamos a cambiar la rutina? Quizás lo hayamos pensado, pensado en dejar para después, para cuando… los hijos se marchen de casa, nos hagan fijos en el trabajo, nos jubilemos. Pero ¿quién nos asegura este tiempo? La conciencia de finitud, más que darnos miedo, suena en este sentido como un despertador.

La vida o no, después de… es incógnita. Lo seguro, a cambio, es que ahora nuestro corazón late.

“Me doy cuenta de que si fuera estable, estático y prudente, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la incertidumbre, la confusión, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida, perpleja y excitante”.
-Carl Rogers-

El tiempo no da tregua

Seguimos viviendo para después, rellenando maletas para los «por si acaso», desconfiando de nosotros para lidiar con las dificultades futuras o imaginando catástrofes improbables. Es hora de dejar de transitar por los días con el piloto automático, con las prisas pegadas al cogote.

La magia de lanzarnos a lo desconocido viene precedida por el ahora, por el ver lo que tenemos delante y lanzarnos, venciendo nuestros miedos y nuestras rutinas, haciendo que el ocio y la diversión, los planes inesperados y sorprendentes formen parte de nuestro día a día, de nuestra vida.

Deja que fluya tu imaginación, sal de tus límites asfixiantes, aspira a mejorar cada día, a dar lo mejor de ti. Rétate a aprender algo nuevo cada día que pasa, a rodearte de gente diferente, a descubrir otras culturas. Crea nuevas rutas en tu camino, prueba comidas, sáltate de vez en cuando las reglas y si lo haces, te sentirás vivo, te sentirás más tú que nunca, descubrirás que todo es posible tras lo seguro. ¿A qué esperas?

Creencias


Etimológicamente, la palabra fe viene del vocablo latino fides, que no tiene connotación religiosa alguna y está vinculado a la raíz indoeuropea bheidh, que remite a la noción de confianza y persuasión.

La creencia se confunde a menudo con la fe, ambas asociadas erróneamente a algo fundamentalmente religioso. Hacer la distinción nos conduce a una mayor comprensión de nuestra forma de funcionamiento.

Las creencias tranquilizan
Todo nuestro recorrido terrestre está jalonado de tantas creencias personales como populares.

Pasamos nuestra vida condicionándonos a través de creencias, con el único objetivo de tranquilizarnos. La creencia está íntimamente ligada a la mente, la cual necesita afirmarse en su incesante actividad. Y cuando una creencia es adoptada por una población entera, se asimila a una verdad absoluta, adquirida. Pero en el fondo de cada uno, el germen de la duda subsiste y corroe el edificio, que termina tarde o temprano por hundirse, cual castillo de naipes. Así funciona nuestra sociedad, que se complace en evolucionar en el mundo virtual de las creencias.

La lista es larga
Pero la creencia no tiene nada de auténtico: es dogmática. Es el fruto de las civilizaciones y de nuestra mente, que por temor, intenta apaciguarse adhiriéndose a todos los principios que puedan tranquilizarla: «No tendré éxito en la vida si no estudio», «El sufrimiento es un paso obligado», «No tengo derecho a ser feliz», «No lo merezco», «Nunca lo conseguiré», «Si no duermo ocho horas cada noche, estaré cansado»…

Dado que cada creencia está acompañada de su cortejo de temores, las encadenamos sin fin para paliar los anteriores. Podríamos llenar páginas enteras, y añadir más a la lista, cada día. No es difícil comprender que tantas limitaciones y condicionamientos saboteen toda esperanza de felicidad.

La cabeza cree, el corazón sabe

Y, dominados de tal forma por nuestra mente, olvidamos al vecino de abajo: ¡nuestro corazón! Este no puede creer en nada, solo puede vivir lo que le habita. Cuando crees, no estás nunca en tu corazón. Creer en Dios no nos conecta con nuestro corazón, sino solo con nuestros miedos y nuestras dudas. Creer es puramente cerebral.

Solo podemos creer en algo inseguro, puesto que cuando estamos seguros, ya no creemos: sabemos. Yo no digo: «Creo que respiro», sino «Sé que respiro». Nadie podrá hacernos dudar nunca acerca de este punto. Y ahí, ya no es cuestión de creencia, sino de fe.

La fe
La fe se vive en el corazón, y no está en absoluto ligada a la mente. La fe, aun cuando esté frecuentemente asociada con la religión, no es por supuesto exclusivamente religiosa. La fe dormita en cada uno de nosotros, y puede expresarse en registros específicos de nuestras vidas, si le ofrecemos la posibilidad. La fe emana del corazón. Cuando la fe nos anima, el miedo ya no existe. Es muy simple. La fe nace del interior, es una fuerza, una certeza profunda que nos habita, sin que nadie, nunca, haya tenido que inculcárnosla. La fe está ahí, desde nuestro nacimiento, e incluso, sin duda, desde hace mucho más tiempo. No la heredamos de nadie, es intemporal. Pero no estamos acostumbrados a concederle un espacio en nuestras vidas, puesto que, desde nuestra más tierna infancia, hemos sido programados para buscar toda la verdad fuera de nosotros. La sociedad y las religiones han ahogado la fe para imponer sus creencias.

Las creencias no ayudan en nada
¿Piensas que las creencias religiosas ayudan realmente a la gente a morir? Por haberlo vivido en múltiples ocasiones, mientras acompañaba a personas al final de sus vidas, puedo afirmar que no es mayoritariamente el caso. Sin ánimo de generalizar, las personas creyentes tienen muy a menudo dificultades para dejar la vida terrestre, ya que sus creencias religiosas culpabilizantes solo son cerebrales y condicionadas por el miedo heredado de la educación religiosa. 

He visto morir a personas muy practicantes, por no decir beatas, sumergidos en la terrible y angustiosa duda de si habrán sufrido lo suficientemente como para merecer un lugar en el paraíso.

Las creencias terminan irremediablemente por atraparnos, y acaban volviéndose contra nosotros. Una persona que naturalmente tenga fe en una vida que no empieza en el nacimiento ni termina en lo que denominamos muerte, puede aproximarse al pasaje y experimentarlo con serenidad.

Fe y religiones
La verdadera fe es peligrosa para las iglesias, ya que les despoja de todo poder sobre sus fieles. Las religiones han formateado a Dios y querrían dictar su fe al mundo. Pero la forma impuesta solo puede dar paso a las creencias. La fe, en cambio, se modela en el interior, y no depende de ninguna forma externa, de ningún dogma. A la gente solo se le puede enseñar lo que ya tiene en su corazón. 

