miércoles, 20 de marzo de 2019

Mirada Introspectiva

La introspección es la capacidad que todo ser humano tiene para mirar dentro de sí mismo y bucear en su mundo interior.

Un mundo interior que a diferencia del mundo externo es inmaterial, no tiene colores y es invisible a la vista. Sin embargo, la introspección te permite llegar a tu mundo interno a través de la sensibilidad, la reflexión y la toma de conciencia.

Para cultivar la introspección es fundamental buscar el silencio, eliminar distracciones externas para poder pensar con calma y tranquilidad. Existe un entorno que es especialmente propicio para cultivar la introspección. Pasear por la naturaleza y conectar con el lado trascendental de la vida y del universo te permite descubrir la grandeza de tu ser. Para cultivar la introspección puedes hacer un proceso de coaching, realizar ejercicios de relajación, leer un libro de autoayuda, conversar con un amigo verdadero sobre temas profundos, escribir un diario personal…

Vivimos en una sociedad que lleva al ser humano a vivir centrado en la exterioridad como muestra el valor del consumismo, las redes sociales, el teléfono móvil, la televisión… Sin embargo, el ser humano nunca es feliz mientras busca fuera de sí mismo aquello que solo puede encontrar en su corazón.

Con frecuencia, existen personas que también evitan la introspección por el miedo a aquello que van a encontrar en su interior.

El trabajo y la necesidad de estar permanentemente ocupado son dos formas habituales de evitación de la introspección que solo producen efectos negativos a largo plazo porque para ser feliz de verdad, es fundamental buscar el equilibrio entre mundo interno y mundo externo. Para cultivar la introspección es fundamental tener claro el orden de valores de la vida porque el ser es más importante que el tener.

Por tanto, practica la introspección para responder a las preguntas más importantes de la vida: ¿Quién eres? ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué sentido tiene tu existencia? ¿Cuál es la verdad que hay en tu corazón? Las grandes preguntas de la vida, que muestran cuestiones filosóficas solo pueden responderse desde la profundidad que surge del diálogo contigo mismo.


Para cultivar la introspección contigo mismo tienes que buscar tiempo para estar a solas contigo y disfrutar de tu propia compañía en planes agradables. El ser humano es social e individual al mismo tiempo. Para conectar en la relación con los demás, tienes que cultivar también la relación contigo mismo con paciencia, cariño y respeto. 

Eres un ser único e irrepetible, tomate tu tiempo para conocerte.

martes, 19 de marzo de 2019

Conocimiento En Saco Roto


La diferenciación entre el conocimiento y el ejercicio de ese conocimiento, que constituye la verdadera sabiduría, fue hecha desde un inicio por las diferentes tradiciones. Ya Platón había distinguido entre una vida filosófica integral, como la de Sócrates, y una filosofía discursiva como la de los sofistas, que eran capaces de grandes acrobacias lingüísticas para persuadir a casi cualquiera pero no que no eran capaces de poner en práctica sus argumentos ellos mismos. Aunque la filosofía moderna haya asumido ser un comentario de la filosofía platónica y considere que el espíritu helénico es su ilustre ascendente, podríamos afirmar que son los sofistas los que han triunfado. El conocimiento hoy en día, controlado por la academia (término que hoy parece mal tomado de la escuela de Platón) y las instituciones que la fondean, en gran medida se ha desviado de la concepción original de la filosofía. Presenciamos desde hace siglos una disociación entre el conocimiento intelectual y la vida moral y ascética necesaria para encarnar los principios que se discuten y se defienden como verdades. Pero es una verdad muy endeble la que sólo se sostiene con palabras y no con actos, ni con la transformación de la conciencia y el tangible mejoramiento del individuo, tanto moral como intelectualmente.
Seguramente esta disociación entre el conocimiento meramente intelectual y la aplicación del conocimiento a todos los aspectos de la existencia, especialmente aquellos que tienen que ver con nuestra relación cualitativa con el entorno, ocurrió paulatinamente con la consolidación del materialismo científico y de la preeminencia de los valores económicos. En la actualidad hemos llegado al punto en el que lo importante es ser inteligente (en un sentido mundano) y no ser bueno; de hecho consideramos que la bondad es sinónimo de ingenuidad (lo es sólo en un mundo rapaz, donde lo importante es obtener mayores beneficios personales). Si creemos que sólo existe esta vida, que avanzamos irremediablemente hacia la nada y que el mundo no tiene un propósito ni una base eterna --sin alma ni karma, es fácil pensar entonces que lo importante o deseable es simplemente apilar más poder y riquezas, pasarla bien un rato sin temer demasiado las consecuencias. En este sentido, la función del conocimiento se separa de la virtud moral y la transformación espiritual, para revelarse como una herramienta para satisfacer nuestros deseos y conseguir bienes materiales. El materialista podría contestar que existe la continuidad de la materia, de la especie humana, incrustada en la ciega evolución del universo, pero su egoísmo está tan instalado, que poca diferencia hace esto en sus actos y en la práctica le cuesta y no logra empatizar y "sacrificar" su vida para beneficio de las siguientes generaciones, con las cuales no tendrá vínculo tangible, puesto que él, en su totalidad, habrá dejado de existir. Necesitamos creer que estamos unidos profundamente con los demás para poder ejercitar el bien, la compasión, la virtud. 
Lo que llamamos aquí disociación --pero que podríamos también considerar una incongruencia entre la sofisticación del pensamiento y la entereza del acto, hoy en día  ha llegado a un punto crítico, debido a la sobreabundancia de información, misma que no tiene un equivalente de confirmación y consolidación a través de la práctica. De la misma manera en que en nuestra época hemos desarrollado el hábito de existir en espacios virtuales que se diferencian de lo que en relación llamamos el mundo real, también hemos desarrollado el hábito del conocimiento virtual a diferencia del conocimiento real. Nuestro conocimiento está basado en la información y cada vez tenemos más información, pero esa información sólo nos brinda un conocimiento virtual y generalmente superficial de las cosas, y no tiene una equivalencia práctica. Cada vez conocemos más cosas, pero no existe una relación proporcional con nuestra capacidad de hacer cosas, esto es desde objetos materiales, como también disciplinas inmateriales que produzcan resultados tangibles en el cuerpo o en la psique. Hemos comprado la idea de que la información es por sí misma un bien y que es equivalente a conocimiento e incluso a conciencia, pero esto es fácil de refutar mirando a nuestro alrededor y a nuestro interior. Para que la información se convierta en conocimiento es necesaria la experiencia, es decir la práctica, que hace que ésta se integre como un todo coherente. 
Algunos analistas de medios han detectado que nuestra era de la información es también la era de la desinformación o de la sobreinformación (el escritor Charles Simic la llama simplemente la era de la ignorancia), en la que el libre acceso se torna una inundación de información que no pasa por los antiguos filtros que, si bien a veces restringían la información con fines de control, también, sobre todo, nos instruían y daban sentido a la información, separando de alguna manera el grano de la paja. La abundancia de la información significa también que cada vez existe más información de poco valor y que el gran torrente de lo nuevo sepulta lo viejo que había perdurado por alguna razón (quizás porque tenía un valor basado en principios menos efímeros). A esto se suma que la gran libertad del hombre moderno --quien tiene el derecho de hacer y consumir lo que le dé su regalada gana-- también lo ha enfrentado con el vacío de no tener autoridades confiables que lo orienten dentro de este laberinto. Existe una gran diferencia entre tener acceso a información --por ejemplo un tratado de alquimia del siglo XVII-- y tener un conocimiento valioso por haber consumido ese contenido. En muchos casos, como en el ejemplo citado, de hecho el contenido no tiene sentido si no es puesto en práctica, para lo que a veces es necesario incluso un maestro que siga dentro de la tradición de ese conocimiento. Asimismo, la información que impera en los medios electrónicos refleja el paradigma materialista utilitario en el que se favorecen los contenidos que puedan tener un beneficio inmediato y que no requieran de un esfuerzo significativo de la audiencia. 
Si bien la filosofía occidental advirtió sobre este problema, en la filosofía oriental existe toda una tradición que categóricamente enfatiza que no existe conocimiento verdadero sin práctica y de hecho la práctica es en jerarquía superior a todo conocimiento intelectual. En el budismo, por ejemplo, es totalmente plausible alcanzar la iluminación sin leer ningún libro mientras que se lleve a cabo una práctica virtuosa, en cambio es completamente inaudito alcanzar un estado elevado de conciencia solamente leyendo libros sin que esto vaya acompañado de un accionar. De hecho existen numerosos maestros que recomiendan abandonar totalmente el aspecto intelectual y concentrarse únicamente en la práctica, en el trabajo diario de la mente y el cuerpo (evidentemente en este punto no debemos ser demasiado extremistas, ya que la mayoría de los maestros budistas o de otra tradición estará a favor de un equilibrio, puesto que cada uno puede ayudar a profundizar en el otro).
Hoy en día, los filósofos que son tomados como serios, encumbrados en las torres de marfil de las universidades, no se rebajarían a recomendar una serie de disciplinas ascéticas o condicionar el acceso al conocimiento a una serie de prácticas de refinamiento de la percepción --esto es considerado propio de gurús de autosuperación y personajes intelectualmente inferiores. 

