No siempre es fácil enfrentar los errores cometidos y buscar la manera de corregirlos, porque para poder hacerlo es necesario aceptarlos primero y eso a todos nos cuesta muchísimo.
Sin embargo, no hay
nada peor en la vida que insistir en algo cuando a toda luz se puede ver que es
inconveniente, absurdo, iluso, imposible o absolutamente errado.
Pero es mucho más
grave aún querer convencerse y convencer a los demás de que todo está bien y
marcha sobre ruedas, porque el poderoso ego que todos cargamos a cuestas, nos
impide aceptar que nos equivocamos del medio a la mitad.
Se diría que incluso
nos lleva a perder la noción de lo que sucede, que una venda invisible cubre
nuestros ojos, que escuchamos solo lo que suena conveniente y que la
incapacidad de aceptar nuestros equívocos nos lleva a una especie de marasmo
que nos inmoviliza física y moralmente.
¿Cómo corregirlo?
Hay que asumir las equivocaciones, aceptar que no somos infalibles pero que sí
estamos en capacidad de cambiar las cosas cuando así lo decidimos.
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