Es un poco como si intentaran enseñarte el amor, que surge siempre de improvisto y bajo una forma personal e inesperada. La palabra fe es esencialmente incompatible con la palabra religión. Con toda evidencia, no se puede despertar la fe con la ayuda de un manual de instrucciones.

Cuando siembras una semilla, ¿le impones unas directivas para dictarle la forma en que habrá de crecer? ¿Le dices: «Quiero que crezcas muy rápido desde febrero, y que luego florezcas en agosto con multitud de flores amarillas, con cinco centímetros de diámetro, para alcanzar, a través de la tierra, el paraíso de las flores en octubre«? Parece ridículo, ¿verdad? Y sin embargo es lo que practican los dirigentes religiosos cuando imponen su forma estricta, exclusiva y protocolaria. En lugar de sembrar la semilla en ti, te imponen su resultado final con todo detalle, lo que no puede sino alimentar una mente sedienta de creencias.


Cuando decides transformar tu casa, empiezas por vaciarla completamente. Para que la semilla de la fe pueda realmente germinar, hay que empezar, lo primero, por olvidarse de todo, para hacer tabla rasa de las creencias religiosas inculcadas, para hacer el vacío, y así crear un espacio en el mantillo de tu corazón. La semilla puede entonces, por sí misma, tomar asiento y crecer, de forma natural, sin que tengas que modelarla con dogmas o creencias. Y una mañana, sentirás que desbordas algo nuevo, sagrado, eterno y desconocido hasta entonces. 

Entonces, tal vez descubras que, curiosamente, esa cosa resuena con lo que vivieron Jesús, Buda o Mahoma, a su manera y en su época. Toda necesidad de apego a una etiqueta religiosa habrá entonces desaparecido, ya que la fe no puede ser limitada o encarcelada por el dogmatismo religioso.

Revisar Las Convicciones


¿Qué son nuestras convicciones? Según algunos criterios terminologicos, la definición más ajustada es:

Seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente.

¿De verdad estamos hoy en día seguros de algo? ¿Tenemos la certeza absoluta sobre alguna cosa? ¿O más bien tenemos la sensación o sentimiento de que esa certeza es correcta?

En una Conferencia sobre Mindfulness que dio Javier Carril, nos interpelo sobre nuestras convicciones y su cuestionamiento. Sin duda hay convicciones que no nos cuestionamos y posiblemente por eso funcionamos en “Piloto automático”. Lo que es claro es que reaccionamos en nuestra vida según nuestras convicciones.

¿Qué pasaría si de vez en cuando nos las cuestionáramos?. Eso sí, sin perder la esencia.

En las experiencias negativas, como el dolor, solemos huir de esas sensaciones, y nos perdemos una parte importante de la experiencia: El aprendizaje.

Si nos pasáramos a reflexionar por un momento lo afortunados que somos, el montón de cosas por lo que debemos ser agradecidos y fuéramos conscientes de nuestra situación privilegiada, aceptaríamos las cosas tal y como vienen, y lo más importante nos aceptaríamos a nosotros mismos.

Esa seguridad e infalibilidad que nos hace colocarnos por encima del bien y el mal, genera, en muchas de las ocasiones, conflicto, desencuentro y rencor entre los seres humanos.

Son la defensa de nuestras “intocables” convicciones, las que nos vuelven tercos en nuestras acciones y necios en nuestras palabras, provocando un alejamiento de las personas, por el mero hecho de defender unas convicciones
.
¿Has probado en poner en entredicho tus convicciones?. Es un ejercicio depurador y muy estimulante para poder avanzar en el desarrollo de la persona, alcanzando motivos para poder creerte “mortal” y con poca certeza sobre lo que piensas, sientes o vives.

Una convicción importante mía fue derribada hace ya un tiempo. Mi frase era “a mí no me va a suceder eso”, hasta que me sucedió. Juzgamos libremente desde nuestra humanidad y nuestra falta de perspectiva, debido a que no hemos vivido la situación o porque nos creemos como poseedores de la verdad.

Por eso, de cuando en cuando, es bueno hacer una introspección y ver si nuestras convicciones son correctas. Cualquier Convicción que nos situé en una posición donde perjudicamos a otro ser humano, debería ser revisada. Todo aquello que genere desunión y conflicto, debe por lo menos ser motivo de reflexión.

La revisión de convicciones me ha llevado inevitablemente al Cambio, y por ello puedo afirmar que no soy la misma persona que hace unos años, unos meses o unos días. Por lo menos así lo siento y lo creo, y estoy convencido.


Y tu ¿revisas tus convicciones?

Cuando Compartimos


Es imposible imaginar la cantidad de  información de “última hora” que podemos llegar a procesar diariamente. Con Twitter, los updates de Facebook., actualizaciones por correo electrónico, RSS…. Compartimos mucha información. Normalmente todos los que compartimos realizamos varios roles a la vez: emitir, remitir y compartir,  Mashing up, recibir , redistribuir, crear , combinar y recrear.

Después  de la lectura la psicología de Compartir, ¿Por qué la gente comparte contenido online?  pude  comprender las principales motivaciones detrás del acto de compartir. Casi el 75% de las personas del estudio indican  que el acto de compartir como  acto de “gestión de la información”  que  les permite procesar la información de forma más profunda, a fondo y  de forma más cuidada , lo que indica que el intercambio de información cuando comparten , les ayuda a hacer mejor el trabajo.
Según Seth Godin fundador de Squidoo, en su post  “I spread your idea because…“, relata algunas claves interesantes por las que compartimos algo en la web. Las principales que llaman más mi atención son:

Compartir esta idea me hace sentir generoso, desinteresado.
La idea me interesa y quiero tomar parte activa en que triunfe, en que se extienda
Estoy indignado y quiero que otros se sumen a mi indignación
Alguien que conozco o con quien me siento implicado me lo pide directamente
Puedo usarlo para unir a diferentes personas y construir comunidad
Economías de escala, tu servicio – que yo ya utilizo – funcionará mejor para mí si mucha gente lo usa
Tu idea me permite expresar algo que yo tengo dificultad para expresar o explicar directamente
Me permite ayudar a alguien que me importa o interesa
Me gusta lo que haces y es mi manera de pagarte por ello
Pero lo que me interesa principalmente entender los fundamentos reales que gobiernan ese comportamiento de compartir en el ámbito profesional. 

