Es muy común, sobre
todos en los más jóvenes, la búsqueda constante, de alternativas que les
permitan la evasión a todo lo que pueda ser interpretado como una limitación,
sea de la índole que fuese, para muchos de los que nadan en el mar de la
ignorancia, la verdadera libertad, estriba en vivir fuera del alcance de toda
norma que, siquiera intente, poner algún freno, a sus cada vez más acuciantes
deseos de poder gozar de una libertad irrestricta.
Ahora bien, hagamos
un esfuerzo por entender, qué es, lo que realmente está pasando, en cada una de
las incontables constelaciones, que dan vida y sentido a este universo tan
plagado de intereses en pugna como lo es sin duda el complejo mundo de las relaciones
humanas.
En nuestros días,
podemos decir, que hemos dado pasos significativos, en todo lo referente a los
Derechos Humanos, mucho se ha legislado sobre este tema, aunque esto no
signifique que la mera normativa del derecho, haya tenido como resultado el
acatamiento a lo que la ley determina sobre el tema, sobre todo en la
protección de los más débiles, como es el caso de las mujeres y los niños, la
violencia doméstica, de género, y todos los tipos de violaciones a las que son
expuestas las minorías.
Todos los días, las
páginas de los periódicos y los noticieros de radio y televisión, nos
ponen en evidencia de cuán lejos estamos de erradicar esta afrenta, verdadero
escupitajo en el rostro, a una sociedad, que contempla, estupefacta,
como, al igual que los insectos encandilados, sus hijos se mutilan y mueren,
sin ninguna otra razón, que la simple irracionalidad de sus actos.
Todo parece indicar
que el hábitat del hombre se encuentra bajo la amenaza del propio hombre, el
cual está demostrando, pese a los altos grados de evolución alcanzados en el
campo de las ciencias, la tecnología y en el de las comunicaciones - por citar
algunos- es incapaz de transmitir valores esenciales a sus crías, las cuales
crecen insensibles a las reales necesidades de su propia especie, transmutando
el sentido armónico de la convivencia solidaria, por la búsqueda constante del
sometimiento de los unos sobre los otros, como si los cimientos heredados por
siglos de civilización, parecieran un vetusto y arcaico lastre, de los cuales
es preciso liberarse cuanto antes.
Miramos, en nuestra
ruta imaginaria, las señales de tránsito, las que han sido puestas para
orientarnos, las que intentan guiarnos con seguridad a nuestro destino, pero
resulta que hacemos caso omiso a sus recomendaciones, despreciamos los límites
recomendados y nos dejamos seducir por el instinto, ajenos a la razón, optamos
por la irracionalidad, actitud propia del que se considera superior o mejor
dotado para tomar decisiones, aunque estas decisiones, no sólo nos afecten a
nosotros, sino, lo que es más grave, afecten a todos en nuestro entorno,
incluyendo, muchas veces, a quienes más amamos en la vida.
Entonces, ocurre lo
que sabemos que va a ocurrir, tomamos el volante y, mientras la luz verde esté
encendida, continuaremos raudos nuestra marcha, cuando se enciende la
amarilla, aceleramos para intentar pasar antes del cambio, y cuando la luz roja
nos indique que debemos parar, la adrenalina acumulada nos inducirá a pensar de
que aún es posible continuar y seguimos avanzando…
… El impacto es
apenas unos instantes, sus consecuencias suelen durar una eternidad.
Quizás haya llegado
la hora de poner un poco más de atención a lo cotidiano, a las cosas que
suceden por la sencilla razón de que alguien ha estado allí para hacer que
acontecieran, los que cumplen sus roles cuasi ignorados, como las abejas
obreras en la colmena, nos referimos a los guardias de tránsito, los bomberos,
las ambulancias, los servicios de emergencia, los centros asistenciales, los
que hacen lo imposible por la rehabilitación perdida, y …por supuesto, a
aquellos que toman sus palas y cavan las sepulturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario