“La palabra
entusiasmo proviene del griego y significa tener un Dios dentro de sí.
La
persona entusiasta o entusiasmada era aquella que era tomada por uno de los
dioses, guiada por su fuerza y sabiduría, y por ese motivo podría transformar
la naturaleza que lo rodea y hacer que ocurrieran cosas.
Sólo
las personas entusiastas eran capaces de vencer los desafíos de lo
cotidiano. Era necesario por lo tanto entusiasmarse para resolver los
problemas que se presentaban y pasar a una nueva y mejor situación.
El
entusiasmo no es una cualidad que se construye o que se desarrolla.
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