¿Qué hace que las personas estén dispuestas a compartir sus conocimientos con los demás? Debido a que nuestro conocimiento está estrechamente ligado a nuestra identidad, ya que es muy importante para cada uno de nosotros que nuestros compañeros nos vean como conocedor y experto.  Una de las principales formas en que demostramos esa identidad a nuestros compañeros, es compartir nuestros conocimientos con ellos. Sin embargo, compartir el conocimiento es peligroso, ya que la otra persona puede hacer un comentario hiriente sobre él o indicar que no vale la pena  seguir escuchando.  

Y el conocimiento compartido requiere tiempo, porque para responder realmente a lo que la otra persona pregunta, debemos emplear tiempo para entender el problema y explicarlo con la suficiente profundidad.

En el blog de Nancy Dixon , revela que uno de los estudios más interesantes en el intercambio de conocimiento fue realizado por  Constant, Kiesler and Sproull. Uno de sus descubrimientos fue que los empleados diferenciaban  dos tipos de intercambio de conocimientos. Un tipo  de personas estaba compartiendo productos, por ejemplo programas de ordenador, y un segundo tipo , compartían el conocimiento que los empleados habían aprendido de su propia experiencia, por ejemplo, cómo llegar a un cierto cuello de botella en el sistema, o cómo lidiar con un error particularmente difícil en un programa. Este segundo tipo de conocimiento que ellos consideran como parte de su identidad, una gran parte de lo que les permitía ser buenos profesionales.

Cuando compartían el  segundo tipo de  conocimiento, el  experiencial, obtenían un beneficio personal de hacerlo. El beneficio personal, no era el dinero o la promesa de un ascenso, sino que el principal motor para el intercambio de conocimiento experimental es el respeto y el reconocimiento de sus pares. El reconocimiento significa más para nosotros cuando se trata de aquellos que realmente conocen el tema, que saben lo que están hablando.

Esto nos lleva a la segunda razón de  la gente  para compartir su conocimiento, las relaciones.  La forma en que un profesional puede saber cómo alguien va a tratar el bien precioso de su conocimiento es conocer a esa persona lo suficientemente bien, es decir establecer relaciones de confianza.  Las relaciones pueden ser construidas a través de conversaciones informales, la lectura de lo que otro ha escrito, trabajando juntos en un equipo, o ver los comentarios en una comunidad on-line.
Por lo tanto , resumiendo el  intercambio de conocimientos y la relación van intensamente ligados, e interactúan mutuamente. 

Y tal y como indicó Ismael Peña-López en uno de mis últimos post, es importante visualizar los beneficios estrictamente individuales que el participante obtendrá de trabajar colaborando con los demás. Es decir, qué incentivos tengo yo para trabajar con otros. Además del menor esfuerzo y la posibilidad de llegar más lejos, hay dos condiciones añadidas: simetría de expectativas y asimetría de conocimientos
.

Por una parte, yo necesito saber que habrá una simetría en el compromiso y, sobre todo, en el nivel, en la calidad de la aportación de los demás respecto a mí mismo. Si yo sé mucho de un tema, o estoy muy implicado, quiero que los demás tengan una trayectoria similar. Si no, más que trabajar con, tengo la sensación de estar trabajando para alguien. 

Por otra parte, debe haber una asimetría de  áreas de conocimientos, aquí es donde la hibridación es clave, donde lo aportado por diferentes miembros del equipo no sea lo mismo. Si no es así, estamos haciendo que personas que podrían perfectamente trabajar solas acaben trabajando juntas para llegar al mismo resultado, con el contratiempo de añadir los costes de coordinación que requiere un trabajo en equipo y que aquí no se compensan con los beneficios.

Querer Saber


Los humanos estamos equipados con un sistema interno de recompensa que nos premia cuando comprendemos algo. Es ese momento de placer que sentimos al entender un chiste, al resolver un problema matemático, al ensamblar un rompecabezas; es la razón de que nos apasionen las narraciones, las historias con sorpresa, los cuentos de terror. A lo largo de nuestra evolución se han reproducido más aquellos de nosotros que disfrutaban conectando causas con consecuencias, 

resolviendo problemas teóricos o prácticos o buscando nuevos métodos para hacer las cosas; en nuestro cerebro la innovación es recompensada con el mismo tipo de premio biológico con el que se recompensa comer o practicar el sexo. Como demuestran nuestras galerías de juegos, nuestras bibliotecas y nuestras colecciones cinematográficas somos sobre todo monos curiosos, y lo somos porque estamos hechos así; porque descubrir nos proporciona placer interior.

De esta realidad pueden sacarse dos conclusiones interesantes y valiosas para comprendernos mejor a nosotros mismos y para juzgar de modo más eficaz el papel de la ciencia en nuestra vida social. Por una parte la curiosidad sistemática sobre el funcionamiento del cosmos que nos rodea es algo profunda, quinta esencialmente humano; tanto que se podría considerar que menos investigación y menos conocimiento son una afrenta básica a la esencia misma de nuestra Humanidad. 

Las sociedades que recortan en esto no sólo están perjudicando sus propios intereses económicos y estratégicos a largo plazo, sino que también están deteriorando el espíritu de sus ciudadanos. No es sólo mal negocio: es mala gestión política y un deterioro del alma de la nación.

Quizá más interesante sea el papel del conocimiento en la satisfacción interna de cada uno como justificación para dedicar el tiempo y el esfuerzo necesarios. Es un tópico afirmar que cuando nuestra vida se acaba no podemos llevarnos con nosotros el dinero, ni las fincas, ni los títulos, ni los oropeles; que las riquezas materiales e incluso sociales jamás han conseguido garantizar la permanencia de ningún ser humano. Reyes, faraones, Incas y Emperadores murieron y desaparecieron por muchos monumentos, pirámides o imperios que construyeran sin que sus esfuerzos les proporcionaran ni un sólo día más de vida; a menudo lo contrario. El éxito económico y social no ser puede acarrear al más allá; tan sólo disfrutar en el acá, y a menudo con limitaciones y contraindicaciones.

