jueves, 21 de marzo de 2019

Asumir Consecuencias

Los seres humanos, algunos en ciertas etapas, otros en todas las etapas de desarrollo de la personalidad, presentamos un patrón de comportamiento mediante el cual tendemos a evadir y no asumir responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos, adjudicando dicha responsabilidad a otras personas.

Cuántas veces hemos sido testigos de situaciones en las cuales un(a) estudiante, independiente del nivel que curse, cuando las calificaciones son bajas o reprueba, se justifica argumentando que el o la docente le tenía inquina o no explicaba bien. En vez de reconocer que no había estudiado o no dedicó la atención debida a la clase, recurre a la justificación y responsabilizar al o la docente.

Cuando una persona no tiene empleo, quizá busca y no encuentra, o cuando es despedida de su trabajo, en ambos casos muy difícilmente acepta que ello se debe a que no cumple los requerimientos del cargo que busca, o no llenaba las expectativas de los empleadores. En estas circunstancias recurre a señalar a otras personas, argumentando que gestionan para que no les den empleo o para que los despidan.

Los ejemplos son innumerables, porque este patrón de comportamiento se manifiesta independiente de raza, credo religioso, sexo, edad, capacidad económica, preparación académica, etc., es decir, no tiene fronteras. Pareciera que tiene raíces genéticas y es afinado en la vida cotidiana.
           
Dicho patrón de comportamiento está presente desde siempre; la Biblia, en el libro de Génesis 3:11-13, relata que cuando Adán desobedece a Dios y Este le pregunta "¿qué has hecho?", él responde: la mujer que me diste por compañera me dio del fruto prohibido, y entonces yo comí. No asumió su responsabilidad, por el contrario, recurrió a culpabilizar primero a quien le había dado la vida, y luego a la mujer que era sangre de su sangre y huesos de sus huesos.

En la vida las decisiones que se toman y las acciones que se ejecutan son innumerables, y en muchas de ellas se rehúye asumir responsabilidad sobre las consecuencias y se opta por achacar culpabilidades a terceras personas, muchas veces por temor a señalamientos, represalias o castigos.

Culpabilizar no permite enmendar errores, en el tanto, es un mecanismo mediante el cual las personas se tapan los ojos para no ver y negarse a aceptar la autoría de los desaciertos cometidos.
Cada quien es responsable por su presente y su futuro. Hay que tener presente que las actuaciones, correctas o incorrectas, no son más que una siembra, la cual, a la corta o a la larga, dará fruto bueno o malo.

Aceptar la responsabilidad de los errores, fracasos y principalmente las consecuencias, prepara a la persona a entender el para qué de lo que ocurre en su vida, así mismo, fortalece el carácter con humildad y  crea condiciones para nuevos retos y ser asertivo(a) en lo que se emprende.


Si se pidiera que levanten la mano quienes han presentado ese patrón de comportamiento, 
posiblemente la gran mayoría las levantaríamos. Por lo tanto, dispongámonos al cambio y erradicarlo de nuestro comportamiento. 

miércoles, 20 de marzo de 2019

El Camino Sensato

Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda tribulación  (Dhammapada)

Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en crisis.

Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de valores éticos.

Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en las procelosas aguas de la vida.

Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del horizonte.

Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento. Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo que insistieron tanto los estoicos. Tal vez podamos evitar el sentido trágico de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos sugirió el gran Epicteto.

Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades. Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?


Mejor que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado, es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma  (Dhammapada)

Sobre La Percepción


Filosofía
Sobre La Percepción
La percepción –término que etimológicamente (del latín, perceptio) significa captación– es una operación o acto cognitivo por el que captamos inmediatamente una realidad o un objeto, básicamente gracias a la estimulación sensorial, al menos por lo que se refiere a cosas corpóreas y sensibles. Así, decimos que percibimos un parque, un partido de fútbol, un grupo de amigos almorzando. 

En principio compartimos con los animales esta capacidad, sólo que el hombre, en lo que percibe sensorialmente advierte aspectos que el animal no puede alcanzar, y además el ser humano puede expresar con palabras lo que percibe, lo cual es fruto no sólo de una percepción, sino de un juicio intelectual. Un animal puede notar que estamos nerviosos, pero no lo sabe ni puede decirlo. El ser humano puede percibir el nerviosismo de otra persona, pero sabe qué es estar nervioso y por eso puede reflexionar sobre este estado anímico, para analizar sus posibles causas y consecuencias, cosa que hace contando con el lenguaje y la racionalidad.

En sus escritos sobre el hombre y el conocimiento –antropología o psicología filosófica, gnoseología–, los filósofos han planteado diversos interrogantes sobre la percepción, dándoles más o menos importancia en el cuadro del conocimiento humano. Uno de los aspectos filosóficos centrales es situarla en el contexto del conocimiento en general, es decir, con relación a actos o procesos como son las sensaciones, la memoria, el pensamiento y la justificación de los conocimientos verdaderos. 

Otro punto es indicar qué se puede conocer, o no, mediante la percepción. Los temas gnoseológicos se refieren a la interpretación del alcance cognitivo de la percepción, un punto en el que se ven involucradas las distintas posiciones gnoseológicas (realismo, idealismo, escepticismo, etc.).

Otro enfoque disciplinar que estudia la percepción es la psicología científica y la neurociencia. Estas dos aproximaciones hoy pueden considerarse convergentes. La psicología estudia en detalle los procesos estimuladores que, a través de diversos canales sensoriales, confluyen en la captación de un objeto visto, oído, tocado, etc., tanto externo como interno (una mesa, la propia mano, etc.). Se puede ir siguiendo la base neural que posibilita la puesta en acto del acto perceptivo y su posterior influjo en la memoria. Además pueden estudiarse las relaciones entre percepción –junto con las sensaciones–, emociones y conducta. Puede plantearse, asimismo, si el fenómeno perceptivo es siempre consciente o si puede ser también inconsciente.

Las perspectivas filosófica y científica sobre la percepción se entrelazan (para una visión histórica del problema filosófico de la percepción, ver Hamlyn 1961). No siempre pueden delimitarse entre sí con nitidez. La filosofía de la percepción se basa en experiencias psicológicas comunes o estudiadas por las ciencias, a las que busca dar una última interpretación. Pero las investigaciones neuropsicológicas pueden tener, por su parte, presupuestos filosóficos, o pueden entrar en discusiones, incluso técnicas, de las que no es ajena la filosofía.


En esta exposición, dado su carácter fundamental, seguiremos un planteamiento filosófico, aludiendo de modo más secundario a detalles conocidos en el campo de la psicología y la neurociencia. 

Comenzaremos presentando nuestro conocimiento ordinario, tal como se manifiesta en el lenguaje común, y a la vez lo analizaremos críticamente. Seguimos este método fenomenológico-crítico porque, en una primera fase, parece el más adecuado para la filosofía. Es decir, no partimos sin más de lo que dicen sobre estos temas las ciencias, ya que estas presuponen muchas experiencias y elaboraciones hechas previamente. Lo propio de la filosofía es, en cambio, no dar por supuesto cosas ya sabidas, sino analizar la realidad partiendo de nuestras experiencias primarias. 