El paradigma reinante de la filosofía como una disciplina mayormente intelectual prioriza la acumulación de conocimiento --el que más ha leído, el mejor informado, el que más argumentos puede barajar es considerado el más inteligente e incluso el más sabio. Esta concepción hace de la inteligencia algo similar a un bien material que debemos atesorar cuantitativamente y la cual podremos usar como si fuera una divisa. En la visión oriental, pero que también encontramos en la tradición mística de Occidente, lo único que se busca acumular es virtud, todo lo demás es un peso adicional para liberarse de la rueda de ilusiones y la feria de vanidades que es este mundo.  

EL Aporte De Schopenhauer

Filosofía
El grado de dolor o satisfacción en el género humano es una cuestión totalmente subjetiva, que bien podría estar definida por su naturaleza, o subjetivamente dependiendo de la situación en específico. Si no existiera una gran angustia que ocupara la mente del individuo, ésta se vería reemplazada por cientos de pequeñas dolencias que en conjunto tendrían la misma magnitud de la primera. Es por esto también que cuando se ha librado un inmenso dolor que se padecía, surge casi inmediatamente alguna otra preocupación que ocupa su lugar.

Según lo explicado, todo gran dolor o gran júbilo son sensaciones erróneas, meras ilusiones causadas por una falta de conocimiento, el primero por no comprender que el dolor es algo intrínseco en el hombre, y el segundo por creer haber descubierto algo que no se pensaba encontrar en el mundo.
Aspirar a una vida estoica, es por tanto el ideal de quienes buscan liberarse del dolor del mundo: “La ética estoica trataba principalmente de liberar el ánimo de todas las ilusiones de esa clase y sus consecuencias, ofreciéndole a cambio una inquebrantable impasibilidad” (Schopenhauer, 2004, p. 376).

Si como se ha dicho, dinámica del querer funciona de tal manera que una vez satisfecho un deseo surge otro y así continuamente, pero también se da el caso de encontrar un deseo que no es posible satisfacer pero tampoco dejar de lado y entonces el individuo se aferra a éste, creyéndolo además culpable de todos sus sufrimientos y nuestro destino. 

Para que los seres humanos logren una reconciliación con ellos mismos, es necesario conocer que el sufrimiento es parte fundamental de la vida y que una satisfacción de todos los deseos es imposible.


Vislumbrar Un Futuro

Si nuestra vida en común tuviera el marco de una cultura asentada y sólida, instalada a lo largo de generaciones, enriquecida por sucesivos aportes conceptuales y por el constante reconocimiento público a las personas e instituciones que lideran el compromiso cotidiano en la búsqueda del bien común, este suplemento se ocuparía de reflejar el trabajo de quienes se preocupan por actualizar y perfeccionar áreas específicas de esa cultura, dentro del contexto de una estructura social desafiante, pero al mismo tiempo ordenada, previsible y coherente, que les sirviese de andamiaje y les proporcionase coordinación y recursos.

Pero, lejos de eso, vivimos tiempos de profundos desajustes, en el que un extendido criterio relativista motoriza improvisaciones incoherentes, impulsa a descreer de quienes se ocupan de los demás, destruye roles sociales de personas y de instituciones, y desvirtúa la historia, destruyendo su papel de exponente de aprendizajes y valores comunes.

En este escenario corresponde presentar las dificultades que, como sociedad, padecemos (y de cuya existencia casi todos somos responsables) y ver en quienes trabajan para superarlas no sólo el valor de su compromiso y denuedo, sino también el esfuerzo descomunal de ser al mismo tiempo artífices y sostén de un tejido social que debe ser capaz de generar estructuras propias dentro de un sistema social vacío. La de por sí difícil tarea que se proponen se ve multiplicada por carencias de apoyo, comunicación, normas públicas que las apuntalen y recursos que les permitan lograr sus objetivos.


Es entonces oportuno destacar el valor de quienes se proponen remontar ambas adversidades, trabajando prioritariamente para lograr el cometido a que su vocación los llama, pero dispuestos a generar, al mismo tiempo, articulaciones con los demás actores de la sociedad (otras asociaciones e instituciones públicas, gobierno, empresas, centros de estudio y comunidades religiosas) que aseguren cambios estables para el futuro. 

Este camino supone la concertación de puntos de vista disímiles, la superación de mutuas desconfianzas y el difícil ejercicio de adecuar el orden de nuestras prioridades en función de potenciar el esfuerzo común.

Imaginación Creativa


El valor de una imaginación fértil, es la fuente de todo pensamiento creativo, y mucho más importante que el conocimiento; es una de las principales razones por la que la mayoría de personas no tienen éxito, porque no han aprendido a usar la imaginación.

D. Drubach, E.E. Benarroch, F.J. Mateen definen en su artículo: “Imaginación: definición, utilidad y neurobiología“, a la imaginación como ‘el proceso cognitivo que permite al individuo manipular información generada intrínsecamente con el fin de crear una representación que se percibe a través de los sentidos de la mente’.

