A veces la vida tiene estos silencios, estos paréntesis
donde las horas se quedan pétreas en un cabalgar siniestro hacia la soledad
infinita del fin. Es como intentar cazar el soplo de un oxígeno azul,
indefinidamente transparente, virtual y descarnado. Es el éxtasis del cambio o
la certeza de que todo, a pesar de todo, sigue igual.
La vida tiene, a menudo, estos desplantes; estas sorpresas
atronadoras de vacíos, estos iracundos vaivenes de nostalgia desmedida y esta
paz inaudita que recorre los caminos inhóspitos del futuro. Es la sed entre la
carne temblorosa de la convivencia, entre el purpúreo enamoramiento del latido
un día más.
Pero siempre, tras la pausa, como tras la calma, viene otra
tormenta, otra batalla, otro despliegue de esperanzadora victoria sobre la
herida remota de la vida infinita.
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