viernes, 4 de mayo de 2018

Cuando Crees Que Sabes


Se atribuye a Sócrates decir: "yo sólo sé que no sé nada"; esta frase memorable señala justamente el principio de la verdadera sabiduría. La frase no aparece como tal en la obra de Platón. Sin embargo, el verdadero espíritu de la frase puede encontrarse en La apología, cuando Sócrates responde con humildad a la idea que se tiene de que él es el más sabio de los atenienses. 

Dice ahí que si parece que es más sabio lo es sólo en que "lo que no sé no creo que lo sé". En la humildad y en el correcto juicio de no pensar que se sabe algo que no se sabe yace el principio de la sabiduría. Y es que, y en esto coinciden Platón y Aristóteles, la filosofía nace del asombro o del misterio ante lo desconocido.

Unos 100 años antes de que viviera Sócrates, en China apareció una misteriosa figura, el gran sabio Lao-Tse. En el libro del Tao se habla sobre lo mismo y se considera que el creer que se sabe es una enfermedad:

"Saber que no sabemos
es un gran conocimiento.
Pensar que sabemos, cuando no sabemos,
es una gran enfermedad.
Sólo aquel que sabe que está enfermo
puede curar su enfermedad.
El sabio tiene salud.
Él muestra a los demás sus enfermedades
y así pueden ser curados"
Tao Te Ching LXXXI, versión J. Mascaró

Este mundo es una enfermedad --todos estamos enfermos de la muerte y el sufrimiento y volveremos al ciclo de renacimiento y muerte; al menos esto es lo que señalan gran parte de los sistemas filosóficos espirituales, de los Upanishads  a Buda y a Platón. 

Es la ignorancia la que produce el sufrimiento. 

Lo primero es saber que vivimos de manera ignorante, ya que de otra forma no sufriríamos. No hay enfermedad más grave que creer que uno sabe, cuando en realidad sólo tiene el medicamento, los recursos para cubrir o paliar los síntomas de una profunda ignorancia. 

Es la sabiduría la que cura y libera, la medicina de los grandes maestros como Sócrates, como Lao-Tse, como Buda, la cual debe de ser hecha propia, ya que es intransferible hasta que no se experimenta como una verdad interior.

Pero incluso desde una perspectiva no espiritual resulta evidente que nuestra sociedad de la información padece un caso especialmente agudo de confundir justamente estar informados con saber, y de ahí un falso creer. 

Lo analizamos extensamente en este ensayo sobre las diferencias entre la sabiduría, el conocimiento y la información. Y es que, como dice Maria Popova del sitio Brain Pickings, el hecho de que hoy todos sientan que deben tener una opinión sobre todo produce más ignorancia:


Vivimos en un mundo donde abunda la información, pero enfrentamos una creciente escasez de sabiduría. Y lo que es peor, confundimos la una con la otra.

Creemos que tener más acceso a la información produce más conocimiento, y esto resulta en sabiduría. Pero, si acaso, lo opuesto es verdad --más y más información sin el contexto y la interpretación adecuada sólo confunde nuestro entendimiento del mundo en vez de enriquecerlo.

Moral Y Sentimientos


Nos hacemos la pregunta, ¿se puede juzgar si una acción es buena o mala sin tener sentimientos? ¿Cuánto están ligados los sentimientos a la moral?

Al ser amoral, no puedes juzgar lo que es moral o inmoral. Por lo tanto, en ese caso te vas a regir por lo que tengas establecido. 

Si alguien te dice que eso es bueno y eso es malo, tu vas a a seguir ese criterio porque es lo que te han enseñado, no porque pienses que sea así.

Entonces nos hacemos otra pregunta, ¿es posible no sentir nada por nadie?
Dexter afirma que él es un psicópata y no siente nada… pero yo opino que no se puede no sentir absolutamente nada por nadie. Una persona y sus acciones te van a transmitir algo, sea bueno o malo, y a raíz de eso vas a tener una opinión distinta de cada persona. Por ejemplo, Dexter se preocupa por su hermana y su familia, por lo que eso implica sentir cariño y afecto por ellos.

Dexter hace distinción entre personas buenas y malas porque es el criterio que le dio su padre. La moral se guía por la regla: “no hagas lo que no te gustaría que te hicieran”. Por lo tanto pienso que la moral y los sentimientos están ligados hasta cierto punto.

Por un lado, para establecer qué es moral e inmoral tienes que seguir esa regla, y por lo tanto ahí ya entran en juego tus sentimientos y la razón. Sin embargo, una vez establecidos los puntos vas a tener que seguirlos gracias a la razón solamente. Ya que puede haber veces  en las que tus sentimientos te pidan hacer algo inmoral.


No podemos establecer hasta que punto intervienen los sentimientos en la moral, pero como dijo Anatole France: “La moral descansa naturalmente en el sentimiento”



Participación Ciudadana

Cuando la sociedad percibe a los políticos como actores de un teatro -mucho flyer, mucha pose pero pocas propuestas- ajeno a sus intereses e inquietudes, pierde la confianza en ellos, refugiándose, lamentablemente, en el escepticismo y la apatía social. Su alejamiento de la participación política -incluyendo la electoral- es aprovechado con facilidad por esos portadores de propuestas demagógicas, que explotarán el sentimiento de inseguridad generado por el propio sistema.

Y a todas luces se hace impostergable recuperar la noción de partido como movimiento de organización de lucha para el rescate del país y no como simple administrador de “posibles escuálidos” cargos públicos (alimentado con aquello de “los espacios que se pueden perder”) o como simple maquinaria electoral. 

Resulta vital la noción de partido generador de sentido común, de proyecto nacional, de articulador de espacios de intermediación con el Estado, sin las sospechosas componendas tras bastidores, con diálogos sin más allá. Se presenta como apremiante que cambien su concepción de partido y la relación con las organizaciones de la sociedad.