Por eso, cuando muchas veces escuchamos frases como “es que yo no tengo mucha imaginación”, “mi compañero tiene mucha más que yo”… son frases equívocas, pues todos nosotros desde que somos niños tenemos un alto potencial imaginativo.

“En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”
-Albert Einstein-

Todos nacemos con una imaginación muy activa, como sucede con los niños, que viven en un mundo de fantasía durante unos años, la cual se trata de una fase normal del desarrollo de la personalidad, pero cuando los poderes de razonamiento superiores comienzan a madurar rápidamente, el niño progresa a un mundo de realismo.

Muchos jóvenes abandonan casi por completo el uso de su imaginación en esta etapa de sus vidas, y otros hacen uso de ella de una manera constructiva; es aquí donde los padres juegan un papel muy importante, ya que pueden dar a su hijos alguna salida creativa para su imaginación, mientras que otras reprimen o inhiben la del niño.

En realidad, cada ser humano tiene una imaginación, que puede estar reprimida, distorsionada o inactiva, pero existe, y es más potente que la fuerza de voluntad, pero cuando existe un conflicto entre ambas -imaginación y fuerza de voluntad-, siempre gana la primera.

“El exceso de imaginación o de pensamiento racional pueden ser igualmente peligrosos. Esas dos fuerzas tiran hacia lados opuestos y, sin embargo, hay que mantenerlas en armonía”
-Alexander Alekhine-

Dedica 5 minutos de tu día para visualizar mentalmente la imagen que deseas que se haga realidad,  por lo menos dos veces a la semana. Prueba a primera hora de la mañana,  antes de levantarte de la cama y de nuevo en la noche justo antes de dormir; libérate de tensiones, e imagínate en un lugar tranquilo y relajado.

“Tu imaginación es libre, no la hagas prisionera de las convicciones de los demás”
-Anónimo-

¿Crees que no puedes imaginar tanto como los demás? Ahora ya sabes que desde niño siempre has tenido una alta capacidad para hacer esto, tan solo te has olvidado o has negado lo que sin duda posees. Esta capacidad es muy importante para motivarte y, también, para dar rienda suelta a tu creatividad.


No limites tu poder de imaginar la vida que deseas, sueños, metas y éxitos. Nuestra mente tiene mucho poder, así que no la desperdicies. Te vendrá, además, muy bien si tienes un trabajo creativo.

lunes, 18 de marzo de 2019

Cuando Persigues Tus Sueños


Pasamos la mayor parte de nuestros tiempos inmersos en una carrera sin fin. Vamos por la vida persiguiendo algo, creyendo que eso nos otorgará lo que deseamos. Este algo es el dinero, y creemos que esto nos ayudará a convertir todos nuestros sueños en realidad. Convertimos el dinero en nuestra prioridad, lo perseguimos a toda costa, y al final de esta carrera pagamos un alto precio por él y terminamos perdiéndolo todo.

Nos damos cuenta que el dinero nos volvió ciegos, nos llevo por el camino incorrecto, y así hemos asesinado nuestros propios sueños, quemado nuestros deseos, y extinguido la llama de nuestra pasión. Por la tanto, para que esto no suceda debemos cambiar nuestra dirección, y comenzar a seguir el camino de nuestra pasión, y no del dinero.

De alguna manera llegamos a convencernos de que el dinero nos hace felices y exitosos. Nos contaron una historia maravillosa sobre el dinero, nos pintaron una fantástica imagen en nuestras mentes, lo que nos otorgó la idea de que el dinero nos permitirá comprar cada bien material de este mundo, y así podremos adquirir una felicidad eterna, y entonces terminamos creyendo esa historia. El problema es que comenzamos a perseguir el dinero en lugar de perseguir nuestra pasión, sin saber que nos dirigíamos directo a aquel lugar de oscuridad y decepción que tanto buscábamos evitar.

El problema cuando perseguimos el dinero es que caemos en una gran trampa. Esta trampa nos atrapa, haciéndonos creer que el dinero es la solución a todos nuestros problemas, y la clave para una vida feliz y plena, es así que comenzamos una búsqueda desesperada por el dinero, cayendo en la trampa, directo en sus garras, y así comienza a devorar lentamente nuestras almas. Consume cada parte de nosotros, y nos vuelve tan adictos, tan dependientes que lo necesitamos con el fin de sobrevivir, haciéndonos creer que de hecho el dinero nos hace feliz, y que la falta del mismo nos hace miserables, y así, ciegos y sordos defendemos la idea hasta que morimos.

“Persigue tu pasión, no tu pensión.” – Denis Waitley

¿Pero cuantas personas exitosas realmente conoces? Y con exitosa no quiero decir, personas con dinero, porque el tener dinero no siempre equivale a éxito, sino que me refiero a personas viviendo su pasión, personas que han conseguido sus sueños y deseos, personas que están felizmente viviendo la vida que deseaban, personas realmente vivas. ¿Cuantas personas puedes ver felices haciendo lo que hacen? No muchas, ¿verdad?

¿Cuál es tu pasión? ¿Qué te hace feliz? ¿Que amas hacer? ¿Cuál es tu sueño? Tomate el tiempo de pensar y analizar estas preguntas, encuentra tus propias respuestas. Descubre tu propósito, encuentra tu pasión, y sale a buscarla, persíguela bajo el sol, bajo la tormenta, en la luz y en la oscuridad, cuanto te sientas fuerte o débil, no importa que tan difícil todo parezca ser, o que tan lejos estás de alcanzar tu meta, no importa cuan imposible parezca ser, siempre persigue tu pasión, y todo lo demás, el dinero incluido te seguirá. No te conformes, no te limites, no te conviertas en el asesino de tus propios sueños.

De La Prudencia


En cuanto a la prudencia, puede formarse de ella una idea, considerando cuáles son los hombres a quienes se honra con el título de prudentes.

El rasgo distintivo del hombre prudente es al parecer el ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él, no bajo conceptos particulares, como la salud y el vigor del cuerpo, sino las que deben contribuir en general a su virtud y a su felicidad. La prueba es que decimos que son prudentes en tal negocio dado, cuando han calculado bien para conseguir un objeto honroso, y siempre con relación a cosas que no dependen del arte que acabamos de definir.

Y así puede decirse en una sola palabra, que el hombre prudente es en general el que sabe deliberar bien. Nadie delibera sobre las cosas que no pueden ser distintas de como son, ni sobre las cosas que el hombre no puede hacer. Por consiguiente, si la ciencia es susceptible de demostración, y si la demostración no se aplica a cosas cuyos principios puedan ser de otra manera de como son, pudiendo ser todas las cosas de que aquí se trata también distintas, y no siendo posible la deliberación sobre cosas cuya existencia sea necesaria, se sigue do aquí que la prudencia no pertenece ni a la ciencia ni al arte.


No pertenece a la ciencia, porque la cosa que es objeto de la acción puede ser distinta de lo que ella es. No pertenece al arte, porque el género a que pertenece la producción de las cosas es diferente de aquel a que pertenece la acción propiamente dicha. Resta, pues, que la prudencia sea una facultad que, descubriendo lo verdadero, obre con el auxilio de la razón en todas las cosas que son buenas o malas para el hombre; porque el objeto de la producción es siempre diferente de la cosa producida; y, por lo contrario, el objeto de la acción es siempre la acción misma, puesto que el fin que ella se propone puede ser únicamente el obrar bien.