Esto no significa que al hacer filosofía se ignoren los conocimientos científicos. Al contrario, atendemos a las experiencias primarias teniéndolo en cuenta, precisamente para comprender e interpretar más a fondo el enorme caudal de conocimientos científicos sobre la percepción de que hoy disponemos.

Emocionalmente Inteligentes

Para entender lo que es la Inteligencia Emocional, empecemos por entender que la inteligencia es la capacidad de entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas. 


Ser inteligente nos permite tener la capacidad de comprender ideas, adaptarnos al entorno, aprender de las experiencias de los demás, superar obstáculos y tener la capacidad de organizarnos y planificarnos.

Según Howard Gardner (psicólogo, investigador y profesor de la Universidad de Harvard) existen y tenemos diferentes tipos de inteligencia que nos relacionan con el mundo (“Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences”):

Inteligencia Lingüística: es la primera que desarrollamos cuando aprendemos a hablar. Está relacionada con la capacidad verbal.

Inteligencia Lógica: pensamiento abstracto, precisión y la organización a través pautas y secuencias.

Inteligencia Musical: habilidades musicales y rítmicas

Inteligencia Visual – Espacial: habilidad para integrar elementos, percibirlos y ordenarlos en el espacio, y poder establecer relaciones de tipo metafórico entre ellos.

Inteligencia Artística: asociada a las bellas artes.

Inteligencia Kinestésica: asociada con el movimiento corporal, de objetos y los reflejos.

Inteligencia Interpersonal: capacidad de establecer relaciones con otras personas.

Inteligencia Intrapersonal: se refiere al conocimiento de uno mismo, autoconfianza y automotivación.

Edward Thorndike, psicólogo y pedagogo estadounidense, definió la Inteligencia Emocional como “la habilidad para comprender y dirigir a los hombres, mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas”.

Según Daniel Goleman, la Inteligencia Emocional “es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos”.

En base a estos conceptos, podemos definir que la Inteligencia Emocional es la capacidad que tenemos de controlar y gestionar nuestras emociones y la de los demás, en favor a los objetivos que queremos lograr. 

La inteligencia intrapersonal y la interpersonal están directamente relacionadas con la inteligencia emocional. La habilidad de sociabilizarnos y de establecer relaciones con otras personas, conocernos a nosotros mismo a nuestras emociones y sentimientos nos hace emocionalmente inteligente. De igual forma, estar preparados al cambio y no mostrar resistencia a estos, adaptarnos al entorno y a las situaciones son también habilidades que caracterizan a las personas emocionalmente inteligentes.

La Inteligencia Emocional puede ser fomentada y fortalecida en todos nosotros y la falta de la misma puede influir directamente en nuestra vida personal y en nuestras carreras.

Manejar nuestras emociones, tener autocontrol, gestionar lo que sentimos es la clave del éxito laboral. Los grandes líderes han sido siempre emocionalmente inteligente, Gandhi es un vivo ejemplo de esto: hubiese sido imposible para el alcanzar sus logros si no hubiera podido controlar sus emociones y la de sus seguidores. Y si Gandhi hubiese entrado en pánico? Sus seguidores igual lo hubiesen hecho.


Controlar las emociones es una habilidad muy importante que todos debemos de desarrollar. No dejar que los problemas de casa influyan en nuestra vida laboral y que los problemas laborales no influyan en nuestra vida personal es difícil, pero no imposible. Cuando hayamos logrado esto, y además también hayamos logrado tolerar las presiones y frustraciones de nuestro entorno y adoptemos una actitud empática y social que nos brinde mayores posibilidades de desarrollo personal, podremos decir que somos emocionalmente inteligentes.

Seamos Solidarios

En algún momento de nuestras vidas, todos nos hemos quejado por el caos de la ciudad en la que vivimos, pero, ¿hacemos algo al respecto? Pareciera que, a medida que pasan los años, es más difícil desenvolverse en un contexto que no esta acondicionado para todas las personas. Vemos como no existen suficientes rampas requeridas para adultos mayores, ni suficientes lugares para que ellos tengan espacios de esparcimiento, por lo que nuestra actitud hacia ellos es clave al momento de convivir dentro de la sociedad que compartimos. Si ahondamos un poco en esta situación veremos, que podemos hacer muchas cosas para ayudar a que esto disminuya.

La solidaridad es una herramienta que nos permite convivir adecuadamente y permanecer en un ambiente más tranquilo. Es un valor muy importante en los seres humanos, por lo que debemos construirlo a diario. La solidaridad se evidencia en muchas circunstancias, ya sea cuando sucede una catástrofe natural o en etapas de crisis de un país. Sin embargo, en nuestro día a día podemos ser solidarios de diferentes formas.

No, si alguien necesita ayuda prestémosela, sin importar de quien se trate, si es un desconocido o la edad que tenga, esas variables deben independientes de lo que hagamos. La solidaridad no tiene condiciones, cuando alguien atraviesa por alguna dificultad, ofrezcamos nuestra ayuda sin tener en cuenta, género, edad o situación económica. Por ejemplo, si vemos que una persona lleva muchos paquetes de compras, siempre podemos darle una mano.

La cooperación dentro de una sociedad está directamente relacionada con la inclusión. Rechazar a personas por su procedencia o características, es discriminación. Así que, si consideramos que tenemos un alto grado de compromiso social, veamos qué tanta coherencia hay en nuestras acciones.
Desde nuestro hogar demos el ejemplo, ayudémonos entre quienes integramos la familia, promovamos que los niños tengan conductas proactivas con los demás miembros. La solidaridad debería ser una filosofía social, esta implica muchos detalles, desde orientar a alguien con una dirección, hasta ayudar a un adulto mayor a cruzar la calle.

Tener conductas sociales adecuadas nos favorece de muchas formas. El hecho de ayudar al otro, incrementa nuestra capacidad de ponernos en su lugar, lo que a su vez nos beneficia mejorando nuestras relaciones.

Por otra parte, ayudar genera una satisfacción personal, que da pie al buen humor y a sentirnos orgullosos de nosotros mismos.

Solemos aprender a través del modelamiento, lo que quiere decir, que aprendemos y hacemos de lo que vemos. Así, si somos solidarios, nuestro ejemplo puede ser adoptado por otras personas que tal vez ni siquiera conocemos.

Aprovechemos y demos lecciones de vida en cualquier momento. Tengamos en cuenta al adulto mayor como nuestra responsabilidad, asimismo seamos parte de su integración, valorándolos y al hacerlos partícipes para convivir adecuadamente.


Ejercitemos una escucha activa, una disposición positiva, recordemos que la eterna juventud es un mito. Construyamos para nuestros adultos mayores un lugar donde quisiéramos vivir nosotros mismos. Recordemos que somos seres sociables por naturaleza y aislarnos puede enfermarnos. 

Ayudar a otros es una linda manera evitarlo.

Limitaciones Mentales

Cuando alguien sostiene que la ciencia tiene sus limitaciones, que su epistemología no es perfecta, abogando por un relativismo cognitivo, por el “nada se sabe seguro”, todo es opinión”, olvida que las limitaciones no son tanto de la ciencia en sí como de nuestros cerebros.