Sin embargo, no son los políticos los únicos responsables de cuánto pasa en el ámbito político. Hannah Arent (¿Qué es la Política?) anotaba que ser libres comporta asumir en cada uno de nosotros la posibilidad de cambio, y que la mejora de la actividad pública tan sólo depende de nosotros, de lo que estamos dispuestos a construir.

Abandonar el espacio público por escepticismo, desaliento, apatía, resulta muy peligroso y supondría la entrega definitiva de una herramienta que -aunque ya maltrecha- es fundamental para la mejora de nuestra calidad. La búsqueda de una mejor representatividad, de mecanismos de control ciudadano más eficientes y de una mayor participación ciudadana resulta un pilar para la gobernabilidad de nuestro sistema político.

Por ende, contrario a cuantos enarbolan la bandera de la antipolítica, se requieren partidos y movimientos políticos fuertes, asambleas y cuerpos colegiados eficientes y una sociedad civil que exija, demande y actúe para lograr estos objetivos.

Contra el despotismo, la corrupción y el cinismo no valen sofismas ni pretextos. Cada vez se nos hará más difícil resistir a la mentira y la coacción. Mientras más demore la sociedad civil en regresar al entusiasmo por los partidos o al reconocimiento de su imperiosa necesidad, más tiempo tardará la reconstrucción de un sano tejido político.



Leer Para Aprender


Formar lectores en el siglo XXI exige atender como mínimo a una triple dimensión: formar personas que puedan leer, que puedan disfrutar con la lectura y que puedan utilizarla para aprender y pensar. ¿Qué necesitan los alumnos para ser lectores competentes? (a nivel individual y contextual) ¿Se desprende de la competencia en lectura la capacidad de utilizar la lectura para aprender?

¿Qué características poseen las situaciones de enseñanza que permiten un uso estratégico de la lectura para aprender? Los contextos de enseñanza deberían garantizar el enfrentamiento de los alumnos con múltiples textos que les proporcionen la posibilidad de hacer un uso real de las competencias implicadas en la comprensión.

La lectura ha sido importante para el hombre desde hace 3000 años. 

Los sumerios en Babilonia y los fenicios en la Península Ibérica inventaron y utilizaron códigos para leer y escribir. A partir de entonces, gozamos del privilegio de la lectura, ya sea en un formato impreso o bien en un formato virtual de Internet.

La lectura y el gusto por leer están estrechamente ligados a la vida porque permiten el intercambio de información, el desarrollo del conocimiento, el crecimiento personal y la interacción en la sociedad. 

Desde la infancia hemos escuchado acerca de la importancia de la lectura, de los conocimientos que por medio de ella se adquieren, así como de la necesidad de leer para conocer, apreciar, cuestionar la palabra escrita y adquirir una capacidad crítica.

La lectura es imprescindible para ser buenos ciudadanos, participar críticamente e incorporarnos activamente en la sociedad; contribuye al desarrollo de todas nuestras capacidades: adquirir conocimientos, descubrir valores estéticos y éticos, acceder a diversos espacios y tiempos, conocer obligaciones y derechos. 

Leer es una puerta abierta al empleo, la ciencia, la política, el teatro, la música, la aventura, la cultura, la comunicación con la sociedad.


No obstante, no todas las personas saben leer, y otras no comprenden lo que leen.

jueves, 3 de mayo de 2018

Perseverancia Y Constancia

Las actuaciones esporádicas pueden ser interesantes, irrupciones iluminadas por un fogonazo, el destello del arrebato o la magia del instante. 

Pero hemos de aprender a saborear la firmeza y la perseverancia de la constancia, no siempre tan llamativas, como formas intensas de consistencia, de persistencia, de resistencia.

Importantes logros aguardan tras un trabajo cuidado y minucioso, tras la coherencia de una labor de insistencia. Ello exige no pocas veces paciencia.

Activa, pero paciencia.

Tarea compleja. No es de extrañar que un sordo cansancio parezca habitar ciertas arduas, prolongadas y necesarias tareas. En ese caso tenemos tendencia a la supuesta agitación de un ir y venir que bien puede ser en algunos casos una muestra de debilidad. No nos referimos ahora a la pertinencia de ciertas estrategias, dado que en ocasiones éstas no son lineales sino que resultan muy mezcladas, muy combinadas, muy diversas. Y no pocas veces compatibles. 

Pero, en ocasiones, de lo que simple y llanamente carecemos es de constancia. Somos inconstantes. Y no sólo individualmente también colectiva y socialmente.

No está mal hacer planes, pero esa permanente tendencia a planearse y programarse en cada momento, como forma de eludir la coherencia y la intensidad de una adecuada organización de los asuntos, confirma asimismo que encontramos más atractivo vislumbrar ocasionalmente que hacer con perseverancia. Y ahí nos quedamos. 

La acción se diferencia de la actividad en que no es simplemente una actuación incidental. La acción puede ser puntual, incluso ínfima, concreta, bien concreta, pero requiere un cierto concepto, si no de totalidad, sí al menos de integridad. 

Quizá vivimos tiempos en que hay mucha actividad y poca acción.

Creemos resolver nuestro desconcierto empezando una y otra vez, como si en los inicios habitara una pureza aún no contaminada por las acciones y por las decisiones. Ese supuesto nuevo comienzo nunca es inocente y no suele resultar tan deslumbrante e inaugural. La constancia es también una forma de reconocimiento

No se trata de empecinarse en los errores y en los fracasos, pero sí de aprender de ellos, con ellos, por ejemplo, para no tratar de empezar cada vez. 

La falta de constancia tiene tendencia, no sólo a repetir, sino a reproducir, a veces de otra forma no necesariamente mejor, lo que se reinicia. 