La Mente Despejada

Nuestro valor para la sociedad se basa en las habilidades que tenemos y en los servicios que podemos ofrecer. Es sencillo: la persona con el mejor y mayor valor será la más buscada en esta sociedad tan exigente en la que vivimos.

Para superar a la competencia tenemos que mejorarnos, aprender más habilidades y desarrollarnos de manera que mejoren nuestros conjuntos de habilidades.

Cuantas más habilidades tengamos más valorados estaremos por la sociedad. Nos pagarán más y disfrutaremos de una mejor calidad de vida. Más vacaciones, mejor comida, mejor cuidado personal físico y mejor salud. Para adquirir nuevas habilidades y mejorar, la mente necesita estar receptiva y abierta. Una mente despejada ayuda a revelar el camino correcto, tomar decisiones acertadas y establecer metas definidas.

El ejercicio es una forma de mantenerse sano, física y mentalmente para que la mente y el cuerpo estén conectados. Practicar un deporte nos mantiene en forma y nos ayuda a ser más felices. Algunos meditan, practican yoga y algunos prefieren pasar tiempo tranquilos, en soledad, de manera introspectiva para armonizar el cuerpo y el alma.

Cuando se está libre de estrés, ruido e interrupciones, uno puede deshacerse del equipaje, el desorden, la contaminación y recuperar su estado óptimo de relajación. Los resultados pueden ser asombrosos.

Una mente sana abre nuevas puertas, invita a nuevas perspectivas y mejora la capacidad de mediar con las tormentas y retos, de este carrusel que es la vida.



Aprender A Sufrir

El sufrimiento forma parte de nuestras vidas. Éste puede ser físico y/o emocional; el primero ocurre cuando se produce un daño orgánico y éste genera dolor, y el segundo cuando vivimos situaciones adversas que nos generan dolor emocional.

El sufrimiento emocional, puede aparecer en forma de miedo, tristeza y/o rabia.

La manifestación física del miedo es la ansiedad, y esta aparece cuando percibimos un peligro, una amenaza. Cuando nos vemos en riesgo, como organismo o como persona. El miedo tiene una función orgánica clara, la de enfrentar o huir del peligro. Este peligro puede ser real o imaginado, por lo que la respuesta al miedo puede ser adaptativa o desadaptativa, funcional o disfuncional. El miedo nos pone en estado de alerta, nos prepara  para huir del peligro o para enfrentarlo.

La ansiedad adaptativa es un estado emocional que constituye una respuesta a diferentes situaciones estresantes. Cierto grado de ansiedad es incluso deseable para el manejo de las demandas externas. Así, ante un examen, por ejemplo, es completamente normal tener un poco de ansiedad, debido a que éste nivel de alerta permite mantener una atención más focalizada y una capacidad de ejecución más óptima, por ejemplo. De esta forma, la ansiedad normal es adaptativa porque permite a la persona responder al estímulo de forma adecuada.

La ansiedad desadaptativa es cuando la reacción deja de ser proporcional, en intensidad, frecuencia y/o duración, por lo que interfiere con el funcionamiento cotidiano de la persona. Esta reacción se acompaña de una sensación desagradable, síntomas físicos y psicológicos, y persiste más allá de los estímulos que la han desencadenado.

El miedo por lo tanto, sea funcional o no, implica sufrimiento. Sin embargo,  por lo explicado más arriba, cuando el peligro desparece y el miedo y la respuesta de ansiedad persisten, éstos constituyen  alimentos para el sufrimiento, el cual lleva a la persona a sentir pérdida de control sobre sí mismo.
Estas emociones (y sus respectivos sentimientos derivados) producen sufrimiento, pero tenemos que aprehender que el sufrimiento existe y que es necesario pasarlo. Sufrir es muy desagradable, genera un importante malestar, a veces, superlativo, pero este sufrimiento nos permite enfrentar el dolor que padecemos. Huir del sufrimiento a través de conductas poco saludables (adicciones, consumismo, autolesiones…) no sirve más que para esconder y perjudicar nuestra realidad.

El sufrimiento  es un motor para el cambio, si escapamos de él, si dejamos los conflictos sin resolver, estos se enquistan y crecen, llegando a producir un malestar más grave o patológico.
Es conveniente escuchar el sufrimiento (que no es lo mismo que darle vueltas), asumirlo y pasarlo. 

Recordemos que es un motor para el cambio, es un tránsito que hay que pasar para cambiar aquello que nos lo produce.

Poder expresarlo, comunicarlo a nuestros seres queridos, nos ayuda a asumirlo. Ellos no nos quitan el sufrimiento, pero pueden aliviarlo a través de la escucha empática y el apoyo. Es una ayuda que sin juicios, favorece la elaboración del proceso de cambio. Démosle sentido al sufrimiento, porque si tenemos un para qué, esto nos motivará hacia su superación.


Con este “para qué” asumimos una actitud constructiva. Aparece una luz, un objetivo. Podemos pensar con mayor claridad y buscar alternativas funcionales a nuestras conductas o pensamientos. Superar el sufrimiento es un proceso, un proceso para bien. Aliémonos con la confianza, elijamos lo que nos conviene y vayamos a buscar las soluciones que nos aportan bienestar real.

Anhelos Y Coraje

A menudo escuchamos que los valientes, los que se arriesgan, los que se la juegan y apuestan por una vida distinta, por crear nuevas circunstancias cuya construcción se prevé difícil, incluso imposible, son unos locos. Pero quizás el coraje no tenga nada que ver con la locura. Probablemente el coraje más que la ausencia de miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena que nos arriesguemos.

El coraje es fuerza al servicio del amor y de la consciencia. El coraje nos mueve porque creemos que aquello que queremos crear, cambiar, construir, tiene sentido. Tiene tanto sentido que nos puede llevar a arrostrar nuestros miedos, a enfrentar dragones internos y externos y partir en un viaje del cuál regresaremos completamente transformados, bien porque hayamos logrado encarnar el anhelo que nos llevó a partir, bien porque tras la aparente derrota habremos aprendido algo nuevo que nos llevará a ver con ojos distintos a la vida, a los demás y a nosotros mismos. Sea como sea, habremos crecido en el viaje interior, si somos capaces de hacer alquimia del dolor y de no dejarnos enloquecer por el éxito o la realización si hemos sido bendecidos por éstos.

Nuestros anhelos y nuestro coraje van a ir siempre de la mano. El anhelo nos invita a crecer y el coraje nos hace crecer. El primero es semilla, es potencia, es idea; el segundo es acción, transformación, realidad. Y en ese baile, el desarrollo en lo espiritual y en lo real que nos proporciona el coraje, alimenta nuevos anhelos en una espiral cada vez menos densa y más sutil. 