La mente es un órgano biológico más que una ventana a la realidad. Así pues, es lógico que no seamos capaces de comprender bien todos los descubrimientos de la ciencia, tanto reales como potenciales. Por ejemplo, decía Richard Feynman que quien afirme entender la física cuántica… en realidad es que no la entiende en absoluto.

Sencillamente, nuestra arquitectura mental no está diseñada para entender algo así, nuestras intuiciones sobre el espacio, el tiempo y la materia colisonan con la realidad, y debemos recurrir a herramientas extra-mentales para, al menos, operar con la realidad: por ejemplo, las matemáticas.
Por esa razón, la gente sigue preguntando cosas que resultan incoherentes en la realidad física. 

Preguntas como ¿qué había antes del Big Bang? O ¿qué hay más allá de los límites del universo? ¿Cómo se las arregla una partícula para pasar a través de dos rendijas a la vez?

Murray Gell-Mann describió la mecánica cuántica como “esa disciplina misteriosa y confusa que nadie de nosotros entiende de verdad pero que sabemos cómo usar”. Esta definición, procedente de un Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre partículas elementales como Gell-Mann, habría de dejarnos más tranquilos cuando continuamente nos llegan noticias de cómo el Gran Colisionador de Hadrones está literalmente destejiendo la realidad.

Si no entendemos qué ocurre, es normal, tenemos cerebros que no están diseñados para entenderlo.

Por eso no puede dejar de asombrarme que existan personas que consideren que la verdad no existe o que todo es relativo, u que es opinión subjetiva, tú tu verdad y yo la mía. Me asombra porque ni siquiera están diseñados para entender las verdades de la ciencia, ¿cómo van a entender si existen o no aspectos ajenos a esas verdades? (Y si las hay, tengan por seguro que no nos incumben, se alejan tanto de nuestra realidad como especie que preocuparse por ellas es estéril, e invocarlas resulta ser una clara maniobra de distracción, como quien invoca al Espaghetti Volador para explicar los misterios que aún no han sido descubiertos.

Vulnerabilidad

El deber de todo periodista es ejercer la libertad en el más alto nivel de responsabilidad. Esto parece una obviedad, pero de cosas obvias está empedrado el camino hacia la dignificación del mundo en el que respiramos y en el que ejercemos cotidianamente nuestra profesión.

Es difícil ser original cuando se pretende analizar cuestiones referentes a la ética. Un deber ético fundamental (de los periodistas y de los que no lo son) es, por ejemplo, decir la verdad. Pero la verdad casi nunca es obvia. Casi siempre es compleja y oscura. Quienes piensan que la realidad es inevitablemente blanca o negra suelen terminar enrolados (sin proponérselo, por supuesto) en las filas del fundamentalismo. Porque la realidad, aunque a muchos les resulte desilusionante, presenta en la mayoría de los casos interminables zonas grises.

Por eso a ningún periodista responsable puede dejar de preocuparle la fuerte tendencia que se advierte hoy, en ciertos medios, a describir los hechos de interés público, sistemáticamente, como si fueran parte de una puja urgente y decisiva entre las fuerzas del mal y las del bien. De un lado, todas las mafias; del otro, toda la transparencia. Nunca como en este momento las noticias que circulan parecen responder a una visión de la historia rígidamente conspiradora.


Como el cine de aventuras de la época muda, la información que brindan algunos medios en este tramo final del siglo XX nos convida a creer que la cuestión es proteger a los buenos de la acechanza de los malos. Que la diligencia no caiga en poder de los indios. That is the question: el reduccionismo moral en su versión más truculenta y cavernaria.

Creo que los periodistas deben mantenerse especialmente atentos, en este tiempo, al peligro de servir a interpretaciones maniqueas de la realidad que, generalmente, son el producto de operaciones de prensa montadas en función de un interés político o económico concreto y tangible.


La extremada vulnerabilidad de cierto periodismo ante esas operaciones (algunas de las cuales son impulsadas con generosos recursos tecnológicos o económicos) es uno de los factores que deben inquietar a quienes ejercen la responsabilidad de informar a la comunidad con rigor e imparcialidad. 

El periodismo no debe ser un instrumento dócil o pasivo al servicio de quienes orquestan un operativo político.

Mirada Introspectiva

La introspección es la capacidad que todo ser humano tiene para mirar dentro de sí mismo y bucear en su mundo interior.

Un mundo interior que a diferencia del mundo externo es inmaterial, no tiene colores y es invisible a la vista. Sin embargo, la introspección te permite llegar a tu mundo interno a través de la sensibilidad, la reflexión y la toma de conciencia.

Para cultivar la introspección es fundamental buscar el silencio, eliminar distracciones externas para poder pensar con calma y tranquilidad. Existe un entorno que es especialmente propicio para cultivar la introspección. Pasear por la naturaleza y conectar con el lado trascendental de la vida y del universo te permite descubrir la grandeza de tu ser. Para cultivar la introspección puedes hacer un proceso de coaching, realizar ejercicios de relajación, leer un libro de autoayuda, conversar con un amigo verdadero sobre temas profundos, escribir un diario personal…

Vivimos en una sociedad que lleva al ser humano a vivir centrado en la exterioridad como muestra el valor del consumismo, las redes sociales, el teléfono móvil, la televisión… Sin embargo, el ser humano nunca es feliz mientras busca fuera de sí mismo aquello que solo puede encontrar en su corazón.

Con frecuencia, existen personas que también evitan la introspección por el miedo a aquello que van a encontrar en su interior.

El trabajo y la necesidad de estar permanentemente ocupado son dos formas habituales de evitación de la introspección que solo producen efectos negativos a largo plazo porque para ser feliz de verdad, es fundamental buscar el equilibrio entre mundo interno y mundo externo. Para cultivar la introspección es fundamental tener claro el orden de valores de la vida porque el ser es más importante que el tener.

Por tanto, practica la introspección para responder a las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué sentido tiene tu existencia? ¿Cuál es la verdad que hay en tu corazón? Las grandes preguntas de la vida, que muestran cuestiones filosóficas solo pueden responderse desde la profundidad que surge del diálogo contigo mismo.


Para cultivar la introspección contigo mismo tienes que buscar tiempo para estar a solas contigo y disfrutar de tu propia compañía en planes agradables. El ser humano es social e individual al mismo tiempo. Para conectar en la relación con los demás, tienes que cultivar también la relación contigo mismo con paciencia, cariño y respeto. 

