domingo, 5 de mayo de 2019

Identidad De Los Opuestos


Filosofía
Identidad De Los Opuestos
Spengler cree haber encontrado en el carácter aristocrático del pensamiento de Heráclito la prueba de que “la lucha o la guerra crea toda distinción real tanto en el ámbito de la naturaleza como en el de la historia”, escribe en la Introducción Marcelino Rodríguez Donís. A juicio de Spengler, “Heráclito sería ese gran señor que, aun en medio de la miseria de su tiempo, mantiene con orgullo y altivez una Weltanschauung que, como todo lo noble, profundo, bueno y verdadero siempre triunfa en este mundo”.

Heráclito reflexiona explícitamente sobre la identidad de los opuestos. Sin embargo, “Todas las cosas son una”, escribía a su vez en uno de sus fragmentos. Aunque diferentes y opuestos en su diversidad y oposición, todo existente, tomado absolutamente, es idéntico a los demás. Esta identidad no puede ser algo particular y limitado, sino lo ilimitado, el cometido del filósofo es establecer en qué consiste este nexo que configura y hace una a la realidad múltiple.

Spengler establece la singularidad de Heráclito frente a los milesios. Estos buscan una arce, un origen sustancial de todas las cosas, mientras que Heráclito sostiene que el ser no existe, sino que sólo hay un acontecer puro, desprovisto de sustancia y regido por una ley. La lucha de los opuestos es lo único real en el incesante devenir que es como las aguas de un río que siempre se renuevan.

Heráclito asegura que la identidad de las cosas es su mismo ser diferente y opuesto, su mismo diversificarse y oponerse a las otras, y llama “guerra” (pólemos) a la oposición en la que consiste cada una de ellas y de la cual se genera. Lo que hay de idéntico en cada realidad es la contraposición misma de cada cosa con las otras. La discordancia, el contraste y la oposición son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas.

La identidad de lo diferente no puede ser algo particular, es la oposición de cada cosa con respecto a las otras, su no ser las otras, su ser justamente algo “diferente”. Ese no ser el otro de él no es algo particular y limitado, que concierne sólo a algunas cosas: el no ser del otro de él mismo constituye todas las cosas y por lo tanto es ilimitado, ápeiron. Anaxímenes se preguntaba qué es el ápeiron, y Heráclito contesta: es el no ser el otro de él mismo, o sea, el oponerse de cada cosa a todas las otras.

En este camino, Heráclito retoma la reflexión sobre los conceptos de justicia e injusticia. Aclara cómo cada cosa puede ser lo que es sólo en cuanto se encuentra unida a las otras en la relación de oposición; y la oposición, la disputa, apaga la prevaricación de la injusticia. La justicia es disputa, justamente porque en el contraste de la oposición, o sea en la guerra universal, continúa negada la “arrogancia” de cada cosa singular.

El devenir de las cosas tiene una particular importancia para Heráclito, porque en el universo visible supone la vinculación que une a los opuestos: la paz nace de la guerra, la guerra de la paz… Y más aún: en el devenir, tanto el contraste y la oposición de las cosas como la unidad de los opuestos, se presentan de la manera más manifiesta. En el devenir, cada cosa se convierte en su contrario.

Aunque, según Spengler, en Heráclito no puede hablarse de identidad los contrarios, sino de antinomias, en tanto que ningún opuesto puede darse sin el otro.


La oposición responde al estado subjetivo o sensorial de los sujetos, pero se reduce a una sola y misma cosa que nosotros calificamos de distinta manera según somos afectados por ella. Finalmente, el logos, la razón, marca el compás del movimiento y de la lucha, pero ni se identifica con el fuego, ni con dios, ni es tampoco un principio intelectual.



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