La danza de nuestros anhelos y nuestro coraje es la que transforma nuestra vida y la de los que nos rodean. Es esa extraordinaria danza la que hace que las utopías del pasado sean realidades hoy, y que nuestras utopías de hoy, quizás, sean las realidades de mañana. Porque la vida se construye en un diálogo entre el azar y nuestra responsabilidad. Decir que todo depende del azar es resignarse, rendirse, dejar a cero nuestra capacidad para redirigir o redefinir la vida. Decir que somos nosotros los que podemos hacer todo cuanto queramos, que tenemos todo el poder para crear la realidad a nuestra medida, no tan sólo es una fantasía muy peligrosa para nuestro entorno sino más bien un oscuro delirio narcisista.

El veneno está en la dosis. Si nos resignamos porque creemos que no podemos hacer nada y que el destino está escrito, entonces la partida de la vida será dolorosa y seguro que muy aburrida. En el otro extremo, si caemos en un delirio de omnipotencia, las bofetadas que recibiremos serán de tal calibre y tan necesarias que o enloqueceremos o caeremos en una depresión que nos devuelva el sentido de realidad.

Entre lo uno y lo otro existe la capacidad de ir desarrollando la lucidez necesaria para saber a dónde podemos llegar, paso a paso, trabajando y esforzándonos en aprender y hacer crecer nuestras capacidades de comprender, amar y actuar. Quizás lo importante es no dejar de hacerse preguntas y de sembrar, cada día, semillas de posibilidades, crear nuevas circunstancias, prepararnos para cuando florezca la oportunidad que nos abra las puertas hacia una nueva realidad deseada y esperada durante mucho tiempo por la que nos hemos estado preparando. La buena suerte quizás es, simplemente, la combinación de la preparación y la oportunidad. La primera depende de nosotros, la segunda, no tanto, aunque con la práctica, quién sabe.


Y en esa necesaria preparación para el juego de la vida, el propósito entendido como voluntad y entrega para que un anhelo se haga realidad, tiene un papel esencial. Woody Allen dijo “Sólo me ha llevado cuarenta años tener un éxito de la noche a la mañana”. Pues eso. A remar.

El Tiempo Del Tiempo

¿Qué nos hace únicos como especie? El argumento más común apunta siempre hacia nuestra capacidad de raciocinio y sobre todo a la consciencia. Esta consciencia, presumiblemente, nos ha hecho considerarnos superiores a las otras especies con las que compartimos esta tierra.

Algunas religiones incluso fomentan esa creencia, algunas otras lo hacían y ahora rectifican. Un ejemplo de esto último es la católica. A través de su Laudato si, la iglesia rectifica su antigua postura sobre el dominio absoluto del hombre en la tierra y dice que «hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas». Independientemente de que se crea o no en la Iglesia católica, se le debe de tener un total respeto a rectificación de esa magnitud, que va contra miles de años y una estructura monumental, anteponiendo el bien común y por supuesto, el sentido común.

Pero por otra parte, esa capacidad de raciocinio y consciencia nos permite «viajar en el tiempo». Nuestro pensamiento abstracto nos permite recrear el pasado, modificar cosas del mismo para tener una recreación diferente cada vez que queremos e incluso creer que son verdad esas recreaciones falsas. Nuestra memoria es dinámica, no estática. Pero no sólo podemos viajar al pasado, también podemos viajar hacia el futuro y ver cómo serán nuestros hijos, cómo será mañana, cómo seremos en  algunos años, etc. E igualmente, cada vez que hacemos un viaje temporal, éste será distinto. ¿Cómo? No lo sabemos. No entendemos cómo funciona nuestra cognición.

Sabemos, sin embargo, algunas cosas. Por ejemplo que nuestros sentimientos actuales afectan estos viajes en el tiempo. Es decir, si estamos muy angustiados ahora, probablemente nos imaginemos un futuro terrible y un pasado igualmente malo. Si estamos muy felices, un fenómeno similar se llevará a cabo. Pero también los cambios recientes afectarán estas percepciones. Si estábamos felices pero ahora estamos tristes, el pasado será maravilloso, el presente es terrible y el futuro será totalmente desalentador.

Esta dinámica, los miles de factores que la afectan y nuestra falta de entendimiento sobre nuestra cognición, generalmente terminan en dos cosas: ansiedad y estrés. A veces sólo una, a veces las dos al mismo tiempo. La ansiedad y el estrés están estrechamente relacionados a todo tipo de enfermedades crónico degenerativas, las que a su vez son de las principales causas de muerte en todo el mundo.


Y es aquí en donde se pone interesante la cosa, porque la reacción humana ha sido en su mayoría, no intentar entender el funcionamiento y sacar provecho del sistema, sino apagar eso que nos hace únicos. Aprendemos a meditar, a respirar, a hacer yoga, ejercicio, hablamos de acuerdos toltecas, hindúes, de culturas milenarias y su sabiduría y tratamos de imitarlos. 

Hay una industria gigante tratando de cubrir esta necesidad. Wellness aquí, wellness allá, gurús que se hacen millonarios y poderosos, científicos buscando la mejor manera de combatir el estrés, métodos contra la ansiedad, fármacos… ¡de todo y para todos! Y la única finalidad de todo esto es una: aprender a estar en el aquí y en el ahora. Si esto no es la más grande paradoja de nuestro tiempo, entonces no sé qué es lo que es. 

¿Será que nuestro raciocinio resulta una herramienta tan poderosa que va mucho más allá que nuestro entendimiento, haciéndola incontrolable? No tengo idea, por lo pronto… Namasté.

domingo, 17 de marzo de 2019

Jamás Desistir

Una frase tan memorable para todo lo que signifique desarrollo y progreso, tanto individual como colectivo. Progresar, significa emprender con decisión un camino, la mayor de las veces pedregoso y difícil, que exige insistencia antes que cualquier otra condición humana.

Si se carece de la misma puede verse conducido al derrotismo temprano y a ceder casi gratuitamente a darse por vencido en el campo de acción, ante una competencia más persistente y fiera.

El arte es un camino de flores lleno de espinas, la preparación envuelve un sabor agrio y vacilante que conlleva sacrificios de valor, pero una vez que se logra dominar la practica el mismo regala el inmortal sabor a gloria y a grandeza.

A lo largo del tiempo hemos conocido jóvenes con mucho talento que han comenzado en el arte y han muerto sin pena ni gloria antes de empezar.

Se caracterizan por levantarse en una mañana cualquiera con ganas de comenzar un nuevo proyecto, durante días e incluso meses se la pasan planificando todo: -“Nombre de su proyecto, genero, letras, arreglos y hasta grabación”.

Pero luego del primer intento fallido les invade la duda y abandonan sin ni siquiera intentarlo más allá. Muchos me dicen que han caído por el factor miedo y a las preguntas de su cabeza o de quienes les rodean ¿Servirá lo que estoy haciendo? ¡No tienes ayuda! – Dedícate a otra cosa, tú no das pa’eso-.

A ti que que recibes estas pequeñas líneas quiero decirte que si en la vida todo fuera fácil nadie triunfara, ni conociera el sabor y el valor absoluto del éxito.

Tal vez no tengas la mejor situación económica para invertir en ti o no tienes a nadie que te apoye, mi mensaje hoy es que nada ni nadie te detenga: ¡INSISTE, PERSISTE, NUNCA DESISTAS!

