Vivir es muchas cosas. Puede ser un gran viaje visitando
bellas cumbres, secas llanuras e incluso sucios lodazales. También es una gran
escuela que nos enseña mucho. Lo que no quiere decir que seamos capaces de
aprenderlo todo. Nos informa bien, nos aporta conocimientos, y, como hay que
vivirla, también nos permite adquirir habilidades prácticas y algunas buenas
actitudes; pero a veces no las aprendemos.
Seguro que conoce
algunas personas que tras un daño cerebral por ictus o traumatismo no pueden
hablar, los médicos dicen que tienen “afasia”. Pues bien en la vida es más
frecuente otra situación y no se considera ni siquiera una enfermedad. Está
presente en muchas personas que son incapaces de dialogar; es así porque no son
capaces de oír, o mejor oyen pero no escuchan.
Son constructores de monólogos y
circulan por la vida hablando ellos solos, porque lo de los demás no les
interesa. No le prestan atención.
Ya le comenté que otros
prefieren tener razón a ser felices. Discuten todo y no ceden y se esfuerzan en
tener razón, lo que les evita o dificulta ser felices, pero se afanan en ello,
discuten sin límite y ello les impide alcanzar la felicidad.
Otros no tienen claro la
jerarquía o importancia de los verbos. Priorizan el tener al ser. Se afanan en
adquirir más, en acumular lo material, más que esforzarse en ser algo más, y
sobre todo mejores, en crecer como personas. En enriquecerse en valores, y le
será más fácil transitar por este mundo ligero de equipaje.
Le he referido a que con
frecuencia no valoramos lo que tenemos, y especialmente sólo somos conscientes
de ello, cuando lo perdemos o estamos a punto de perderlo. Por ejemplo la
salud. Es un bien muy grande que poseemos y no la valoramos aunque somos
nosotros, no los sanitarios, los que debemos cuidarla.
Erramos si nos
arriesgamos a perderla por falta de sentido común, si nos implicamos en
actividades de alto riesgo, ingerimos tóxicos o hacemos malas dietas.
Otras personas deciden
hacer de la queja su bandera. Lamentarse y sentirse mal les da protagonismo
social y así caminan por la vida, sin entender que a medio plazo pueden ser
rechazados porque nublan su entorno, agobian a sus congéneres. Los aburren e
incluso les abruman. Podríamos decir que sólo hablan para cantar ruina. O que
sólo están bien cuando están mal.
No hemos aprendido que
el que más da es el que más recibe. Pregúnteselo si no a los voluntarios; en
cualquiera de sus actuaciones uno de ellos le explicará cómo se siente al hacer
el bien.
También suele ser
negativa nuestra visión del esfuerzo, y no lo vemos como una gran oportunidad.
Sigmund Freud decía: “He sido muy afortunado; todo en la vida me ha costado
mucho”. Sin duda, de no haberse esforzado su aportación, su legado al mundo
hubiera sido menor.
También nos enseña
Descartes que muchas veces sufrimos por cosas que nunca nos sucederán. En
lenguaje llano: nos ponemos el parche antes de que salga la herida. Sufrimos
con anticipación. Así sucede por ejemplo con los vómitos por recibir quimioterapia;
sabemos que algunas quimioterapias los causaran, pero lo curioso es saber qué
en muchas ocasiones algunas personas que iban a recibir quimio tienen los
vómitos antes de iniciar su toma, antes de que se les administre; y eso es lo
que llaman vómitos anticipativos y son debidos a que nuestro estado de nervios
los provoca.
Importa saber lo costoso
de fingir. Le aseguro que no compensa; cuanto más acerque lo que piensa, lo que
dice y lo que hace, le será más fácil ser feliz.
También conviene
recordar que el tiempo pasa para todos, los minutos, las horas, los días o los
años, y al vivir lo vamos consumiendo todos; es un error plantearse ese consumo
cuando uno es mayor o anciano. El momento que importa que valore es el ahora.
Le he comentado a veces que el pasado fue, nos enseña, pero es irrecuperable, y
el futuro es impreciso. Por eso él ahora es clave; hay que vivir todos los
momentos con plenitud; como si fueran a ser el último.
También es importante
soñar y lo hacemos poco. No digo que no seamos realistas, pero sí que elevemos
nuestras miras. Hacerlo embellece el paisaje de la vida por el que debemos
transitar. Dicen que los sueños suelen ser caros; yo pienso que es más caro no
tener sueños.
Por otra parte le
recuerdo que la mentira es un paso erróneo, como una salida en falso, con
frecuencia le lleva a un corredor que retorna al mismo camino del que se parte
y tendrá que volver a enfrentarse con la situación por la que mentimos. Por
otra parte mantener esa irrealidad cuesta mucho esfuerzo. Yo no se lo aconsejo
como vía de tránsito. La verdad abre ventanas, da luz y embellece el camino.
Otros son insensibles a
lo que sucede en su entorno. Caminan con cara de póquer. Quizás lo hacen porque
no quieren sufrir. Pero se equivocan.
Compadecerse de los otros, y no en el
sentido de ser dadivosos, sino en el de no querer que sufran, compartir, e
incluso integrarse con ellos, sin duda puede doler, pero genera humanidad y
múltiples satisfacciones.
Sea listo, aprenda y
aplique muchas de las lecciones que la vida nos enseña.
Cada día que vive
asiste a muchas y magnificas clases, pero importa que las aprecie y tenga la
actitud de aprender.