Eres un ser único e irrepetible, tomate tu tiempo para conocerte.

martes, 19 de marzo de 2019

Conocimiento En Saco Roto


La diferenciación entre el conocimiento y el ejercicio de ese conocimiento, que constituye la verdadera sabiduría, fue hecha desde un inicio por las diferentes tradiciones. Ya Platón había distinguido entre una vida filosófica integral, como la de Sócrates, y una filosofía discursiva como la de los sofistas, que eran capaces de grandes acrobacias lingüísticas para persuadir a casi cualquiera pero no que no eran capaces de poner en práctica sus argumentos ellos mismos. Aunque la filosofía moderna haya asumido ser un comentario de la filosofía platónica y considere que el espíritu helénico es su ilustre ascendente, podríamos afirmar que son los sofistas los que han triunfado. El conocimiento hoy en día, controlado por la academia (término que hoy parece mal tomado de la escuela de Platón) y las instituciones que la fondean, en gran medida se ha desviado de la concepción original de la filosofía. Presenciamos desde hace siglos una disociación entre el conocimiento intelectual y la vida moral y ascética necesaria para encarnar los principios que se discuten y se defienden como verdades. Pero es una verdad muy endeble la que sólo se sostiene con palabras y no con actos, ni con la transformación de la conciencia y el tangible mejoramiento del individuo, tanto moral como intelectualmente.
Seguramente esta disociación entre el conocimiento meramente intelectual y la aplicación del conocimiento a todos los aspectos de la existencia, especialmente aquellos que tienen que ver con nuestra relación cualitativa con el entorno, ocurrió paulatinamente con la consolidación del materialismo científico y de la preeminencia de los valores económicos. En la actualidad hemos llegado al punto en el que lo importante es ser inteligente (en un sentido mundano) y no ser bueno; de hecho consideramos que la bondad es sinónimo de ingenuidad (lo es sólo en un mundo rapaz, donde lo importante es obtener mayores beneficios personales). Si creemos que sólo existe esta vida, que avanzamos irremediablemente hacia la nada y que el mundo no tiene un propósito ni una base eterna --sin alma ni karma, es fácil pensar entonces que lo importante o deseable es simplemente apilar más poder y riquezas, pasarla bien un rato sin temer demasiado las consecuencias. En este sentido, la función del conocimiento se separa de la virtud moral y la transformación espiritual, para revelarse como una herramienta para satisfacer nuestros deseos y conseguir bienes materiales. El materialista podría contestar que existe la continuidad de la materia, de la especie humana, incrustada en la ciega evolución del universo, pero su egoísmo está tan instalado, que poca diferencia hace esto en sus actos y en la práctica le cuesta y no logra empatizar y "sacrificar" su vida para beneficio de las siguientes generaciones, con las cuales no tendrá vínculo tangible, puesto que él, en su totalidad, habrá dejado de existir. Necesitamos creer que estamos unidos profundamente con los demás para poder ejercitar el bien, la compasión, la virtud. 
Lo que llamamos aquí disociación --pero que podríamos también considerar una incongruencia entre la sofisticación del pensamiento y la entereza del acto, hoy en día  ha llegado a un punto crítico, debido a la sobreabundancia de información, misma que no tiene un equivalente de confirmación y consolidación a través de la práctica. De la misma manera en que en nuestra época hemos desarrollado el hábito de existir en espacios virtuales que se diferencian de lo que en relación llamamos el mundo real, también hemos desarrollado el hábito del conocimiento virtual a diferencia del conocimiento real. Nuestro conocimiento está basado en la información y cada vez tenemos más información, pero esa información sólo nos brinda un conocimiento virtual y generalmente superficial de las cosas, y no tiene una equivalencia práctica. Cada vez conocemos más cosas, pero no existe una relación proporcional con nuestra capacidad de hacer cosas, esto es desde objetos materiales, como también disciplinas inmateriales que produzcan resultados tangibles en el cuerpo o en la psique. Hemos comprado la idea de que la información es por sí misma un bien y que es equivalente a conocimiento e incluso a conciencia, pero esto es fácil de refutar mirando a nuestro alrededor y a nuestro interior. Para que la información se convierta en conocimiento es necesaria la experiencia, es decir la práctica, que hace que ésta se integre como un todo coherente. 
Algunos analistas de medios han detectado que nuestra era de la información es también la era de la desinformación o de la sobreinformación (el escritor Charles Simic la llama simplemente la era de la ignorancia), en la que el libre acceso se torna una inundación de información que no pasa por los antiguos filtros que, si bien a veces restringían la información con fines de control, también, sobre todo, nos instruían y daban sentido a la información, separando de alguna manera el grano de la paja. La abundancia de la información significa también que cada vez existe más información de poco valor y que el gran torrente de lo nuevo sepulta lo viejo que había perdurado por alguna razón (quizás porque tenía un valor basado en principios menos efímeros). A esto se suma que la gran libertad del hombre moderno --quien tiene el derecho de hacer y consumir lo que le dé su regalada gana-- también lo ha enfrentado con el vacío de no tener autoridades confiables que lo orienten dentro de este laberinto. Existe una gran diferencia entre tener acceso a información --por ejemplo un tratado de alquimia del siglo XVII-- y tener un conocimiento valioso por haber consumido ese contenido. En muchos casos, como en el ejemplo citado, de hecho el contenido no tiene sentido si no es puesto en práctica, para lo que a veces es necesario incluso un maestro que siga dentro de la tradición de ese conocimiento. Asimismo, la información que impera en los medios electrónicos refleja el paradigma materialista utilitario en el que se favorecen los contenidos que puedan tener un beneficio inmediato y que no requieran de un esfuerzo significativo de la audiencia. 
Si bien la filosofía occidental advirtió sobre este problema, en la filosofía oriental existe toda una tradición que categóricamente enfatiza que no existe conocimiento verdadero sin práctica y de hecho la práctica es en jerarquía superior a todo conocimiento intelectual. En el budismo, por ejemplo, es totalmente plausible alcanzar la iluminación sin leer ningún libro mientras que se lleve a cabo una práctica virtuosa, en cambio es completamente inaudito alcanzar un estado elevado de conciencia solamente leyendo libros sin que esto vaya acompañado de un accionar. De hecho existen numerosos maestros que recomiendan abandonar totalmente el aspecto intelectual y concentrarse únicamente en la práctica, en el trabajo diario de la mente y el cuerpo (evidentemente en este punto no debemos ser demasiado extremistas, ya que la mayoría de los maestros budistas o de otra tradición estará a favor de un equilibrio, puesto que cada uno puede ayudar a profundizar en el otro).
Hoy en día, los filósofos que son tomados como serios, encumbrados en las torres de marfil de las universidades, no se rebajarían a recomendar una serie de disciplinas ascéticas o condicionar el acceso al conocimiento a una serie de prácticas de refinamiento de la percepción --esto es considerado propio de gurús de autosuperación y personajes intelectualmente inferiores. 

El paradigma reinante de la filosofía como una disciplina mayormente intelectual prioriza la acumulación de conocimiento --el que más ha leído, el mejor informado, el que más argumentos puede barajar es considerado el más inteligente e incluso el más sabio. Esta concepción hace de la inteligencia algo similar a un bien material que debemos atesorar cuantitativamente y la cual podremos usar como si fuera una divisa. En la visión oriental, pero que también encontramos en la tradición mística de Occidente, lo único que se busca acumular es virtud, todo lo demás es un peso adicional para liberarse de la rueda de ilusiones y la feria de vanidades que es este mundo.  

EL Aporte De Schopenhauer

Filosofía
El grado de dolor o satisfacción en el género humano es una cuestión totalmente subjetiva, que bien podría estar definida por su naturaleza, o subjetivamente dependiendo de la situación en específico. Si no existiera una gran angustia que ocupara la mente del individuo, ésta se vería reemplazada por cientos de pequeñas dolencias que en conjunto tendrían la misma magnitud de la primera. Es por esto también que cuando se ha librado un inmenso dolor que se padecía, surge casi inmediatamente alguna otra preocupación que ocupa su lugar.

