El incursionar en
el contenido de este libro de poemas, atribuido a Salomón, nos
conduce a ciertos aspectos de la vida de los hombres y su relación con su
creador, que nos pueden ayudar a conocer desde otra perspectiva, radicalmente
diferente, a los balbuceos y gregreos, a los cuales han recurrido los “versados
entendidos”, en su vano intento de “explicar” las razones por las cuales este
hermoso texto, se haya “infiltrado” dentro del contenido de un compendio de
libros cuyo contenido es considerado como “la palabra de Dios”.
Las mencionadas
razones de su inclusión, fueron ampliamente conocidas por los antiguos rabinos,
aquellos que estuvieron al tanto de los sagrados principios de la creación, la
concepción del hombre y la mujer a la “imagen y semejanza de Dios” semejanza
que incluía los atributos sexuales de uno y otro totalmente diferenciados y
complementarios.
Este es un tema que
por su trascendencia merece ser tratado con seriedad y sin pacatas
ambigüedades, si como todos concordamos, la gloria de Dios es la inteligencia,
hagamos uso de esta cualidad para describir situaciones que han sido
debidamente explicitadas por sus autores, aunque, los “intérpretes de siempre”
nos lo intenten esconder “mimetizando” diversos pasajes de las escrituras en el
medio del follaje lirico y asexuado de la “santidad”.
Pero lo que está
escrito, escrito está, así que de la misma manera, en que nos han acostumbrado
los predicadores de la Biblia, que cada vez que citan cualquier pasaje de las
escrituras, nos las rubrican con la afirmación: Palabra de Dios, ¡Aleluya!
Permítaseme a mí también, invocar la misma actitud.
“Pero el rey
salomón amó, además de la hija de Faraón, a las de Moab, a las de Edom, a las
de Sidón, y a las heteas”:
Gentes de las
cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni
ellas se allegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros
corazones tras sus dioses.
A estas, pues se
juntó Salomón con amor.
Y tuvo setecientas
mujeres reinas y trescientas concubinas: y sus mujeres desviaron su corazón”
NOTA:
“Los escribas de la
época no han tenido ningún prurito en responsabilizar a éstas damas por las
supuestas desviaciones del autor”
Sin duda la sexualidad es un atributo divino, les invito, luego de esta
lectura, a deleitarse con la lectura de la Biblia, que abran sus páginas
inspiradas y disfruten de una pieza única en su género, fruto de la inspiración
de Salomón, tan sublime como una melodía de los cielos, la poesía de los
dioses, sus expresiones de amor y placer, para quién llevan dentro de su
corazón.
Volvamos a nuestro tema, la sexualidad de los dioses, resulta evidente
que en los estratos esotéricos de las religiones, se tiene un cabal
conocimiento de esta realidad, incluso en aquellas que enarbolan el estandarte
de la abstinencia sexual, guardan en los cofres del silencio la impunidad de
sus desviaciones.
La estrella de David, que podemos observar en los pabellones patrios, es
un símbolo de la sexualidad, los triángulos invertidos representan los
componentes masculinos y femeninos de la creación, en la actualidad, delante de
nuestros ojos, que miran pero “no pueden ver”, se levantan ostensibles,
los símbolos fálicos del patriarcado, en la cima de las fachadas de
edificios religiosos, deberíamos saber, pero lo ignoramos, que existen personas
que profesan en lo íntimo de sus convenios religiosos, el matrimonio plural, se
consideran sacerdotes y sacerdotisas del más alto dios, se unen por tiempo y
eternidad, porque aspiran a ser dioses.
Sí, estimado lector, es el Cantar De Los Cantares, disfrútelo sin miedo,
y, al culminar, si ha sido de su agrado, manifieste: “Palabra de Dios,
¡Aleluya!
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