Los días del liderazgo impositivo y de estilo autocrático o dictatorial
se agotan.
Aquellos líderes de equipos de trabajo que no puedan evolucionar
con las tendencias mundiales, que no sean capaces de manejar situaciones
complejas frente a frente (no por correo electrónico!), que no puedan guiar a
sus equipos por medio de su ejemplo, que no tengan humildad para
reconocer sus carencias y la habilidad para poder solventarlas por medio del
conocimiento y la disposición de sus colaboradores, quedarán a la deriva en el
proceso progresivo y escalonado que, a nivel mundial, se ha venido
experimentando en la generación de los millenials, conformada por toda una gama
de profesionales jóvenes, formados con el nacimiento del nuevo milenio, y que
trabajan en un enfoque de confianza y totalmente orientado a resultados, en un
marco de comunicación completamente abierto y directo.
¿Qué significar ser entonces un líder por convicción, y no por
imposición? Significa tener la capacidad intelectual y emocional
para poder lograr influenciar a un grupo de personas a seguirnos y que esa
decisión sea tomada por parte de ellos de manera consciente y sin obligaciones
de índole jerárquica. Es decir, escojo seguir a mi líder porque me inspira a
seguirlo, no porque estoy obligado a hacerlo. Esto es más fácil decirlo que
conseguirlo, pero es totalmente factible. Para algunas personas, sin embargo,
posiblemente formadas en contextos rígidos, típicos de la década de los 80 y
90, esto puede ser sumamente difícil de lograr, pues supone superar conflictos
generacionales, propios precisamente del cambio de milenio que hoy día
experimentamos.
Esto supone también dejar el ego a un lado, y eso no es fácil para
muchos.
Inspirar no es lo mismo que convencer
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