Según lo explicado, todo gran dolor o gran júbilo son sensaciones erróneas, meras ilusiones causadas por una falta de conocimiento, el primero por no comprender que el dolor es algo intrínseco en el hombre, y el segundo por creer haber descubierto algo que no se pensaba encontrar en el mundo.
Aspirar a una vida estoica, es por tanto el ideal de quienes buscan liberarse del dolor del mundo: “La ética estoica trataba principalmente de liberar el ánimo de todas las ilusiones de esa clase y sus consecuencias, ofreciéndole a cambio una inquebrantable impasibilidad” (Schopenhauer, 2004, p. 376).

Si como se ha dicho, dinámica del querer funciona de tal manera que una vez satisfecho un deseo surge otro y así continuamente, pero también se da el caso de encontrar un deseo que no es posible satisfacer pero tampoco dejar de lado y entonces el individuo se aferra a éste, creyéndolo además culpable de todos sus sufrimientos y nuestro destino. 

Para que los seres humanos logren una reconciliación con ellos mismos, es necesario conocer que el sufrimiento es parte fundamental de la vida y que una satisfacción de todos los deseos es imposible.


Vislumbrar Un Futuro

Si nuestra vida en común tuviera el marco de una cultura asentada y sólida, instalada a lo largo de generaciones, enriquecida por sucesivos aportes conceptuales y por el constante reconocimiento público a las personas e instituciones que lideran el compromiso cotidiano en la búsqueda del bien común, este suplemento se ocuparía de reflejar el trabajo de quienes se preocupan por actualizar y perfeccionar áreas específicas de esa cultura, dentro del contexto de una estructura social desafiante, pero al mismo tiempo ordenada, previsible y coherente, que les sirviese de andamiaje y les proporcionase coordinación y recursos.

Pero, lejos de eso, vivimos tiempos de profundos desajustes, en el que un extendido criterio relativista motoriza improvisaciones incoherentes, impulsa a descreer de quienes se ocupan de los demás, destruye roles sociales de personas y de instituciones, y desvirtúa la historia, destruyendo su papel de exponente de aprendizajes y valores comunes.

En este escenario corresponde presentar las dificultades que, como sociedad, padecemos (y de cuya existencia casi todos somos responsables) y ver en quienes trabajan para superarlas no sólo el valor de su compromiso y denuedo, sino también el esfuerzo descomunal de ser al mismo tiempo artífices y sostén de un tejido social que debe ser capaz de generar estructuras propias dentro de un sistema social vacío. La de por sí difícil tarea que se proponen se ve multiplicada por carencias de apoyo, comunicación, normas públicas que las apuntalen y recursos que les permitan lograr sus objetivos.


Es entonces oportuno destacar el valor de quienes se proponen remontar ambas adversidades, trabajando prioritariamente para lograr el cometido a que su vocación los llama, pero dispuestos a generar, al mismo tiempo, articulaciones con los demás actores de la sociedad (otras asociaciones e instituciones públicas, gobierno, empresas, centros de estudio y comunidades religiosas) que aseguren cambios estables para el futuro. 

Este camino supone la concertación de puntos de vista disímiles, la superación de mutuas desconfianzas y el difícil ejercicio de adecuar el orden de nuestras prioridades en función de potenciar el esfuerzo común.

Imaginación Creativa


El valor de una imaginación fértil, es la fuente de todo pensamiento creativo, y mucho más importante que el conocimiento; es una de las principales razones por la que la mayoría de personas no tienen éxito, porque no han aprendido a usar la imaginación.

D. Drubach, E.E. Benarroch, F.J. Mateen definen en su artículo: “Imaginación: definición, utilidad y neurobiología“, a la imaginación como ‘el proceso cognitivo que permite al individuo manipular información generada intrínsecamente con el fin de crear una representación que se percibe a través de los sentidos de la mente’.

Por eso, cuando muchas veces escuchamos frases como “es que yo no tengo mucha imaginación”, “mi compañero tiene mucha más que yo”… son frases equívocas, pues todos nosotros desde que somos niños tenemos un alto potencial imaginativo.

“En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”
-Albert Einstein-

Todos nacemos con una imaginación muy activa, como sucede con los niños, que viven en un mundo de fantasía durante unos años, la cual se trata de una fase normal del desarrollo de la personalidad, pero cuando los poderes de razonamiento superiores comienzan a madurar rápidamente, el niño progresa a un mundo de realismo.

Muchos jóvenes abandonan casi por completo el uso de su imaginación en esta etapa de sus vidas, y otros hacen uso de ella de una manera constructiva; es aquí donde los padres juegan un papel muy importante, ya que pueden dar a su hijos alguna salida creativa para su imaginación, mientras que otras reprimen o inhiben la del niño.

En realidad, cada ser humano tiene una imaginación, que puede estar reprimida, distorsionada o inactiva, pero existe, y es más potente que la fuerza de voluntad, pero cuando existe un conflicto entre ambas -imaginación y fuerza de voluntad-, siempre gana la primera.

“El exceso de imaginación o de pensamiento racional pueden ser igualmente peligrosos. Esas dos fuerzas tiran hacia lados opuestos y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía”
-Alexander Alekhine-

Dedica 5 minutos de tu día para visualizar mentalmente la imagen que deseas que se haga realidad,  por lo menos dos veces a la semana. Prueba a primera hora de la mañana,  antes de levantarte de la cama y de nuevo en la noche justo antes de dormir; libérate de tensiones, e imagínate en un lugar tranquilo y relajado.

“Tu imaginación es libre, no la hagas prisionera de las convicciones de los demás”
-Anónimo-

¿Crees que no puedes imaginar tanto como los demás? Ahora ya sabes que desde niño siempre has tenido una alta capacidad para hacer esto, tan solo te has olvidado o has negado lo que sin duda posees. Esta capacidad es muy importante para motivarte y, también, para dar rienda suelta a tu creatividad.


No limites tu poder de imaginar la vida que deseas, sueños, metas y éxitos. Nuestra mente tiene mucho poder, así que no la desperdicies. Te vendrá, además, muy bien si tienes un trabajo creativo.

lunes, 18 de marzo de 2019

Cuando Persigues Tus Sueños


Pasamos la mayor parte de nuestros tiempos inmersos en una carrera sin fin. Vamos por la vida persiguiendo algo, creyendo que eso nos otorgará lo que deseamos. Este algo es el dinero, y creemos que esto nos ayudará a convertir todos nuestros sueños en realidad. Convertimos el dinero en nuestra prioridad, lo perseguimos a toda costa, y al final de esta carrera pagamos un alto precio por él y terminamos perdiéndolo todo.

Nos damos cuenta que el dinero nos volvió ciegos, nos llevo por el camino incorrecto, y así hemos asesinado nuestros propios sueños, quemado nuestros deseos, y extinguido la llama de nuestra pasión. Por la tanto, para que esto no suceda debemos cambiar nuestra dirección, y comenzar a seguir el camino de nuestra pasión, y no del dinero.