El conocimiento tampoco se puede transportar allende la muerte, pero en cambio produce un bienestar real y patente gracias a los vericuetos de nuestra evolución; algo palpable y real. Saber más no sólo es vivir mejor en el sentido material, sino en el espiritual, dado que nuestra estructura básica interna nos recompensa por conocer. Dedicarse a aumentar el saber humano puede ofrecer el mismo tipo de recompensas sociales que otras actividades, pero además incluye de fábrica un sentimiento de satisfacción interior que estamos biológicamente determinados a sentir. 

También, es necesario decirlo, una cierta y exquisita forma de frustración que proviene de la ausencia de explicaciones cuando algo no se comprende, cuando la conexión entre efectos y causas no es clara, cuando el experimento o el instrumental fallan o se revelan insuficientes. La contraparte del placer de conocer es la frustración de fracasar en el conocimiento, y cualquier científico en activo debe familiarizarse en profundidad con esa sensación porque la sentirá a menudo a lo largo de su carrera.


Pero si tiene suerte también sentirá el inenarrable placer del descubrimiento, aunque sea menor; el súbito destello de comprensión, la repentina confirmación de teorías y años de trabajo, ese momento glorioso en el que se convierte en la primera persona de la historia en entender un poco más, en empujar un poco más allá el límite del conocimiento humano.

Puede que esto venga acompañado de honores, premios y proyectos, o puede que sea arrinconado, olvidado, considerado secundario; tal vez incluso falseado. Aunque una cosa es real: la verdadera razón por la que se practica ciencia es la caza de esa elusiva sensación. Porque los premios, los proyectos y los honores no pueden competir con esa satisfacción interior: la verdadera razón del querer saber.

Discutir Para Comprender


No hay duda que la única vía para la paz y el reencuentro es la comunicación. 

Hay que hablarlo. Aun así, no hace falta hacerlo en ese mismo instante en el que surge la discusión o el desencuentro, ni tampoco habría que esperar tres días.

Una vez pasada la tormenta, deberíamos escucharnos a nosotros mismos, reflexionar sobre lo que ha pasado. Si la discusión se nos ha ido de las manos, hay que analizar el por qué. Es necesario que seamos conscientes de cual es la parte que ponemos nosotros para que haya sucedido aquello. Los dos tenemos nuestra parte de responsabilidad y cada uno debe aceptar la suya.

Hecho esto, podemos encontrarnos con el otro y hablarlo, pero siempre desde uno mismo. No debemos culpar al otro sino que cada uno debe hablar de su parte, de lo que siente, de lo que piensa sobre lo sucedido y de lo que cree que hay que modificar.


Siempre desde el respeto y el amor, ya que si cuando discutimos faltamos al respeto al otro o le decimos cosas que no le queríamos decir,  tendremos pocas posibilidades de hacer crecer la relación de una manera sana. 

Identidad De Los Opuestos


Filosofía
Identidad De Los Opuestos
Spengler cree haber encontrado en el carácter aristocrático del pensamiento de Heráclito la prueba de que “la lucha o la guerra crea toda distinción real tanto en el ámbito de la naturaleza como en el de la historia”, escribe en la Introducción Marcelino Rodríguez Donís. A juicio de Spengler, “Heráclito sería ese gran señor que, aun en medio de la miseria de su tiempo, mantiene con orgullo y altivez una Weltanschauung que, como todo lo noble, profundo, bueno y verdadero siempre triunfa en este mundo”.

Heráclito reflexiona explícitamente sobre la identidad de los opuestos. Sin embargo, “Todas las cosas son una”, escribía a su vez en uno de sus fragmentos. Aunque diferentes y opuestos en su diversidad y oposición, todo existente, tomado absolutamente, es idéntico a los demás. Esta identidad no puede ser algo particular y limitado, sino lo ilimitado, el cometido del filósofo es establecer en qué consiste este nexo que configura y hace una a la realidad múltiple.

Spengler establece la singularidad de Heráclito frente a los milesios. Estos buscan una arce, un origen sustancial de todas las cosas, mientras que Heráclito sostiene que el ser no existe, sino que sólo hay un acontecer puro, desprovisto de sustancia y regido por una ley. La lucha de los opuestos es lo único real en el incesante devenir que es como las aguas de un río que siempre se renuevan.

Heráclito asegura que la identidad de las cosas es su mismo ser diferente y opuesto, su mismo diversificarse y oponerse a las otras, y llama “guerra” (pólemos) a la oposición en la que consiste cada una de ellas y de la cual se genera. Lo que hay de idéntico en cada realidad es la contraposición misma de cada cosa con las otras. La discordancia, el contraste y la oposición son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas.

La identidad de lo diferente no puede ser algo particular, es la oposición de cada cosa con respecto a las otras, su no ser las otras, su ser justamente algo “diferente”. Ese no ser el otro de él no es algo particular y limitado, que concierne sólo a algunas cosas: el no ser del otro de él mismo constituye todas las cosas y por lo tanto es ilimitado, ápeiron. Anaxímenes se preguntaba qué es el ápeiron, y Heráclito contesta: es el no ser el otro de él mismo, o sea, el oponerse de cada cosa a todas las otras.

En este camino, Heráclito retoma la reflexión sobre los conceptos de justicia e injusticia. Aclara cómo cada cosa puede ser lo que es sólo en cuanto se encuentra unida a las otras en la relación de oposición; y la oposición, la disputa, apaga la prevaricación de la injusticia. La justicia es disputa, justamente porque en el contraste de la oposición, o sea en la guerra universal, continúa negada la “arrogancia” de cada cosa singular.

El devenir de las cosas tiene una particular importancia para Heráclito, porque en el universo visible supone la vinculación que une a los opuestos: la paz nace de la guerra, la guerra de la paz… Y más aún: en el devenir, tanto el contraste y la oposición de las cosas como la unidad de los opuestos, se presentan de la manera más manifiesta. En el devenir, cada cosa se convierte en su contrario.

Aunque, según Spengler, en Heráclito no puede hablarse de identidad los contrarios, sino de antinomias, en tanto que ningún opuesto puede darse sin el otro.


La oposición responde al estado subjetivo o sensorial de los sujetos, pero se reduce a una sola y misma cosa que nosotros calificamos de distinta manera según somos afectados por ella. Finalmente, el logos, la razón, marca el compás del movimiento y de la lucha, pero ni se identifica con el fuego, ni con dios, ni es tampoco un principio intelectual.



