miércoles, 21 de septiembre de 2016

Nuestro Peaje


“Se denomina peaje al pago que se efectúa como derecho para poder circular por un camino. En la antigüedad, se llamaba portazgo a la suma que debía pagarse para cruzar cierto límite (puerta) entre dos zonas territoriales o por cruzar un puente.”

Cuando hablamos de transitar por las rutas de la vida deberemos tener en cuenta que toda incursión de cualquier tipo en nuevos territorios que nunca antes recorrimos implica el pago de “derecho de piso” circunstancia por todos conocida y aceptada cuando nos embarcamos en una nueva actividad.

Pues bien, aquí se aplica claramente el dicho de “el desconocimiento de la ley no nos exime de sus efectos” pues aunque pretendamos “entrar por la ventana”  o como se suele decir vulgarmente “hacer un dibling” (Acción hábil que permite escapar de una dificultad manteniendo el control de la situación. ) la crudeza de los hechos nos pondrá por delante el hecho irreversible de que no hemos dado un fiel cumplimiento a lo que la sociedad en su conjunto nos exige.

Para quienes ya transitamos por lo que podemos definir “la octava década” sabemos por experiencia propia de la existencia de este peaje y lo hemos abonado en varias oportunidades, al hacerlo, “pagar nuestro peaje” nos da la doble satisfacción de no solamente “estar habilitados” para transitar por nuevos caminos  sino, además, y estimo que es lo verdaderamente importante , la satisfacción de  sentirnos poseedores de un derecho, el de “continuar transitando” por caminos por los cuales sólo puedan recorrerlos aquellos que hemos podido observar cómo estas barreras , las del peaje de la octava década, de levantan raudamente dejándolos el libre paso hacia delante, siempre hacia delante, quizás hasta que veamos delante nuestro el próximo peaje.


Hugo W Arostegui

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