Si hay algo que nos inculcan desde pequeños, es el hecho de
que en este mundo
para realizarse y para poder vivir hay que trabajar. Que lo que
se tiene se gana con el propio esfuerzo, que en la vida nada es de balde, que “el pan hay
que ganarlo con el sudor de la frente”.
De esta forma, el trabajo se
convierte para el ser humano en un pilar fundamental de su existencia, es más,
se convierte en la mayoría de las ocasiones en el centro de la vida, dejando en
la periferia lo social, lo familiar y lo lúdico.
Trabajo es desarrollo y realización personal, es integración
en la sociedad y proyección positiva de nosotros mismos ante los demás; nos
dignifica en cuanto nos hace sentirnos autosuficientes, capaces, útiles y
necesarios en una sociedad activamente económica. Por eso, cuando no
logramos una estabilidad laboral o la perdemos no solo vemos afectada nuestra
economía, también se resiente nuestra autoestima y con ello la percepción de
nuestra valía personal.
Es como si nos fuéramos a menos, o
perdiéramos ese 'caché social' que se supone debemos tener, ese valor que se
adquiere cuando se desempeña una labor.
Las personas que no logran insertarse en el mundo laboral o
mantener su empleo, se sienten inseguras, frustradas, con tendencia a la
negatividad y a la reducción o eliminación de las relaciones sociales.
Y en el peor de los casos se resiente su salud, se angustian y se deprimen.
Pero trabajar, sin más condiciones, no es suficiente para
que las personas se realicen, se sientan satisfechas, tranquilas o se sientan
valoradas.
La OMS reconoce que la salud es más que ausencia de enfermedad; que
es un estado de bienestar integral, físico, social y mental;
que la salud es un proceso que se da a lo largo de la vida y que depende tanto
del individuo como de sus condiciones y oportunidades socioculturales, y por
supuesto, también laborales.
El trabajo saludable es el que verdaderamente dignifica y
enriquece al hombre; nada más alejado de la realidad actual, en
la que rara vez el trabajador se identifica con la labor que realiza, por no
mencionar las injusticias en la retribución económica, o la ausencia de
ambientes de trabajo positivos y motivadores, o de expectativas de desarrollo
profesional o personal.
Es responsabilidad de todos colaborar para que algo tan
necesario y generador de bienestar en nuestras vidas no se convierta en causa
de enfermedades, ni de conflictos, ni de injusticias, ni por supuesto de
carencias.
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