Esta mañana, al
levantarme, se instalaron en mi pensamiento, una sucesión de imágenes
intermitentes, como las luces que adornan los arbolitos de navidad, donde
aparecían personas de distintas razas, que a medida que surgían, iban
conformando un mosaico multicolor, en el cual se podían apreciar las múltiples
facetas expresivas que nosotros, los humanos, hemos sabido cultivar a lo largo
y ancho del planeta que habitamos, desde mucho antes de que la historia
comenzase a registrar y luego intentar ordenar y compilar, las distintas
versiones ,que sobre nuestro origen y razón de ser, se nos han querido
transmitir, como un preciado legado de los dioses, a nuestras ansias de saber y
comprender, las incógnitas y los por qué, de nuestra presencia en un
habitad compartido con una infinidad de especies a las cuales consideramos
inferiores ,y por ende, sometidas a nuestro arbitrio y voluntad.
Si quisiéramos encontrar un denominador común, para toda la gama de sensaciones que germinan en nuestro huerto ancestral, todo parece indicar que las semillas que han dado origen a nuestra especie, han provenido de viveros situados en el exterior de este planeta, lo que nos convierte en algo así como extraterrestres, sentimos en nuestro fuero íntimo, que provenimos, al nacer, de algún lugar lejano , donde estábamos mucho mejor de lo que podamos lograr estar en este mundo, que mirado de esa manera, se parece más a un lugar de prueba, donde tendremos que vivir la ley de obediencia y sacrificio, y anhelar la intervención divina para limpiarnos del pecado original, consecuencia de la desobediencia heredada de nuestros primeros padres.
Si quisiéramos encontrar un denominador común, para toda la gama de sensaciones que germinan en nuestro huerto ancestral, todo parece indicar que las semillas que han dado origen a nuestra especie, han provenido de viveros situados en el exterior de este planeta, lo que nos convierte en algo así como extraterrestres, sentimos en nuestro fuero íntimo, que provenimos, al nacer, de algún lugar lejano , donde estábamos mucho mejor de lo que podamos lograr estar en este mundo, que mirado de esa manera, se parece más a un lugar de prueba, donde tendremos que vivir la ley de obediencia y sacrificio, y anhelar la intervención divina para limpiarnos del pecado original, consecuencia de la desobediencia heredada de nuestros primeros padres.
Esas imágenes, a
las cuales hago referencia, son una representación de un “yo” colectivo, o
mejor dicho, un “yo” y un “tu” colectivo, pues resulta inadmisible concebirme a
mí mismo, en prescindencia del otro, o los otros, los demás tú, que
conjuntamente conmigo, conjugan el verbo que desde el principio dan sentido a
todo lo humano.
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