Para generar hay que saber recibir lo que se nos entrega. Considerar que crear es sólo el gesto de ponerse a la obra olvidando todo lo logrado es ignorar que el resultado es también en verdad creación. Y no sólo individual. Y que exige dedicación, tesón. Y no poco conocimiento.

La dimensión, no siempre evitable, del hacer como espectáculo, incluso del hacer más íntimo, oculta en ocasiones la falta de generosidad para cuanto se viene haciendo, por otros o por uno mismo, la poca perspectiva para cuanto habrá de venir y la entrega a lo inmediato, sea lo que fuere, lo que lo convierte pronto, demasiado pronto, en pasado.

Educar en la constancia es más que apelar al necesario esfuerzo y trabajo, sin duda imprescindibles. Se requiere algún horizonte y enfoque para la labor, para la tarea, con una determinada orientación y finalidad y con una definida motivación. Para afrontar la incapacidad para la coherente persistencia se requiere el cultivo personal y social de la firmeza. Ésta no es simple contundencia impuesta, sino el cuidado de la fortaleza y la entereza, decisivas para confirmar, consolidar y validar posturas, para hacer valer las buenas razones y defenderlas. Hemos de hacerlo a pesar de nuestras propias incongruencias y contradicciones, que no han de paralizar nuestro afán y nuestro tesón, sino que han de orientarse también hacia nosotros mismos.
No es cuestión de desistir. No hablamos ya sólo de la constancia como un valor imprescindible en la acción, sino como aquello que permanece como un don, como un legado fehaciente por la labor permanente y coherente. Queda constancia, deja constancia.


No cejar no es limitarse a resistir en una actitud intransigente. En muchas ocasiones, más que una posición adoptada o fijada, más que una manera resuelta de conducirse, consiste en no archivarlo todo en el desván, no de los despropósitos sino, lo que es peor, de los propósitos

Sin constancia no necesitamos de los otros para impedir nuestra acción. Nos bastamos a nosotros mismos.

Rebelión intelectual


Intelecto

La gran rebelión pendiente es la rebelión intelectual.

Todas las revoluciones auténticas, de hecho, empiezan con una rebelión:
la Toma de la Bastilla, el Octubre Rojo, el mayo del 68. 

La mayor parte de las rebeliones empiezan con una matanza, o un asesinato, o la destrucción de edificios notables o enseres valiosos. 

Muy pronto se convierten en revoluciones sangrientas, inhumanas. A veces el baño de sangre no se produce al inicio, sino al final. Es el caso del pobre Gandhi, que vio cómo su rebelión pacífica acababa en las brutales masacres que sucedieron a la partición de la India. 

Parece evidente que la única rebelión que no provoca una Némesis horrenda es la rebelión intelectual.

Rebelarse intelectualmente no es fácil. Lo que se rebela es el intelecto, una habilidad humana usualmente atrofiada. El pensamiento humano es semejante a una caja de herramientas y el intelecto es una de esas herramientas. 

Su uso experto es el resultado de un largo aprendizaje, asociado obviamente a la lectura. Leyendo se cultiva el intelecto, aunque esto no significa que leyendo disfrutemos más de la vida. No se cultiva el intelecto para ser felices, sino para ser libres.

Luego, si acaso, somos felices porque somos libres, pero no necesariamente.

Quien busque la felicidad, de hecho, no debe cultivar el intelecto. Los simples
de espíritu suelen disfrutar de la bienaventuranza.

La libertad de espíritu no es otra cosa que la libertad intelectual.

Es una forma de libertad sin pautas ni guión previo. 

Uno se libera intelectualmente cuando se libera.

De pronto, dice no y sabe porque lo dice. No a esto, y a esto, y a esto, y a lo otro.

Cada no es, a la vez, un sí. Los que osan liberarse de este modo parecen arrogantes.

¿Cómo se atreven a decir no cuando todos dicen sí? ¿Cómo se atreven a decir sí cuando todos dicen no? La liberación intelectual es incómoda, no favorece en absoluto el trato social.

El que se libera es un Cándido volteriano que provoca pequeñas catástrofes
a su alrededor. A nadie le gusta tratar con un liberado intelectual. Suscitan un
poco de prevención, de miedo o, incluso, de repugnancia. 

El liberado intelectual es un Gregor Samsa para el común de los mortales. 

Su presencia molesta, abruma,irrita, entorpece el normal discurrir de las cosas.


Trascendencia




Filosofía
Ese cambio fundamental puede realizarse cuestionándonos en torno a nosotros y al medio en el que vivimos: a) ¿Ese objetivo vale la pena?; b) ¿Es necesario?;
c) ¿Necesito cambiar del todo?

No obstante, hay momentos en que la confusión puede abrumarnos ante estas preguntas, por lo que Krishnamurti explica que cuando uno está confundido, se debe pausar todo tipo de actividad mental; de lo contrario, sólo comenzaremos a saturar a nuestra confusión:

Observa las actividades de la mente sin intentar cambiarlas o ponerles un fin, porque en el momento en que encuentres un final, regresarás a la dualidad de ‘yo, no-yo’. Es la mente la que no está consciente de sus propias actividades que alguien más introdujo, y de las cuales nos volvemos esclavos.

De modo que para liberarnos de este abrumo y realizar una transformación fundamental, es cuestión de comprender el proceso de nuestro propio pensamiento: ¿de dónde vino?, ¿con qué está relacionado?, ¿es funcional o útil?…

Una vez que seamos conscientes de ello, menciona Krishnamurti, nos damos cuenta de que la mente es:
quien crea el problema, mi ser mental es el resultado del tiempo, de la memoria, de la noción del ‘yo’, el cual siempre estará deseando ‘más’, por inmortalidad, por continuidad, por permanencia en el aquí y en el ahora. 

Pero es la incertidumbre en nosotros mismos lo que conlleva las manifestaciones externas de la ambición personal, el deseo de ser alguien, la actitud agresiva frente a la vida.

