Hay personas que tienen incorporada una singular visión de cómo alcanzar
determinados logros en sus vidas, son aquellas que vislumbran que a las
oportunidades, como ocurre con los llamados milagros, no se piden ni se
mendigan, simplemente se provocan utilizando un medio que nunca falla, la
intervención de dos muy fieles aliados: determinación y constancia.
“Se denomina emprendedora a
aquella persona que identifica una oportunidad y organiza los recursos
necesarios para cogerla.
De hecho, en la etimología de la palabra se encuentra la voz latina prendĕre que significa
literalmente coger o tomar. Es habitual emplear
este término para designar a una «persona que crea una empresa» o que encuentra una oportunidad de negocio, o a alguien
quien empieza un proyecto por su propia iniciativa.
Pero, yendo más allá, emprendimiento es
aquella actitud y
aptitud de la persona que le
permite emprender nuevos retos, nuevos proyectos; es lo que le permite avanzar
un paso más, ir más allá de donde ya ha llegado.
Es lo que hace que una persona esté insatisfecha con lo que es y lo que
ha logrado, y como consecuencia de ello, quiera alcanzar mayores logros.
Por ello, el concepto de emprendedor está
irremediablemente atado a la idea de innovación y riesgo por
parte de alguien que cree en sus ideas y que es capaz de llevarlas a cabo, de
encontrar la manera de materializar sus sueños.”
Es posible que encontremos muy dentro de nosotros mismos, como quién
introduce sus manos en la médula misma, en lo recóndito de nuestro ser, el
campo fértil donde florecen ciertos valores como los ya citados, determinación
y constancia, una vez que les incorporemos a nuestras acciones diarias veremos
que todo emprendimiento es posible, nadie nos puede proporcionar lo que sólo se
encuentra en nuestro interior por muy santo y milagroso que sea.
Hugo W Arostegui
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