Eres el primero que debe apostarlo todo por ti, por tu talento y tu proyecto, si en el camino te topas con personas tóxicas que intentan desanimarte y no te hacen avanzar, déjalas atrás. Si te engañan, si te hieren, recuerda que todo es una etapa y es parte del aprendizaje que te hará mejor como artista y como persona.

Aunque sientas el cansancio y creas que no puedes más, que el triunfo te abandone, que un error o una persona del medio te lastime, aunque un negocio se quiebre, una traición te hiera, la ilusión se apague por momentos o el dolor te marchite los ojos; aunque ignoren tus esfuerzos o la ingratitud de los que ayudaste a crecer sea la paga; aunque la incomprensión corte tu risa y todo parezca que vale nada: ¡NO TE RINDAS Y CONTINÚA LUCHANDO!


Vale soñar y conquistar tus sueños.





El Valor De Las Personas

Hermandades

Si un grupo de extranjeros conocieran las hermandades en diferentes momentos y luego fueran a su país a explicar lo que han conocido, sus versiones serían completamente distintas.

Para uno serían unas empresas de catering  que organizan excelentes cenas improvisadas a base de pescado frito; otro las describiría como organizaciones filantrópicas que ayudan a la comunidad; 
habrá quien piense que son agencias que montan grandes espectáculos, con espléndidas coreografías, en las iglesias y en las calles. Así podríamos seguir poniendo ejemplos cada vez más pintorescos.

Por eso no conviene perder de vista el recorrido que hemos venido haciendo sobre la misión de las hermandades como organizaciones de personas creadoras de valor en lo económico, en las actividades, en los procesos y en esas mismas  personas que las integran y en su entorno.

 ¿Y qué es crear valor en las personas?, hacerlas más valiosas, mejores, más acordes con su propia naturaleza. Fomentar, en definitiva, la adquisición y desarrollo de sus notas esenciales: la Verdad, el Bien y la Belleza.

Vamos a intentar explicarlas:

El hombre es ser racional dotado de libertad. El “hombre verdadero”, absolutamente fiel a su realidad,  es el que imita la esencia de Dios, que es pura Verdad, simple, perfecto, inmutable. En Dios lo que Él hace, lo que dice y lo que proclama de Sí  mismo coincide exactamente con Su realidad. En consecuencia el hombre auténtico es el que se ajusta a la Verdad, es decir: el que cumple la Ley de Dios, la ley moral.

El Bien, lo bueno, es lo que es completo, porque no le falta nada de aquello que es llamado a tener.
Lo que todos apetecen y deben apetecer. El Bien del hombre es ser racionalmente.

¿Y la Belleza? De la combinación de la Verdad y el Bien resulta la Belleza, aquello cuya contemplación agrada. La Belleza es, pues, ese bienestar en que está el alma que contempla la Verdad. Es verdaderamente bello sólo aquello que es verdadero y bueno. Belleza como don gratuito, como desbordamiento del ser.

La creación de valor  en las Personas, misión de las hermandades, consistirá pues en  hacerlas cada vez más personas, más perfectas, más identificadas con el Bien, la Verdad y la Belleza, las notas esenciales que definen a la persona.

Eso es lo que habría que explicarles a esos extranjeros despistados de los que hablábamos más arriba –y a algún nativo-. Todas las actividades de la Hermandad han de estar  enfocadas a ese objetivo común.  Las herramientas de que dispone son las sugeridas por el Código de Derecho Canónico, que recogen todas las Reglas: la formación de sus hermanos -una formación adecuada a sus necesidades y capacidades-; la participación en el culto público  -la Liturgia-  y el fomento y desarrollo de las virtudes, especialmente de la Caridad.


Cerramos así los cuatro ámbitos en los que las hermandades, como organizaciones de personas que son, han de crear valor: en lo económico, en las actividades, en los procesos y, finalmente, en las personas.

Potencialidades Del Ser

“El hombre sólo puede ser él mismo cuando es capaz de expresar sus potencialidades innatas, pero esto difícilmente llegue a ocurrir cuando su objetivo es poseer la mayor cantidad de cosas, si sólo se empeña en obtener posesiones concluirá convirtiéndose en un objeto más. En cambio para lograr “ser” debe dedicarse a una actividad auténtica que no es otra que aquella que le permite un pleno desarrollo de sus capacidades.”

Prestemos atención a la definición sobre la que denominó la orientación de ser: “El modo de ser tiene como requisitos previos la independencia, la libertad y la presencia de la razón crítica. Su característica fundamental es estar activo, y no en el sentido de una actividad exterior, de estar ocupado, sino de una actividad interior, el uso productivo de nuestras facultades, el talento, y la riqueza de los dones que tienen (aunque en varios grados) todos los seres humanos. Esto significa renovarse, crecer, fluir, amar, trascender la prisión del ego aislado, estar activamente interesado, dar”.

Nos decía Fromm que sólo abandonando el modo de tener, donde nos aferramos a las pertenencias y a nuestro ego, puede surgir el modo de ser. Para ser es necesario evitar el egoísmo y el egocentrismo, pero para muchos esto es dificultoso, renunciar a la orientación de tener les provoca angustia, sin llegar a percibir que al dejar de apoyarse en las propiedades pueden empezar a utilizar plenamente sus fuerzas y caminar por sí mismos.


En la vorágine de la sociedad moderna los individuos tienden a sentirse más aislados y solitarios, esto los obliga a buscar paliativos que les permitan superar ese sentimiento de inseguridad, una de las formas generalmente utilizadas es la de acumular un número creciente de posesiones, de tal manera que esos objetos se convierten en una extensión de su propio ser. Cuando esas adquisiciones se pierden es como que la persona extraviaba parte de su yo y se sentía como un individuo incompleto.

Dimensión Del Conocimiento

La humanidad asiste a cambios profundos con ritmos acelerados. Se está produciendo un cambio de época, caracterizado por los cuestionamientos de las sociedades al modelo de desarrollo vigente; los elementos de esta época están perdiendo su validez y estabilidad, se están generando modificaciones en las relaciones de producción, de poder, la experiencia humana, la cultura y en general la vida cotidiana.

Caracterizan al cambio de época las siguientes consideraciones:

Visión del mundo y paradigma internacional de desarrollo en crisis. Hoy en día la mayoría de las organizaciones y naciones del mundo están de acuerdo en que esa visión mecánica, de la cual se deriva el paradigma del desarrollo, está perdiendo su validez.

Cuestionamiento de la naturaleza, rumbo y prioridades del desarrollo. El crecimiento material y el desarrollo tecnológico logrados por la humanidad han cobrado una alta erosión de los factores eco-ambientales, profunda desigualdad social y crecientes brechas económicas y tecnológicas entre sociedades desarrolladas y en desarrollo.

Premisa externa para el cambio. Es el entorno de las organizaciones el que está cambiando y este hecho debe ser el referente para establecer nuevos modelos de gestión.

Naturaleza transformacional de los cambios. Los cambios que van a producirse en las organizaciones deben orientarse más hacia los fines que hacia los medios.

Revolución tecnológica. En especial, la relacionada con la tecnología de la información es la que está cambiando la visión del mundo y el paradigma del desarrollo.