Así que al liberar esa angustia latente, el cambio radical y fundamental se realizará desde el interior y nos conectará con una lujuria por la vida, con una viveza en los vínculos, con una trascendencia de los bienes materiales:
Para tener la plenitud interna de la vida, la cual incluye a la muerte, la mente debe liberarse de sí misma desde el conocimiento. 

El conocimiento debe cesar para darle espacio a lo desconocido y al sentido materialista de la autorrealización.


La Soberanía Semántica

Se trata de asumir la dirección y la producción revolucionaria de las ideas y se trata de impedir su separación de la práctica. 

Se trata de ejercer la responsabilidad y el derecho de esculpir, con nuestros propios cinceles, -y a nuestro gusto- conceptos para la Batalla de las Ideas. 

Se trata de liberar los caudales expresivos; se trata de la libertad de expresión inteligente y transformadora sin ataduras de clase, sin hegemonías de silencio… sin la ideología de la clase dominante. 

Se trata, pues, de organizar las agendas al calor de nuestras luchas y no al servicio del temario depredador con que las oligarquías nos humillan y nos anestesian.  No se trata de hablar  -sólo- de lo que se “nos da la gana” sino de ordenar ideas sobre lo que se necesita. Resolver los problemas de la humanidad comenzando por casa.

Mientras las cabezas estén infestadas con las baratijas intelectuales que implantan los poderes burgueses en las cabezas de los pueblos, disfrazados de “gustos”, “tradiciones”, “noticieros” o “temas de actualidad”, reinará un sistema de presión económico-política inyectada con incertidumbres, chantajes y trastadas para la desinformación y la manipulación de la realidad. Si hubiese Soberanía Semántica se expresaría en confianza plena sobre las luchas de los trabajadores y no en confianza por el individualismo ni las payasadas de los “buenos muchachos” burgueses.

Sin Soberanía Semántica nos manosean el espíritu y nos lo prostituyen. Lo someten una depauperación de pensamiento y acción donde nos hacen irreconocibles y nos hacen ajenos a nuestras propias identidades. 

El enemigo inocula sus idearios, su erudición, sus saberes y sus valores en nosotros para que creamos que son superiores, mejores y absolutos y, con ello, destruirnos nuestras agendas de combate. 

No esperemos misericordia y menos de las agendas impuestas para anular nuestro pensar libre y obligarnos a hablar y actuar exactamente como a ellos les place, les conviene y les enriquece. Al margen de los acuerdos o desacuerdos que se pueda tener con una u otra semántica revolucionaria no hay impedimento para que reconozcamos la urgencia de la emancipación semántica al calor de la lucha y esa es la clave.

En la industria de los “lavaderos de cerebros” destacan los fanatismos consumistas encadenados a las leyes del mercado burgués. Por eso importa conocer el calibre de las aberraciones de la moral burguesa que norma la calidad del pensamiento por el monto de lo que se paga. Nos lavan el cerebro no para el “libre pensamiento” sino para liberarse ellos de que pensemos libremente. 

Sometida la semántica luego de someter a la economía y a la política, caminamos al abismo de la peor crisis de miseria de pensamiento y despojo intelectual que hubiésemos imaginado… ellos quieren apagar el cerebro de los pueblos, que quede bien lavado y nos dispongamos a comprar y comprar todo lo que acumula en sus bodegas la crisis de sobreproducción que nos asfixiará hasta la eternidad si nos quedamos quietos.



La Dignidad De La Discrepancia

Filosofía
La  Dignidad De La Discrepancia
Giovanni Pico, nacido en Mirandola, cerca de Ferrara en 1463, fue uno de los filósofos más importantes del Renacimiento europeo y lo que hoy llamaríamos un niño prodigio. A los catorce años, mientras estudiaba en la Universidad de Bolonia publicó su primer libro. Luego, con objeto de leer los más importantes libros del conocimiento tradicional (Biblia, Corán, Cábala, Platón, etc.), aprendió, además de latín, griego, árabe, hebreo y caldeo. Su formación filosófica se completó con retórica y lógica matemáticas.

Su obra clave, escrita a los veinticuatro años, fueron las “Conclusiones philosophicae, cabalisticae et theologicae”, también conocidas como “Las 900 tesis”, o proposiciones recogidas de las más diferentes fuentes culturales, tanto de filósofos y teólogos latinos como árabes, hebreos, caldeos, pitagóricos, platónicos, aristotélicos, e incluso esotéricos, como Hermes Trimegisto.

Tras ser perseguido, condenado por herejía y absuelto se retiró a Florencia, donde murió joven, a los treinta y un años, en circunstancias misteriosas, cuando entraba Carlos VIII de Francia reivindicando su derecho a la corona de Nápoles.

Pico es uno de los más importantes defensores del sincretismo y del estudio comparativo de distintas tradiciones culturales. Se propuso llegar a un acuerdo entre las distintas religiones para llegar a una “paz filosófica”.

Las mencionadas 900 tesis iban precedidas de una introducción, conocida como “Discurso sobre la dignidad del hombre”, en donde se defiende el derecho a la discrepancia, el respeto a las creencias de los demás y el ideal de enriquecimiento de la vida a partir de los diferentes puntos de vista.

En este discurso cuenta cómo, cuando Dios formó al hombre, y puesto que no encontraba ningún modelo para hacerlo, le dio la libertad para que este tuviera la forma y función que deseara. Dice así:

“La naturaleza de las demás criaturas, la he dado de acuerdo a mi deseo. Pero tú no tendrás límites. Tú definirás tus propias limitantes, de acuerdo a tu libre albedrío. Te colocaré en el centro del universo, de manera que te sea más fácil dominar tus alrededores. No te he hecho ni mortal, ni inmortal. Ni de la tierra, ni del cielo. De tal manera, que tú podrás transformarte a ti mismo, en lo que desees.

Podrás descender a la forma más baja de existencia, como si fueras una bestia. 
O podrás, en cambio, renacer más allá del juicio de tu propia alma, entre los más altos espíritus, aquellos que son divinos”.


Transcurridos algo más de quinientos años de su muerte, siguen siendo sus enseñanzas tan vigentes e importantes como en su época. 

Otro nuevo Renacimiento, otro nuevo Humanismo son necesarios.


La Innovación

Innovar es estar vivo; innovar, también es aprender, y aún más, aprender a aprender;

Innovar es tener método, si puede ser propio, pero no importa que sea ajeno, si nos funciona; innovar es cercanía, proximidad, atención….;

Innovar es vivir el presente, el aquí y ahora, del presente hacia un futuro previsible, o no tanto, pero mirando hacia lo que queda por vivir;

Innovar es vivir la complejidad, llegar a las interrelaciones, comprenderlas, darles un sentido y trabajar con ellas; innovar es conocimiento para cada uno y para todos;
Innovar es estar preparados para lo bueno y también para aquello no tan bueno, y por tanto, anticiparse, planificar, adelantarse al no y dialogar con él;

Innovar remite a algo dinámico; innovar es grupo, es respeto, es positividad, es pensar en los otros, es pensar que los demás nos salvan;

Innovar es aprender de la acción misma, de nuestra vida;

Innovar es encontrar métodos alternativos; innovar es satisfacción y al tiempo, perfeccionismo, siempre queda algo por aprender, nunca hemos llegado; innovar es saber vivir y aprender del error;

Innovar es no perder el sentido global, pero saber que es más operativo y satisfactorio moverse en lo local; innovar es cooperar, conocerse a uno mismo para conocer mejor a los otros;

Innovar es saber recordar, tener memoria de lo que es del hoy y del futuro inmediato, y encontrar en los maestros la placidez de lo ya aprendido y que tantas veces olvidamos;

Innovar es buscarte la vida, emprender, atreverte; innovar es ser profesor y ser alumno, y hasta ser institución, es decir, ver las cosas desde ángulos diferentes;
Innovar es trabajar con tu día a día; innovar es puntualidad; innovar es imitar, aprender a imitar, y a repetir;

Innovar es superar puntualmente nuestros miedos, incluido el ya famoso “miedo a la libertad”;

Innovar es salir de la timidez;

Innovar es participar en la creación de conocimiento, si puede ser práctico y aplicado, mejor;

Innovar es saber por dónde empezar y por donde seguir;

Innovar es tener muy presente la experiencia, nuestra experiencia y todas las que podamos contemplar;

Innovar es reflexionar sobre lo que es aprender y enseñar; innovar es action-research, acción-investigación;

Innovar es estar informado de lo que interesa y lo que no; innovar es saber encontrar la “píldora” para romper el hielo;

Innovar es dejarnos llevar por la rosa de los vientos; innovar es divertirse;

Innovar es sentir nuestras necesidades, y también las de otros; innovar es pasar al mundo de la práctica;

Innovar es no perder nunca el sentido común; …………………….


La cuestión está en aceptar que la vida es, como gustan de decir los orientales, como un río. Y los ríos no paran, sino que fluyen en su viaje hacia los mares, donde los mares siguen viviendo merced también a esas aguas dulces. 

Si la vida fluye, nosotros no podemos quedar parados, sino acompañarla, adelantarla si es posible, comprenderla un poco antes de que su fluir nos rebase, y para ello, innovar es saber conocer, “ver” y adelantarse, atreviéndose a modificar sustentablemente el curso del río.

Dar Lo Mejor De Sí


En los negocios, como en la vida, a veces las cosas no salen como estaban previstas. Uno piensa, crea, ejecuta, apuesta y el resultado puede ser el esperado o no. En ese proceso por crear, desde un negocio hasta relaciones personales, las personas depositan expectativas, sueños y muchas veces ilusiones. Es probable que en ese proceso cada uno dé todo de sí, intente entregar todo lo que esté a su alcance y puede que, incluso en ese escenario, no sea suficiente.

Cuando nuestras acciones no dependen únicamente de nosotros, sino también de otros, estos procesos tienden a ser tan complejos que a veces solo la perspectiva y el tiempo permiten comprenderlos. 

Cuando uno quería realmente algo es importante saber que se jugó todo por conseguirlo, tal vez es la única manera de apoyar la cabeza en la almohada con la tranquilidad suficiente de saber que hizo el intento.

Tanto en la vida como en los negocios hay un sinfín de variables que son imposibles de controlar y de manejar. Hay escenarios, sentimientos y expectativas que no necesariamente se corresponden con los nuestros. 

Si se da esa coincidencia muchas veces se consigue el éxito, pero muchas otras no, a pesar de que pensemos que todo estaba dado para que fuera de una manera, y nos frustramos o desilusionamos. 

En ese proceso negamos y buscamos torcer la historia, nos aferramos a nuestros principios, pero, sobre todo, a nuestra ilusión. El tiempo permite ver que a veces la ilusión era producto de nuestro sentir, de nuestro percibir y en esos matices tal vez habíamos obviado detalles que tiempo atrás podrían haber aclarado todo,

Cuando es, es, pero cuando no es, no es. Luego del intento, a veces es difícil soltar, dar vuelta la página, seguir adelante, pero una vez más el tiempo enseña que todo pasa por algo y que si uno tiene la capacidad de aprender de cada hecho, tal vez nada fue en vano.

Saber aceptar que no todo es como esperábamos nos permite superar los malos momentos, pero, sobre todo, nos permite aprender de lo vivido. 

Soltar nos permite continuar, valorar lo que hicimos y si no se dio, al menos lo intentamos. Aprender de lo vivido, no arrepentirse de haberlo intentado y siempre ver lo bueno sobre lo malo permite mirar hacia adelante con otro aliento. Porque nada asegura que en el futuro todo vaya a salir bien, pero sí que uno va a tener la tranquilidad de que el miedo a que algo salga mal jamás lo va a paralizar.

Todo pasa por algo, es cuestión de entender por qué pasó y aprender para el futuro. De ese modo no existe el fracaso, todo es aprendizaje.


La Prisión Del Tiempo


Filosofía
La Prisión Del Tiempo
En el agite de la vida "moderna", el hombre no distingue entre lo urgente y lo importante; quiere hacerlo todo rápido, ya, inmediatamente, ignorando que el auténtico tiempo de la rapidez no es el tiempo de los "afanes", las tensiones, la premura, la ansiedad, o el tiempo del llamado fast track (del camino veloz, rápido), propio de nuestro sistema productor de mercancías; sino "la rapidez (que no desconoce a la dilación), concebida como relación entre velocidad física y velocidad mental, y que involucra conceptos como movimiento, brevedad, tiempo, sucesión rápida de hechos, discurrir, razonamiento, rapidez y concisión de estilo y de pensamiento como agilidad, movilidad y desenvoltura, tal como lo plantea el escritor Ítalo Calvino".

Erich Fromm, desde su cosmovisión psicoanalítica, señala que en la sociedad industrial, el tiempo es el gobernante supremo. "El actual modo de producción exige que cada acto esté exactamente "programado", y no sólo en la banda de transmisión de la línea de ensamble sinfín sino que, en un sentido menos burdo, la mayor parte de nuestras actividades es gobernada por el tiempo. Además, éste no sólo es tiempo, sino que "el tiempo es dinero".

La máquina debe utilizarse al máximo; por ello la máquina le impone su ritmo al obrero.

Por medio de la máquina, el tiempo se volvió nuestro gobernante. Sólo en nuestras horas libres parece que tenemos cierta oportunidad de elegir. 

Sin embargo, generalmente organizamos nuestros ocios como programamos nuestro trabajo, o nos rebelamos contra la tiranía del tiempo siendo absolutamente perezosos. 

Al no hacer nada, excepto desobedecer las demandas del tiempo, tenemos la ilusión de que somos libres, cuando estamos, de hecho, sólo en libertad bajo palabra fuera de la prisión del tiempo"

Para salir de la "prisión del tiempo" se necesita conocer el tiempo, saber qué es; cuál es nuestro deber: "¿A qué vine al mundo?, ¿cuál es mi misión?, ¿cuál es mi objetivo en esta vida?". ¡Conocerse a sí mismo! "Sócrates pensaba que sin filosofía, el hombre y la ciudad no pueden llegar a conocerse a sí mismos y mucho menos a realizarse como debieran.

Por eso, la filosofía es necesaria". ¿Cómo conocerse a sí mismo? 

Ese conocimiento nos lo aporta el saber filosófico, el filosofar. 

"En la naturaleza todo está pensado, todo tiene una función. El ser humano cuando camina deja su huella. De lo único que somos dueños es de nuestro presente; no nos pertenece el pasado ni el futuro, ¡sólo el ahora!; cada instante presente es una realidad. ¡Quien descubre que el tiempo es su único presente, podrá salir de la cárcel del tiempo!".

En este "agite" se diluye la dimensión personal de interioridad, de donde brotan valores "como el silencio, el retiro, la reflexión, la intimidad, la vocación, que hoy han pasado a un segundo lugar en el marco de nuestras ciudades grises.

Nuestra era se caracteriza mucho más por la inmediatez, por el manejo avaro del tiempo como sinónimo de producción efectiva, por el ruido de las ciudades, por la estridencia de la música, por el tener. Georg Simmel, citado por Danilo Cruz Vélez, señala que "el fundamento sicológico del predominio de lo meramente intelectual en el habitante de la gran ciudad es la "intensificación de la vida nerviosa", causa de su desarraigado, con lo cual alude a un rasgo característico de su vida anímica: en ella, el curso de las impresiones oriundas del mundo exterior es inesperado, abrupto, atropellado y siempre cambiante, y produce por ello una aglomeración desordenada de imágenes que impide el establecimiento de relaciones firmes, claras y estables con la realidad".


Los Excesos Humanos


La soberbia es un exceso de estimación propia (pero si es excesiva muy probablemente es compensatoria, por lo tanto es falsa). 

La soberbia hace que uno sea su propio dios, su propia ley, su propio juez y su propia moral. Produce envanecimiento, engreimiento y la devaluación de los otros. La soberbia es la causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas y el principal obstáculo para el verdadero crecimiento. Ésta es resultado de la perspectiva perfeccionista, porque de ella proviene el autorrechazo que yace bajo esta fachada de seguridad.

Contraria a la soberbia está la humildad, como “sentido de realidad”, que se puede definir como “reconocer nuestro justo valor”.  Implica valorar nuestro ser, es decir, apreciar el valor de ser, y no vanagloriarnos por nuestros logros, como tampoco devaluarnos por nuestros fracasos. 

Para Santa Teresa la humildad es “la verdad”. La persona que dice la verdad es veraz, y para ser veraz es necesario ser auténtico, honesto con uno mismo y con los demás. Por lo tanto ser humilde es admitir mis defectos y limitaciones, así como mis cualidades, con sinceridad, honradez, con rectitud y con integridad ante mí mismo y ante los demás. Renunciar a la aspiración de perfección, es encaminarnos a la virtud de la humildad. Al aceptar sus límites, al aceptarse imperfecto, no queda otro remedio que desarrollar la humildad.

La indigencia nos ayuda a encarnar virtudes como: humildad, compasión, caridad, fortaleza, fe y valentía. La humildad eleva al ser humano:” sólo el hombre grande se puede hacer pequeño”. Resulta muy difícil alejarnos de la soberbia y encarnar la humildad. Pero ¿cómo se puede encarnar humildad, cuando “La cultura se vuelve propulsora rígida del concepto del no límite, con su antropología, su psicología, sus objetivos de educación y sus terapias que lo invitan a la excelencia con una ética y espiritualidad en función de la perfección“? 