La Esencia Que Nos Une


Las personas, por más diferencias de pensamiento o ideología que tengamos, siempre tendremos algo más importante que nos une, y es el hecho de que somos humanos, de que todos necesitamos oxígeno para vivir y que al final, todos moriremos y lo único que quedará de nosotros será el recuerdo que hayamos dejado en el resto de las personas.

¿Qué clase de persona fuimos en vida? ¿Buena, mala, dañina, destructiva, constructiva, bondadosa? Eso es lo que quedará de nosotros, eso es lo que seremos una vez que hayamos trascendido de plano espiritual.

Es por eso que es importante que los seres humanos, en vez de enfocarnos en las cosas que nos separan, deberíamos esforzarnos en buscar puntos en común, si lo hacemos, si lo intentamos podríamos lograr cosas maravillosas y construir un mundo increíble y genial en el que todos vivamos bien
.
A veces las diferencias políticas, religiosas o incluso económicas pueden parecer murallas insalvables, pero eso no es así, si nos vamos a la esencia, no importa quién seas, no importa tu poder ni el cargo que ostentes, al final del día igual tienes que beber agua o dormir de la misma forma que lo hace un indigente, quizás tu automóvil tenga asientos de cuero o tu oficina esté en lo alto de una torre de cristal, pero la vida da demasiadas vueltas y el día de mañana por obra y gracia del destino, alguien más malo que tu te lleve a la ruina y ese día ¿qué vas a hacer con todos aquellos a los que le hiciste daño cuando estabas en las alturas? Es por eso que la humildad y el buscar puntos de encuentro es tan importante y es clave para la vida y el crecimiento de las sociedades en el mundo.

Todos los seres humanos tienen su lado positivo, todas las sociedades tienen su lado positivo, y en eso es en lo que hay que enfocarse, si sólo miras lo malo, te aseguro que te estarás perdiendo de algo maravilloso que está justo al frente tuyo pero que no logras ver porque el resentimiento y el odio te tiene ciego.


Por eso es que hay que buscar las cosas que nos unen, porque en la unión está la fuerza. Al final, todos somos humanos, somos hermanos y juntos podemos hacer un mundo mejor.

El Puente De Las Diferencias


Tú que me lees regularmente, sabes de mi alergia a la uniformidad y a todo cuanto reduce al ser humano al rango de soldadito. Este tema me interesa, por cuanto la diferencia confiere una enorme belleza a aquel o aquella que la resalta y que la asume. No hablo aquí de provocación o de espíritu de contradicción, sino de esas diferencias naturales que hacen de cada uno un ser único. No se trata de ser diferente para llamar la atención, sino solo de atreverse con la diferencia por autenticidad.

Nuestras diferencias nada tienen que ver con una fosa que separe, sino que se asemejan más bien a los guiones que unen y complementan. ¿Qué sería del rojo sin el verde, del amarillo sin el azul…? Cada tonalidad completa el mosaico de la humanidad y le confiere toda su belleza. Nada es más bello que una persona asentada en la autenticidad, sin máscara ni artificio, a la vez fuerte y vulnerable.

Toda diferencia es un regalo para quien sabe apreciarlo en su justo valor.
La diferencia implica, pues, respeto, tolerancia y no-juicio. Para que pueda iluminarnos, no necesita ser comprendida ni analizada, sino solo acogida cual semilla, a fin de que pueda germinar. 

Relacionarnos con la diferencia es ponerse a sí mismo en entredicho permanentemente, la mejor forma de no atascarse en la rutina y en los tópicos que llueven por doquier. Nuestras diferencias nos recuerdan, a cada instante, que ninguna verdad es absoluta.

Si bien no puedo adherirme a la noción de partidos políticos y religiosos, me divierto escuchando sus discursos. Aun cuando tengan que ver a menudo con la manipulación o la toma de poder, sus palabras me enriquecen con una mirada distinta, que me permite percibir mejor el engranaje que mueve a la humanidad. Nunca desestimo tajantemente las palabras de un líder político o espiritual porque su etiqueta no me atraiga. Intento, al contrario, captar lo que se oculta detrás del discurso. De esta forma, sus palabras me esclarecen, en lugar de exasperarme o contrariarme.

Allí donde algunos solo ven sombra, yo disfruto buscando la luz que la sombra disimula. Cuando nos preocupamos por mirar con el corazón, todas nuestras diferencias se borran, puesto que estas solo son apariencias. Detrás de nuestro color de piel, de nuestras costumbres, de nuestros condicionamientos y de nuestras heridas brilla una misma luz: la de la vida. Ver más allá de las apariencias equivale a desactivar cualquier posible conflicto o lucha que pueda dividir a la humanidad.


Nuestras diferencias son todos los puentes que franquean la vida ilusoria que nos separa de la unidad.

sábado, 4 de mayo de 2019

Construyamos Un Mundo Mejor


A estas alturas de la vida, hay que valorar el desarrollo humano como pieza fundamental de nuestro día a día ya que el que más y el que menos, es muy consciente de que nuestra sociedad está cambiando demasiado aprisa y cada uno de nosotros también cambiamos sin parar, en este momento, nos enfrentamos a un desafío que nos ha tomado por sorpresa. 

Los apoyos que recibimos de nuestras familias, amigos, organizaciones, instituciones privadas o públicas, no están siendo suficiente, pues de alguna manera también se enfrentan a esta aceleración de circunstancias que se manejan más desde la inmediata urgencia, que desde una pausada, consciente y necesaria reflexión que cada situación merece.

Y nosotros, tenemos que continuar con nuestra vida y nuestro trabajo y no podemos esperar a que las cosas, reposen, se asienten o se tranquilicen para recuperar una supuesta y prometida estabilidad, que nos ha sido inculcada desde siempre y en la que nos sentíamos muy tranquilos y muy cómodos.
Una aparente estabilidad política, el crecimiento económico, el bienestar social, entre otros, han dado paso a la desconfianza en las instituciones públicas, la inseguridad en la estabilidad económica, el miedo al futuro y al recuerdo de épocas que nos parecían más seguras y mas confortables.

Las redes sociales nos invaden de una “información” que nos abruma, los teléfonos móviles cada vez mas complejos y mas ilimitados, nos ayudan a conectarnos mejor, pero paradójicamente, cada vez nos quitan mas tiempo de sueño y de vida.