De alguna manera llegamos a convencernos de que el dinero nos hace felices y exitosos. Nos contaron una historia maravillosa sobre el dinero, nos pintaron una fantástica imagen en nuestras mentes, lo que nos otorgó la idea de que el dinero nos permitirá comprar cada bien material de este mundo, y así podremos adquirir una felicidad eterna, y entonces terminamos creyendo esa historia. El problema es que comenzamos a perseguir el dinero en lugar de perseguir nuestra pasión, sin saber que nos dirigíamos directo a aquel lugar de oscuridad y decepción que tanto buscábamos evitar.

El problema cuando perseguimos el dinero es que caemos en una gran trampa. Esta trampa nos atrapa, haciéndonos creer que el dinero es la solución a todos nuestros problemas, y la clave para una vida feliz y plena, es así que comenzamos una búsqueda desesperada por el dinero, cayendo en la trampa, directo en sus garras, y así comienza a devorar lentamente nuestras almas. Consume cada parte de nosotros, y nos vuelve tan adictos, tan dependientes que lo necesitamos con el fin de sobrevivir, haciéndonos creer que de hecho el dinero nos hace feliz, y que la falta del mismo nos hace miserables, y así, ciegos y sordos defendemos la idea hasta que morimos.

“Persigue tu pasión, no tu pensión.” – Denis Waitley

¿Pero cuantas personas exitosas realmente conoces? Y con exitosa no quiero decir, personas con dinero, porque el tener dinero no siempre equivale a éxito, sino que me refiero a personas viviendo su pasión, personas que han conseguido sus sueños y deseos, personas que están felizmente viviendo la vida que deseaban, personas realmente vivas. ¿Cuantas personas puedes ver felices haciendo lo que hacen? No muchas, ¿verdad?

¿Cuál es tu pasión? ¿Qué te hace feliz? ¿Que amas hacer? ¿Cuál es tu sueño? Tomate el tiempo de pensar y analizar estas preguntas, encuentra tus propias respuestas. Descubre tu propósito, encuentra tu pasión, y sale a buscarla, persíguela bajo el sol, bajo la tormenta, en la luz y en la oscuridad, cuanto te sientas fuerte o débil, no importa que tan difícil todo parezca ser, o que tan lejos estás de alcanzar tu meta, no importa cuan imposible parezca ser, siempre persigue tu pasión, y todo lo demás, el dinero incluido te seguirá. No te conformes, no te limites, no te conviertas en el asesino de tus propios sueños.

De La Prudencia


En cuanto a la prudencia, puede formarse de ella una idea, considerando cuáles son los hombres a quienes se honra con el título de prudentes.

El rasgo distintivo del hombre prudente es al parecer el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él, no bajo conceptos particulares, como la salud y el vigor del cuerpo, sino las que deben contribuir en general a su virtud y a su felicidad. La prueba es que decimos que son prudentes en tal negocio dado, cuando han calculado bien para conseguir un objeto honroso, y siempre con relación a cosas que no dependen del arte que acabamos de definir.

Y así puede decirse en una sola palabra, que el hombre prudente es en general el que sabe deliberar bien. Nadie delibera sobre las cosas que no pueden ser distintas de como son, ni sobre las cosas que el hombre no puede hacer. Por consiguiente, si la ciencia es susceptible de demostración, y si la demostración no se aplica a cosas cuyos principios puedan ser de otra manera de como son, pudiendo ser todas las cosas de que aquí se trata también distintas, y no siendo posible la deliberación sobre cosas cuya existencia sea necesaria, se sigue do aquí que la prudencia no pertenece ni a la ciencia ni al arte.


No pertenece a la ciencia, porque la cosa que es objeto de la acción puede ser distinta de lo que ella es. No pertenece al arte, porque el género a que pertenece la producción de las cosas es diferente de aquel a que pertenece la acción propiamente dicha. Resta, pues, que la prudencia sea una facultad que, descubriendo lo verdadero, obre con el auxilio de la razón en todas las cosas que son buenas o malas para el hombre; porque el objeto de la producción es siempre diferente de la cosa producida; y, por lo contrario, el objeto de la acción es siempre la acción misma, puesto que el fin que ella se propone puede ser únicamente el obrar bien.

La Mente Despejada

Nuestro valor para la sociedad se basa en las habilidades que tenemos y en los servicios que podemos ofrecer. Es sencillo: la persona con el mejor y mayor valor será la más buscada en esta sociedad tan exigente en la que vivimos.

Para superar a la competencia tenemos que mejorarnos, aprender más habilidades y desarrollarnos de manera que mejoren nuestros conjuntos de habilidades.

Cuantas más habilidades tengamos más valorados estaremos por la sociedad. Nos pagarán más y disfrutaremos de una mejor calidad de vida. Más vacaciones, mejor comida, mejor cuidado personal físico y mejor salud. Para adquirir nuevas habilidades y mejorar, la mente necesita estar receptiva y abierta. Una mente despejada ayuda a revelar el camino correcto, tomar decisiones acertadas y establecer metas definidas.

El ejercicio es una forma de mantenerse sano, física y mentalmente para que la mente y el cuerpo estén conectados. Practicar un deporte nos mantiene en forma y nos ayuda a ser más felices. Algunos meditan, practican yoga y algunos prefieren pasar tiempo tranquilos, en soledad, de manera introspectiva para armonizar el cuerpo y el alma.

Cuando se está libre de estrés, ruido e interrupciones, uno puede deshacerse del equipaje, el desorden, la contaminación y recuperar su estado óptimo de relajación. Los resultados pueden ser asombrosos.

Una mente sana abre nuevas puertas, invita a nuevas perspectivas y mejora la capacidad de mediar con las tormentas y retos, de este carrusel que es la vida.



Aprender A Sufrir

El sufrimiento forma parte de nuestras vidas. Éste puede ser físico y/o emocional; el primero ocurre cuando se produce un daño orgánico y éste genera dolor, y el segundo cuando vivimos situaciones adversas que nos generan dolor emocional.

El sufrimiento emocional, puede aparecer en forma de miedo, tristeza y/o rabia.

La manifestación física del miedo es la ansiedad, y esta aparece cuando percibimos un peligro, una amenaza. Cuando nos vemos en riesgo, como organismo o como persona. El miedo tiene una función orgánica clara, la de enfrentar o huir del peligro. Este peligro puede ser real o imaginado, por lo que la respuesta al miedo puede ser adaptativa o desadaptativa, funcional o disfuncional. El miedo nos pone en estado de alerta, nos prepara  para huir del peligro o para enfrentarlo.

La ansiedad adaptativa es un estado emocional que constituye una respuesta a diferentes situaciones estresantes. Cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el manejo de las demandas externas. Así, ante un examen, por ejemplo, es completamente normal tener un poco de ansiedad, debido a que éste nivel de alerta permite mantener una atención más focalizada y una capacidad de ejecución más óptima, por ejemplo. De esta forma, la ansiedad normal es adaptativa porque permite a la persona responder al estímulo de forma adecuada.

La ansiedad desadaptativa es cuando la reacción deja de ser proporcional, en intensidad, frecuencia y/o duración, por lo que interfiere con el funcionamiento cotidiano de la persona. Esta reacción se acompaña de una sensación desagradable, síntomas físicos y psicológicos, y persiste más allá de los estímulos que la han desencadenado.

