Cuando se trata de relacionarnos con otras personas,
generalmente preferimos buscar la afinidad, las formas similares de pensar, los
individuos que “piensan como yo”. Desafortunadamente, tenemos la falsa
creencia de que esta es la mejor forma de tener y mantener relaciones de largo
plazo, de tener un mayor crecimiento y mejores resultados, pero la verdad es
que esto no es necesariamente así. Puedo afirmar que, en la mayoría de los
casos, ocurre todo lo contrario.
Veamos: es posible crear nuevas posibilidades y nuevas
maneras de hacer las cosas, pero solo si tenemos una mente abierta;
si poseemos la inteligencia emocional para aceptar las diferencias de los demás (y,
sobre todo, para buscar las cualidades, en cada una de las personas que
conozca, que sean diferentes a las mías).
La vida me ha enseñado que las relaciones más efectivas que
podemos construir se basan precisamente en las disidencias, las diferencias, la
diversidad de ideas, las cualidades o los atributos que nos resultan ajenas. En
lugar de centrarnos en los defectos o las disimilitudes de los otros, es
posible complementar, con esos atributos, la capacidad personal. Como bien
señalaba Stephen Covey, “Si dos personas tienen la misma opinión, una de
ellas sale sobrando”.
Las palabras que generalmente escucho, cuando tratamos este
tema de las diferencias, son las siguientes: “No puedo comunicarme con los
que no son afines a mí”.
“Nunca nos llevaremos bien”.
“Pensamos de forma totalmente opuesta”.
Así, ¿qué resulta más productivo? ¿Un par de personas que,
por pensar de la misma forma, da lo mismo escuchar a cualquiera de las dos? ¿O
dos personas que, por pensar diferente, ofrecen posibilidades y perspectivas
nuevas para hacer las cosas y que, por ende, ayudan a nuestro crecimiento y
aprendizaje?
La efectividad del funcionamiento de un equipo, desde una
familia hasta una empresa, se basa en apreciar las diferencias positivas
que caracterizan a cada uno de sus integrantes. Al valorar la diversidad,
el aprendizaje es continuo, gracias a la complementariedad de opiniones y
habilidades.
Toma en cuenta que, para establecer relaciones duraderas en todos
los roles de tu vida, lo que señala James Fredericks:“Gran parte de la
vitalidad de una amistad reside en el respeto de las diferencias, no solo en el
disfrute de las semejanzas”.
Es importante que te cuestiones, revises (y de ser
necesario, cambies) tu forma de pensar, y verifiques si no estás bloqueando tus
posibilidades de relacionarte sanamente con otros. Esa barrera normalmente se
manifiesta en esta frase: “Es que piensa diferente a mí”
.
A manera de reflexión, quiero compartirte una breve historia
que leí recientemente:
Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las
herramientas se reunieron sobre un trozo de madera para arreglar sus
diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la
asamblea le notificó que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y
se pasaba el tiempo golpeando. El martillo reconoció su culpa, pero pidió que
fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera
de algo. El tornillo aceptó su suerte, pero a su vez pidió la expulsión de la
lija: era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás. La
lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues
se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto. En eso entró el
carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente
el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Al final, el trozo de madera se
había convertido en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea
reanudó la deliberación. Dijo el serrucho: “Señores, ha quedado demostrado que
tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo
que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras flaquezas,
concentrémonos en nuestras virtudes”.
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el
tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y
exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus
diferencias pasaron a segundo plano.
Es importante señalar que es indispensable involucrar
al carpintero (es decir, el líder moral) en cualquier equipo o compañía. Es él
quien coordina y usa a todas las herramientas para fabricar los muebles. Sin un
‘carpintero’ que fije una visión común, difícilmente se lograrán los acuerdos
entre las solas herramientas.
Cuando el personal que compone un equipo de trabajo suele
buscar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En
cambio, al tratar, con sinceridad, de percibir los puntos fuertes de los
demás, florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos, cualquier
necio puede hacerlo. Pero encontrar cualidades es una labor para las
personas superiores que son capaces de inspirar el éxito en los demás.
Es vital resaltar que, para que el equipo funcione de manera
eficiente, debe tenerse y compartirse una visión común entre sus miembros, y
contar con un líder que coordine las habilidades individuales.