lunes, 2 de julio de 2018

La Literatura Infantil


Bajo tales premisas y en la perspectiva advertida la literatura infantil tiene que ser, en primer lugar, literatura en el sentido íntegro y cabal de lo que se comprende, asume y reconoce como tal.

Ha de ser obra de arte acrisolada y esencial en sus contenidos, de plena realización estética, con una trama auténtica y libre, con una tupida urdimbre en su proeza de lograr con el lenguaje belleza, con recursos que lo hagan intensa y conmovedora, profunda y apasionada, orientada hacia un fin trascendente y no persiguiendo un propósito funcional en razón de algún proyecto utilitario.

Empero, debido a que la literatura infantil es acosada desde diversas esferas y no siempre surge desde el arte legítimo, se cuestiona su autenticidad. Si bien con propósitos altruistas ella ha estado, lo está y seguirá estando asediada por intenciones formativas, funcionales y hasta comerciales.

Estos hechos sí que constituyen verdaderas amenazas en cuanto a su deferencia y consideración, afectando su calidad de arte indiscutible, asunto que le causa daño y perjuicio irreparable cuando se la utiliza para transmitir informaciones o condicionar conductas con el riesgo de su falsificación general, desprestigiándola en algunos ambientes a veces de manera irrecuperable.

De allí que quizás como ningún otro campo o área la literatura infantil ha tenido que bregar, y lo sigue haciendo y no cesará de hacerlo en el futuro, por el reconocimiento de su pureza literaria y de su legitimidad artística.

La literatura infantil tiene su base de apoyo en el estar y en el ser niño, perspectiva en la cual no hay mejor vínculo que el existente entre el arte y el espíritu de infancia, entre la poesía y naturaleza del ser niño, entre el prodigio del arte y el milagro del ser infante, porque literatura e infancia comparten como elementos intrínsecos y comunes una misma identidad.

Consecuentemente, la relación de la literatura con la infancia  es un vínculo no solo fecundo sino esencial, en cuanto participan:
– Del asombro.
– De la originalidad
– Del animismo
– Del candor
– De la aventura
– Del ritmo
– Del movimiento
– De la visión luminosa y encantada de la vida.
– De la trascendencia.

¡Y todo lo anterior impulsado hacia la esperanza, hacia la construcción de la utopía que une el pasado, el presente y el porvenir!

Por las condiciones que acabamos de exponer la literatura universal y mucho de la literatura clásica es literatura para el mundo de la verdadera infancia, aquella del arte y aquella del niño. Su misma denominación lo revela, denota y confirma, al darnos un mensaje de universalidad.


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