Cuenta
la mitología de los cretenses, Que Minos, hijo de Zeus y de Europa, pidió a
Poseidón ayuda para suceder al rey Asterión de Creta, en su disputa por el
trono con sus hermanos Radamantis y Sarpedón.
Accediendo
a su pedido, Poseidón hizo surgir de los mares un hermoso toro blanco con el
propósito de que Minos, en señal de agradecimiento, lo sacrificara en su
nombre.
La
belleza del toro blanco, era tal, que Minos lo ocultó y sacrificó en su lugar,
un toro de sus rebaños, como la mentira y el engaño tienen patas cortas,
Poseidón en venganza, hizo despertar en Pasífae, la esposa de Minos, una
incontrolable atracción sexual por el toro blanco, como consecuencia, Pasífae
engendró un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Debido
a su ferocidad y a que sus hábitos alimenticios eran de comer carne humana,
recurrieron a un artesano llamado Dédalo, para que buscara la forma de
encerrarlo, este artesano ingenió un laberinto donde enceraron al llamado “Toro
de Minos”, lo intrincado del laberinto hacia que aquellos condenados a servir
de alimento al toro, una vez entrados en el, deambulaban perdidos por sus
senderos sin poder encontrar la salida, de más está decir, el triste final de
estos infelices.
La historia
es interesante y lo que expongo es una síntesis muy escueta, confieso que al
leerla, no pude evitar asociar al laberinto construido por Dédalo, con los
intrincados caminos creados por la ingeniería humana, para encerrar la imagen
de Dios y volverla inescrutable, lo mismo ha sucedido con nuestro Salvador y
Redentor, los que le buscan deben internarse en el mismo laberinto, en el cual
han pretendido esconder vanamente a su Padre; sobre los constructores de
tamaña confusión pesan las siguientes palabras:
“Luego
que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la
casa, se sentó a la mesa.
El
fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
Pero
el Señor le dijo;: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera
del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
Necios,
¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
Pero
dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
Más ¡ay
de vosotros fariseos! Que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y
pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin
dejar aquello.
¡Ay de
vosotros fariseos! Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las
salutaciones en las plazas.
¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se
ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
Respondiendo
uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también
nos afrentas a nosotros.
Y él
les dijo: ¡Ay de vosotros también intérpretes de la ley! Porque cargáis a los
hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las
tocáis.
¡Ay de
vosotros, intérpretes de la ley! Porque habéis quitado la llave de la ciencia;
vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
Diciéndoles
él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran
manera, y a provocarle a que hablase muchas cosas; acechándole, y procurando
cazar alguna palabra de su boca para acusarle.”
Lucas
11: 37 al 46, 52, 53
El
camino al calvario en la cruz, ya empezaba a recorrerse.