Ante esta situación, algunas personas han atravesado la frontera que separa una situación de quietud, que espera que pase la tormenta con la esperanza de que todo sea solucionado por quiénes, en teoría, tienen la capacidad y el poder para hacerlo; por un compromiso personal de acción y de implicarse y de evolucionar haciendo algo y formando parte de la solución en lugar de ser parte del problema, desde la certeza absoluta, de que siempre habrá problemas, pero también siempre podremos ofrecer soluciones a los mismos.

No está siendo fácil. Nos enfrentamos a miedos, a resistencias personales y sociales, a la incertidumbre ante lo desconocido. Pero para muchos, no ha habido elección. Cuando la vida confronta nuestra estabilidad e inmovilismo con circunstancias difíciles de asimilar, desplegamos una serie de recursos personales dormidos que tienen que ver con el instinto de supervivencia del ser humano.

Empezamos a explorar mundos internos que desconocíamos, y comenzamos a ver nuevas perspectivas y horizontes que nos amplían nuestra forma de ver, de vivir y de sentir.
¿Por qué debemos esperar a que circunstancias externas nos “fuercen” a renovarnos e reinventarnos? Tenemos capacidad de elección y somos dueños de nuestra vida y de nuestras decisiones. Podemos anticiparnos tomando en consideración todos nuestros recursos y habilidades personales para ajustar nuestra existencia en la forma más favorable para nosotros mismos.

Pero esto requiere de responsabilidad, de responder con habilidad a las circunstancias específicas que nos acompañan. Y parte de esta responsabilidad es tomar acciones distintas que nos permitan abrir nuevas posibilidades ante nosotros.

La pregunta que se impone ahora es ¿cómo hacemos esto? Desafortunadamente, y por la experiencia de nuestro pasado, tenemos la tendencia a pensar que no podemos, a sentirnos insignificantes en un mundo globalizado donde parece que cualquier decisión externa tomada por otros tiene mucho más impacto del que nosotros podamos aportar para el cambio.

Lo cierto es que esto no es verdad. Si atendemos a la experiencia acumulada de la historia de la humanidad, podemos constatar que las grandes crisis fueran resueltas por personas con ideas innovadoras, seguidas por otras que a su vez, inspiraban a muchas más. Las culturas y comunidades, pequeñas o grandes, han subsistido gracias a la aportación individual de cada uno de sus miembros. 

No ha habido en la historia nada ni nadie que haya podido cambiar solo las circunstancias desfavorables en un momento dado.


Por ello, nuestra aportación individual a la comunidad es esencial para el desarrollo de nuestra sociedad. No podemos permanecer inmóviles esperando que las cosas cambien. Al contrario debemos involucrarnos en hacer todo lo que esté en nuestras manos para aportar nuestro granito de arena a la construcción de algo nuevo, de una sociedad mejor.

Hacer Que Las Cosas Sucedan


Los líderes creen en sus sueños con tanta pasión que no paran hasta verlos convertidos en realidad, aplican la alquimia de la audacia, factor detonador para alcanzar resultados.

Realmente podemos contar las semillas que tiene una naranja, pero no sabremos cuántas naranjas puede dar una semilla. ¿Cuántas ideas se han quedado almacenadas para siempre en nuestra mente?, ¿Cuántos proyectos por realizar?, ¿Cuántos sueños sin atrevernos a realizarlos? Cada semilla sabe cómo llegar a ser un árbol, los sueños son semillas los cuales deben germinar, si no, se mueren siendo semillas.

¿Cuántos frutos puede dar una idea? Pregunta que solamente podrá responderse intentándolo, solamente así conoceremos sus posibilidades reales, además con el intento conocemos nuestras propias limitaciones, si no resulta cabe cuestionarnos qué nos falta aún por aprender, además nos mostrará nuestras fortalezas internas. ¿Cuánta constancia y tenacidad poseemos? Para atreverse se necesita la magia de la audacia.

Magia es lo que por medios naturales obra efectos que parecen sobrenaturales, así lo define la Real Academia de la Lengua, y su connotación en esta breve reflexión no se trata de hechizos o conjuros, sino que a través de la audacia se han logrado la mayoría de los proyectos que para los demás eran imposibles y que una vez realizados resultan sencillos, como la bombilla incandescente, el fonógrafo, los rayos X, fundar una empresa mágica como Disney, en fin, millones de realizaciones que ahora nos rodean en nuestra cotidianidad y que en su tiempo cuando aún estaban en proceso, los demás consideraban que de lograrlo sería un milagro.

La envidia ha engendrado odio, el mediocre descalifica fácilmente al triunfador porque en el fondo sus logros son un espejo de sus propias carencias, y todo es resultado de la casualidad y la buena suerte, por lo cual se hace necesario preguntarles: ¿Y si era tan sencillo, por qué tu no intentaste?
La audacia es un factor fundamental para tener buena suerte, entre mayor número de intentos más posibilidades tenemos de alcanzar el éxito.


Los sueños al igual que las semillas contienen el secreto para convertirse en árboles, en realidades, saben que el primer paso es germinar, comenzar a desarrollarse, así las ideas hay que fortalecerlas, alimentarlas y llegar finalmente a enamorarse de ellas con tal pasión que nos impulse a la acción, además con estas fortalezas espirituales podemos vencer las muchas adversidades que se nos pueden presentar.

Los líderes creen en sus sueños con tanta pasión que no paran hasta verlos convertidos en realidad, aplican la alquimia de la audacia factor detonador para alcanzar resultados, saben que entre mayor número de intentos realicen la buena suerte los favorecerá. La audacia es un atrevimiento, un salto a lo desconocido, su mayor riesgo es el fracaso, su mayor prioridad, el triunfo y en ambos existe la gran lección pues la experiencia es el resultado de haberlo intentado; audacia es intento, posibilidad, oportunidad de convertir nuestros sueños en realidad. El ancla de los mediocres es el miedo, tienen pavor a fracasar por eso no lo intentan, juegan en la vida a no perder, en cambio los excelentes siempre juegan a ganar.

El Esfuerzo Personal


Cuando hablamos de esfuerzo casi todo el mundo percibe una connotación negativa y lo asocian al sacrificio, a la lucha o a las privaciones.

Por supuesto que el esfuerzo nunca te garantiza el éxito por sí solo, pero sin él, difícilmente te llegará. Si tienes cualquier atisbo de duda sobre ello, estudia la biografía de cualquier persona que haya alcanzado cotas importantes en su profesión y comprobarás que todo logro viene precedido por él.
Yo suelo poner siempre este ejemplo, sencillo pero clarificador:

¿Cómo aprendiste a andar?
¿Lo hiciste la primera vez que intentaste ponerte de pie o lo hiciste tras lograr sostenerte después de intentarlo muchas veces y tras caerte y volverte a levantar cuando intentabas dar tus primeros y torpes pasos?

