Filosofía
Identidad De Los Opuestos
Spengler cree haber encontrado en el carácter aristocrático
del pensamiento de Heráclito la prueba de que “la lucha o la guerra crea toda distinción real tanto
en el ámbito de la naturaleza como en el de la historia”, escribe en la
Introducción Marcelino Rodríguez Donís. A juicio de Spengler, “Heráclito
sería ese gran señor que, aun en medio de la miseria de su tiempo, mantiene con
orgullo y altivez una Weltanschauung que,
como todo lo noble, profundo, bueno y
verdadero siempre triunfa en este mundo”.
Heráclito reflexiona explícitamente sobre la identidad de los opuestos.
Sin embargo, “Todas las cosas son una”, escribía a su vez en uno de sus
fragmentos. Aunque diferentes y opuestos en su diversidad y oposición, todo
existente, tomado absolutamente, es idéntico a los demás. Esta identidad no
puede ser algo particular y limitado, sino lo ilimitado, el cometido del
filósofo es establecer en qué consiste este nexo que configura y hace una a la realidad múltiple.
Spengler establece la singularidad de Heráclito frente a los
milesios. Estos buscan una arce, un origen sustancial de todas las cosas,
mientras que Heráclito sostiene que el ser no existe, sino que sólo hay un
acontecer puro, desprovisto de sustancia y regido por una ley. La lucha de los
opuestos es lo único real en el incesante devenir que es como las aguas de un
río que siempre se renuevan.
Heráclito asegura que la identidad de las cosas es su mismo
ser diferente y opuesto, su mismo diversificarse y oponerse a las otras, y
llama “guerra” (pólemos) a la oposición en la que
consiste cada una de ellas y de la cual se genera. Lo que hay de idéntico en
cada realidad es la contraposición misma de cada cosa con las otras. La discordancia, el contraste y la oposición
son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas.
La identidad de lo diferente no puede ser algo particular,
es la oposición de cada cosa con respecto a las otras, su no ser las otras, su
ser justamente algo “diferente”. Ese no ser el otro de él no es algo particular
y limitado, que concierne sólo a algunas cosas: el no ser del otro de él mismo
constituye todas las cosas y por lo tanto es ilimitado, ápeiron. Anaxímenes se preguntaba qué es el ápeiron, y Heráclito contesta: es el no ser el otro de él
mismo, o sea, el oponerse de cada
cosa a todas las otras.
En este camino, Heráclito retoma la reflexión sobre los
conceptos de justicia e injusticia. Aclara cómo cada cosa puede ser lo que es
sólo en cuanto se encuentra unida a las otras en la relación de oposición; y la
oposición, la disputa, apaga la prevaricación de la injusticia. La justicia es disputa,
justamente porque en el contraste de la oposición, o sea en la guerra
universal, continúa negada la “arrogancia” de cada cosa singular.
El devenir de las cosas tiene una particular importancia
para Heráclito, porque en el universo visible supone la vinculación que une a
los opuestos: la paz nace de la guerra, la guerra de la paz… Y más aún: en el
devenir, tanto el contraste y la oposición de las cosas como la unidad de los
opuestos, se presentan de la manera más manifiesta. En el devenir, cada cosa se convierte en su
contrario.
Aunque, según Spengler, en Heráclito no puede
hablarse de identidad los contrarios, sino de antinomias, en tanto que ningún
opuesto puede darse sin el otro.
La oposición responde al estado subjetivo o sensorial de los
sujetos, pero se reduce a una sola y misma cosa que nosotros calificamos de
distinta manera según somos afectados por ella. Finalmente, el logos, la razón,
marca el compás del movimiento y de la lucha, pero ni se identifica con el
fuego, ni con dios, ni es tampoco un principio intelectual.
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