Cuando uno quiere cambiar el mundo, uno se encontrará con el
hecho de que hay barreras, y muchas personas se desmoralizan y abandonan.
¿Cómo saber si lo que se hace es una causa perdida o si vale la pena
seguir?
Seguramente te enseñaron que eras insignificante y que no
podrías cambiar nada en el mundo, en la escuela, en el colegio, en la
universidad, en el trabajo. Te sientes parte de una gran colectividad en
la que no eres nada más que un punto. Esa sensación de insignificancia es
paralizante. Y si tú no te mueves, las cosas definitivamente no van a
cambiar. Y como no cambian porque no te moviste, te convences de que en
efecto nada va a cambiar y que tú no podías. Es una visión
autorreforzante.
Te dicen que tu papel es ir a votar, trabajar e ir a
comprar, porque así votas por los productos buenos para el mundo y echas
abajo los malos, mientras la publicidad te manipula para que creas que
todos son buenos.
Es una pose pasiva, de esclavo que se siente libre, y
que no se complica, al menos en teoría, porque cuando viene una crisis te das
cuenta de que sufres lo que otro causó, y las herramientas que te dieron ni te
alcanzan para salir de la crisis, ni tampoco te sirven para leer los signos del
futuro o corregir la situación.
Sí, yo también me cansé de padecer crisis
en el pasado, que yo no causé.
Bueno, te voy a contar que las cosas no tienen por qué ser
así. ¿Se ocupa ser rico, famoso y poderoso para hacer la
diferencia? Pues no.
Lo primero es tener un objetivo claro, tener una visión
general de cómo podría ser el futuro.
Cabe agregar que la vida tiene la
facultad de no ser como uno la imagina, así que uno debe pensar en el QUÉ y no
en el CÓMO. Puedes imaginar un problema de tu comunidad o de tu país o
del mundo. Es apenas un sueño, una fantasía que parece inalcanzable, lo
que tú quieres que sea.
"¿Puedo cambiar el mundo?" te preguntas. Y
encontrarás miles de razones para decir que no. La primera de ellas es
que uno se ha acostumbrado a ser perezoso, a esperar que el maná caiga del
cielo y que la economía multiplique los panes y los peces. El mundo se
mueve, pero tú no. Así nunca vas a conseguir lo que quieres. Te
dices una cosa y haces otra, y encima te quejas.
La mente humana usa muchos trucos para autoengañarse.
"Es que ya estoy casado, tengo niños, y no tengo tiempo" es una
buena excusa para decir "no me interesa". Si tienes niños, más
vale que les prepares un mundo mejor. ¿No tienes tiempo para eso?
"No me alcanza el dinero para cambiar el mundo" dirás.
Te
sorprendería saber lo que se puede hacer sin dinero: Una enorme porción
del software libre está hecho por gente que no tenía mucho dinero, pero usaron
su tiempo (time is money, ¿recuerdas?). El mayor costo de muchos
proyectos viene de contratar personal, pero tu tiempo libre nadie te lo cobra,
así que puedes dedicarlo al activismo.
El activismo es como donar
dinero a una causa, pero en lugar de hacer un desembolso de un dinero que no
tienes, usas el tiempo que sí tienes y que nadie te puede robar.
Sí que puedes cambiar el mundo, lo que pasa es que todavía
no lo sabes, aunque yo te lo diga. Es algo que se aprende viviendo, es la
misma diferencia entre estudiar la física de una pelota en un pizarrón, o jugar
baloncesto y tratar de meter la pelota en una canasta en vivo.
De nada te sirve el sueño si te autosaboteas con la idea de
que algo es imposible. Cuando uno es un niño, parece imposible
conseguir una novia; cuando creces, parece imposible cambiar el mundo; es lo
mismo, todos los días cambias el mundo.
Si abres una puerta ya
cambiaste el mundo. Si sacas la basura ya cambiaste el mundo. Hay
otras formas de cambiar el mundo. Lo único que varía es la escala y el
nivel de tiempo y esfuerzo requerido.