¿Cómo aprendiste a hablar?
¿Lo hiciste ya de entrada como un gran orador o te costaba horrores balbucear y apenas se te entendía nada, hasta que a base de repetición lograste poder hacerlo?

Te hago estas reflexiones porque últimamente existe una corriente de pensamiento, sobre todo en las personas de la “new age”, que aconsejan dejarte fluir y no esforzarte por nada. De hecho, no esforzarse es algo que la mayoría ya hacen de forma insconsciente.

Te aseguro que cualquier cosa que realmente puedes valorar requiere esfuerzo, porque precisamente lo que no entraña esfuerzo por nuestra parte no lo valoramos. Ahora bien,

¿Qué es realmente el esfuerzo personal?
Para mí es el conjunto de acciones que llevas a cabo para lograr un fin. Y esas acciones son tanto mentales, emocionales, como físicas. Cuando empleamos mucho esfuerzo y no obtenemos lo que deseamos de forma parcial o total solemos decir que algo no merece la pena.

En términos profesionales o empresariales también lo asociamos a la productividad. Si podemos hacer algo de forma rápida, sencilla y eficaz, decimos que somos altamente productivos. Por ejemplo, en España y los países latinos no lo somos y en cambio los países nórdicos lo son muchísimo.

En mayor o menor medida todo requiere esfuerzo personal. La diferencia es que si ese esfuerzo es realizado con pasión, automotivación y disfrute de lo que hacemos, a menudo no lo vemos como tal. Por ejemplo, cualquier deportista debe realizar un esfuerzo pero si es algo que hace con entusiasmo, no lo observará como algo fatigoso.

Si te apasiona montar en bicicleta, puedes pasarte horas haciéndolo y esforzándote por subir un puerto de montaña, pero ese esfuerzo lo haces muy a gusto y te produce bienestar.

Las personas que reniegan de la cultura del esfuerzo y propugnan el “dejarse fluir” es evidente que consideran que cualquier esfuerzo es algo doloroso y que entraña lucha o competencia.

El esfuerzo personal es algo necesario y propicia nuestro desarrollo individual y colectivo, porque conlleva la aplicación de todas las virtudes que como seres humanos nos hacen evolucionar.

Lo cómodo siempre suele ser no esforzarse y llegados a este punto son muchos los que pretenden que las cosas les sean fáciles y que el esfuerzo lo hagan los demás.

Las personas que poseen una firme voluntad y propósito de vida, suelen vivir en la cultura de esforzarse y superarse de manera continua, mientras otros se limitan a ver la vida pasar sin realizar ningún avance en su vida, porque más que vivir sobrevive.


Todo depende de cuál sea tu escala de valores y principios. ¿Cuáles son los tuyos?

Superar Limitaciones

¿Qué diferencia a las personas que acaban consiguiendo vivir la vida que desean o alcanzar sus sueños de las que no?

Ciertamente no es que sean más capaces o estén hechos de una pasta diferente.

Lo que les diferencia, principalmente, es que no se ponen la zancadilla a ellos mismos. Así es, muchos de nosotros, de forma inconsciente, nos ponemos a nosotros mismos limitaciones que no son reales. Les damos poder a estas limitaciones y se vuelven en contra nuestra.

Conocer cuáles son, hacernos conscientes de ellas, es el primer paso para que dejen de tener el poder que les concedemos.

Así que aquí van:

 PRIMERA LIMITACIÓN: VER EL PRESENTE O EL PASADO COMO PRUEBA DE LO QUE PODEMOS CONSEGUIR EN NUESTRA VIDA.

 Lo que ha ocurrido hasta ahora no es prueba alguna de lo que somos capaces de hacer o de lo que podemos conseguir en un futuro. No te dejes engañar por esta parte de ti.

Qué hacer: enfócate en la dirección de lo que quieres y hazte las preguntas: ¿cuál es el siguiente paso que puedo dar? y ¿quién me puede ayudar?

Recuerda que cuentas con la capacidad de aprender, con la fuerza de voluntad, la perseverancia, la creatividad, personas que ya saben lo que hay que hacer y te pueden enseñar… es cuestión de que digas sí a lo que quieres y vayas dando pasitos.
El pasado, pasado está.

Crea un futuro que cuando se vuelva pasado y te vuelvas a verlo, te haga sentir orgulloso de ti.

 SEGUNDA LIMITACIÓN: ESPERAR A PASAR A LA ACCIÓN A CUANDO ESTÉS PREPARADO O A CUANDO LAS CONDICIONES SEAN LAS ADECUADAS

 Si haces esto muy probablemente nunca des el paso. ¿Qué significa estar preparado? ¿Sentirse seguro?

Cuando avanzamos hacia lo desconocido es normal que una parte de nosotros se sienta insegura, pero esa no es razón para dejar de avanzar.

Qué hacer: dejar de ver la incomodidad que produce la inseguridad o el miedo como excusa para no avanzar y pasar a la acción incluso en presencia de esta incomodidad.

No es necesario que se vaya la sensación de nervios o miedo para avanzar y, ciertamente, no es necesario que todo esté colocado en el lugar que creemos más adecuado. Esta forma de pensar sólo es una forma de evitar pasar a la acción y mantenernos en la zona de confort. El único problema es que quedarnos ahí no es nada cómodo y nos recuerda 1) que nuestros sueños son inalcanzables, 2) que no somos capaces o que no nos atrevemos a avanzar.

Quedarse en la inacción alivia momentáneamente la incomodidad y los nervios de salir a lo nuevo, pero alimenta la creencia a largo plazo de que no soy capaz.

 TERCERA LIMITACIÓN: TOMARSE LA VIDA EN SERIO

 Cuando nos tomamos las cosas en serio perdemos perspectiva, claridad, elevamos nuestro nivel de estrés e incluso hacemos que la situación parezca más difícil de lo que es.

Qué hacer: una de las frases que recuerdo de mi madre es “todo tiene solución menos la muerte”. Abre la perspectiva para ver que no es tan grave lo que está pasando. Que la vida es algo más que solucionar problemas. Y sobre todo, que la vida siempre es más grande que el problema que estás viendo.