Ésta contradicción de la Cultura con su propia naturaleza, sólo logra enfermar al ser humano.

El Mito Ética Y Política

En ética y en política todos los avances pueden perderse rápidamente, en un abrir y cerrar de ojos, casi sin que nadie se aperciba de ello. Por lo tanto, estamos de acuerdo con Mongardini en que “mientras que en ciencia y en tecnología el avance acumulativo humano no sólo es posible sino que también real (es un hecho), en ética y en política es, en buena medida, un mito”.
Tzvetan Todorov 

En el epílogo Todorov identifica tres posibles amenazas que parecen confirmarse a medida que nos adentramos en este nuevo siglo.

La primera es el populismo, el nacionalismo (nosotros matizaríamos: nacionalismo excluyente), la política de la identidad excesiva, que reacciona contra —todo aspecto de— la globalización, contra la Unión Europea o contra el laicismo, crispándose sobre los valores identitarios o religiosos.

La segunda es la deriva moralizante, o la tentación del bien, donde la política imperial se pretende un medio para imponer el bien en el mundo entero; identifica un eje del mal, se autoproclaman los jefes de la misión y por fin el bien se impone por doquier.

La tercera amenaza es la deriva instrumental, que simplemente estriba en que los países democráticos olvidan los fines para centrarse en los medios.

El mejor ejemplo de eso es la atención exclusiva a la economía, al éxito, cuando la economía es sólo un medio para mejorar la vida de las sociedades
.

Estos tres problemas que enumera Todorov componen la perversión política que, sin duda, amenaza al siglo XXI, “ya que la multiplicidad de los procesos sociales, su aceleración y la diferenciación de los centros de poder social no permiten ni una visión unitaria ni la posibilidad de definir una dirección política de gobierno”.

miércoles, 2 de mayo de 2018

La Férrea Voluntad

Los griegos, hace muchos siglos, calificaron a la voluntad como una de las facultades clave para la humanidad. La voluntad nos permite ejecutar fielmente una decisión tomada en nuestro interior. Y nos abre el campo de la acción, campo que es de tremenda importancia para la vida diaria.

Hay gente que se hace muy buenos propósitos. Pero no tiene voluntad para llevarlos a cabo. Hay otros que tienen miles de ideas, pero carecen de la voluntad suficiente para materializarlas. Los hay que sueñan y nunca hacen nada, sólo idean, vislumbran, planean. Pero, bien lo dice el refrán: "Del dicho al hecho, hay mucho trecho".

Gracias a la voluntad, todo es posible. La aplicamos a un presentimiento y nace un proyecto. La aplicamos al proyecto y resulta una realidad. Ella es la fuerza generadora de lo memorable del hombre. Voluntad de vivir, voluntad, de hacer reales las cosas que deseamos.

Qué formidable es recordar a aquel muchacho emprendedor, a aquella linda muchacha, quienes, de estudiantes sencillos, comunes y corrientes o de empleados sin mayor importancia, nacieron a una vida independiente, feliz, llena de esfuerzos y satisfacciones. Mediante la voluntad, naturalmente.

Misteriosa fuerza que se engendra en nuestro psiquismo, la voluntad es una chispa, un deseo de hacer, una carga insólita que nos inclina a buscar aquello que deseamos ver frente a nosotros. Y en alto porcentaje, altísimo, quienes desean algo y ponen su parte de voluntad para encontrarlo, se salen con lo suyo.

Mediante la voluntad hallamos el camino que nos resuelve necesidades y ensueños. Voluntariamente nos entregamos a una rutina de trabajo para merecer una gratificación y voluntariamente repetimos una y otra vez algo que nos interesa, hasta que queda como lo deseamos. Esa inocente voluntad es la que vale: "Un gran talento está hecho de un diez por ciento de sapiencia y un noventa por ciento de insistencia".

Tengamos la extraña voluntad de cumplir con el deber diario y nos sorprenderemos como se fortalece para más amplios deberes. Quien no es grande en lo pequeño, difícilmente lo será en lo grande. Tengamos la extraña voluntad de hacer, día a día, algo más por nosotros mismo y por el prójimo. Necesitamos esa voluntad férrea.

Y obtendremos extraños e increíbles resultados.

El Ser Confiable


La confiabilidad es el principio que es la base del carácter, igualmente la base de las relaciones humanas y por ende del capital social.  Puede resumirse en ser previsible, como el sol que sale todos los días a la misma hora, ser confiable como un puente que sostiene una relación y permite la comunicación de las personas, ser constante como el tiempo.

La confianza es algo que se gana, que se demuestra con hechos, que hay que luchar todos los días, pero al mismo tiempo muy fácil de perder.

Las personas, las familias, los negocios la sociedad se construyen a partir de la confianza. Cada uno de nosotros

Las personas confiables se caracterizan por ser integras; es decir de una sola cara, honestas; es decir no mienten, cumplidas; es decir cumplen sus promesas, y leales es decir con constantes.

La confiabilidad nos permite construir en cada uno la valía en nosotros mismos, para llegar a ser personas de valor.

La confiabilidad es el comienzo de todo.

Conozco a una persona muy brillante, es muy bueno en lo que hace, pero tiene un gran problema, “no es confiable”, siempre que lo veo me dice; “Porque no me ayuda”, “Confíe en mi” y siempre me queda mal. Es muy complicado hacer algo con esta persona, debido a su falta de constancia, a que no cumple su palabra. No es una persona confiable.


Debemos aprender a ser confiables y ganarnos la confianza de los demás en cada momento de nuestras vidas.

Nuestros Pasos


Lentos, rápidos, pesados, suaves, torcidos, derechos… y algunos son tan marcados que la huella es profunda y aunque pasen lluvia o viento, de lugares lejanos no puede borrarse.

