sábado, 8 de junio de 2019

El Laberinto

Cuenta la mitología de los cretenses, Que Minos, hijo de Zeus y de Europa, pidió a Poseidón ayuda para suceder al rey Asterión de Creta, en su disputa por el trono con sus hermanos Radamantis y Sarpedón.
Accediendo a su pedido, Poseidón hizo surgir de los mares un hermoso toro blanco con el propósito de que Minos, en señal de agradecimiento, lo sacrificara en su nombre.
La belleza del toro blanco, era tal, que Minos lo ocultó y sacrificó en su lugar, un toro de sus rebaños, como la mentira y el engaño tienen patas cortas, Poseidón en venganza, hizo despertar en Pasífae, la esposa de Minos, una incontrolable atracción sexual por el toro blanco, como consecuencia, Pasífae engendró un monstruo con cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Debido a su ferocidad y a que sus hábitos alimenticios eran de comer carne humana, recurrieron a un artesano llamado Dédalo, para que buscara la forma de encerrarlo, este artesano ingenió un laberinto donde enceraron al llamado “Toro de Minos”, lo intrincado del laberinto hacia que aquellos condenados a servir de alimento al toro, una vez entrados en el, deambulaban perdidos por sus senderos sin poder encontrar la salida, de más está decir, el triste final de estos infelices.
La historia es interesante y lo que expongo es una síntesis muy escueta, confieso que al leerla, no pude evitar asociar al laberinto construido por Dédalo, con los intrincados caminos creados por la ingeniería humana, para encerrar la imagen de Dios y volverla inescrutable, lo mismo ha sucedido con nuestro Salvador y Redentor, los que le buscan deben internarse en el mismo laberinto, en el cual han pretendido esconder vanamente a su Padre;  sobre los constructores de tamaña confusión pesan  las siguientes palabras:
“Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa.
El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer.
Pero el  Señor le dijo;: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad.
Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de adentro?
Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio.
Más ¡ay de vosotros fariseos! Que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.
¡Ay de vosotros fariseos! Que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima no lo saben.
Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
Y él les dijo: ¡Ay de vosotros también intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! Porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase muchas cosas; acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.”
Lucas 11: 37 al 46, 52, 53

El camino al calvario en la cruz, ya empezaba a recorrerse.

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