Abre la perspectiva, recuerda lo que sí te va bien, lo que sí funciona en tu vida. Aprecia la belleza a tu alrededor, las personas que te quieren y comparten contigo. Despierta la calma y la paz dando un paseo en la naturaleza o lo que sea que te ayude a despertar la paz en ti y luego vuelve a mirar esa situación.

Asegúrate de que añades humor a tu vida.
El humor es una de las mejores perspectivas que podemos encontrar y que nos reconecta con algo muy valioso, la alegría de vivir.


A partir de ahora si aparecen alguna de estas limitaciones espero que te pares a verlas, las mires a los ojos, sonrías y digas: hoy el poder lo tengo yo.

El Arte De Aprender



Cómo sacarle provecho a todas las situaciones.

No importa tu edad, lo importante es que tengas una actitud activa y dinámica frente al aprendizaje, para siempre estar incorporando nuevas motivaciones que te ayudarán en tu crecimiento personal.

Para la filosofía oriental, la vida es una escuela en la cual tienes la oportunidad de aprender diferentes cosas. Alguna vez te has preguntado:¿se puede aprender de todo lo que sucede, ya sea bueno o malo?
Sí se puede, pero para ello deberías analizar y reflexionar qué es lo que te toca aprender, cuál es el motivo de este aprendizaje y cuál es el significado que posee para tu desarrollo personal.

Existen 3 tipos de aprendizaje:

Lo que debes aprender en esta vida: por ejemplo, a ser caritativo, comprensivo, etc.
Los aprendizajes de cada día: muchas veces se aprende de pequeños detalles tanto de la vida práctica (por ejemplo, arreglar un enchufe) como situaciones más sutiles (por ejemplo, aprender a callar ante un error ajeno).

Lo que puedes aprender de ver actuar a las demás personas a tu alrededor: pueden ser actitudes positivas, por ejemplo el hecho de tratar con una persona que siempre tiene una palabra de aliento para con los demás. También se da el caso de aprender lo que no se debe de hacer en determinada situación, como ante un fracaso laboral, afectivo etc. (por ejemplo, buscar consuelo en el alcohol o las drogas).

Para aprender necesitas:
Desarrollar una actitud activa y positiva frente a la vida. Estar dispuesto a mejorar a no cometer varias veces el mismo error.

Saber virar las situaciones a tu favor, aunque se traten de hechos adversos o negativos. Siempre hay que intentar sacar una sabiduría o aprendizaje para que, si no se vuelve a presentar un hecho similar, puedas afrontarlo desde otro punto de vista y salir victorioso.

Desgraciadamente, muchas veces hay que aprender con dolor, ya que en ocasiones puede ocurrir que te cierres en tu criterio propio, en tener la verdad del hecho, y no te das la oportunidad de ver diferentes ópticas del problema.

Saber aprender, dejar aprender

Al comprender la necesidad de aprender que tienes, verás que todas las personas están en el mismo camino y muchas veces te puedes encontrar ante la difícil situación de tener que dar un paso al costado para dejar que otro pueda aprender tal vez algo que tú ya hiciste.

Nunca dejes de aprender, cada día puedes aprender algo nuevo y no sabes cuánto puede cambiar tu vida.

Soledad Y Silencio


A veces la vida tiene estos silencios, estos paréntesis donde las horas se quedan pétreas en un cabalgar siniestro hacia la soledad infinita del fin. Es como intentar cazar el soplo de un oxígeno azul, indefinidamente transparente, virtual y descarnado. Es el éxtasis del cambio o la certeza de que todo, a pesar de todo, sigue igual.

La vida tiene, a menudo, estos desplantes; estas sorpresas atronadoras de vacíos, estos iracundos vaivenes de nostalgia desmedida y esta paz inaudita que recorre los caminos inhóspitos del futuro. Es la sed entre la carne temblorosa de la convivencia, entre el purpúreo enamoramiento del latido un día más.


Pero siempre, tras la pausa, como tras la calma, viene otra tormenta, otra batalla, otro despliegue de esperanzadora victoria sobre la herida remota de la vida infinita.

Los Sonidos Del Silencio


Cómo escuchar el silencio: Una cuestión que puede parecer evidente a primera vista, pero nada más lejos de la realidad. De hecho, ¿estás seguro de saber qué es exactamente el silencio? El silencio no es sólo la ausencia de ruido, como pudiera parecer. El silencio es lo que sostiene todos los sonidos, lo que los hace posibles. De hecho, el silencio es mucho más que eso. El silencio es una puerta abierta hacia el Aquí y Ahora, donde los dramas y el estrés de las rutinas mentales no tienen lugar. 

Y lo mejor de todo es que, aunque la mayor parte del tiempo pasa completamente desapercibido para la mente pensante, el silencio siempre está ahí, a tu alcance, aunque ni siquiera te des cuenta.

El silencio, como mencioné antes, es mucho más que la ausencia de ruido. De hecho, incluso cuando el mundo a tu alrededor es más ruidoso, como en un concierto o en una calle muy transitada, puedes reconocer el silencio de fondo si prestas atención. No hablo sólo del silencio interno de la mente, que no depende de ningún factor ajeno a ti, sino también del que hay tras cada sonido, tras cada palabra, tras cada pensamiento… Los ruidos son sólo olas que fluyen sobre un océano de calma, ¿lo habías notado?

El silencio y el ruido no son, en absoluto, incompatibles. De hecho, sin silencio no podría haber sonido alguno. Observa esto ahora mismo. ¿Puedes percibir ese silencio que, pase lo que pase, permanece inmutable?


Presta atención a cuanto te rodea, Aquí y Ahora. Da igual la situación en la que estés: en el metro, en la playa, caminando por una ciudad… No importa los estímulos y los ruidos que te rodean. Tan sólo observa, sin juzgarlos. Seguramente  te resulte fácil sorprenderte inmerso en pensamientos que etiquetan unos ruidos como “buenos” y otros como “malos”, ¿verdad? Pues no luches tampoco contra eso. Deja que tus pensamientos también fluyan con los sonidos, pues son sólo eso, ruido mental. 

Si eres capaz de observar de esta manera, sin juzgar y sin buscar nada, verás cómo escuchar el silencio es mucho más sencillo de lo que parece. Pero, ante todo, no te juzgues si no lo consigues, porque ese juicio también es ruido, también es distracción. Recuerda: sólo necesitas prestar atención, Aquí y Ahora.