En ocasiones, cuando corremos, llevamos música y sólo escuchamos esa canción de fondo que suena, preparada de manera concienzuda para los momentos más difíciles. Música que a veces te aísla de todo lo que estás sintiendo, pero ¿qué ocurre cuando la música cesa? Cuando solo escuchas el sonido del aire, el palpitar del corazón y cómo tus pies avanzan. Buscan la posición perfecta o adecuada para pisar…

Empiezas a tomar conciencia del cuerpo, de tus músculos y si cierras los ojos por un segundo,  todo comienza a tener olores, que se impregnan en la ropa, en tu piel. Sientes la humedad de la naturaleza o la calidez del sol y el cuerpo deja paso a la mente, para que viaje a ese lugar al que sólo puedes ir tú.

Las fantasías más insólitas vives, los sueños más deseados vuelven y, de nuevo, recuperas a ese niño que a veces perdemos. Dejamos que la vida adulta que nos imponemos nos sature: evitamos los charcos y nos colocamos protección total para no quemarnos.

Planchamos nuestros pelos, usamos zapatillas ultra modernas, queremos las mejores tecnologías y aun así, la sonrisa no llega a nacer de dentro; sin embargo, en mitad de la naturaleza, donde no existe nada más que tú y ese paisaje hermoso que grita, te sorprendes a ti mismo sonriendo sin saber por qué, con la cara empapada de sudor, con la ropa llena de barro, con el alma mucho más limpia y una voz que te recuerda….“somos nuestros pasos”.

Tú decides como quieres pisar.


Dejar De Andar A Tientas


No siempre es fácil enfrentar los errores cometidos y buscar la manera de corregirlos, porque para poder hacerlo es necesario aceptarlos primero y eso a todos nos cuesta muchísimo.

Sin embargo, no hay nada peor en la vida que insistir en algo cuando a toda luz se puede ver que es inconveniente, absurdo, iluso, imposible o absolutamente errado.

Pero es mucho más grave aún querer convencerse y convencer a los demás de que todo está bien y marcha sobre ruedas, porque el poderoso ego que todos cargamos a cuestas, nos impide aceptar que nos equivocamos del medio a la mitad. 

Se diría que incluso nos lleva a perder la noción de lo que sucede, que una venda invisible cubre nuestros ojos, que escuchamos solo lo que suena conveniente y que la incapacidad de aceptar nuestros equívocos nos lleva a una especie de marasmo que nos inmoviliza física y moralmente.


¿Cómo corregirlo? Hay que asumir las equivocaciones, aceptar que no somos infalibles pero que sí estamos en capacidad de cambiar las cosas cuando así lo decidimos.

La Intrepidez

Ser intrépido es algo que los niños tienen en su espíritu curioso.
Si somos intrépidos, nos atrevemos a enfrentarnos a los riesgos y los peligros más fácilmente. En la sociedad de hoy, hay muy pocos peligros verdaderos para el ser humano, y dichos peligros verdaderos deberían ser evitados a toda costa (como el peligro de muerte).
Sin embargo, hay otro tipo de “peligros” o “riesgos” que podemos afrontar, y principalmente los encontramos en el ámbito laboral o empresarial.
Gestionar el dinero es riesgoso, pero también lo es conducir un automóvil. Las personas no actúan por temor al fracaso y porque se dejan influenciar por la magnitud percibida de los riesgos involucrados.

Si tienes el valor de la intrepidez, actuarás a pesar de dichos obstáculos, y lograrás el éxito más fácilmente en tu vida.

Sobrevivencia


La rutina diaria y las luchas que el ser humano lleva a cabo por sobrevivir en esta sociedad del siglo XXI constituyen sin duda el punto central de nuestra existencia, y a lo que dedicamos principalmente la mayor parte de nuestro tiempo y donde empleamos más energía personal.

del hombre moderno. Calibrar las mismas y poder disponer de tiempo, por un lado, para dedicarnos a otras cuestiones que nos importan, y emplear los recursos adecuados para cada cosa es una cuestión difícil de conseguir y en ello estriba una buena parte de la felicidad y satisfacción personal que deseamos, aspiramos o añoramos.

 La vorágine de la sociedad moderna, que todo lo envuelve con sus prisas y sus objetivos inmediatos, nos dificulta la reflexión oportuna y a veces nos impide sentarnos en el camino para dilucidar si nuestra vida discurre por los derroteros que íntimamente queremos de verdad.

 Por otro lado, la sociedad de consumo brutal en la que nos relacionamos, impone unas servidumbres y ataduras que pocos son capaces de detectar y evitar. El hombre se convierte así en un objeto de consumo, dejando de ser un ciudadano socialmente responsable y consecuente con sus principios.

Este sistema de egoísmo embrutecedor donde para obtener reconocimiento social es preciso “tener” en vez de “ser”, esclaviza al hombre a centrar su existencia en acaparar bienes y prebendas materiales que, lejos de otorgarle felicidad y paz interior, le convierte en un candidato a la infelicidad, proclive al desequilibrio emocional y racional cuando sus perspectivas no se alcanzan y degeneran en frustración personal.

 A veces, y en muchos casos, esta frustración deriva en enfermedades mentales que comienzan por estados depresivos, convirtiéndose en esquizofrenias y neurosis varias (ansiedad, estrés, etc.) de las que apenas nos percatamos hasta que ya están patológicamente instaladas en nuestro interior.

 La búsqueda de la felicidad en las cosas externas y no en la paz y el equilibrio interior está conformando una sociedad más egoísta y más enferma, con lo que ello comporta en cuanto a las actitudes de las propias personas, que no reparan en el daño que puedan infringir a otros con tal de alcanzar sus objetivos materiales inmediatos.

 “La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”.
Henry Van Dyke