En relación con la construcción del conocimiento, estos cambios se expresan, entre otras, por las siguientes características:

Producción del conocimiento en el contexto de su aplicación.

 Establecimiento de relaciones, vínculos entre diferentes disciplinas científicas  para aproximarse a la comprensión de la realidad desde la conformación de equipos ínter y transdisciplinarios.

Reconocimiento de la complejidad de los procesos sociales, culturales y biofísicos en su temporalidad y espacios que legitiman la participación como posibilidad de comprensión, y sobre todo de transformación de la realidad.

Las redes tecno-científicas como cadenas de localidades caracterizadas por un conjunto de parámetros, prácticas y actores heterogéneos.

 El reconocimiento de la validez del conocimiento tácito, autóctono o denominado como saberes populares en la academia y en general en la sociedad.


La producción del conocimiento como compromiso y la superación de la supuesta neutralidad, pues la ciencia es un emprendimiento humano y como tal está marcada por intereses, valores, deseos, motivos, propósitos e ideales humanos.

En síntesis, una visión dialéctica orienta a definir las jerarquías del qué investigar, sus relacionamientos para explicar las causas y efectos, las pautas para transformar, y permite expresar las contradicciones que motivan y mueven los procesos más allá de los discursos.

Introducción A La Filosofía


El nombre de Emmanuel Mounier puede no ser tan conocido para las nuevas generaciones de seres humanos inmersos en la turbulencia de la lucha por el poder terrenal, en el contexto de un mundo globalizado a partir de referentes económico y tecnológico. Su destino, que limita con la frontera del olvido, se parece al del gran filósofo Giordano Bruno, trágicamente muerto por los asesinos de la inquisición católica de la Edad Media. La injusticia del olvido de los mencionados hombres de reflexión está siendo remediada y subsanada a través de la obra de profesores de filosofía contemporáneos, conocidos mayormente en el ámbito de sus centros de labores. En esa medida el rescate de la doctrina personalista de Mounier.

La pretensión de Mounier es clara: ir más allá del fascismo, del comunismo y del "mundo burgués decadente". Este ir más allá por cierto que no significa un radicalismo de los mismos, sino, por el contrario, su desconsideración y superación heroica en cuanto su propósito central viene a ser nada menos que el primado de la persona humana.

Pero en el camino de su misión particular, el filósofo francés hace una necesaria precisión cuando advierte que el personalismo no es más que un santo y seña significativo, una cómoda designación colectiva para doctrinas distintas, pero que, en la perspectiva de la situación histórica concreta, pueden ponerse de acuerdo en las condiciones elementales, físicas y metafísicas, de una nueva civilización.

En palabras textuales del autor, el personalismo no anuncia, pues, la creación de una escuela, la apertura de una capilla, la invención de un sistema cerrado. Testimonia una correlación de voluntades, y se pone a su servicio, sin afectar su diversidad, para buscar los medios de pesar eficazmente sobre la historia.

Hecha esa aclaración, la doctrina de Mounier, además de personalista introduce elementos de un destacable realismo, pues admite, desde ya, la existencia válida de varios personalismos.


La Conciencia Humana

La conciencia (del latín conscientia 'conocimiento compartido', pero diferente de la definición de consciencia, ser conscientes de ello) se define, en términos generales, como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno, pero también se refiere a la moral o bien a la recepción normal de los estímulos del interior y el exterior. Conscientĭa significa, literalmente, «con conocimiento» (del latín cum scientĭa).

Existen dudas profundas sobre en qué consiste exactamente la conciencia. Por ejemplo, en inteligencia artificial se ha trabajado ampliamente el asunto de crear máquinas o software suficientemente complejos para dar lugar a la conciencia. Incluso se ha negado la posibilidad de que un núcleo algorítmico como el de una computadora pueda dar lugar a algo genuinamente indistinguible de una conciencia.


El test de Turing propuesto en 1950 aborda ese problema, hasta la actualidad (2016) ningún programador ha conseguido con éxito superar satisfactoriamente dicho test (si bien un bot conversacional bautizado como Eugene Goostman de 2014, logró engañar gran parte de un jurado de humanos que fueron usados para dicho test).

sábado, 16 de marzo de 2019

Realidad Y Percepción

La realidad es lo que tomamos como verdad. Lo que tomamos como verdad es lo que creemos. Lo que creemos está basado en nuestras percepciones. Lo que percibimos depende de lo que estamos buscando. Lo que estamos buscando depende de lo que pensamos. Lo que pensamos depende de lo que percibimos. Lo que percibimos determina lo que creemos. Lo que creemos determina lo que tomamos como verdad. Lo que tomamos como verdad es nuestra realidad. 

Bohm aquí nos introduce a lo que podemos llamar un loop cognitivo, un circuito de reforzamiento en el que la percepción y nuestras creencias están unidas indisociablemente. La realidad que experimentamos no existe separada de nuestras creencias, las cuales lo mismo informan lo que percibimos que son informadas por nuestra percepción. Ricard desmenuza esto:

No importa lo complejos que sean nuestros instrumentos, no importa cuán sofisticadas y sutiles sean nuestras teorías y cálculos, sigue siendo nuestra conciencia la que al final interpreta nuestras observaciones. Y lo hace conforme al conocimiento y a los conceptos que tiene del evento bajo consideración. Es imposible separar la forma en la que la conciencia funciona de las conclusiones que hace de una observación. Los varios aspectos que distinguimos en un fenómeno son determinados no sólo por cómo observamos sino también por los conceptos que proyectamos al fenómeno en cuestión
.

Aquí Ricard hace un punto interesante, y es que no importa cuán rigurosos queramos ser en nuestra ciencia buscando objetividad de todas maneras todas nuestras interacciones con la información que obtenemos de un experimento son mediadas y de hecho ocurren en nuestra conciencia, que es por definición subjetiva. 

Así el mundo material supuestamente objetivo, al cual la ciencia investiga, es fundamentalmente nuestra conciencia, sólo que vista como algo externo. Y aquello que vemos, supuestamente separado y objetivo, está determinado por nuestros conceptos y creencias.

Confines De La Estupidez

Ser imbécil es tendencia. Tanto que se ha convertido en un modelo de negocio y cada tertulia televisiva convoca a su propio imbécil para que el respetable pueda disfrutar del espectáculo.

Vivimos una época en la que los idiotas se han convertido en una suerte de agujeros negros; en cuanto aparece uno, ya sea en medios o en redes sociales, la atención empieza a girar a su alrededor hasta que se lo terminan tragando todo. A este horizonte de sucesos podríamos llamarle el “horizonte de idiotez”, ese punto a partir del cual ya no escapa la “luz”, entendida esta como la más mínima manifestación de inteligencia. Y este ejército de idiotas consume una gran cantidad de recursos.

Si calculáramos el tiempo que dedicamos a los imbéciles en términos de PIB nos encontraríamos con un sector tan importante como el turismo. Y si lo hiciéramos en términos de producción eléctrica, con la energía que empleamos en discutir con los idiotas se podrían iluminar varias ciudades.

Con la energía que empleamos en discutir con los idiotas se podrían iluminar varias ciudades
Decía Albert Einstein que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y que de lo primero no estaba muy seguro. Lo bonito de la imbecilidad contemporánea es que en muchos casos es elegida y voluntaria. 

