Bajo tales premisas y en la perspectiva advertida la
literatura infantil tiene que ser, en primer lugar, literatura en el sentido
íntegro y cabal de lo que se comprende, asume y reconoce como tal.
Ha de ser obra de arte acrisolada y esencial en sus
contenidos, de plena realización estética, con una trama auténtica y libre, con
una tupida urdimbre en su proeza de lograr con el lenguaje belleza, con
recursos que lo hagan intensa y conmovedora, profunda y apasionada, orientada
hacia un fin trascendente y no persiguiendo un propósito funcional en razón de
algún proyecto utilitario.
Empero, debido a que la literatura infantil es acosada desde
diversas esferas y no siempre surge desde el arte legítimo, se cuestiona su
autenticidad. Si bien con propósitos altruistas ella ha estado, lo está y
seguirá estando asediada por intenciones formativas, funcionales y hasta
comerciales.
Estos hechos sí que constituyen verdaderas amenazas en
cuanto a su deferencia y consideración, afectando su calidad de arte
indiscutible, asunto que le causa daño y perjuicio irreparable cuando se la
utiliza para transmitir informaciones o condicionar conductas con el riesgo de
su falsificación general, desprestigiándola en algunos ambientes a veces de
manera irrecuperable.
De allí que quizás como ningún otro campo o área la literatura
infantil ha tenido que bregar, y lo sigue haciendo y no cesará de hacerlo en el
futuro, por el reconocimiento de su pureza literaria y de su legitimidad
artística.
La literatura infantil tiene su base de apoyo en el estar y
en el ser niño, perspectiva en la cual no hay mejor vínculo que el existente
entre el arte y el espíritu de infancia, entre la poesía y naturaleza del ser
niño, entre el prodigio del arte y el milagro del ser infante, porque
literatura e infancia comparten como elementos intrínsecos y comunes una misma
identidad.
Consecuentemente, la relación de la literatura con la
infancia es un vínculo no solo fecundo sino esencial, en cuanto
participan:
– Del asombro.
– De la originalidad
– Del animismo
– Del candor
– De la aventura
– Del ritmo
– Del movimiento
– De la visión luminosa y encantada de la vida.
– De la trascendencia.
– De la originalidad
– Del animismo
– Del candor
– De la aventura
– Del ritmo
– Del movimiento
– De la visión luminosa y encantada de la vida.
– De la trascendencia.
¡Y todo lo anterior impulsado hacia la esperanza, hacia la
construcción de la utopía que une el pasado, el presente y el porvenir!
Por las condiciones que acabamos de exponer la literatura universal y mucho de la literatura clásica es literatura para el mundo de la verdadera infancia, aquella del arte y aquella del niño. Su misma denominación lo revela, denota y confirma, al darnos un mensaje de universalidad.
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