Parado en la cima
de mi pequeña cuesta, descubro un nuevo cielo y un sinnúmero de estrellas que
la pequeña mísera cuesta me ocultaba, y al final del nuevo horizonte que se
habría ante mí, emerge desafiante la cima de otra pequeña y mísera elevación,
que me extiende sus brazos en forma de intrincados senderos como invitándome a
sumergirme en su seno, descubrir sus entrañas y nutrirme de sus secretos.
Hay días en que la
añoranza paraliza mis torpes avances, cuando las imágenes de un tiempo que ya
fue, se clavan profundamente, como un punzante cilicio que desgarra con sus
dientes de acero, los sentimientos que anidan en lo profundo de mi ser y que me
gritan miles de súplicas y reproches, como el canto de las sirenas que conducen
al abismo de la negación, la angustiosa sensación de no ser nadie sin nuestro
entorno perdido.
“Todo es energía,
el amor, el odio, la envidia, los sentimientos, los pensamientos y para que
sepamos manejar bien nuestra propia energía tenemos el libre albedrío.
Y a través de
varias vivencias agradables y desagradables, de pasar por muchas experiencias a
veces muy dolorosas, tremendas, muy fuertes de aprendizaje, sabemos reconocer
los beneficios que otorga la energía de lo bueno.
Pero para eso
tendríamos que hacer un largo aprendizaje para llegar a saberlo y para ello
teníamos que ir a una escuela, a la escuela de la vida, a la escuela del mundo.
Es la escuela de la
vida mi gran oportunidad por eso es tan importante y es lo único realmente mío
que tengo, mi propia vida.
Y debo saber que
esta vida, la vida de todos los días, es la que me proporciona el verdadero
aprendizaje, del vivir.
En el arduo
aprendizaje del vivir aprendemos a manifestar la esencia, a través de las
diferentes expresiones de nuestro accionar, de nuestros pensamientos,
sentimientos, y de los hechos en que tomamos parte.
Nos movemos entre
el odio y el amor, entre el bien y el mal.
Las circunstancias
adversas siempre nos enseñan algo. Y debemos preguntarnos:
¿Qué debo aprender
de esto que me pasa? para no repetir otra vez la misma historia.
Pero siempre
cambiamos después de atravesar una crisis.
Nunca somos los
mismos luego de una situación límite y a veces esa situación nos hace tocar
fondo.
Está en nosotros el
saber levantarnos, en la adversidad para ser mejores y más fuertes o caernos
sin saber levantarnos del abismo de la desesperación y la angustia.
Hay un dicho:
Santos no son los que nunca cayeron, sino los que siempre se levantaron.
Y a veces ¡qué
largos, estrechos y difíciles caminos tenemos que recorrer para llegar a la paz
y la felicidad dentro de nosotros!”
Elsa Bianco –
Aprendiendo a Vivir, páginas 38 – 40
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