Porque no es lo mismo estar equivocado – todos lo estamos varias veces al día – que ser idiota. Ni es lo mismo ser idiota por accidente que serlo por vocación. El idiota de moda es un idiota convencido de que decir idioteces le hace parecer inteligente. Parece contradictorio, pero es que la disonancia es el pienso del que se alimenta su cerebro. Da igual que todas las pruebas vayan en su contra, al contrario, cuanto más evidente sea su disparate mayor será su enroque en la imbecilidad y su goce interno. 

Hace unas semanas, por ejemplo, decenas de supremacistas blancos se sometían a pruebas genéticas para descubrir, incrédulos, que una buena parte de sus ancestros eran africanos. La respuesta, la típica: primero la negación y después la convicción de que hay una conspiración de genetistas contra la verdad oculta de su pureza.

Porque todo imbécil alberga, además, un conspiranoico. Para él es más fácil de aceptar que el 98 por ciento de los seres humanos conducen en dirección contraria que pensar que él es el kamikaze. Las contradicciones son solo un adorno más, otro molesto conductor que te llevas por delante. En 2015, el líder conservador estadounidense Tony Perkins atribuyó las inundaciones en Bahamas a un castigo de dios “por el aborto y el matrimonio homosexual”. Solo un año después él mismo perdió su casa en las inundaciones de Louisiana sin que esta vez el hecho le pareciera una “señal”. 

Algo parecido le sucedió recientemente al periodista ultraconservador Rush Limbaugh, quien acusó a los medios de comunicación de estar inventándose las noticias del huracán Irma para asustar con el cambio climático, horas antes de tener que evacuar su casa en Palm Beach por el temporal.


Pero no pasa nada, porque en la cabeza del idiota todo encaja, y cuando no encaja se reordena para volver a adquirir sentido. 

Consciencia: Espacio Tiempo

Consciencia: Espacio Tiempo
Hace unos días aprendí un nuevo concepto: Eddy.
Un “eddy” es un remolino que se forma cuando el flujo de un fluido se cruza con un obstáculo.
Si entendemos la consciencia como algo que fluye a través del espacio-tiempo, cuando su flujo natural es cruzado por un pensamiento recurrente, se genera un eddy; se enturbia la corriente.

Cuando los pensamientos dejan de emerger, y la consciencia fluye exclusivamente en el momento presente, se alcanza el estado de flow (el estado mental operativo en el cual una persona está completamente inmersa en la actividad que ejecuta).

Cuando estamos en flow, todo lo que hacemos lo hacemos sin esfuerzo, con precisión, sin distracciones racionales.

El flow es el estado mental ideal.

Pero entonces… ¿Debería evitar todo pensamiento? ¿Cómo planifico mi vida si vivo siempre en el presente?

Si nunca reflexionamos sobre el pasado, y nunca proyectamos hacia el futuro, no somos tan distintos a cualquier animal sin córtex prefrontal. Pero lo tenemos, y cumple una función –aunque a veces difícil de definir– fundamental en la evolución de la consciencia.

Sin la racionalidad que emerge de la complejidad de conexiones neuronales del córtex prefrontal no tendríamos lenguaje, mitos, cultura, música, danza, arte, puentes, edificios, internet, memes.

Imaginar cosas que no existen y aprender de nuestros errores en una misma vida sin tener que morir para limpiar nuestros “genes equivocados” nos permite evolucionar a otra velocidad.

La clave está entonces en el equilibrio, en tomar el camino medio.


Aprender del pasado, proyectar el futuro, y vivir ahora.

Inmersos En La Inmediatez

Es cierto que afrontar el desafío de nuestro día a día parece cada vez más difícil. Es verdad que la tentación de volver a lugares más seguros de nuestro pasado es por lo menos tan tentador como dejar volar nuestra fantasía al mundo idealizado del futuro, donde nuestros sueños se hacen realidad.

Esta afirmación anterior es tan así tanto para nosotros como seres individuales como para nuestras parejas y para nuestras familias. También es así para nuestro pueblo o ciudad, para nuestra provincia y, muchas veces, incluso para nuestro país.

La vida no te aguarda, no te espera ni se programa en una agenda, la vida te está sucediendo en este mismo instante: en el aquí y ahora. Es en este preciso instante donde todo acontece, donde las oportunidades germinan y los trenes se detienen en las estaciones avisándote de una llegada que ya nunca volverá a repetirse. Recuérdalo, no dejes para mañana la felicidad que mereces hoy.

Este mensaje que por sí mismo ya nos resulta inspirador a la vez que acertado, contiene un matiz en el que tal vez no hayamos pensado antes. La mayoría sabemos que las mejores oportunidades suceden en este mismo instante; sin embargo, no siempre las vemos o peor aún, no nos sentimos preparados para ellas, nos falta cierta valentía, cierto coraje para cruzar la línea del miedo.

Si nos preguntamos sobre el porqué de esta indecisión o de esa “ceguera” para ver las puertas que se abren cada día ante nosotros, la respuesta se halla en nuestro legado cultural, en nuestra educación y en esa perspectiva vital que nos han hecho asumir. Así, y casi desde que somos niños, nos han convencido de que hay un lugar en el que seremos felices, que llegará un día en que en base a nuestros esfuerzos, confianza y afán de superación alcanzaremos esa meta, ese objetivo deseado.
Puede que estos sea cierto para algunas personas; sin embargo, si hay un aspecto que caracteriza a nuestro mundo actual es la incertidumbre. A veces, quienes más se esfuerzan no siempre consiguen lo que desean, y quienes más se esfuerzan en “sembrar” son los que menos acaban cosechando. 

En esencia, muchos de nosotros nos pasamos media vida esperando un “algo” que nunca acontece, diluyéndose en esa eterna espera nuestras esperanzas y expectativas.

Atrevámonos por tanto a aplicar una nueva estrategia, dejemos de focalizarnos en el futuro para apreciar un poco más el aquí ahora, invirtamos en un presente de calidad a través de una mirada receptiva, una mente abierta y un corazón que toma lo que necesita.

Apreciar el aquí y ahora para invertir en felicidad.

Para muchos, vivir aferrados a la inmediatez, a lo que sucede en este mismo instante supone poco más que un acto de irresponsabilidad. En primer lugar, entendamos que vivir en el aquí y ahora no significa que debamos asumir una visión hedonista, un carpe díem al más puro estilo barroco donde limitarnos a disfrutar el instante… como si no existiera mañana. De hecho, es todo lo contrario, porque aprovechar el presente también es invertir en el futuro.


Decía Paul Auster con gran acierto que las personas deben aprender a vivir en el hoy, porque “¿qué importancia tiene quien fueras ayer si tienes claro quién eres ahora?” Ahí está la clave, en saber quiénes somos hoy, en recordar dónde estamos, qué necesitamos y dónde queremos llegar. 

De hecho, y como curiosidad, cabe decir que hay un tipo de paciente muy común que encuentran a diario los psicólogos en su práctica clínica, a saber, aquel que está “desconectado” de sí mismo y del momento presente.