El miedo por lo tanto, sea funcional o no, implica sufrimiento. Sin embargo,  por lo explicado más arriba, cuando el peligro desparece y el miedo y la respuesta de ansiedad persisten, éstos constituyen  alimentos para el sufrimiento, el cual lleva a la persona a sentir pérdida de control sobre sí mismo.
Estas emociones (y sus respectivos sentimientos derivados) producen sufrimiento, pero tenemos que aprehender que el sufrimiento existe y que es necesario pasarlo. Sufrir es muy desagradable, genera un importante malestar, a veces, superlativo, pero este sufrimiento nos permite enfrentar el dolor que padecemos. Huir del sufrimiento a través de conductas poco saludables (adicciones, consumismo, autolesiones…) no sirve más que para esconder y perjudicar nuestra realidad.

El sufrimiento  es un motor para el cambio, si escapamos de él, si dejamos los conflictos sin resolver, estos se enquistan y crecen, llegando a producir un malestar más grave o patológico.
Es conveniente escuchar el sufrimiento (que no es lo mismo que darle vueltas), asumirlo y pasarlo. 

Recordemos que es un motor para el cambio, es un tránsito que hay que pasar para cambiar aquello que nos lo produce.

Poder expresarlo, comunicarlo a nuestros seres queridos, nos ayuda a asumirlo. Ellos no nos quitan el sufrimiento, pero pueden aliviarlo a través de la escucha empática y el apoyo. Es una ayuda que sin juicios, favorece la elaboración del proceso de cambio. Démosle sentido al sufrimiento, porque si tenemos un para qué, esto nos motivará hacia su superación.


Con este “para qué” asumimos una actitud constructiva. Aparece una luz, un objetivo. Podemos pensar con mayor claridad y buscar alternativas funcionales a nuestras conductas o pensamientos. Superar el sufrimiento es un proceso, un proceso para bien. Aliémonos con la confianza, elijamos lo que nos conviene y vayamos a buscar las soluciones que nos aportan bienestar real.

Anhelos Y Coraje

A menudo escuchamos que los valientes, los que se arriesgan, los que se la juegan y apuestan por una vida distinta, por crear nuevas circunstancias cuya construcción se prevé difícil, incluso imposible, son unos locos. Pero quizás el coraje no tenga nada que ver con la locura. Probablemente el coraje más que la ausencia de miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena que nos arriesguemos.

El coraje es fuerza al servicio del amor y de la consciencia. El coraje nos mueve porque creemos que aquello que queremos crear, cambiar, construir, tiene sentido. Tiene tanto sentido que nos puede llevar a arrostrar nuestros miedos, a enfrentar dragones internos y externos y partir en un viaje del cuál regresaremos completamente transformados, bien porque hayamos logrado encarnar el anhelo que nos llevó a partir, bien porque tras la aparente derrota habremos aprendido algo nuevo que nos llevará a ver con ojos distintos a la vida, a los demás y a nosotros mismos. Sea como sea, habremos crecido en el viaje interior, si somos capaces de hacer alquimia del dolor y de no dejarnos enloquecer por el éxito o la realización si hemos sido bendecidos por éstos.

Nuestros anhelos y nuestro coraje van a ir siempre de la mano. El anhelo nos invita a crecer y el coraje nos hace crecer. El primero es semilla, es potencia, es idea; el segundo es acción, transformación, realidad. Y en ese baile, el desarrollo en lo espiritual y en lo real que nos proporciona el coraje, alimenta nuevos anhelos en una espiral cada vez menos densa y más sutil. 

La danza de nuestros anhelos y nuestro coraje es la que transforma nuestra vida y la de los que nos rodean. Es esa extraordinaria danza la que hace que las utopías del pasado sean realidades hoy, y que nuestras utopías de hoy, quizás, sean las realidades de mañana. Porque la vida se construye en un diálogo entre el azar y nuestra responsabilidad. Decir que todo depende del azar es resignarse, rendirse, dejar a cero nuestra capacidad para redirigir o redefinir la vida. Decir que somos nosotros los que podemos hacer todo cuanto queramos, que tenemos todo el poder para crear la realidad a nuestra medida, no tan sólo es una fantasía muy peligrosa para nuestro entorno sino más bien un oscuro delirio narcisista.

El veneno está en la dosis. Si nos resignamos porque creemos que no podemos hacer nada y que el destino está escrito, entonces la partida de la vida será dolorosa y seguro que muy aburrida. En el otro extremo, si caemos en un delirio de omnipotencia, las bofetadas que recibiremos serán de tal calibre y tan necesarias que o enloqueceremos o caeremos en una depresión que nos devuelva el sentido de realidad.

Entre lo uno y lo otro existe la capacidad de ir desarrollando la lucidez necesaria para saber a dónde podemos llegar, paso a paso, trabajando y esforzándonos en aprender y hacer crecer nuestras capacidades de comprender, amar y actuar. Quizás lo importante es no dejar de hacerse preguntas y de sembrar, cada día, semillas de posibilidades, crear nuevas circunstancias, prepararnos para cuando florezca la oportunidad que nos abra las puertas hacia una nueva realidad deseada y esperada durante mucho tiempo por la que nos hemos estado preparando. La buena suerte quizás es, simplemente, la combinación de la preparación y la oportunidad. La primera depende de nosotros, la segunda, no tanto, aunque con la práctica, quién sabe.


Y en esa necesaria preparación para el juego de la vida, el propósito entendido como voluntad y entrega para que un anhelo se haga realidad, tiene un papel esencial. Woody Allen dijo “Sólo me ha llevado cuarenta años tener un éxito de la noche a la mañana”. Pues eso. A remar.

El Tiempo Del Tiempo

¿Qué nos hace únicos como especie? El argumento más común apunta siempre hacia nuestra capacidad de raciocinio y sobre todo a la consciencia. Esta consciencia, presumiblemente, nos ha hecho considerarnos superiores a las otras especies con las que compartimos esta tierra.

Algunas religiones incluso fomentan esa creencia, algunas otras lo hacían y ahora rectifican. Un ejemplo de esto último es la católica. A través de su Laudato si, la iglesia rectifica su antigua postura sobre el dominio absoluto del hombre en la tierra y dice que «hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas». Independientemente de que se crea o no en la Iglesia católica, se le debe de tener un total respeto a rectificación de esa magnitud, que va contra miles de años y una estructura monumental, anteponiendo el bien común y por supuesto, el sentido común.

Pero por otra parte, esa capacidad de raciocinio y consciencia nos permite «viajar en el tiempo». Nuestro pensamiento abstracto nos permite recrear el pasado, modificar cosas del mismo para tener una recreación diferente cada vez que queremos e incluso creer que son verdad esas recreaciones falsas. Nuestra memoria es dinámica, no estática. Pero no sólo podemos viajar al pasado, también podemos viajar hacia el futuro y ver cómo serán nuestros hijos, cómo será mañana, cómo seremos en  algunos años, etc. E igualmente, cada vez que hacemos un viaje temporal, éste será distinto. ¿Cómo? No lo sabemos. No entendemos cómo funciona nuestra cognición.

Sabemos, sin embargo, algunas cosas. Por ejemplo que nuestros sentimientos actuales afectan estos viajes en el tiempo. Es decir, si estamos muy angustiados ahora, probablemente nos imaginemos un futuro terrible y un pasado igualmente malo. Si estamos muy felices, un fenómeno similar se llevará a cabo. Pero también los cambios recientes afectarán estas percepciones. Si estábamos felices pero ahora estamos tristes, el pasado será maravilloso, el presente es terrible y el futuro será totalmente desalentador.

Esta dinámica, los miles de factores que la afectan y nuestra falta de entendimiento sobre nuestra cognición, generalmente terminan en dos cosas: ansiedad y estrés. A veces sólo una, a veces las dos al mismo tiempo. La ansiedad y el estrés están estrechamente relacionados a todo tipo de enfermedades crónico degenerativas, las que a su vez son de las principales causas de muerte en todo el mundo.


Y es aquí en donde se pone interesante la cosa, porque la reacción humana ha sido en su mayoría, no intentar entender el funcionamiento y sacar provecho del sistema, sino apagar eso que nos hace únicos. Aprendemos a meditar, a respirar, a hacer yoga, ejercicio, hablamos de acuerdos toltecas, hindúes, de culturas milenarias y su sabiduría y tratamos de imitarlos. 

Hay una industria gigante tratando de cubrir esta necesidad. Wellness aquí, wellness allá, gurús que se hacen millonarios y poderosos, científicos buscando la mejor manera de combatir el estrés, métodos contra la ansiedad, fármacos… ¡de todo y para todos! Y la única finalidad de todo esto es una: aprender a estar en el aquí y en el ahora. Si esto no es la más grande paradoja de nuestro tiempo, entonces no sé qué es lo que es. 

¿Será que nuestro raciocinio resulta una herramienta tan poderosa que va mucho más allá que nuestro entendimiento, haciéndola incontrolable? No tengo idea, por lo pronto… Namasté.

domingo, 17 de marzo de 2019

Jamás Desistir

Una frase tan memorable para todo lo que signifique desarrollo y progreso, tanto individual como colectivo. Progresar, significa emprender con decisión un camino, la mayor de las veces pedregoso y difícil, que exige insistencia antes que cualquier otra condición humana.

Si se carece de la misma puede verse conducido al derrotismo temprano y a ceder casi gratuitamente a darse por vencido en el campo de acción, ante una competencia más persistente y fiera.

El arte es un camino de flores lleno de espinas, la preparación envuelve un sabor agrio y vacilante que conlleva sacrificios de valor, pero una vez que se logra dominar la practica el mismo regala el inmortal sabor a gloria y a grandeza.

A lo largo del tiempo hemos conocido jóvenes con mucho talento que han comenzado en el arte y han muerto sin pena ni gloria antes de empezar.

Se caracterizan por levantarse en una mañana cualquiera con ganas de comenzar un nuevo proyecto, durante días e incluso meses se la pasan planificando todo: -“Nombre de su proyecto, genero, letras, arreglos y hasta grabación”.

Pero luego del primer intento fallido les invade la duda y abandonan sin ni siquiera intentarlo más allá. Muchos me dicen que han caído por el factor miedo y a las preguntas de su cabeza o de quienes les rodean ¿Servirá lo que estoy haciendo? ¡No tienes ayuda! – Dedícate a otra cosa, tú no das pa’eso-.

A ti que que recibes estas pequeñas líneas quiero decirte que si en la vida todo fuera fácil nadie triunfara, ni conociera el sabor y el valor absoluto del éxito.

Tal vez no tengas la mejor situación económica para invertir en ti o no tienes a nadie que te apoye, mi mensaje hoy es que nada ni nadie te detenga: ¡INSISTE, PERSISTE, NUNCA DESISTAS!

Eres el primero que debe apostarlo todo por ti, por tu talento y tu proyecto, si en el camino te topas con personas tóxicas que intentan desanimarte y no te hacen avanzar, déjalas atrás. Si te engañan, si te hieren, recuerda que todo es una etapa y es parte del aprendizaje que te hará mejor como artista y como persona.

Aunque sientas el cansancio y creas que no puedes más, que el triunfo te abandone, que un error o una persona del medio te lastime, aunque un negocio se quiebre, una traición te hiera, la ilusión se apague por momentos o el dolor te marchite los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos o la ingratitud de los que ayudaste a crecer sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa y todo parezca que vale nada: ¡NO TE RINDAS Y CONTINÚA LUCHANDO!


Vale soñar y conquistar tus sueños.





El Valor De Las Personas

Hermandades

Si un grupo de extranjeros conocieran las hermandades en diferentes momentos y luego fueran a su país a explicar lo que han conocido, sus versiones serían completamente distintas.

Para uno serían unas empresas de catering  que organizan excelentes cenas improvisadas a base de pescado frito; otro las describiría como organizaciones filantrópicas que ayudan a la comunidad; 
habrá quien piense que son agencias que montan grandes espectáculos, con espléndidas coreografías, en las iglesias y en las calles. Así podríamos seguir poniendo ejemplos cada vez más pintorescos.

Por eso no conviene perder de vista el recorrido que hemos venido haciendo sobre la misión de las hermandades como organizaciones de personas creadoras de valor en lo económico, en las actividades, en los procesos y en esas mismas  personas que las integran y en su entorno.

 ¿Y qué es crear valor en las personas?, hacerlas más valiosas, mejores, más acordes con su propia naturaleza. Fomentar, en definitiva, la adquisición y desarrollo de sus notas esenciales: la Verdad, el Bien y la Belleza.

Vamos a intentar explicarlas:

El hombre es ser racional dotado de libertad. El “hombre verdadero”, absolutamente fiel a su realidad,  es el que imita la esencia de Dios, que es pura Verdad, simple, perfecto, inmutable. En Dios lo que Él hace, lo que dice y lo que proclama de Sí  mismo coincide exactamente con Su realidad. En consecuencia el hombre auténtico es el que se ajusta a la Verdad, es decir: el que cumple la Ley de Dios, la ley moral.

El Bien, lo bueno, es lo que es completo, porque no le falta nada de aquello que es llamado a tener.
Lo que todos apetecen y deben apetecer. El Bien del hombre es ser racionalmente.

¿Y la Belleza? De la combinación de la Verdad y el Bien resulta la Belleza, aquello cuya contemplación agrada. La Belleza es, pues, ese bienestar en que está el alma que contempla la Verdad. Es verdaderamente bello sólo aquello que es verdadero y bueno. Belleza como don gratuito, como desbordamiento del ser.

La creación de valor  en las Personas, misión de las hermandades, consistirá pues en  hacerlas cada vez más personas, más perfectas, más identificadas con el Bien, la Verdad y la Belleza, las notas esenciales que definen a la persona.

Eso es lo que habría que explicarles a esos extranjeros despistados de los que hablábamos más arriba –y a algún nativo-. Todas las actividades de la Hermandad han de estar  enfocadas a ese objetivo común.  Las herramientas de que dispone son las sugeridas por el Código de Derecho Canónico, que recogen todas las Reglas: la formación de sus hermanos -una formación adecuada a sus necesidades y capacidades-; la participación en el culto público  -la Liturgia-  y el fomento y desarrollo de las virtudes, especialmente de la Caridad.


Cerramos así los cuatro ámbitos en los que las hermandades, como organizaciones de personas que son, han de crear valor: en lo económico, en las actividades, en los procesos y, finalmente, en las personas.